Tengo
en mi mente desde la memoria y la infancia y mi primera juventud en casa de mis
padres en la calle El Calvario, la presencia en el cuarto que conocíamos por
“El de Costura”, de esta inolvidable mujer que conocíamos por Ángela Pacheco
López y que llamábamos “Angelilla”.
Era
hija del matrimonio orotavense formado por don Domingo Pacheco (agricultor) y
doña Lucía López (ama de casa), la tercera de cinco hermanos, curiosamente en
la actualidad (2014) solo queda una en vida Rosario Pacheco López.
Angelilla
era muy querida en casa, venía dos o tres veces por semana a ayudarle en los
labores del hogar y sobre todo en la costura de su taller a mi querida madre
María del Carmen Abréu González.
Todo
sucedió según me contaron, por el principio de los años treinta del siglo XX,
mis padres vivían en una casita del camino de Los Cuartos de La Villa de La
Orotava, frente a la famosa Calera de don Antonio Hernández “De Las Tapias”, y
la familia Pacheco López eran entonces medianeros de la finca colindante,
tenían su hogar en la carretera General de Las Cañadas (actual Avenida de Sor
Soledad Cobián). Un día doña Lucía López
como de costumbre en aquellos años, le ofreció a su hija Angelilla a mi madre
para que le ayudase en las tareas hogareñas, tanto fue así que no solo trabajó
en casa, si no que aprendió a coser en el taller que mi madre tenía en ese
lugar.
Así,
con el tiempo y tras la metamorfosis de mis padres de mudanzas de hogar, hasta
llegar a su último destino en propiedad en la calle El Calvario, Angelilla
siguió ayudando a mi madre María (fue su madrina de confirmación) hasta su
casamiento con el orotavense Domingo Báez, fruto del matrimonio tuvo tres
magníficos hijos.
La
familia Pacheco López, vivían al principio en la Huerta del Moral, detrás donde
en la actualidad está el estadio Municipal Los Cuartos, donde regentaban una
finca de cultivos ordinarios, pero luego se trasladaron a la Carretera General
de Las Cañadas (actual Avenida de Sor Soledad Cobián), para atender la finca
que fue propiedad del Abuelo materno de mi mujer Antonia María González de
Chaves y Díaz, don Francisco Díaz natural de La Cruz Santa (Los Realejos). En
ese lugar fabricaron, y ubicaron su hogar hasta hoy.
Mucho cariño
le tenía a Angelilla, siempre hablando con ella y estudiando al lado cuando
planchaba y cosía en la maquina Singer de mi madre. Pero tengo una anécdota en
mi mente, resultó que limpiando el dormitorio de mis padres por una Semana
Santa, como el piso de la parte alta de
la casa era de madera desnivelada cubierto de cera resbaladiza. Limpiando el
armario se le movió y se le empotró en su cabeza. Asustado del incidente bajé
corriendo como un loco a buscar a mi segunda madre, mi tía Consuelo Abréu
González que estaba en la cocina, que subió inmediatamente y la socorrió como
pudo. Lo que evito un accidente de mayores consecuencias.
Una
cruel enfermedad se la llevó siendo aún joven, pero yo siempre la he tenido en
mis recuerdos infantiles y juveniles y en mi corazón.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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