domingo, 16 de julio de 2017

MI ÚLTIMO AÑO



Fotografía de La Virgen del Carmen del templo parroquial de San Juan Bautista de La Villa de La Orotava, año 2013, con su nuevo manto por su 25 aniversario de la coronación.

El amigo de la Villa de La Orotava; IVÁN GARCÍA SOSA remitió entonces (08/07/13) estas notas que tituló; “MI ÚLTIMO AÑO”: “…Son las nueve de la mañana, y ya hace calor. Es el primer domingo de julio, día señalado en mi calendario, y voy llegando a la cita. El sol de la mañana invade radiante las calles del Farrobo, un ambiente especial se respira desde tan tempranas horas. No es un día cualquiera.
Entro en el templo que me vio nacer, hace ya muchísimos año y contemplo al Señor Atado a la Columna. Luce en su trono perfectamente exornado, presidiendo el  presbiterio, lleno de velas y flores. Miro al Cristo, y rezo. “Señor, otro año más estoy aquí". Pero no me detengo, no puedo, pues Ella me está esperando. Desde la noche bajó de su retablo y sabe que estoy por llegar.
Entro en el camerino y te encuentro, Madre. Lentamente, pues no puedo hacerla con las ansias del pasado, me acerco a ti. Te miro, y mi corazón se acelera. Los nervios de siempre, por más años que pasen. Recuerdo aquella primera vez como si fuera ahora. Entonces yo tomaba el relevo de tu amantísima camarera Doña María Fuentes, en el año de 1944. Aún así, por, mucha que sea ya mi experiencia en estos menesteres, estoy nerviosa. Desde el fondo de mi corazón brota una plegaria, una oración no aprendida e imposible de repetir, mientras mis ojos se posan en los tuyos. ¡Qué guapa eres Carmen! Porque yo te llamo así, mi Carmen. ¿O acaso no hay confianza entre nosotras, después de todo lo que hemos pasado juntas?
¿Podré hacerlo, Madre? Ya no soy la que era, mis manos me traicionan en ocasiones, y a mis dedos les cuesta moverse con la destreza de antes. Sin embargo; no te he fallado. y aquí me encuentro. Dispuesta a intentarlo otra vez más. Porque no soy yo quien te pone más bella y elegante, eres Tú quien guías mis manos y mi mente. Yo soy tu instrumento, yo te sirvo, yo te venero. Tú me das tu fuerza, tu inspiración divina. Por eso con fe, con absoluta certeza de que estás conmigo, vaya vestirte.
¿Lo tengo todo? Los alfileres, los imperdibles, el dedal... y los bombones. Yo no puedo comerlos pero “los de siempre" sí, tus incondicionales que me ven hacer con tanto respeto y cariño. Sí, todo está en orden,  y la ropa está preparada. Ellos están conmigo, los de antes me miran desde el Cielo, y los de ahora a dos metros de mí, pendientes de lo que hago. Todos se encuentran aquí, en San Juan. Me ayudan y me acompañan, pero sólo yo vivo este momento de intimidad con Ella, con mi Señora.
La camisa, la enagua, otra enagua, y otra más. Alfileres, hombreras, y el traje. ¿Las once ya? Continúo con el escapulario, la toca y el manto. Dan las doce en el Campanario de San Juan, y el último toque a misa. Me interrumpo a mí misma, en mis pensamientos y en mi tarea, me siento cerca del Altar, en la puerta del camerino y escucho la Santa Misa como es obligación en el Día del Señor. Al terminar, regreso de nuevo a mis imperdibles, a mis alambres y alfileres, nada de tachas como antaño, que eso estropea y El se merece ese respeto. ¡Ay Madre mía, que ya estoy acabando! La una en punto, y sólo me falta la corona que tus devotos te colocaron una tarde de julio, hace ya más de veinte años, para rendirte pleitesía y nombrarte Reina y Señora de todos los villeros.
Terminé. Suspiro algo fatigada y me embarga la emoción. Suavemente te acaricio el rostro. Con cariño, con suma delicadeza, pongo mis dedos sobre tus mejillas para darte las gracias y despedirme. Gracias.
Madre del Carmen, por haberme permitido durante mi larga vida haberme dedicado a Ti. Tu Hijo y Señor Nuestro, ha dispuesto que por mis manos pasaran todo tipo de enseres yornamentos litúrgicos, y que su hechura saliera de mi labor. Aquí te ofrezco mi legado, lo mejor de mí te lo he dado.
He disfrutado con años a mis espaldas, demasiados para muchos, pero pocos para estar contigo. Mi espíritu se ha mantenido joven, perenne, e incansable. No me importa si no funciona el ascensor de donde vivo, y tengo que bajar y subir las escaleras para acudir a nuestra cita, y postrarme ante tu imagen. Se preguntan que de dónde saco las fuerzas. Pues, ¿de dónde ha de ser, sino de tu infinito Amor y Bondad?
¿Será, Carmen, mi último año este? Tantas veces lo he dicho yTú me has permitido reencontrarme contigo de nuevo, en este mismo lugar. Pero, ¿será mi última vez?...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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