El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (14/12/2013)
estas notas que tituló “EN MEMORIA DE PEPE GALINDO”: “… En memoria de pepe
Galindo. En la mañana de hoy ha fallecido Pepe Galindo. No hace mucho
escribíamos que aún se le podía ver, junto a sus hermanos, caminando por las
calles portuenses, de Punta Brava (donde reside) a Martiánez y viceversa,
correspondiendo a las decenas de saludos y manteniendo las conversaciones que
entabla, casi todas futboleras, evocadoras de un pasado en el que tuvo cierto
protagonismo. Pero luego fue internado en un centro hospitalario, donde le
visitamos apenas para enhebrar una mínima conversación. Su hermano Tomás
también dejó de existir hace pocas semanas. La muerte de Pepe Galindo produce
la natural consternación entre la familia deportiva portuense. Porque primero
fue jugador, sin prodigarse, y luego destacó como entrenador, especialmente de
juveniles e infantiles. Todos creíamos que podía llegar más lejos pero lo cierto
fue que se estancó. Le gustaba trabajar con la base, la prefirió antes que dar
el salto a categorías superiores y tratar de asumir otras responsabilidades.
José Galindo Ríos, Pepe Galindo, en cierto modo un popular personaje del fútbol
local, en el que destacó por numerosas anécdotas. Y también por su carácter
afable, por su predisposición a dedicar horas y horas a la formación de quienes
soñaban jugar en el primer equipo de Puerto Cruz, cuando éste andaba por la
Preferente o el grupo canario de Tercera división.
Los chicos, sus discípulos, casi terminaban tomándole
el pelo, pero él se dejaba querer y participaba en una armoniosa relación que
sustanciaba el espíritu de equipo que debe caracterizar toda formación
futbolera. Galindo, ante todo, era un deportista y procuró inculcar esos
valores a cuantos enseñó a desenvolverse en una cancha y en un colectivo. En el
fondo, dicho ahora con perspectiva, era consciente de sus limitaciones pero
empleaba todo su saber con ganas y con deseos de contribuir a la formación
deportiva de los jugadores.
Le vimos jugar muy poco. De defensor central, al que
no gustaba despejar alocada o contundentemente. En un equipo llamado Pérez
Galdós y en algún equipo de hostelería o aficionados. Después entrenó a varios
juveniles, entre ellos los principales filiales de varias temporadas. Con el
Juvenil Puerto Cruz, en efecto, en los años setenta, logró varios títulos y
estimables niveles de juego, favorecido sin duda por las generaciones de
futbolistas que tuvieron continuidad. Era un habitual de El Peñón y opinaba con
soltura de cuanto veía. Que no era poco, por cierto.
Ya en edad madura hubo de sustituir al entrenador del
primer equipo. Alguna vacante por ausencia o dimisión. Teóricamente era su gran
oportunidad. Se trataba de acreditar lo que había atesorado en categorías
inferiores. Pero no hubo suerte: no era igual. Ni los niveles de exigencia eran
los mismos. Puso el mismo entusiasmo de siempre, le animaron, pero el papel ya
no era el mismo.
Tuvo Pepe Galindo siempre un carácter distendido. Por
eso fue protagonista de algunas anécdotas y situaciones que aún hoy son
recordadas -principalmente por quienes fueron sus discípulos- con agrado y
digresión. Incluso, por repetidas, se han convertido en elementos recurrentes
de conversación, no importa el tiempo ni el lugar.
Algunos dichos terminaron siendo célebres. Los chicos
los repiten con complacencia generalizada. “Camisetas y medias primero”, dicen
que dijo en cierta ocasión preparándose en el vestuario, en cuanto al método de
equiparse. “Los interiores nuestros marcan a los interiores de ellos y no hablo
más porque perdemos el partido”, explicó con brevedad la táctica a seguir ante
un rival inferior. “Pepe Galindo y la temporada venidera”, fue un titular de
prensa que alguien le repetía incesantemente. “Menos mal que hemos ganado en
este campo maldito. No sé ni cómo le llaman La Suerte”, afirmó en voz alta en
la Cruz Santa, una plaza que se le resistía.
Los chicos le respetaron. Y cuando llegó la hora de la
retirada, no fue necesario empujarle: él dio un paso, consciente de que su
ciclo tenía un punto final. Se fue alejando poco a poco, cumpliendo
responsablemente como operario municipal temporal y contemplando el fútbol casi
exclusivamente con acento nostálgico.
Un buen elemento Galindo. Tiene su sitio, desde luego,
en la historia del fútbol portuense…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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