martes, 19 de diciembre de 2017

RICHARD F. BURTON, AVENTURERO INGLES EN LA VILLA DE LA OROTAVA



El acérrimo viajero Richard F. Burton y su inseparable esposa Isabel estuvieron en las islas Canarias entre 1861 y 1880. Ella sólo estuvo en 1863, pero Richard visitó Canarias en muchas ocasiones, las suficientes como para adquirir una visión de las cosas y la vida de los canarios nada desmedida ni exagerada. Precisamente Burton no duda en identificarse en muchas ocasiones con los isleños y manifestar su admiración por la cultura local. Especial interés muestra por el mundo aborigen, la naturaleza insular y el desagradable episodio protagonizado por sus compatriotas en julio de 1797 bajo el mando de Nelson. Muchos han sido los viajeros y turistas que han visitado las islas a lo largo de la historia, personas importantes en el mundo de las artes, la literatura o la política, pero solamente un puñado destaca.
Uno de esos que podríamos elegir es la figura romántica de Richard F. Burton, que hoy día es visto con nuevos ojos y su importancia está cobrando nueva dimen­sión. En la Villa de la Orotava se hospedó en el entonces Hotel Hespéride, que estaba en la hoy conocida casa de Brier, situada al final de la calle La Carrera, exactamente frente a las famosas casas de los balcones. Casona que antes de su gran incendio ocurrido en el año 1841, donde estaban las casas consistoriales, cárcel, cuartel y escuelas.
Con anterioridad había sido el colegio de la compañía de Jesús hasta la expulsión de España de los jesuitas. Con el incendio se perdió todo el archivo histórico de la Villa y siendo Hotel después de  su reconstrucción, se hospedó Burton y su esposa Isabel, para subir al Teide.
El capitán Sir Richard Francis Burton (Elstree, Hertfordshire, 1821-Trieste 1890), escritor, militar, místico, científico, explorador, diplomático y agente secreto del gobierno británico, es el paradigma del erudito aventurero del siglo XIX, convertido en leyenda viva para sus propios contemporáneos. Fue el primer occidental en ver la Piedra Sagrada de La Meca y en hacer el peregrinaje (ataviado con el disfraz completo) de La Meca a Medina. Fue además cazador de tesoros, y espía durante la guerra de Crimea. Entre 1883 y 1888 publicó sus traducciones de las Mil y una noches, El jardín de las delicias y el Kama Sutra (el “Tratado del placer”); se dice de él que llegó a dominar treinta y cinco lenguas orientales. Y, sin embargo, escribía, en su madurez: “El gran solaz de mi vida lo hallé en la sala de esgrima”.
Lo traemos a mi blog personal y altruista “EFEMÉRIDES”, pues fue huésped de la Villa de la Orotava, al final del siglo XIX, se hospedó en el Hotel Hespérides, en la calle la Carrera, edificio que fue colegio de los Jesuitas y posteriormente, fue casa consistorial, cárcel, y escuela.
Hablaba más 30 de lenguas y otros tantos dialectos, trabajó como espía, descubrió el lago Tanganica y fue el primer europeo que entró en La Meca. Además, este aventurero inglés, nacido en 1821, tradujo libros desconocidos en Occidente como "El Kamasutra" y escribió más de 40 obras.
Fue paradigma de los viajeros ilustrados decimonónicos, políglota consumado, escritor erudito y aventurero por los continentes de la Tierra, autócrata convencido, espadachín, espía, diplomático... En su Inglaterra natal no quisieron rendirle los honores que, sin duda, mereció por sus proezas.
Nacido el 19 de marzo de 1821 en Elstree, Hertfordshire (Inglaterra), pertenecía al seno de una familia de militares inscrita en la más rancia ortodoxia británica. Sin embargo, el pequeño Richard adolecía de espíritu disciplinado y pronto dio muestras de que su vida sería excitante.
Estudió en Oxford, lugar donde retó a duelo a su primer enemigo, tras haberse burlado éste de su frondoso bigote. No en vano, con el tiempo fue considerado el tercer espadachín del imperio británico, pues la esgrima era su verdadera pasión. En 1842 eligió la carrera militar con un primer destino en Sind (La India), donde permaneció siete años en calidad de oficial adscrito a la Compañía de las Indias Orientales.
En ese lugar descolló en el aprendizaje de diversos idiomas locales, lo que le proporcionó gran prestigio por su gran capacidad políglota. Según se cuenta, llegó a dominar más de 30 lenguas y otros tantos dialectos. Esto incrementó su curiosidad por el entorno que le rodeaba y, en 1853, fue el primer europeo occidental que entró disfrazado de peregrino afgano en las ciudades de La Meca y Medina, auténticos santuarios del islam prohibidos para los que no profesaran la fe de Mahoma. En ellos observó con ojos de cronista las grandes reliquias veneradas por los ismaelitas, verbigracia la misteriosa piedra negra de La Meca, en la que el inglés creyó ver y, con razón, un meteorito.
Más tarde, se interesó por el continente negro explorando, en compañía de tres jóvenes oficiales británicos, las latitudes pertenecientes al cuerno de África. Durante esta aventura resultó herido; se hallaba en mitad de una refriega entre tribus hostiles cuando una lanza somalí impactó contra su mandíbula. Una vez recuperado, fue llamado por su gobierno para trabajar como agente secreto en la guerra de Crimea, conflicto en el que prestó, gracias a su innegable habilidad con los disfraces, un magnífico servicio.
Su aspecto físico era el de un hombre fornido de elevada estatura y tez morena, por lo que muchos amigos le apodaban gitano. Esta morfología, junto a su facilidad para hablar con pulcritud extrema y sin acento extranjero idiomas como árabe o parsi, le permitió fundirse con las diferentes poblaciones y gentes que iba visitando.
En 1857 regresó a África para iniciar, en compañía del capitán John Hanning Speke, la enigmática búsqueda de las fuentes del Nilo. Un año más tarde, tras múltiples vicisitudes y enfermedades, ambos exploradores descubrieron el lago Tanganica. Pero Burton no sólo debe ser recordado por sus trepidantes peripecias geográficas, sino también por ser un versado escritor capaz de transmitir múltiples sensaciones heterodoxas en unos 40 títulos, alguno de ellos de recuerdo imperecedero como Las montañas de la luna. Asimismo, realizó traducciones muy bellas sobre libros orientales casi desconocidos hasta entonces: El Kamasutra, El Ananga Ranga o Los cuentos de las mil y una noches.
Viajó constantemente buscando rendir homenaje ante las tumbas o lugares transitados por hombres, como el explorador inglés Thomas Coryat o el poeta portugués Luís de Camoens, que le inspiraron en su trayectoria vital. Es difícil compendiar en pocas líneas todo el saber acumulado por Burton. Fue un rebelde provocador que se enfrentó a la rígida sociedad victoriana invocando los beneficios de la poligamia mientras luchaba contra la esclavitud, incluso llegó a tener devaneos con las ciencias ocultas, por lo que algunos le tacharon de alquimista satánico.
Lo cierto es que fue un experimentador nato, que sentía interés por todo en una búsqueda constante del espíritu. Esto le llevó a merodear por diferentes religiones: el cristianismo o el islam, aunque al final se decantó por el sufismo oriental, mientras se casaba con la católica Isabel Arundell.
Su patria, lejos de grandes reconocimientos, sólo le concedió oficio de embajador en lugares remotos como Sao Paulo, Damasco, Fernando Poo o Trieste, donde falleció de forma repentina el 20 de octubre de 1890. Tras el óbito, su mujer, en un gesto poco aclarado, quemó sus documentos y manuscritos privados, con lo que evitó que se supiera más sobre su azarosa vida. En Inglaterra se le negó la gloria que le pertenecía, cuando el gobierno no autorizó que su cuerpo reposara en el panteón de hombres ilustres de Westminster. En todo caso, es un simple detalle que no oscurece la biografía de este hombre amante del amplio y misterioso mundo que le rodeó.
Un sujeto alto y de aspecto feroz anda por el cementerio de la ciudad india de Surat -sede de la Honorable Compañía de las Indias Orientales- en busca de la tumba de Coryat, un inglés nacido en 1577, que había llegado a pie hasta Asia y tras una visita al Gran Mogol, se quedó a vivir en Surat, como sabio mendigo. La tumba de Coryat no aparece y el oficial británico de cabeza rapado, llamado Richard Burton, se queda sin cumplir uno de los fines de su vida, localizar las tumbas de los hombres que le han fascinado, sean guerreros o lingüistas sedentarios. Pronto estará en camino de un nuevo destino, voraz con su propia leyenda, grafómano y despótico, escuchando los alaridos de los simios y el tronar de las caracolas que llaman a los fieles a la oración vespertina, de nuevo hacia otro acantonamiento y otra aventura, mientras los graznidos de los pavos reales -así lo describió- se despiden del sol hasta el día siguiente. Así conseguiría descubrir el lago Tanganika y entrar secretamente en La Meca.
Quizá por ser más aventurero que explorador, Richard Francis Burton fue un hombre que continuamente parece estarse reinventando: Oriente fue su mejor encarnación, como luego iba a conocer la gloria africana al pisar el suelo deHarar, la ciudad sagrada del este de África, de donde no había vuelto ningún intruso occidental. La  reedición de El Capitán Richard F. Burton, de Edward Rice, pone de nuevo en escena aquel gran experto en dramatismo, una especie de "diccionario políglota andante" que en el futuro habría de brotar de él como si Richard Francis Burton, por sí solo, fuese la fuente de la protolengua, del lenguaje primordial, aglutinante y dotado de siete casos o inflexiones, según su biógrafo. Otro estudioso de la personalidad de Burton ha dicho que lo extraño es que, aunque tuviera el coraje de un hombre de la era isabelina y una salvaje energía animal, el afán por la catalogación corresponde al estilo victoriano.
El gnosticismo le atraía, frecuentó la práctica islámica y parece ser que acabó más bien entregado a los misterios del sufismo, pero no sin dejar de suponer que la idea de un Dios resulta fuera de lugar. Había visto la piedra negra de La Meca y supuso que era un aerolito. El explorador autócrata odiaba la esclavitud; el héroe victoriano creía en los beneficios de la poligamia; tras la vía erótica del täntra, aparece el Burton sufí. En conjunto, sus contemporáneos le odiaron bastante. Es de suponer que su gran cinismo le libró de recibir más ofensas. Pasada ya la juventud, casarse con la bella y católica Isabel Arundell fue una de sus más arriesgadas peripecias. Para entonces ya estaba muy cansado y alcohólico. Ocupaba puestos diplomáticos secundarios, como Fernando Poo y Trieste, donde muere.
Hacia 1867 ejerció en el Brasil el cargo de cónsul británico. Fue autor de excelentes versiones de El jardín perfumado o Las Mil y Una Noches, traductor de Camoens y Catulo, y autor de The Book of the Sword y de La Casida, publicada ahora por primera vez en nuestro idioma.
Tal vez escrita antes (en 1854) que la famosa versión inglesa de las Rubaiyyat de Omar Jayyam realizada por Edward Fitzgerald, tal vez influida por ésta, La Casida se publicó en 1880, supuestamente traducida por "Frank Baker", uno de los seudónimos de Burton, y atribuida a un peregrino persa, Hach Abd el-Yazdí. El supuesto traductor le añadía unas extensas notas finales en prosa, en las que analizaba y explicitaba el contenido filosófico y teológico (más bien agnóstico o incrédulo) del poema. Burton no quiso admitir públicamente la autoría de la obra, aunque su viuda sí lo haría póstumamente.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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