viernes, 14 de julio de 2017

LA HACIENDA DE LOS PRÍNCIPES REALEJERA EN EL TIEMPO (II)



El amigo de la Villa de La Orotava, profesor Titular de Historia de América de La Universidad de La Laguna; MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, remitió entonces (2015) estas notas, que tituló; “LA HACIENDA DE LOS PRÍNCIPES REALEJERA EN EL TIEMPO (II)”: “…El repartimiento benefició a una minoría que acaparó en sus manos las mejores tierras y aguas. La Hacienda de Los Príncipes, con más de 200 fanegadas y con aguas propias que el Adelantado Alonso Fernández de Lugo se reservó para sí mismo en el corazón de Los Realejos, era el llamado “Campo del Rey”, nombre con el que se denominó a las fértiles posesiones del Mencey Bencomo. Su data comprendía territorio colindante de mar a monte entre los barrancos de Godinez y de la Azadilla, extenso terrazgo en el que instituiría su Mayorazgo en 1512. En ellas instaló un ingenio de caña de azúcar que entrega a Rodrigo de La Fuente a partido de tercia, para cuya financiación recurre a créditos con mercaderes genoveses. Diferentes arrendamientos se suceden a lo largo del siglo hasta que a principios del XVII se sustituye de forma definitiva la caña por la vid. Donó pequeños lotes de terreno a los forasteros para atraerlos y establecerse en sus inmediaciones. De esa forma se inició su poblamiento. Hacia 1497 el Alto albergaba 12 o 17 casas y el de Bajo, en el había herrero, zapatero, sastre y taberneros, 20 o 25 vecinos. Recayó en 1579 en una sobrina del cuarto adelantado, Alonso Luis Fernández de Lugo y Noroña llamada Doña Porcia Magdalena de Lugo, quien casó en Madrid, donde se establecería la familia definitivamente, con Don Antonio Luis de Leyva, Príncipe de Asculi. Adquiere de esa forma la denominación con que es conocida. Al ser mayorazgo no podía ser objeto de venta, por lo que fue objeto de arrendamiento en el siglo XVII y de gestión directa por administradores peninsulares en el XVIII. Entre los primeros destacó el británico Marmaduke Rawdon, quién la llevó entre 1650 y la ruptura de la paz con Inglaterra en 1655 por dos mil libras anuales. Actuaba como gobernador general del Adelantado, su casa era inviolable y se podía decir que el alcalde era casi un títere en sus manos. Le proporcionaba un beneficio de 600 a 700 pipas de vino al año, cesión de días de agua a otras a cambio de vino, tributos de toda índole e ingresos de la aduana. Tal poderío alcanzaron sus mayordomos en el Siglo XVIII que el propio Viera y Clavijo, hijo del Realejo de Arriba, en su Gaceta de Daute, lo llama Gran Visir. A mediados del siglo XIX, cuando las leyes desamortizadoras permitieron la supresión de los mayorazgos y su venta, se desprendieron de ella y la vendieron a su último administrador. Es hoy un emblemático edificio, cuyos jardines fueron en el pasado la admiración de los viajeros. Su acceso es través de un portalón almenada el inicio de la calle de Los Molinos. La fachada principal presenta una galería abalconada en su segunda planta. De la primitiva fábrica apenas hay vestigios. Los actuales de planta en forma de L, con cierto grado de deterioro, sobre todo en sus partes más nobles, son del XVII y XVIII con añadidos posteriores. La casa principal, además del balcón que mira al camino de Tigaiga, poseía dos miradores. Aún subsisten restos de sus molinos de agua. Junto a ella se encuentra la ermita de San Sebastián con una puerta de cantería gris y sencillo artesonado y una espadaña en su izquierda. Levantada en solar cedido por el administrador Alejandro Orea después de 1733, tras su victoria en un pleito sobre el paso de las aguas por la Azadilla, fue fabricada por el vecindario, que costeaba su fiesta. Se incendió en 1885, siendo reconstruida. Su titular, de 1800, del círculo de Luján Pérez, pudo salvarse. Próxima a ella se construyó en el XVI la de Santa Catalina que se hallaba ya ruinosa en 1774…

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

No hay comentarios:

Publicar un comentario