La Villa de La Orotava,
ostentaba los más galanes vergeles de Tenerife, que pertenecieron a los marqueses de la Quinta Roja. El
inmueble colindante es del siglo XVIII, destaca su patio central por su
elegancia original. En él nació el octavo Marques de la Quinta don Diego de Ponte
del Castillo (1840-1880), metido siempre entre libros extranjeros, junto a una
madre viuda y adusta que se encargó de cortar como hierba inútil sus primeras
ilusiones infantiles. Mientras, la casa se iba llenando de libros que venían de
Francia cargados de ideas nuevas de hábito masónico, ignorada por la acérrima
sociedad religiosa de entonces. El centro del jardín posee un Panteón original
del arquitecto francés Adolph Coquet, contratado por la Marquesa para proyectar
dicho mausoleo después de la negativa del Sr. Párroco José Borges Acosta de dar
cristiana sepultura al cadáver de VIII Marqués de la Quinta Roja. Labrado
en mármol blanquiazul de Carrara traído de Génova en 1882, su estilo parece ser
que es barroco con impresionante muestra de arte masónico. Su madre doña
Sebastiana del Castillo de Ponte, natural de Fuenteventura (1819 – 1903), hasta
su ultimo día iba todas las tardes al sepulcro vacío a regar las flores. El
jardín ha experimentado últimamente, al ser adquirido por el Ayuntamiento de La Orotava, espléndida
reforma muy poco primordial. El jardín,
desde el comienzo del siglo XX se le conoce por el jardín Victoria, nombre
asignado al Gran Hotel del mismo apelativo que se instaló en la mansión del
Marques.
José
Rodríguez Maza, me facilita un nuevo documento extraído de la hemeroteca de la
universidad de La Laguna,
correspondiente al rotativo “Las Canarias, Madrid”, del veinte de enero de
1903. Tratase de un escrito de don Ricardo Ruiz Benítez de Lugo, coincidente
con el fallecimiento de la anciana Marquesa de la Quinta: Que los hombres
gocen de férrea voluntad, que su inteligencia les haya creado un espíritu de
duda, capaz de rechazar los postulados que nos sugestionan en la niñez, y que
figuren en los pueblos al lado de las excepciones y en abierta lucha con la
opinión publica existente en ellos, es natural, puesto que gozan de
entendimiento desarrollado y han puesto a prueba, en diversas ocasiones, sus
actos volitivos. Pero que una mujer tenga una inteligencia y una voluntad
“macho” en la esfera social, religiosa y política, es un caso patológico en el
medio ambiente de la convivencia pública, más o menos pactada. Y la mujer de
ese talante y talento es la
Sr. Marquesa de la
Quinta, que defendió principios demócratas y liberales, y
cuando le arrebataron un cuerpo querido, y le desconocieron un deseo querido,
erigió un monumento en La
Orotava, como no hay otro de su índole en España, y en él
escribió en lengua latina; “este monumento se levanta contra la intolerancia
religiosa”. Hoy que su alma no tiene
sentidos para enjuiciar estas líneas, hoy que carece de sucesores directos que
los agradezcan, hago expresa manifestación de homenaje admirativo a la ilustre
señora, que equivocada o no, turco criterio propio. En cuanto a mi
personalmente se refiere, es publico que al llegar a Canarias mi primera visita
fue para ella; sin deberme nada, sin deudas con mi familia, ella antepuso a toda
clase de consideración el deseo de verme triunfar, no porque mis ideas fueran
tales o cuales, sino porque alejada del fragor político, obró como obran los no
políticos, que es dando los votos a aquellos que sean mas parientes cuando hay
generaciones, mas amigos cuando luchan amigos.
Tras
el fallecimiento de doña Sebastián del Castillo, en el Hotel Camacho de la
capital tinerfeña en el invierno de 1903. Nuevamente vuelven a suscitarse
nuevos pleitos, pero que esta vez no serian entre Iglesia y Ayuntamiento, sino
que serian entre don Francisco Reyes, su administrador y la familia Pérez
Ventoso, por motivos de la herencia de la VII Marquesa de la Quinta. Este pleito, que tardó doce
años en resolverse, nació tras incluir la marquesa a don Francisco Reyes en su
testamento. Según ella, para premiarle sus servicios y dejarle un recuerdo de
su gratitud. Para la marquesa, don Francisco fue siempre un hombre de
intachable conducta y lealtad y por ello mandó a sus herederos que lo
mantuviesen de administrador en las mismas fincas que lo había estado con ella,
dejándole además, el uso y derecho de la habitación – casa que, ocupaba y cinco
mil pesetas en metálico. El problema surge cuando tanto don Víctor, como don
Jorge Pérez Ventoso, ambos herederos de la marquesa, quieren anular aquel
mandato. Para ello, interpusieron un recurso en el juzgado de 1ª. Instancia,
sobre interpretación de esa cláusula testamentaria. Pero ya desde el primer
momento la sentencia le fue favorable a don Francisco Reyes que contó con la ayuda
de los abogados; don Domingo Martín Navarro, don Cenobio Hernández González,
don Nicolás de Ponte y Urtusáustegui, don Juan Pérez Suárez y don Luís
Rodríguez Figueroa. Aunque la sentencia les fue desfavorable a los hermanos
Pérez Ventoso, no por ello dejaron de luchar, presentando recursos ante el
Tribunal de 2ª. Instancia, y luego ante el Tribunal Supremo. En segunda
Instancia, don Francisco contó con la colaboración del distinguido letrado de
Las Palmas, don Maximiano Ramírez, y en el Supremo con la de nuestro disputado
a cortes y notable abogado, don Félix Benítez de Lugo, quien con su notorio
acierto y competencia puso feliz remate a esta cuestión. Como muy bien decía la
prensa orotavense de entonces: “Desde un principio y hasta el final, los jueces
han entendido siempre en este pleito, interpretar fielmente la voluntad de la Sra. Marquesa de la Quinta Roja”. Con esta
sentencia del Supremo terminaron doce años de pleito para don Francisco Reyes,
quien por fin vio cumplido así el deseo de doña Sebastiana del Castillo y
Manrique de Lara, de agradecerle sus servicios.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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