Fotografía de la Playa Martiánez del Puerto de la Cruz, primera mitad del siglo
XX, donde podemos observar en un día festivo o un domingo del mes de agosto, su
verdadero protagonismo de estío, con casetas de fabricación casera y al fondo
el acantilado totalmente Virgen donde posiblemente en esa época se podía
explorar la mayor metrópolis de los Guanches, tal como decían los científicos
tinerfeños don Teleforo Bravo y don Diego Cucoy.
Artículo de “JUAN
DEL PUERTO” publicado en la revista Hespérides correspondiente al mes
de septiembre año 1926. PAGINA 47.
Tiene esta
playa de Martiánez un nuevo encanto en toda hora. Abierta, limpia, guardada a
la derecha por un filo montañoso, de corte brusco en muchos sitios, que diera
lugar a suicidio de amor, en este rincón donde, la naturaleza pone vida en el
mar, y en la piedra. A la izquierda, el caserío tiene el prestigio de un juego
de dados, coronado por la sinfonía marrón de los tejados. El cielo sin mancha,
es un contraste, un alarde de serenidad a la inquietud de este mar, de esta
playa sin gaviota ni vela. Guardada por los tarajales, la carne de mujer
descubre su milagro al yodo del mar. Parece un parto de la playa de los surcos
lustrosos de la arena, de las montañas blancas del agua. Es un canto callado
este florecer constante en toda hora, en todo sitio, bajo el tarajal y el
quitasol multicolor, bajo la caseta de lona y el libro amigo.
En lo alto de
esta montaña cortada a filos, el camino de la Paz es mirador orlado de flor de
Pascuas en cuyo fondo un escudo señorial es lustre de belleza y nobleza.
y desde
aquí, desde este camino vigilante, el cabrilleo de la onda, el relieve de la
ola y de la carne, de tal manera se confunden que no se sabe, por milagro de
grata pesadilla, si toda la tierra es mar o si todo el mar es carne sagrada al
sol.
La agradable
temperatura que nos ofrece la playa de Martiánez en esta estación estival que
con más acentuación que en años anteriores se nos ha manifestado en el actual,
viene siendo motivo para que ; a ella concurran millares de personas
forasteros, turistas vecinos ávidas de gozar de la frescura de sus brisas y del
encanto de sus bellezas.
Ha sabido
posesionarse este delicioso lugar de histórico abolengo, de la admiración de
sus huéspedes y ha llegado a lograr también el honor de ser el más bello y
apropiado lenitivo en estos días en que los calcinantes rayos de sol siembran
en nuestra atmosfera algo así como un ardor loco, devastador...
Para en parte
compensar sus ofrendas muchos han sido los elogios, valiosos todos y de un
refinamiento exquisito, producto da autorizadas inteligencias, que últimamente
le han rendido en la prensa varios de sus agradecidas y admiradores que han
hallado en su ambiente horas de verdadera expansión espiritual de goce, de
alegría.
El
Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, según nos ha manifestado su Alcalde
entonces, Sr. · González San Juan, recogiendo alusiones y formándose eco y
siendo al propio tiempo intérprete del sentir unánime de esta región, ha
dictado órdenes encaminadas todas a resguardar y favorecer la playa de
Martiánez.
Ha comenzado
su labor prohibiendo el paso de camiones, carros y carretas por el lugar que da
acceso a ella, y tenemos entendido que tanto por el Sr. Ayudante Militar
de la Marina del Distrito de Orotava como por el digno Sr. Comandante de
Marina, de Santa Cruz de Tenerife, existe el propósito de prohibir la
extracción de arena de aquel bello paraje. Ha instalado un grifo para el
servicio de agua de la fuente de Martiánez y tiene el propósito de completar su
labor con la construcción de un murallón de cemento armado con ancho
suficiente para asientos, paseos, etc., resguardados por balaustres de hierro
muy originales que indudablemente embellecerá más aún a aquel lugar de recreo
que, dicho sea de paso, solo cuenta hasta hoy con los beneficios que le legara
la Naturaleza.
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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