El amigo de la Cuesta - Puerto de la Cruz, actualmente residente en el Bajo Ampurdán - Cataluña; ZOILO LÓPEZ BONILLA, remitió entonces (19/02/2017), a través de su blog ZOILOLOBO – RETRODEZCAN, estas notas y fotografía, que tituló; “LA POBREZA COMO RESIGNACIÓN”: “...Durante el tiempo que medió desde la época de mi nacimiento, allá por el año 1946, hasta bien entrados los años sesenta, los parámetros de pobreza establecidos, -extraoficialmente y por desgracia-, nos atañían de manera muy directa entonces. Entre la población afectada, -que era la inmensa mayoría-, se aceptaban tres niveles distintos de pobreza: los pobres propiamente dichos, los necesitados y los muy necesitados, cuyas fronteras, en cualquier caso, no resultaban lo del todo precisas, por cuanto, nosotros mismos nos preguntábamos en función de qué y comparados con quienes se designaban, de manera tan arbitraria, las distintas categorías mentadas.
En mi opinión, -y como resultado de la
experiencia vivida de niño-, me atrevo a afirmar que todos los nacidos después
de la sangrienta guerra civil, fuimos educados en admitir la pobreza, incluso
la extrema pobreza, como una gran dicha gracias a la cual terminaríamos
encontrando el camino hacia la completa felicidad que veníamos siempre
persiguiendo y, en consecuencia, alcanzar por fin la vida eterna que, por
cierto, a casi nadie le interesaba.
Nuestra educación judeo-cristiana-, auspiciada por
aquel poder eclesiástico existente que imperaba sobre todo en las
escuelas de los barrios marginales,- condicionó de manera ostensible
nuestras todavía endebles voluntades al aceptar sin remedio, -a través de
las llamadas nueve BUENAVENTURANZAS-, la pobreza como un regalo divino
pese a todo.
Sólo haré referencia a la primera: “Bienaventurados
los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Ya en el evangelio de San Mateo (Mt 19,24) nos
encontramos con la siguiente conjetura: “Es más fácil que un camello pase por
el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos”
Resultaba muy claro. La interpretación inmediata que
nosotros los niños hacíamos de ambas lecturas, a pesar de los ímprobos
esfuerzos del cura en transformarlas, era que si en futuro lejano conseguíamos
ser ricos, incluso sin pretenderlo, jamás disfrutaríamos de la Gloria; en una
palabra, caeríamos irremisiblemente en el mismísimo Infierno.
No sólo el eclesiástico sino además el lenguaje
popular y cotidiano, también jugaba ventajosamente en favor de nosotros los
pobres y en contra de los ricos. La educación familiar, que no escolar, resultaba
fundamental para nosotros, sobre todo, al aceptar, a pies juntillas, el
hecho indiscutible de la pobreza como un auténtico privilegio y cuyo paradigma
más cercano resulta ejemplar en la siguiente sentencia paterna: “Sí, pobres
pero honrados”. Obsérvese que no dice, -“sí, pobres y honrados”.
Esa conjunción adversativa (pero) en la primera
sentencia, determina, por su carácter tan enfático, que sólo los pobres poseen
la supuesta potestad de ser honrados mientras que los ricos, en virtud del
mismo énfasis de la misma conjunción, quedan completamente descartados de tal
honor.
En definitiva: de nuevo hoy, por desgracia, volvemos a aceptar la pobreza como resignación, o lo que es peor y dicho de otra forma. COMO RENUNCIA DE UN BENEFICIO ECLESIÁSTICO.
En definitiva: de nuevo hoy, por desgracia, volvemos a aceptar la pobreza como resignación, o lo que es peor y dicho de otra forma. COMO RENUNCIA DE UN BENEFICIO ECLESIÁSTICO.
Publicado por Blogger para ZOILOLOBO. retrodezcan …”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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