Fotografía correspondiente a los años veinte del siglo XX,
cuando se construían; los huertos, jardines y la Mansión que hoy forman el
magnífico Parque natural de doña Chana en la Villa de La Orotava, entonces se
le bautizó por “VILLA REMEDIOS”.
Fue construida por la
familia Suarez García, proyectada por el arquitecto; VILLA CALZADILLA, con
estudios en Madrid.
El amigo de
la infancia en la Calle El Calvario de La Villa de La Orotava; NAZARIO
HERNÁNDEZ GARCÍA (CHILE) remitió entonces (2012) estas notas que tituló; “DE
CAMINO AL PARQUE DE DOÑA CHANA”: “…El camino al Parque de
Doña Chana nos lleva a pasear por la zona nueva de La Villa, que podríamos llamar
la nueva Orotava. Aquí no hay casonas antiguas ni plazas ajardinadas ni
esquinas que, al traspasarlas, nos ofrecen calles empinadas y adoquinadas. Esta
avenida que lleva por nombre el de Emilio Luque Moreno, en recuerdo de este doctor,
del que La Orotava
tantos beneficios recibió. Hoy ha
sido ocupada, casi en su totalidad, por el comercio y la banca, que se
acurrucan bajo la refrescante sombra que produce el arbolado que la recrea.
Está vigilada desde lo alto por una esbelta y larga, largísima,
araucaria que tuvo por compañera, hace muchos años, otra igual de esbelta que
sacrificaron en beneficio del progreso.
El primer reclamo que nos encontramos es un amplio y majestuoso
edificio construido bajo el patrocinio de Sor Soledad Cobián, Hija de la Caridad de San Vicente de
Paúl, que alberga el colegio de La
Milagrosa, baúl donde se conservan los inicios culturales de la Villa. Sobresale
por la escalinata que nos lleva a la segunda planta con dos espacios laterales
bajo los cuales se encuentra otro corredor porticado con arcos en su parte
inferior. Allí nos recibe un alegre e infantil griterío que en sus juegos
"fabrican" los niños. Son, como dice la copla, "cadencias y
arrullos, transportados por la brisa en calma" que dan tanta personalidad
a ese lugar.
Y más adelante, entrando ya en el Parque de Doña Chana, nos
encontramos con la zona recreativa infantil y gozando de los perfumes que
produce tanta vegetación, nos esperan, como guardianes custodios, vigilantes y
orgullosos de su belleza la casia, ésa
a la que, la protagonista de mi anterior cuento, llamó "el árbol de los
pétalos amarillos del otoño". Es una especie nativa del este americano, de
porte abierto, ramillas pendulares que al más insignificante soplo de brisa,
alfombran los suelos. Gozan de gran aprecio como elemento exótico en el jardín.
Acompañando a la casia está la extraña, elegante y verde - un verde oscuro y
brillante, tibouchina. Es nativa
de Ecuador y Colombia. Sus hojas son terciopeladas y muestran un color verde en
el haz, que se torna más claro por el envés. Sus flores son satinadas de un
púrpura o violeta intenso. El trópico americano nos envió estos preciosos
regalos. Ambas joyas de la botánica, entablan un amistoso desafío que no tendrá
vencedor. Reconozco que siento especial atracción por ambas especies.
Un amplio espacio de terreno acoge a la strelitzia, también llamada ave del paraíso. Son flores
exóticas que recuerda la cabeza de un ave. Las hojas son grandes y
espectaculares. Se encuentran de forma natural en Sudáfrica pero se cultivan en
climas cálidos en todo el mundo; en regiones frescas son apreciadas como
ejemplares de invernadero.
La flor de Pascua, próxima ya a su
floración, nos hace un guiño invitándonos a su fiesta. La enredadera trepa por los hierros que configuran la pérgola
señalando sus límites. Margaritas, adelfas, geranios nos conducen a la Casa de Doña Chana final de
nuestro paseo.
Así he visto yo este delicioso lugar de nuestro pueblo…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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