Al final de la década de los años cincuenta del siglo XX, se restaura en
Tenerife (provincia), el carnaval entonces prohibido en toda España por el
general Franco, lo hace con el seudónimo de FIESTAS DE INVIERNOS, con un
objetivo bien claro auspiciar lo que se llamó el boom turístico. Que una nariz,
con goma y gafas, y una sábana, con o sin antifaz, fueron los contundentes
objetos que desbarataban cualquier movimiento de los representantes del
Gobierno central estratégicamente situados por el señor-gobernador de turno en
las calles tinerfeñas. Mencionamos a unos señores que entonces fueron historia
en estas fiestas: el obispo, Don Domingo, de grato y santo recuerdo para todos,
se empleó a fondo con sus curas, quienes desde sus púlpitos nos estaban
llevando a todos a la hoguera, diciéndoles que su pueblo tenía derecho a un
rato de esparcimiento. El gobernador Ballestero, caso insólito y jamás repetido
en la historia de aquellos señores-gobernadores, ordenó a su policías que
cuando viesen una nariz miras en insistentemente al cielo. Y Don Opelio pasaba
por alto las letras de las murgas que contenían denuncias a cacicadas y
monopolios, entre otras regalías franquistas.
Esta exposición es lo que sabes el pueblo tinerfeño, lo que figura en las
hemerotecas, lo que figura en la historia y lo que se ha escrito con mucha
tinta, pero lo que no se sabe y nunca se ha sabido, quienes fueron los que
dieron la cara a estos señores de alta capa jerárquica del entonces. Verdad que
no se sabe, pues yo se lo voy a demostrar y se lo seguiré demostrando a lo
largo de esta semana con el carnaval. Dos auténticos señores de la Orotava don
Norberto Morales y don Maximino Álvarez Álbelo, ambos con auténticos disfraz,
sin miedo pero con pausa se personaron en el palacio episcopal de la ciudad de
La Laguna, que hace poco fue pasto de las llamas por un descuido, el cual ha
sido totalmente recuperado, ante la figura y conocida por ellos el obispo don Domingo
Pérez Cáceres, y así con esos hábitos de la foto salvo don Domingo que, le
invitó a merendar de muy larga tarde, ofreciendo y disfrutando de un
espectáculo en el palacio lagunero que terminó por sacar el carnaval a las
calles en toda las ciudades y pueblo de Tenerife.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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