Fotografía
correspondiente a los estudio portuense BAEZA, de una bella carroza, en la que
pernoctaban bellísimas entonces señoritas del Puerto de la Cruz, década de los
años cincuenta del siglo XX.
El amigo del
Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (17/7/12) estas
notas que tituló; “LOS EVENTOS MÁS IMPORTANTES OCURRIDOS EN EL PUERTO DE LA
CRUZ EN EL AÑO 1951, DENTRO DE SUS FIESTAS MAYORES Y FUERA DE ELLAS”: “…¿Qué se puede decir o escribir sobre
aquel mi querido pueblo llamado Puerto de la Cruz de los años 5o, que ya
no se haya dicho o escrito?
Por mucho que
se hayan propagado sus avatares y eventos siempre habrá algo que difundir
acerca de su historia o de sus ciudadanos, puesto que mi pueblo, ni cuando era
pequeño, como entonces, ni ahora que es grande y además ciudad turística
de primer orden, ha sido, en general, ni vulgar ni retrógrado. El Puerto
de la Cruz de aquellos años, que yo y tantos otros portuenses recordamos, era
pequeño, pero encantador, sus floridos jardines, sus recoletos rincones, sus
casas con balcones de madera y tapias salpicadas de coloridas buganvillas,
hacían del Puerto de la Cruz el pueblo más pintoresco y acogedor de cuantos
existen. Si a todo ello unimos su benigno clima y el peculiar y simpático modo
de ser de sus gentes, comprenderán fácilmente el porqué lo eligen, para
siempre, los turistas extranjeros y forasteros que por primera vez lo visitan.
En la época antes citada el pueblo vivía algo aletargado, mas no dormía, tenía
nervio, soñaba con las grandezas que poseía en otros tiempos y que no se
resignaba perder. Aquellas que tuvieron en los siglos XVlll y XlX cuando el
movimiento de su muelle y su próspero comercio eran lo más importante de
Canarias. La prueba evidente de que el Puerto de la Cruz nunca ha dormido lo
demuestra el hecho de que ha vuelto a ser, como antaño, grande y boyante.
Todo ello conseguido, ya no gracias a su muelle, sino al ingenio de sus hijos,
que promocionando el turismo y construyendo hoteles y apartamentos, han logrado
absorber a la mayoría de turistas que se desplazan a Canarias en busca de
tranquilidad y tonificante clima.
Pero vayamos
al objeto de este articulito que no es otro que, entrar en los eventos más
importantes ocurridos en el Puerto de la Cruz en el año 1951, dentro de sus fiestas
mayores y fuera de ellas. Tengo para ello que valerme, aparte que recuerdo
algunos de aquellos sucesos, del programa de las fiestas aquel año
difundido. Con una magistral introducción que hace la comisión de fiestas
comienzan los actos programados. En las páginas siguientes aparecen cuatro
magníficos artículos y dos bonitas poesías. Propago a continuación los nombres
de los eminentes actores que ponen su firma al pie de sus respectivos escritos,
títulos de los mismos, y a quienes van dedicados: <<La ñamera de la Plaza
del Charco>> es el título del escrito que la profesora María Rosa Alonso,
ahora fenecida, dedica a la popular y frondosa ñamera, símbolo central de la
conocidísima plaza portuense. <<En torno a la imagen del Gran Poder de Dios>>
es el interesante trabajo histórico sobre la venerada imagen que nos
transfirió el inolvidable investigador portuense Antonio Ruiz Alvares.
<<Loa al Puerto de la Cruz >> es el título del espléndido
artículo que, en prosa poética, nos legó para la posteridad el también
querido, de todos los portuenses, y siempre recordado Luis Castañeda.
<<La cópula del crepúsculo>>es el nombre del magnífico
artículo que S. Padrón Acosta escribe y dedica a Clementina Álvarez
de Ruiz. El nombre de la primera poesía corre a cargo de Joaquín de
Entrambasaguas, que titula <<El Puerto de la Cruz>> y está dedicada
a los señores de Luz. Veamos la primera estrofa de esa bonita poesía: Ofrenda
de la tierra, al mar, el puerto./en sus brazos azules se adormece/ y la voz de
las olas enmudece/ ante el temblor del bien seguro y cierto/. La otra poesía es
de E. Gutiérrez Albelo y está dedicada <<Al Cristo del Gran
Poder>>.
Así dice la
primera estrofa: Yo te veo en tu trono, maniatado,/ en el pavor nocturno del
martirio,/ Te veo con el rostro amoratado,/ doblado sobre el pecho, como un
lirio./
De entre estos
cinco doctores de las letras, que aparecen con sus firmas en el programa de las
fiestas de Julio 1951, escojo a uno de ellos para reproducir integro su
escrito. Lo hago sin desmerecimiento de los otros, puesto que todos ellos son
de una exquisitez incalculable. Quizás en otra ocasión reproduzcamos en su
totalidad el resto de estos interesantes artículos y poesías, sin ningún
problema de espacio.
Mas de
momento, deleitémonos leyendo el de Luis Castañeda en su <<Loa al Puerto
de la Cruz>>: Indudablemente el Puerto de la Cruz ejerce una poderosa
atracción sobre la gran mayoría de sus visitantes, y aquellos que desandando
rumbos lejanos venimos a morar aquí, quedamos bien pronto prendidos de él o,
mejor dicho, queda él prendido a nosotros como una parte indisoluble de
nuestro mundo afectivo.
Enmarcado
en el ribete costero del solemne Valle de la Orotava, recibe de este la
armonía de su bello y grandioso fondo escenográfico, del cielo una luz que
hace ingrávidas todas las cosas y del mar la brisa y la música de su canción
bronca y eterna que parece arrullar el sueño de una adormecida y remota
potencia cósmica.
En esta ciudad
ribereña todo traspira un encanto inefable. Los dos ramales de la carretera que
a ella conduce, con sus márgenes apretadas de policromía floral, provocan una
reacción de pasmo al degustador de paisajes y colores. Su conjunto con el rojo
color de sus tejados antiguos, con la pétrea austeridad de sus castilletes
sonoros, con la explosión florida de sus trepantes y numerosas buganvillas y
con la anarquía de sus calles breves y entre cruzadas, visto desde lo alto,
tiene una gracilidad atrayente y el poder evocador de un grabado
colonial. Su Jardín Botánico_ artificial remedo de selva primitiva _ propicio
al ensueño y el amor, exhala un vahído enervante, tiene la blancura de
las cosas virginales y el encanto de la Naturaleza en su salvaje plenitud. En
este preciso momento posee una fascinante nota de color y belleza: un corpulento
plátano del Líbano inclinado sobre la carretera, del que brota la cascada
florida de una buganvilla como explosión de rojas luminarias que semeja los
fuegos de artificio de la famosa <<entrada del Cristo>>. En las
apacibles tardes septembrinas, cuando la luz parece venir de un filtro mágico
porque alcanza su mayor pureza y diafanidad, a la hora en que el sol incendia
todo el horizonte y riega de oro, de añil y de sangre el lomo quebrado de
la isla de la Palma y el valle se agiganta y se ahonda en du enorme perspectiva
por efecto de las sombras que de él proyectan las sierras circundantes, visto
desde las alturas parece el Puerto de la Cruz su pupila tenuemente iluminada y
adquiere la ingravidez de lo aéreo y de lo ideal.
Y en esas
mismas tardes de septiembre, cuando el mar depone todas sus furias y el viento
reposa muy lejos sus fuerzas, toda la restinga de su litoral se hace
musgosa policromía y musicalidad sonora venida como de misteriosas y
lejanas caracolas. Por lo contrario cuando el viento suscita la furiosa y
desmedida actividad del mar y el viento y las olas, como en un afán de
irreprimible de posesión de la ciudad rompen su colosal volumen contra la
costa, y su sinfonía estruendorosa invade todo el contorno de geológicas
resonancias, y las avalanchas de espuma despiden continuas lloviznas
iridiscentes y todo queda impregnado de un picante, olor salino, espectáculo
que nos ofrece el Puerto de la Cruz es maravilloso y de una apoteosis
inenarrable.
Por brevedad
del espacio siento no poder aludir, aunque fuera fugazmente, a
todas las cosas y lugares del Puerto que continuamente suscitan mi afecto y mi
emoción: la ermita de San Telmo, tristemente solitaria. Sin feligresía y sin
lengua de bronce que cante sus viejas nostalgias; la costa de María Jiménez,
entre cortada, riente, sinuosa, cuyos estremecimientos volcánicos fueron
vencidos por la furia de la mar; la playa de Martiánez, indócil remate del
barranco de su nombre, frente a uno de los paisajes costeros que más
evocaciones despiertan en mí; los parques de Taoro y los jardines de los
chalets inmediatos, de tan exactos juegos de coloreas que superan a los de las
revistas cinematográficas; los balcones antiguos, llenos de encanto colonial u
rebeldes a la copia de cemento y aun a la tea moderna; las viejas bodegas de
paredes aún rezumantes de un olor añejo que es o de historia o de malvasía o de
Malvasio y de historia a un mismo tiempo espacioso y enelvante cuadrilátero de
la Plaza del Charco, ático parlamento donde se debaten todos los problemas humanos
y divinos de la localidad y del universo y… ¡alto!, que así no llevaría nunca
al punto final. Perdona Puerto de la Cruz, mi irreverencia; pero, quieras o no,
te he de cantar, siempre, siempre calladamente, en recogido silencio con versos
inarticulados que me salen del alma, porque te metiste dentro de ella y yo ya
no sé si soy tuyo o si tú eres mío, si eres de << todo el
mundo>>…¡o si eres del mundo entero!
Por el motivo
anteriormente aludido, hacemos a continuación un efímero resumen sobre los
actos culturales que se programaron en el Puerto de la Cruz entre el 2º
semestre de 1950 y el 1º del 51.
Año 1950:
Julio, 7._ Se inaugura en los en los grupos escolares la exposición de óleos y
dibujos del gran artista tinerfeño Alfredo Reyes Darias. El discurso de
apertura estuvo a cargo del laureado poeta E. Gutiérrez Albelo. Julio, 22._ En
el casino <<Puerto Cruz>> inauguración de la exposición de
bajos-relieves, figuras, bustos u dibujos del artista Emilio Luis, así como la
de caricaturas del portuense Vicente Jordán. El discurso de apertura estuvo a
cargo del notable poeta Felipe de Lorenzo.
Agosto, 14._
En el salón de fiestas del gran hotel Taoro, exposición de acuarelas del genial
D. Francisco Bonnín Guerín. Agosto, 20._ En la Peña de Francia, entrega
de un valioso manto a la Virgen. La donación la hizo la ilustre poetisa
cubana Dulce María Loynaz. En el acto de entrega hicieron uso de la palabra los
siguientes personajes: D. Ramón Baudet, D. Domingo Cabrera Cruz, Mon. Flores
Ghöbber, párroco de <<La Peñita>> Lic. D. Federico Afonso,
párroco de <<La Peña de Francia>> el obispo de la diócesis, D.
Domingo Pérez Cáceres, y el señor alcalde, D. Isidoro Luz Cárpenter.
Septiembre, 18._ Se celebra el bicentenario del nacimiento del
inmortal fabulista y comediógrafo D. Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo. Al acto
asistieron entre otras personalidades los conferenciantes D. Joaquín de
Entrambasaguas y el letrado D. Andrés Arroyo y González de Chaves;
interviniendo también en el evento la Orquesta de Cámara de Canarias, bajo la
dirección del maestro D. Santiago Sabina. En este mismo día se inauguró el
<<Jardín de Flora Canaria>>, en las laderas de Martiánez, asimismo
<<La Biblioteca y Museo Iriarte>>. En este último acto pronunció
una notable conferencia el escritor D. Diego M. Guigou y costa.
Año1951:
Febrero, 16._ En el teatro Topham notable conferencia por el catedrático
de derecho político Sr. Hernández Rubio en torno al tema: <<España y los
españoles>>. Hizo la Presentación del conferenciante el alumno de derecho
D. Manuel López García. Julio, 6._ En el teatro Topham. Extraordinario
espectáculo artístico-folklórico a cargo de la Masa Coral Tinerfeña de Santa
Cruz de Tenerife. El mismo día y en el mismo teatro, actuación del popular
caricato Pepe Monagas. Terminamos por ahora con unas sentidas palabras
que sobre el Puerto de la Cruz hacen distinguidas personalidades en la
página final del programa de las fiestas de julio de 1951: <<…Con sus
procesiones, que parecen navegar en oleadas de perfúmenes, se abre este pueblo
en la doble, Simbólica realidad de su nombre: Puerto de la Cruz>>.
E. Gutiérrez Albelo. <<… El Puerto fue una avanzada de nuestra
cultura y nuestra cortesía debe ser hoy una avanzada de paz y fraternidad
tinerfeña>>. Dominga Cabrera Cruz. <<…Este gran “hall” de Tenerife,
que es el Puerto de la Cruz, tan claro y abierto, es, sin duda, la población
que mayor impresión hace en los extranjeros>>, María Rosa Alonso.
<<… ¡Qué mejor homenaje a los Iriarte, y más grato a su memoria que dedicarle
una biblioteca! En ella, precisamente, continuará viva la tradición culta de
este sin igual Puerto de la Cruz, donde nacieron, que es, por si mismo, también
un bellísimo libro abierto por la naturaleza en el paisaje canario, como un
ejemplo único, de incalculable valor>>. Joaquín de
Entreambasaguas…”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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