miércoles, 5 de julio de 2017

AQUELLAS FIESTAS DE JULIO EN EL PUERTO DE LA CRUZ DISTINTAS Y DISTANTES (V)



Fotografía referente a los viejos lobos de la mar ranilleros – portuenses. Contemplando su próxima salida desde el muelle pesquero del Puerto de la Cruz. Padre e hijo; Salvador y Abo.

El amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ remitió entonces (6/8/13) estas notas que tituló; “AQUELLAS FIESTAS DE JULIO EN EL PUERTO DE LA CRUZ DISTINTAS Y DISTANTES (V)”: “…Terminaba mi anterior artículo, dando constancia de las sociedades de recreo y de clubs que existían en el Puerto de la Cruz en el año 1954. Hoy, sin más preámbulos, para no extenderme demasiado, paso a relatar otros acontecimientos que tuvieron lugar en la cuidad portuense aquel mismo año.
TERCER CURSO DE INVIERNO PARA EXTRANJEROS: Del 4 de marzo al 4 de abril tuvo lugar en el Puerto de la Cruz el tercer curso de invierno para extranjeros, lo organizó la Universidad de San Fernando de La Laguna bajo la dirección del Magnifico y Excelentísimo Sr. Rector Dr. Alberto Navarro González.
Asistieron al mismo unos ochenta alumnos de diferentes nacionalidades. La apertura tuvo lugar en la magnífica terraza del Hotel Martiánez, amenizando el acto el cuadro folklórico de La Vera (Puerto de la Cruz). De su variado repertorio musical hizo gran alarde, siendo la admiración y deleite de cuantos asistieron a dicha apertura.
Durante el curso pronunciaron conferencia los doctores Entrambasaguas y Montero Díaz, de la Universidad Central; Navarro, Hernández-Rubio, Álvarez Delgado, Gitrana, González González, Pino Pérez e Iglesias Cubría, de la Universidad de La Laguna. Sánchez Castañez, de la Universidad de Valencia y Alvar López de la Universidad de Granada.
Asimismo tomaron parte los profesores de la Universidad de La Laguna, doctores Máximo Martin Aguado y Alejandro Ciaranescu. El citado curso fue clausurado, solemnemente, en la Universidad de La Laguna, estando el discurso de clausura a cargo del Ilmo. Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Dr. Elías Serra Ráfols.
VARIAS  COSAS DEL PUERTO DE LA CRUZ: Parroquia de Nuestra de la Peña de Francia. Fue fundada en 1603 por Luzardo de Franchi, como ermita y reconstruida en 1630 por Bn. Matheo de Sosa, su primer párroco. En su interior pueden admirarse unos magníficos retablos barrocos del siglo XVIII. En el retablo del Gran Poder de Dios existen unos lienzos representando escenas de la vida de Cristo, obras del pintor portuense, pintor de Cámara del Rey don Fernando VII, don Luis de la Cruz y Ríos.
Obras de D. Manuel de la Cruz, padre de D. Luis, son pequeños oleos que se hallan en el pulpito y representan a los cuatro evangelistas. Tallas: la de Santo Domingo de Guzmán y la de San Juan Evangelista la de media talla de la Dolorosa, son obras del imaginero canario José Luján Pérez.
La de San Pedro, del escultor orotavense Fernando Estévez del Sacramento.
La del Gran Poder de Dios es una talla, de autor anónimo, policromada de Escuela Sevillana y del siglo XVII.
Además de las obras citadas existe la Cruz, forrada en plata trabajada al martillo, de autor desconocido y de comienzos del siglo XVIII. Las magnificas andas del Corpus, ahora en reforma, son  de  Escuela Sevillana, de autor desconocido y donadas, en el año 1724 por don Diego Sturby.
Las Andas de Nuestra Señora de la Peña de Francia, de autor canario desconocido, donadas en 1771 por don Andrés de Armas Quintero. La soberbia custodia de plata sobredorada hecha en la Habana por un tal Escobar en el año 1703 y donada por don José Leal, quien la dio de limosna.
 Médicos: en aquel entonces, año 1954, cinco galenos se desvelaban en el Puerto de la Cruz por sanar nuestros cuerpos y aliviarlos de dolores. Helos a continuación: D. Celestino González Padrón, con domicilio en calle de San Juan. Su teléfono era el numero 46; D. Julio Espinosa Afonso con despacho en Esquivel y teléfono numero 120. D. Felipe Hernández  Hernández, ubicado en la calle Blanco, con número de teléfono 242. D. Isidoro Luz Carpenter (alcalde que fuera del Puerto de la Cruz), con residencia en Las Arenas, teléfono 169 y D. Celestino Cobiella Zaera, teléfono nº 10. Todos ellos ahora fallecidos.
Practicantes: tres eran los practicantes que en colaboración con los doctores de la Medicina atendían a la población portuense el año que nos ocupa. Los menciono a continuación: D. Juan José Blardony, con domicilio en Puerto Viejo, nº de teléfono 136; D. Roberto Galloway Ruiz, en calle Agustín Bethencourt y D. Enrique González Matos que tenía su domicilio y despacho en la calle Esquivel. Los tres ahora desaparecidos q.e.p.d.
 Cuatro hoteles eran los encargados de alojar a los turistas que llegaban al Puerto de la Cruz, atraídos por su bondad climática y belleza incomparable.
De estos hoteles, pioneros portuenses, continúan haciendo su función dos de ellos: Monopol y Marquesa, ambos embellecidos últimamente. Los otros dos: el Taoro y Martianez: el primero  en estado de abandono, y, el segundo destruido para  construir  apartamentos. Sin duda alguna el Hotel Martianez  fue uno de los más bonitos que ha tenido el puerto de la cruz. ¡Que lastima que haya desaparecido!
Merenderos: los merenderos que nos aplacaban el hambre y la sed en aquella inolvidable década de los años 50 eran: <<El Presidio>>, ubicado en la calle Santo Domingo;  <<Casimiro>>, en la calle Mequínez (La Ranilla); <<Librería>>, situado en la calle Cruz Verde; <<Los Jesuitas>>, instalado en la calle Santo Domingo; <<Molina>>, en la calle de El Lomo; <<Felipe>>, pionero que se estableció en la playa de Martiánez. ¿Quién no los recuerda? Eran merenderos típicos y populares donde se podían, por poco dinero, comer los mejores pescados y mariscos de la costa del norte de nuestra isla. Todo ello rociado con los exquisitos vinos de La Victoria, Santa Úrsula, El Sauzal, La Matanza, Tacoronte, etc.
Téngase en cuenta que, en aquel entonces, los medios de transportes (coches, camiones, guaguas, etc.) eran escasos y caros, por lo tanto, al no ser fácil desplazarse a otros pueblos en busca de los buenos vinos,  ellos eran traídos al Puerto de la Cruz, por personas de aquellos pueblos que antes he citado, gentes que por un motivo u otro se establecieron en el Puerto de la Cruz, casi siempre, regentando acogedores merenderos o restaurantes. Ejemplo de ello eran: D. Francisco Fernández << El Capitán>>, oriundo de La Victoria, con domicilio en la Plaza del Charco, esquina a San Felipe y Doña Librería Sarabia (Librería) originaria de La Matanza, ambos fallecidos. Todos los merenderos antes aludidos, han desaparecido. ¡Algo que lamentar también!
Otras noticias curiosas e interesantes, sobre el Puerto de la Cruz y sus gentes quedan por contar aquí. Mas , hoy, para rematar este articulito termino con la que escribiera don José Rodríguez Barreto, acerca de un recoleto y primoroso rincón del Puerto de la Cruz, ahora, como tantos otros lugares, finiquitado.  Su título: <<Aquel pintoresco lugar, La Paz>>. Leámoslo:
<< Es dura la cuesta que lleva desde la playa a lo alto del risco que, encaramado sobre La Fuente de Martínez, dominando al pueblo, pretende asombrarnos con sus habilidades circenses de equilibrista.  Ya el <<míster>> de la mujer  <<tráiler>> no asciende la empinada cuesta ni cruza el rustico sendero atraído por las viejas y salitrosas palmeras, que asomándose al mar desde lo más alto de la loma, se obstinan en desafiar las inclemencias del tiempo, doblegándose quejumbrosas al fuerte viento del Nordeste y, cuando no, moviendo acompasada y armoniosamente sus hojas al aire universal de la playa negra que, allá abajo, un mar grisáceo en la lejanía y azul y siempre turbulento en la orilla, parece vestir eternamente de novia.
El turista de nuestros días no es como aquel de otrora –el de la mujer <<remolque>>- catador de paisajes e incorregible andarín. Este de ahora no es como aquel anterior –el de la mujer <<remolque>>- catador de paisajes e incorregible andarín. El actual no viene en busca de la quietud ni de la contemplación; no sueña con atardeceres hawaianos, ni tampoco parece interesarse por el paisaje o por la rotunda sinceridad de unas pequeñas flores rojizas como gotas de sangre desparramándose por la ladera. Los días de diafanidad permanente y despejada  son los que cuentan, y al lugar pintoresco, recatado y silencioso, prefiere las estridencias de la alegría organizada.
Las viejas palmeras de la planicie de <<San Amaro>> no acogen ya bajo su menguada sombra a aquellas viejecitas inglesas tocadas con anacrónicos sombreros que, estáticas y silenciosas, descansaban sus ojos sobre los innumerables tejados del pueblo, rojos y canelosos, en los que el sol perenne se posa suave y suntuosamente. Pero, a pesar de todo esto, y a pesar también de las estúpidas innovaciones y de las actitudes brutales, el paisaje continúa siendo paisaje. Las ondulantes márgenes del costanero acantilado siguen manteniendo el bordado de las espumas de blancura deslumbrante; los perfilados y sólidos cipreses de La Paz yerguen su negrura en medio de verdes platanales y allá abajo, en el pueblo, las mismas esbeltas araucarias con sus tamaños inmensos y su fuerza airosa siempre obstinadas en su absurda pretensión de competir en altura con el cimborrio de la iglesia parroquial.
A espaldas de esta magnífica atalaya que en tiempos pasados, por su situación dominante y estratégica, perteneció al Ramo de Guerra, se encuentra la ermita que da su nombre al lugar. Pero el paseante fatigado ya no puede acogerse a la sombra cernida del plátano del Líbano, y la silenciosa y recatada ermita ha dejado de ofrecernos aquella encantadora e ingrávida belleza de entonces. Tronchados los frondosos árboles, la ermita y la plazuela han perdido todo su carácter y sabor boninniano. Y el lugar es hoy triste y desolado, sin ningún árbol>>.
Posdata: El Mirador de La Paz, en la actualidad, vuelve a ser un lugar precioso, digno de ser visitado. Lugar para ver y soñar, meditar, querer…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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