En un domingo
lluvioso, el 3 de febrero de 1963, pasado el mediodía, hace casi 50 años, cedió
parte de la estructura del antiguo convento franciscano de San Luis, en
Granadilla. Murieron 24 personas y hubo más un centenar de heridos. Era un
inmueble viejo, del siglo XVII e importante para el pueblo. Todavía lo sigue
siendo. Allí estaba el Ayuntamiento y se expedía puntualmente el documento de
identidad para evitar desplazamientos a Santa Cruz por la carretera vieja, toda
una odisea. A eso acudieron al Convento numerosos vecinos.
La lluvia no era
demasiado violenta pero lo suficiente para mojar los papeles de identidad, y
por eso todo el mundo se refugió en las paredes del Convento, pero el inmueble
no pudo soportar a tanta gente y los pasillos de los corredores altos de madera
cedieron. El instinto por encontrar salida aumentó la catástrofe.
La mayoría de las personas murieron por aplastamiento,
presas del pánico al ver que la planta de arriba se caía.
María Esther tenía doces años cuando nos dejó para siempre en el trágico
suceso del ex convento de Granadilla, el día 3 de febrero de 1963, vivía allí
con sus padres, pues su progenitor trabajaba en la Agencia Auto Escuela
Casanova. Era de la misma edad mía, recuerdo que cuando bajé a mi casa desde el
colegio de San Fernando ubicado en la calle de San Francisco, donde estudiaba
segundo de bachillerato libre con su director don Fernando Álvarez Árbelo, me
encuentro con el entierro de Esther, al que le acompañaba casi media Orotava,
por la calle El Calvario hacía la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción,
su ataúd que contenía su cuerpo era color blanco, y fue tanto la emoción que
sufrí, decidiéndome acompañar hasta su última morada.
Conocía la trágica noticia, en casa de
mis padres, ese día solo se oía esas noticias trágicas que los entonces medios
de comunicación ofrecían a través de la prensa y la radio. Un mes después
cuando bajaba del citado colegio por la calle de San Agustín de la Orotava,
frente a la casa de los herederos de don Luís Benítez de Lugo, fui atropellado
por un vehículo marca FORD entonces propiedad de la Imprenta de Herreros, lo
que me produjo unas lesiones en mis dos piernas, no pudiendo terminar el
segundo curso de bachillerato que lo hacía libre en el Instituto de San Agustín
de la Laguna, lo que me obligó a repetir el curso, esta vez en el colegio de
San Isidro de los Salesianos.
El Cronista oficial de Granadilla de
Abona y Arico; DON EMILIANO GUILLÉN RODRÍGUEZ, publica en LA PRENSA “EL
DÍA” el sábado 31 de enero del 2009, la tragedia de ex el convento chasnero:
“…El domingo día 3 de febrero de 1963, hacia las 14 horas y 35 minutos de la
tarde, el pueblo de Granadilla sufre la peor catástrofe de su historia local,
no sólo por el abultado número de víctimas, sino también por las circunstancias
en que perecieron. Unos, los menos, como consecuencia del propio derrumbe.
Varios dejaron sus vidas ya auxiliados en las ambulancias. Otros, la mayoría,
fallecieron pisoteados y asfixiados por la avalancha humana presa de la
confusión y el pánico general. Los hubo que no pudieron soportar con sus brazos
el brutal empuje y murieron perforados por los manillares de las bicicletas
estacionadas en el rellano junto a la escalera, tras el pesado portalón. Algunos
otros se desplomaron en plena calle porque sus corazones no alcanzaron a
resistir semejante nivel de horror. En total 24 muertes entre hombres, mujeres
y niños y más de un centenar de heridos fue el trágico balance resultante tras
el desplome, en parte, del corredor superior derecho del exconvento
franciscano de la Villa, entonces Casa Consistorial y Juzgado de Partido. En
esta onomástica guárdese justa memoria de todos ellos. En ese fatídico día en
las viejas instalaciones del ex-cuartel de San Francisco, se había concentrado
un estimable número de personas con la finalidad de obtener su Carné de
Identidad, porque hasta el Municipio se había trasladado un equipo del
Ministerio del Interior dispuesto a expedir el señalado documento, de modo
que los sureños no tuviesen que desplazarse para cumplir con esta obligatoria
gestión. En aquella hora llovía y granizaba copiosamente. Muchos transeúntes
se refugiaban en el local. Se estima en unas 1.300 personas las que se
encontraban en el interior del ya longevo caserón en el momento en que cede
parte del corredor superior del claustro, precisamente donde se hallaban
instaladas las mesas de expedición. El estruendo de los materiales y personas
que caían al patio interior sobre los congregados desató entre los presentes
una situación de incertidumbre y pánico general que degeneró en tragedia,
produciéndose, por esta causa, tan elevado número de víctimas. La mayoría de
ellas murieron por asfixia y aplastamiento en tomo al descansillo de la
escalera que daba acceso a la calle. La situación se complica aún más cuando la
puerta de salida se cerró por razón de la presión humana. El guardia municipal,
don Carlos Rodríguez, en un desesperado esfuerzo, logra en reabrir una de las
hojas de aquella mole de madera. Por el hueco fueron saliendo en anárquico
tropel cuantos pudieron. Los heridos superaron el centenar. Los muertos, 24,
cuentan que inicialmente quedaron esparcidos por la calle como despojos de un
severo bombardeo. Pronto fueron depositados en locales de amplia cabida para
reconocimiento de los familiares.
Conocida la terrible noticia, con
rapidez se activa un dispositivo de ayuda y se pone en marcha hacia La
Granadilla: ambulancias, Cruz Roja, Guardia Civil, equipos médicos y
voluntarios parten de Santa Cruz, La Laguna y otros lugares para asistir a los
damnificados y trasladar a distintos centros sanitarios a todos los heridos.
El pueblo granadillero colabora ofreciendo sus casas, cocinas, mantas, calor
humano y todo cuanto dispone. Las avionetas del Aeroclub de Tenerife de
inmediato tratan de participar, pero la adversidad climática reinante les
impide volar. Un avión de la compañía Tassa pilotado por don Constantino
Lorenzo Rubio toma tierra en el Aeródromo del Médano (Aeródromo Tomás Zerolo,
que ya estaba inaugurado oficialmente desde septiembre del año anterior) con
el médico del aeropuerto para trasladar heridos graves. Previo atendimiento en
el propio campo de aviación se distribuyeron por los hospitales. En la
organización para una evacuación bien planificada participan miembros de las
Fuerzas de Seguridad del Estado y Policías Municipales de Santa Cruz al mando
del Sr. Don Francisco Romero Cabrera y de la propia localidad. Fueron horas
grises, oscuras y de intenso dolor para Granadilla y para todo el pueblo
canario…”
El amigo de la infancia de la Villa de La Orotava; Evaristo FUENTES MELIÁN,
“ESPECTADOR”, remitió entonces (31/01/2009) estas notas: “…La prensa diaria de
la época dice: Catástrofe en Granadilla. 23 muertos y más de cien heridos en el
derrumbamiento de una galería de madera de la Casa Ayuntamiento. El pánico
colectivo provocó muchas de las víctimas.
Fue en un caserón antiguo, se aglomeró mucha gente un
domingo para sacar el carnet de identidad, que ya estaba siendo obligatorio
para las persona mayores de edad. El pánico colectivo, unido a que la puerta
principal de salida del patio del edificio no pudo abrirse por el empellón de
la multitud aplastada contra ella al querer salir, fueron los principales
causantes de más de una veintena de muertos…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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