viernes, 14 de julio de 2017

LA ARQUITECTURA DE LOS REALEJOS EN LOS AÑOS TREINTA. ALGUNOS EJEMPLOS EN TORNO A SAN AGUSTÍN



El amigo del Puerto de la Cruz; EDUARDO ZALBA GONZÁLEZ. Remitió entonces (2009) estas notas que tituló; “LA ARQUITECTURA DE LOS REALEJOS EN LOS AÑOS TREINTA. ALGUNOS EJEMPLOS EN TORNO A SAN AGUSTÍN”.
Publicadas en el Programa de las Fiestas del Carmen 2009 de la Villa de Los Realejos: “…Es una síntesis del texto titulado “Arquitectura con apellidos. Una aproximación al panorama constructivo de los Realejos en el segundo cuarto del siglo XX”, presentado como ponencia en las III Jornadas Prebendado Pacheco de investigación histórica que organizó el Ayuntamiento de Tegueste en mayo de 2009.
Históricamente el núcleo de San Agustín ha sido un enclave de suma importancia si atendemos a factores de tipo social, cultural y devocional. Lugar de asentamiento de dos conventos, en su entorno se sucedieron importantes hitos edificatorios a lo largo de las diferentes centurias. Así, durante el siglo XX sus calles fueron testigos de la erección de edificios emblemáticos, aunque desgraciadamente también de algunos incendios. Uno de ellos fue el que en 1952 redujo a cenizas el complejo de las agustinas donde se había asentado el ayuntamiento del Realejo Bajo, el cinematógrafo y una recoleta capilla monacal donde durante más de un siglo recibió culto la Virgen del Carmen. Lástima que en esta quema haya desaparecido el archivo municipal y con él documentación de suma importancia para conocer el desarrollo arquitectónico de la zona. Gracias a que su calle principal era el límite entre el Realejo Bajo y el Realejo Alto (cuando la entidad poblacional que vivimos hoy se conformaba por dos municipios independientes), ha llegado hasta nuestros días planimetrías firmadas para este sector que evidencian una disparidad de soluciones edilicias, ejecutadas por técnicos locales y por otros no vinculados con la localidad. Tanto en esta arteria de San Agustín como en las calles adyacentes se levantaron edificios trazados en la primera mitad de la centuria por José Siverio Bueno y, más tarde (a partir de los años cuarenta), por los aparejadores Antonio Hernández Hernández, Demetrio Domínguez García o Anselmo Fariña Molina. Sin embargo, Los Realejos conservan en este núcleo interesantes ejemplos debidos a técnicos foráneos que enriquecieron el panorama constructivo del municipio. Éste fue el caso del arquitecto palmero Pelayo López y Martín-Romero (1887-1969), quien en 1929 proyectó dos inmuebles para Antonio Hernández González y Manuel Espinosa Chávez, asociados al benéfico Banco de Ahorro y Construcción. Esta entidad cooperativa de crédito permitía la construcción de viviendas familiares aportando una serie de ventajas, siendo la principal el pago fraccionado del importe de la fábrica en los plazos preestablecidos por la sociedad. Resulta significativo el hecho de que poco tiempo después, en septiembre de 1930, Manuel Espinosa encargue a este mismo técnico la redacción de un proyecto para construir un local en el antiguo cenobio de agustinas destinado a cinematógrafo, una solución en práctica durante esa época en otros municipios de la isla. Próximo al edificio de Antonio Hernández González, el practicante municipal del Realejo Alto Ramiro Rosado Iglesias encargó un proyecto de vivienda que redactó en 1931 Nicolás Castro Febles (1872-1959), delineante del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, y que tristemente no conservamos. La solución de fachada remite a modelos desarrollados para la capital por Antonio Pintor y Ocete y dista aún de otras fábricas previstas por él para el norte de la isla en fechas posteriores. De las hasta ahora conocidas sólo se conserva el ideado para Casiano Verano para la plaza de la Iglesia del Puerto de la Cruz, uno de los ejemplos más sugerentes del eclecticismo en el Valle. En este mismo año de 1931 Agustín Portillo Hernández (1907-1960), aparejador municipal del Puerto de la Cruz y honorario del Realejo Alto, reformó y amplió la casa del practicante Marcos Fuentes Álbelo, situada en la calle Puerto, en un vértice de la histórica Plaza de las Flores y frente a la vivienda de Ramiro Rosado. Tanto éste como otros proyectos de Portillo para Los Realejos siguen la línea edificatoria llevada a cabo desde su estudio portuense: fachadas sobrias y exentas de cualquier atisbo ornamental. Su impronta sigue los postulados de la nueva arquitectura, cuyos principios pudo asimilar a través de su formación en Madrid o por el contacto con revistas y técnicos del momento, como José Blasco Robles. En esta línea moderna, aunque ya en la posguerra, se enmarca la reforma que Antonio Hernández Hernández (¿1912?-2001) diseñó a petición de José García Estrada, médico e hijo ilustre de la Villa de Los Realejos. El proyecto está datado en enero de 1940, una fecha en que las nuevas fábricas se diseñaban bajo lenguajes neocanarios alentados por la Fiscalía Provincial de la Vivienda. Llama la atención que el mismo Antonio Hernández diseñara en ese mismo mes otro inmueble de lenguaje opuesto, en consonancia con los postulados potenciados por el nuevo régimen. El edificio del Dr. García Estrada que tratamos constituye una aportación de arquitectura moderna para las Toscas de San Agustín y se complementa a la que años antes diseñara Portillo para Fuentes Albelo. Todas ellas se ubican próximas a la recoleta Plaza de las Flores, la que en 1907 cambió su denominación por plaza Joaquín García Estrada y que acoge hoy el busto del célebre médico.
En estas líneas hemos mencionado sólo los edificios más notables diseñados para el entorno de San Agustín. Atrás quedan otros que aún no hemos podido estudiar en lo relativo a su autoría, siendo ejemplo de esa circunstancia la casa donde vivió Agustín Espinosa (hoy en un lamentable estado de conservación) y ciertos ejemplos diseminados por el casco del Realejo Bajo. Junto a ellos trazas de igual relevancia debidas a la factura de José Enrique Marrero Regalado, Javier Felip Solá o Tomás Machado Méndez-Fernández de Lugo (conocido tracista del santuario de la Virgen) evidencian la variedad de proyectos que sin duda configuraron un panorama edilicio tan complejo como interesante, aunque desgraciadamente poco estudiado. Esperemos que sencillas aportaciones de este tipo despierten una sensibilidad mayor con el fin de evitar derribos o reformas tan lamentables como las que nos acostumbramos a tolerar día a día. Sin quererlo participamos de un contexto triste y desalentador para nuestra arquitectura más reciente, cuya notoriedad es mayor entre aquellos que hemos depositado en ésta el objeto principal de estudio…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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