Fotografía y notas publicadas en la revista Hespérides correspondiente al
mes de septiembre año 1926. Página 18 y 19.
Sentados sobre
los viejos cañones herrumbrosos de la antigua plataforma de San Telmo del
Puerto de la Cruz, el cronista señor Montes de Oca y yo, contemplamos
la agonía del Sol.
Bajo el cielo
turquesa las nubes se incendiaban de púrpura. El mar cobraba una misteriosa
solemnidad inquietadora y sobre su cristal azul temblaba un: tesoro de piedras
maravillosas.
La torre
parroquial, con sus campanas de bronce se alzaba sobre el caserío
como una oración. Más próximo el viejo convento domínico de San Pedro González
Telmo, en cuyos muros ancianos el tiempo ha ido borrando poco a poco
su austeridad monacal, evocaba los penitentes salmos invocadores de los
monjes atormentados y la sombra doliente de Fernanda Siluto, la poetisa
enferma que sentía en su alma un río de tristezas y que hizo resonar la tos de
la dama de las camelias en las vastas cámaras conventuales.
El Gran Hotel
Taoro en lo alto de la colina del Malpaís, se iluminaba de rosa en el ocaso
Allá lejos, muy lejos sobre las cumbres, besando el cielo, el Teide, lo mismo
que un airón.
Este del fumar
es un vicio que me domina imperiosamente. Y bendito sea él, porque es gran
consolador de todas mis preocupaciones y el bálsamo que me hace olvidar el
dolor de mi vida truncada me decía el cronista, mientras yo le observaba
atentamente.
¡Qué hombre
tan sencillote!
Es este alto y
delgado, verdadera estatua de varón de los tiempos heroicos. A veces me hace
pensar en la enjuta silueta de héroe manchego. Viste' del negro con
cierto sugestivo desaliño de poeta bohemio. Bajo el caldudo sombrero, sus ojos
sombreados de lenguas pestañas, se clavan en su interlocutor con fijeza
inquietante: su nariz aguzada parece arrancada de las facies de un retrato del
Greco, ven la comisura de sus labios exangües hay un rictus de rebeldía y de
cansancio a la vez… Fuma incansablemente,", Cuando, habla sé exalta como
un místico. y sus brazos accionan con vehemencia... Más que aspecto de cronista
que envejece lentamente ante los apagados infolios de códices y pergaminos,
tiene la traza de aquellos hidalgos segundones, peregrinos y aventureros, que
iban en frágiles carabelas camino a las tierras americanas…
-¿Es usted
natural de este pueblo, como lo demuestra el entusiasmo con que habla siempre
de él?
-Sí, señor. Y
le repito a usted la propia muletilla con que contesto a todo aquel que me hace
la misma pregunta: Por obra y gracia de Dios vine al mundo de los vivos
para dar que hacer a mis familiares y a alguno que otro amigo. La fecha de mi
natalicio fue el 31 de mayo de 1877 y renací por la Misericordia Divina
en la pila bautismal de la parroquia de Ntra. Sra. de la Peña de Francia eje
este pueblo.
¿Queda usted
enterado?
-¿Podrá
contarme algo de su vida?
- Oh!
mi vida se compone, como la de todo mortal de lágrimas y de risas, más de
dolores que de alegrías: y como yo solamente los he gozado y padecido a mí
solamente me interesan…
-¿Cómo se
manifestó en usted el amor a la Historia?
-Desde muy
pequeño me abrazó una gran sed de saber. Aficionado a
la buena lectura, no había libro ni papel que encontrara que
se escapase a mi curiosidad, Me gustaba sobre todo leer al P.
Mariana, y me entusiasmaba como nada la lectura de este ilustre
varón. Después, un 'hombre erudito e inteligente; don Maximiano Aguilar y
Medina, despertó en mi ese amor a los viejos infolios, al pedirme datos
genealógicos, de fechas de nacimientos y demás, para sus trabajos biográficos e
históricos, la mayoría de los cuales supongo los conserva su familia inéditos.
Perfeccioné, con ello, la lectura de letra antigua, lo cual ha sido motivo para
ser consultado por varias personalidades españolas, entre ellas, los académicos
señores Cotarch, Fernández de de Bethencourt, en España: Posada, en
Colombia; Dávila, en Venezuela y muchos otros de renombre mundial.
-¿Ya quienes
de estos sabios le ha sacado usted de apuros paleográfico?
- Al señor
Fernández de Bethencourt que de este arte nada entendía y a quien le gané
muchas pesetas.
-¿Tiene muchos
trabajos inéditos?
- Algunos y
bastante material para hacer algo serio, si la falta de tiempo y de
tranquilidad no me lo impiden.
-¿Si en ello
no hay inoportunidad, por día usted indicarme los títulos de algunos?
- Verá usted…
“Descripción histórica del Puerto de la Cruz”, “Reminiscencia de cultura
guanche” “Ibérica”, “Casas reales guanches en Tenerife”, “Siete leyendas
heroicas de las islas Canarias”, que le he ejido a usted y otras varias de
cuyos títulos no me acuerdo bien ahora.
-¿Qué opina de
los historiadores canarios así en antiguo como moderno?
- Los
antiguos desde Cedeño al del Castillo, hicieron lo que
pudieron. No lo que debieron, Viera y Millares estén más documentados y
suavizaron las asperezas que nos legó Núñez de la Peña; pero le confieso a
usted que soy un enamorado del Bachiller don Antonio Viana porque su poema habla
como un dios y encierra en él toda una apoteosis…
-¿Está
satisfecho de sus nombramientos de correspondiente de las Reales Academias de
la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, en España, de las Nacionales de
la Historia de Venezuela, Colombia, etc., etc.…
-Satisfechísimo,
porque son las más altas recompensas que he recibido de todos mis trabajos
que van publicados en la prensa 'isleña y de aquellos que han visto la luz
fuera del país algunos traducidos al portugués inglés y alemán.
- ¿Recuerda
usted alguna anécdota relacionada con su vida de cronista portuense, corno
oficial de las islas Canarias?
- No, no
señor. Recuerdo en estos momentos… Voy a contarle el siguiente rasgo que me
sucedió en Las Palmas: Cuando pequeño era yo muy enclenque, y para variar de
clima llévame, con permiso de mis padres, a Canarias, un primo mío, a la casa
de un tío llamado Cristobalito. Un día me enviaron a pelar, y para ello me
dieron un napoleón, diez y nueve reales de vellón. Fui a una barbería de la
plaza del Espíritu Santo, cuyo dueño, un apasionado a los pájaros, tenía una
jaula enorme con más de un centenar de ellos. Mientras aquel buen hombre me
tonsuraba, yo pensaba que sería muy bello dar libertad a aquellos pobres
animalitos. Tuvo el peluquero que ir a cambiar el napoleón a cierta venta
próxima, y mientras tanto llevé a cabo una hazaña digna de Don Quijote. Me metí
dentro de la jaula y dejé escapar a todos los canarios. No había salido de
ella, ya… Blasfemias, ternos, maldiciones, y yo que quedé encerrado en la enorme
pajarera… Tuvo que venir mi tío, y cuando este me iba a sacar, le retuvo el
feroz barbero: - Alto ahí – le dijo -; si quiere ese pájaro tinerfeño, tiene
que arrear, de otro, dos onzas, y en efecto, hasta que no se le dio el valor de
sus pájaros perdidos, no me devolvió la libertas…
Y al evocar su
travesura de la infancia tan lejana ya, reía aquel caballero aquel caballero
extraordinario erudito como un monje benedictino y altivo como un hijo algo
escapado de las vibrantes estrofas del Romancero.
El amigo
Alejandro Carracedo Hernández remitió entonces estas notas: “…Su nombre era Francisco Pedro Montes de
Oca y García en esta dirección tienen otro artículo que le dedicó Sebastián
Padrón Acosta.
Francisco Pedro Montes de Oca y García, Natural
del Puerto de la Cruz, Nacido el 31 de mayo de 1877. Nombrado cronista
oficial del Puerto de la Cruz en febrero de 1919. Nombrado correspondiente de
la Academia Nacional de Venezuela en septiembre3 de 1922. Nombrado
correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en agosto
de 1923. Nombrado cronista oficial de Canarias en febrero de
1924. Nombrado miembro del Instituto Confraternidad Hispano Americana en
febrero 1930. Fallece el 15 de noviembre de 1964. Entre otras cosas…”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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