miércoles, 6 de diciembre de 2017

DON EGON ALFRED WENDE BARD, CONFITERO DE ORIGEN ALEMÁN EN LA VILLA DE LA OROTAVA, 100 AÑOS (1916 – 2016)



Nace en Breslau, ciudad que en aque­llos años pertenecía a Alemania (actualmente a Polonia), en el mes de Noviembre de 1890, en el seno de una familia de la burguesía alemana; su padre era secretario del Ayuntamiento, y su madre profesora de música. Desde muy corta edad van sobresaliendo sus dotes hacia la reposte­ría y la cocina. Cursa sus primeros estudios en un Colegio Evangelista, pasando más tarde a especializarse en Repostería y Cocina, obteniendo, a la corta edad de diecisiete años, la titulación en el grado de Oficial.
Durante los primeros años de su profesión, EGON trabaja en distin­tos hoteles y restaurantes de Breslau donde poco a poco va perfeccionando sus habilidades dentro de esta rama, llegando a conseguir en varias ocasiones algunos premios, con lo cual fue ganando mucho prestigio entre los empresarios de Breslau. Animado por varios compañeros, a princi­pios del año 1914 decide enrolarse en un barco rumbo a las colonias que poseía Alemania en África.
Santa Cruz de Tenerife, con su ya importante Puerto, era en aquellos momentos sitio obligado de aprovisionamiento para los barcos que seguían rumbo a América o hacia África. Fue entonces cuando la primera Guerra Mundial sorprendió a estos jóvenes marinos en aguas del Archi­piélago Canario, y tras varias semanas de conversaciones con las autori­dades españolas, optan todos por quedarse en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
Don Egon comienza sus primeros contactos en la Isla con su profesión, al servicio de un Oficial del Ejército español en el Barrio del Toscal de la capital tiñerfeña; este Sr. militar sería meses más tarde una de las llaves que le abrirían algunas puertas para la instalación de su propio negocio. A principios del año 1915,  don Egon decide establecer su propio negocio y elige la Ciudad Universitaria de San Cristóbal de La Laguna, y como actividad una pequeña lechería en la céntrica calle de la Carrera. Compraba leche a las lecheras que venían de la Esperanza y de Las Mercedes, y en su pequeño obrador la transformaba en deliciosa nata y mantequilla; con algunas pastas, que ya elaboraba, vendía estos produc­tos en un pequeño despacho anexo al obrador. Esta tarea era compartida, con la de repostero y cocinero en bodas y banquetes en el ya desapareci­do "Hotel Camacho" de la ciudad de Tacoronte. No estando satisfecho con lo que en aquellos momentos se encontra­ba realizando y animado por unos compañeros establecidos en la Villa de la Orotava, en la primera mitad del año 1916, don Egon decide probar fortu­na en dicha ciudad y elige como lugar de trabajo un pequeño local en la calle del Tejar.
Después de algunos meses de intenso trabajo y siendo bien aceptado por los habitantes de la Villa, su pequeño obrador se le va quedando corto y decide, en el mes de Diciembre de 1916, trasladarse a la calle de la Quinta, esquina con Tomás Zerolo o calle del Agua, donde comienza a utilizar mano de obra de la Villa; entre algunas de las personas que contrató, y sin que él se pudiera imaginar, (ya que en aquellos momen­tos tenía otra villera como pretendiente), se encontraba la que fuera más tarde su compañera sentimental por todo el resto de su vida: Luisa Rocío Báez. Y de esta forma es como queda constituida lo que actualmente es la CONFITERIA "TAORO". Por aquellos años don Egon revolucionó lo que era hasta entonces la Repostería y Cocina en el Valle de la Orotava. Aquel joven alemán, con muchas ganas de trabajar, introdujo productos que en aquella época muy poca gente había tenido la oportunidad de conocer, ya que viajar a Europa en los tiempos que corrían era un privilegio de muy pocas personas.
Es en la Navidad de 1917 cuando don Egon tiene ya por las calles del Valle de La Orotava a tres vendedores. Una vendía en la Villa, otra se trasladaba al Puerto de la Cruz y la tercera lo hacía a nuestro vecino pueblo de Los Realejos. Cada una de ellas, con su "caja" sobre la cabeza, iba de puerta en puerta ofreciendo los deliciosos dulces y pastas que la CONFITERIA "TAORO" elaboraba diariamente. Después de algunos meses residiendo en varias pensiones de la Villa, opta por fijar su residencia en la calle Verde, actualmente Nicandro González, junto a sus compatriotas Germán, Otto y Enrique. Cuando por las mañanas subía a trabajar hacia la CONFITERIA, los chiquillos de la calle le cantaban una canción que le ponía muy furioso; "Alemán con chivere, camina como un chivere, mató a su padre y el que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe a dulces".
A principios del año 1919 realiza un viaje y permanece  durante varias semanas fuera de la isla. Aún no está claro el motivo de dicho viaje, pero, según parece, éste se debió a un fracaso amoroso con una novia que tenía por aquella época. Una vez incorporado en la tarea, decide abrir un despacho de dulces y un café en la calle de la Carrera, pero al no llegar a un acuerdo con el dueño del inmueble, decide posponer dicha empresa.
En la Parroquia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción y en el verano del año 1920, Egon y Luisa contraen matrimonio. Fue aquel un gran acontecimiento para la Villa, ya que en muy pocas ocasiones los villeros habían tenido la oportunidad de presenciar la celebración de una boda entre una joven villera y un Sr. alemán; imagínense Vds. la canti­dad de personas, aparte de los invitados, que quisieron ser testigos de aquella unión. Por circunstancias ajenas a su voluntad, y en un corto espacio de tiempo, Egon se ve obligado a trasladar su industria, entonces ubicada en la calle de la Quinta, a su domicilio particular, en la calle de León 55. Corre el año 1921 y es cuando establece en la calle de la Carrera n° 8 un pequeño despacho de dulces y un café, que aparte de atender a su ya significativa clientela, también surte a la Sociedad Recreativo Cultural "Liceo de Taoro", que se encontraba por aquellas fechas en la parte alta del local. En el año 1925 y tras recibir una buena oferta, EGON decide centra­lizar todo su negocio en la calle de León n° 5, incluso su vivienda. Este inmueble despertó en EGON gran interés, ya que se trataba de una caso­na del año 1700 y su ilusión siempre fue la de instalar su negocio en una finca urbana con estas características. Es importante reseñar que parte del mobiliario de la Confitería y de la propia vivienda, fue comprado al Sr. Marqués de Casteja. Esta familia de la nobleza española se encontraba afincada en el Puerto de la Cruz por los años veinte. Una vez establecido en este nuevo domicilio y debido a la gran demanda que ya existía por entonces, EGON se dedica con mayor fuerza a comprar grandes cantidades de leche a distintos ganaderos del Valle, para luego, en una pequeña máquina manual, desnatarla, separar la grasa para hacer mantequilla y nata, y luego, con la leche desnatada, elaborar helados, usarla en la confitería o bien venderla para la calle. Todo este proceso que se hacía con la leche duraría hasta finales de los años sesenta. En el año 1926 pasa por una situación muy desagradable. Su señora doña Luisa da a luz un precioso niño, pero por circunstan­cias de la vida la criatura fallece a los pocos días de su nacimiento. Este desagradable e inesperado acontecimiento los conduce a suspender las tareas de la confitería y café "TAORO" durante algunas semanas. En aquellos años poseían una vivienda en Santa Cruz y optan por despla­zarse hasta la capital de la isla, para ir olvidando aquel mal trago. En el verano de 1927, empiezan a verse por las calles del Valle de la Orotava los primeros vendedores de helado de la CONFITERIA y CAFE "TAORO". Con las garrafas al hombro, estos heladeros iban ofreciendo aquel manjar para hacer un poco más llevadero el calor estival. En la plaza de la Alameda (hoy de la Constitución), todos los domingos y festi­vos, don Egon instalaba, siempre que el tiempo se lo permitía, un pequeño puesto donde vendía dulces, frutos secos, caramelos, refrescos, helados..., etc., etc. Esto era un gran aliciente para los paseantes domingueros y festivos de la plaza. En las bodas, banquetes, fiestas, etc., de los más pudientes de la Villa, nunca faltaban los dulces, pastas, helados, etc., de la CONFITERIA y CAFE "TAORO". En la Navidad del año 1927, don Egon hace sus prime­ros pinitos con un pequeño restaurante dentro del mismo local, y por el número de clientes que acudían a degustar sus exquisitos platos diríamos que fue un gran éxito. Al principio sólo funcionaba al mediodía y los sába­dos y domingos; luego, ya por el año 1930, lo hacía durante todos los días. En los primeros años de la década de los treinta, LA CONFITERIA y CAFE "TAORO", va adquiriendo un gran renombre dentro de la Isla y día tras día la plantilla va aumentando. Por aquellos años se vendían dulces, pastas, mantequilla, helados, frutos secos, bombones, nata, tartas, leche desnatada... y, además, no sólo se servía comida en el "restaurante" sino que también se recogían encargos de comidas para servir en las casas, y al tratarse de una pequeña industria de tipo artesanal, era impres­cindible un gran número de personas para llevar a cabo estas tareas. Ade­más ya la CONFITERIA "TAORO" comienza a introducir sus productos en hoteles y restaurantes, no sólo del Valle de la Orotava, sino también de Santa Cruz, La Laguna, etc...; entre los clientes de mayor, podemos des­tacar hoteles como Gran Hotel Taoro, Hotel Monopol, Hotel Marquesa, antiguo Hotel Martiánez, Hotel Mencey, Hotel Orotava, antiguo Hotel Victoria, Hotel Suizo, etc... Llegan los tristes años de la guerra civil: las materias primas empiezan a escasear y don Egon, con mucha tristeza, se ve en la obligación irremediable de tener que despedir algunos de los empleados de su CONFITERIA, ya que las ventas, por los circunstancias que se viven, han disminuido notablemente, y entre algunas de estas personas se encontraban algunos familiares de su Señora Luisa. Concluida la guerra civil, Y en la Navidad del año 1942, aprovechando la tarea de esta época, don Egon y su señora esposa le ofrecen la opor­tunidad de trabajar y convivir en su domicilio a su sobrino Benigno Rocío, quien años más tarde y tras la muerte de don Egon sería el sucesor de la empresa. El "restaurante" a buen ritmo va tomando su cauce normal y ya a finales de los años cuarenta se está convirtiendo en uno de los centros de tertulia más importantes del Valle de la Orotava, llegando a participar en frecuentes ocasiones contertulios de otros pueblos y ciudades de la isla, quienes más de una vez fueron sorprendidos, y en alguna ocasión deteni­dos, por las autoridades, pensando que estaban tramando alguna acción política, cosa que, evidentemente, en la dictadura estaba terminantemente prohibido. También por estos años era bastante normal ver en las mesas del "restaurante" botellas de vino blanco, tinto, rosado o moscatel con la etiqueta "VINO DE LA CONFITERIA y CAFE TAORO". La proce­dencia del mismo era de una pequeña finca en el barrio de La Perdoma propiedad de don Egon, y cuyos productos eran consumidos en la CONFI­TERIA "TAORO", como aún se sigue haciendo. En el año 1952 intenta arrendar la CONFITERIA a un colega suyo alemán, y digo intenta arrendar, porque dicho cometido nunca se llevó a cabo; incluso se conserva el documento que por aquellas fechas se extendió. Aún no se ha podido saber qué le motivó a don Egon el intento fallido de aquel arrendamiento. El miércoles era el día elegido para desplazarse a Santa Cruz a realizar algunas compras. Solía ser muy normal encontrarlo por alguna calle de la capital con su inseparable maletín de piel, repleta hasta los topes de pequeños artículos para su CONFITERIA. A su regreso a la Villa en la guagua o en algún coche pirata, por los alrededores de la estación, los chicos se peleaban por traerle su maletín hasta la CONFITERIA, ya que sabían que serían bien recompensados con un buen papelón de recortes de dulces. Siempre que había en Santa Cruz el estreno de alguna película u obra de teatro, don Egon y su señora se desplazaban hacia la capital, y si la función se prolongaba o el tiempo lo requería, ellos tenían un pequeño ático siem­pre disponible, en el barrio de La Salud - bajo, donde pasaban la noche y a la mañana siguiente muy puntuales regresaban a la Villa. Como el día señalado para acudir a visitar los terrenos en el barrio de La Perdoma era el lunes, la inseparable pareja se desplazaba por la maña­na, y, siempre en compañía de algún sobrino - nieto, pasaban el día en su pequeña casita de campo habilitada para la ocasión. Ya al anochecer, bien en la guagua o en el auto de su sobrino Benigno, regresaban a la CON­FITERIA repletos de productos de la finca. Don Egon siempre iba en estas ocasiones ataviado con sus botas, bastón, prismáticos y cámara fotográfica. Cada año por las Fiestas Navideñas, preparaba en el comedor privado de su vivienda un gran abeto adornado con los motivos navideños y además muy iluminado, y todos los vecinos y clientes más asiduos a la CONFITERIA subían a contemplar aquel novedoso árbol, y en algunas ocasiones eran brindados con una copita de delicioso moscatel, cosecha propia de su finca de "Los Nateros" en La Perdoma. Por Pascua de resurrección, el mostrador de la CONFITERIA siem­pre fue, y de hecho es, una pequeña exposición de figuritas de chocolate: conejos, osos, arlequines, patos, huevos... En principio esta costumbre sólo la practicaban los extranjeros residentes en la isla, pero a través de los años se ha ido introduciendo en nuestras costumbres y ya son muchos los clientes que acuden a la CONFITERIA a comprar en este día las figuritas de chocolate.
¿Cuántas anécdotas tendrán un negocio con casi un siglo de historia? La verdad es que pueden ser innumerables; pasaré a resecarles algunas. En cierta ocasión le pregunta un cliente amigo de la casa a don Egon: "¿Cómo es su segundo apellido, don Egon?", y responde: "Mi segundo apellido es Bard”. El cliente responde: "En vez de Bard, Vd. debería llamarse don Egon Wende Caro". En aquella ocasión fue tal el cabreo que cogió, que puso a aquel cliente en la puerta de la calle y estuvo durante algún tiempo sin permitirle la entrada en el establecimien­to. En otra ocasión le mandaron la funeraria. Imagínense Vds. cómo se pondría aquel hombre cuando ve aparecer al Sr. de la funeraria, ya prepa­rado con todos los enseres para un servicio. Cierto día se encontraba su señora ausente y don Egon, como era habitual, a la una y media se sentó a comer en el Restaurante. -Acababan de servirle el segundo plato cuando en ese justo momento aparecen dos clientes, uno de ellos lo llama hacia el jardín, mientras el otro ocupa el sitio de don Egon y se come aquel delicioso solomillo con papas salteadas. O aquella vez que un cliente, después de haber almorzado, se tomó una veintena de "tambores" y, cuando iba por la Cuesta de la Villa, tuvieron que parar el coche y llamar a una ambulan­cia porque era tal el estado en que se encontraba que hubo que ingresarlo urgente en el antiguo hospital de Santa Cruz. Un domingo por la mañana viene un Sr. a comprar una bandeja de dulces, y en el momento de pagar no encuentra su cartera; al Sr. se le ve bastante preocupado ya que no sabe si ha perdido su cartera o la ha dejado en su casa, el caso es que se le dan los dulces y queda en mandar una transferencia bancaria. A los pocos días se recibe una carta con un ingreso del banco y una nota que dice: "Estimados amigos: Soy el del "SABLAZO" del pasado domingo.
Afortunadamente encontré la billetera en casa. Fueron vds., muy gentiles y muy amables. Les repito una vez más mi agradecimiento". En otra ocasión se encontraba un Sr. pelándose en la barbería de don Antonio Díaz y, había dejado su burro por fuera de la puerta; en un descuido dos clientes habituales de las ruindades, cogen el burro y lo introducen dentro del despacho de los dulces. Antero el empleado, cuando vio el burro dentro de las dependencias de la CONFITERIA, llamó rápidamente a don Egon; fue tal el enfado que cogió que salió corriendo por media OROTAVA a ver si encontraba a los autores del hecho. Un día 28 de diciembre día de los inocentes, llaman a don Pedro Melián, (practicante oficial de la casa), pidiéndole por favor que acuda urgentemente a casa de don Egon, porque tiene un fuerte dolor y don Máximo Martín y Martín (médico de la fami­lia), le había recetado unas inyecciones muy fuertes y tenía que ponerle una rápidamente; cuando el Sr. Melián acude a la CONFITERIA en­cuentra a don Egon sentado con unos clientes en el jardín. Sin lugar a dudas, se dan cuenta los dos de que se trataba de una inocentada.
Don Egon fue un personaje bastante interesado por las costumbres y tradiciones de nuestra Villa, tanto en Semana Santa como en las Fiestas Patronales, siempre buscaba un pequeño espacio de su tiempo para hacer acto de presencia en estos eventos locales, lo cual le llenaba de gran satisfacción. Durante el tiempo que su cliente y amigo don Pedro Hernández Méndez, llevó a cabo la confección de las alfombras de la plaza del Ayuntamiento, don Egon se acercaba cada día hacia dicho lugar y, contemplaba la obra de arte que su amigo realizaba.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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