El amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (17/02/2018),
estas notas y fotografías, que tituló; “PESCADORES SUBMARINISTAS
PORTUENSES”: “…Ecologistas e instituciones científicas
nos advierten desde todas partes sobre la creciente contaminación de nuestro
planeta. Ríos y lagos, campos y ciudades se van progresivamente infectando por
los residuos de fábricas y centrales nucleares, productos químicos, gases de
coches y aviones, polvo levantado por los vehículos, etc. También quedan
contaminadas las costas de los inmensos mares. Quiero yo también levantar mi
humilde voz contra ese deterioro constante de la naturaleza, recordando cómo
eran nuestras costas hace tres o cuatro décadas, y lo que son actualmente.
Amaneceres de días claros, cielo de un azul intenso, sol radiante, chorros
impetuosos de luz. La mar imitando el color del cielo, como almas gemelas que
quieren ser.
Comienza la primavera tinerfeña. Un día
cualquiera de la década de los años 50. Preludios, sueños con el verano
cercano. Todo invitando huir a la playa, nadar, zambullirse... coger mariscos,
pescar. Transcurre lenta la primavera, casi ya comienza el verano. Fluyen a la
superficie del agua las primeras algas, que como frutas maduras desprendidas
del lecho marino son. La brisa suave encrespa las ondas de la mar, como
queriendo la superficie limpiar. Se acumulan en la orilla de la playa las algas
en mayor cantidad. A sal y yodo marino mi querida Ranilla empieza a oler ya.
En los años de esa década empezaron
a llegar a Tenerife y más -concretamente al Puerto de la Cruz los primeros
artilugios relacionados con la pesca subacuática marina, gafas, aletas, tubos
—para respirar— escopetas, puñales, etc. Todos estos primeros artefactos,
fueron traídos al Puerto de la Cruz, por unos franceses que practicaban la
pesca bajo el agua. Vinieron a Tenerife atraídos por la fama de su belleza y
benignidad del clima, asegurándoles, además, que en el litoral norte tinerfeño
encontrarían variados y abundantes peces. No sufrieron decepción, pues entonces
la fauna y flora isleña eran realmente generosas y de belleza exuberante.
Empezó sin duda, con estos extranjeros
galos el despertar de la afición —de los vecinos portuenses— por la pesca
submarina; para extraer de la profundidades peces, moluscos o crustáceos sin
olvidar a ese sabroso animalito de la familia cefalópoda «el pulpo».
Un conocido ciudadano portuense
excelente persona, y gran mecánico, aficionado de siempre a la pesca, entabló,
de tal forma amistad con los dichos submarinistas, que consiguió de ellos le
vendieran todos los aparatos que habían traído. Logrando además, incluyeran en
el moderado precio el aprendizaje para su manejo. Después de algunas lecciones
—muy breves— osó aventurarse en su primera inmersión acuática. ¡Sorpresa!
¡Qué cantidad de peces tendría que haber en la costa portuense de los
años 50 para que en el primer safari a las profundidades marinas (y no tan
profundas, pues era entre La Cebada y la orilla en San Telmo) —inexperto
todavía— lograra capturar «11 kilos de peces»! Variada y linda fue la presa 3
viejas, 2 abades, 2 sargos, 3 lisas, ¡inolvidable! Este fue el comienzo
para este gran deportista que, con otras dos, que se unirían después, serían
las tres más grandes, populares y exitosos, submarinistas pescadores y
mariscadores que ha tenido el Puerto de la Cruz. Después, otros aficionados
habrían pero... en eso nos quedamos: en puros aficionados, y digo «nos » porque
entre ellos se encontraba un servidor de ustedes, el que estas líneas
escribe.
Una excursión al litoral de Icod de los
Vinos —con vistas a mariscar y pescar— en la que participaron los Teachers
antes mencionados y los Pupils también aludidos. ¡Qué maravilla!, descubrir
todo un mundo de variado colorido, quietud y paz! multitud de peces de variados
colores, el lecho marino cubierto casi por completo de lapas, grandes, pequeñas
y... almejas, eran tantas, debajo de las rocas y musgos que se desbordaban,
saliendo incluso de debajo de la misma arena. Una familia de moluscos y
crustáceos jamás vista; el éxito de esta excursión fue rematada, de vuelta, con
una gran parrillada de pescado y mariscos en el antiguo Restaurante Rancho
Grande del Puerto de la Cruz. En esos años deambulaban por estos lares del
mundo submarinistas Ranillero, tres grandes deportistas pioneros con nuestros
portuenses en el descubrir la belleza del mundo subacuático isleño. Pues bien,
los años no pasan sin dejar huella en las personas, que paulatinamente vamos
envejeciendo. Si unos pescadores se retiran surgen otros, como el caso del
finlandés/español Sommerschielo Peter, que comenzando desde muy joven hoy sigue
en pleno apogeo como pescador submarinista. Eso sí, pescando solo en los
lugares o zonas permitidas. Existen, en la actualidad, otros jóvenes
submarinistas- mariscadores portuenses dedicados casi exclusivamente, y como
medio de subsistencia familiar, a este trabajo del marisqueo. Cada día que pasa
se encuentran en el mar menos pescados y mariscos. Como todos sabemos, el
descubrir de la ciencia tiene su precio pues a veces los inventos repercuten
también negativamente, como en el caso de las gafas acuáticas. Si a ello,
unimos la contaminación del litoral dentro de poco, —y si no se pone
remedio— ni peces ni mariscos, ni algas encontraremos. ¿Volverá a sonreír la
primavera en nuestros litorales? Así lo creemos y esperamos.…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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