Foto y fragmento obtenido de un
trabajo del amigo y convecino de Los Realejos; Jonás Hernández y Hernández en el cuaderno digital “Los Realejos a través
del Tiempo”, publicado por el Excelentísimo Ayuntamiento de la Villa de los
Realejos.
En la fotografía, tomada después del
año 1952, años del terrible incendio del convento de convento de San Andrés y Santa Mónica. Suceso ocurrido el 21 de febrero de 1952
que destruyó totalmente el antiguo convento de San Andrés y Santa Mónica
conocido por el convento de San Agustín. Aquí se encontraban instalados el
ayuntamiento, juzgado municipal, delegación de abasto, escuela pública,
academia de música, colegio de segunda enseñanza y otras dependencias
oficiales, quedando totalmente en cenizas. También fue pasto de las llamas la
antigua ermita de la Virgen del Carmen, pero la gran suerte fue que
las veneradas imágenes existentes en la misma pudieron ser retiradas
rápidamente. En la panorámica, aun se conservan las escalinatas de piedras
chasnero de entrada al incendiado convento, la plaza y sus clásicos bastiones.
El carrito de la calle y el surtidor de la entonces compañía Texaco de bomba
que aún se conserva como obelisco.
Parece ser que la unión de ambos
municipios a raíz del incendio, tuvo mucha polémica, e incluso el concejal
Cristóbal Borges justamente con otros concejales y compañeros aportaban por
convertir el Barrio de San Agustín en el centro neurálgico de la unión, debido
sobre todo a su condición de nexo entre los entonces ambos municipios:
En cuanto a la quema del convento y
las instalaciones del ayuntamiento del Realejo Bajo, afirmaba entonces CRISTÓBAL
BORGES: “…que este hecho no tuvo nada que ver
con la unión de Los Realejos, y que se debió a un error humano y a un error de
planificación a la hora de apagarlo, pues se tumbó una puerta que tenía todo el
fuego contenido, lo que conllevó a que éste se expandiera rápidamente. Recuerda
asimismo que «en el Realejo Bajo fue donde único se vieron pintadas en las
paredes en contra de la unión», afirmando que era este pueblo el que «salía perjudicado
de la unión».
Por
otro lado, se lamenta de que al final no se cumplieran las promesas de llevar
al Realejo Bajo los Juzgados y Correos.
En
los temas relacionados directamente con la unión, el Sr. Borges era partidario
de «crear primero la nueva entidad y después ver las condiciones que ponía cada
Ayuntamiento», pues de lo contrario, «se le estaban atando las manos a la nueva
corporación» antes de nacer. En cuanto a la opinión del pueblo recuerda que
«eran los vecinos del Realejo Alto los que más se oponían a la fusión, llegando
a llenar unas papeletas en contra de la unión realizadas siempre por las mismas
personas en el bar de debajo de la plaza. Opina que «los pueblos no se habían unido
antes por los caciques de uno y otro lado», ya que éstos «querían seguir
gobernando pequeñas ínsulas», además añade que es ésta también la causa por la
que se llegaron a separar los pueblos. En este sentido recuerda que «el pueblo
llano no tuvo nada que ver ni en las separaciones ni en la fusión» del
municipio, sino que era sobre todo «el caciquismo de arriba» el que se oponía a
la unión «para seguir gobernando pequeñas ínsulas». En cuanto a la futura
capitalidad del municipio unificado, en principio el Sr. Borges apostaba por el
barrio de San Agustín, debido sobre todo a su condición de nexo entre ambos
municipios. Sin embargo, afirma que en adelante no puso reparos para establecer
el ayuntamiento en el Realejo Alto, llegando a decir que al él «le daba igual el
lugar de la capitalidad», ya que eso no era lo más importante. De esta manera asegura
que «mentían» los que decían que D. Nicolás González del Carmen «quería la
capitalidad en San Agustín», puesto que una vez que se establecieron las
presiones para que la capitalidad fuera en el Realejo Alto, en todas las actas
quedo reflejada esta intención por parte de toda la corporación de dicho
municipio…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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