Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un
hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con un rostro de piel
morena de oscura pasionaria, viéndole como nadie la ha visto, aunque le mirara
desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo,
la cara taciturna y aindiada y singularmente remota, detrás de la
preocupación del día a día, de su trabajo, responsable como pocos. Recuerdo
(creo) de verlo por primera vez en mi vida como conserje de la OJE en la
Orotava, aunque nunca pertenecí a esa organización, sus manos afiladas de
trenzador, una noche de Reyes, me las tendió para ofrecerme un antorcha a olor
de petróleo, para la cabalgata, con rigidez, responsabilidad. Recuerdo cerca de
esas manos un mate, para que todos los muchachos desfilaran con rigor,
alumbraran a los monarcas procedente de la Banda Oriental; recuerdo en la plaza
de Franchi Alfaro, siempre cuidando el parque infantil, atento a que la pista
de baloncesto estuviera todos los domingo limpia y ordenada, todo con un animado
paisaje lacustre. Recuerdo claramente su voz; la voz pausada, resentida y
nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianos de ahora. Más de tres
veces lo vi llamándole la atención a aquellos muchachos que circulaban con sus
bicicletas por la plaza, más de tres veces casi no se cae desde una altura de
tres metros, cuando colocaba los tableros de las canastas con alambre en los
centenarios laureles de india. Me parece muy feliz que este hombre don
Gumersindo de que todos aquellos que lo trataron escriban sobre él; mi
testimonio será acaso el más breve y sin duda el más pobre, pero no el menos
imparcial del volumen que editarán ustedes. Mi deplorable condición se lo
dedico a este hombre humilde, que hizo de verdad por la plaza de Franchi
Alfaro, por el baloncesto entonces allí presente, por sus vestuarios que
siempre tenía que estar en orden, por las vallas publicitarias que se tenían
que colocar horas antes del comienzo de los partidos, siempre contó con la
ayuda del popular Jalisco, y siempre contó con mi propia ayuda. Me decía que
trabajó muchos años en la platanera, pero muchos años, y descalzo, sin botas,
ni zapatos.
Don Gumersindo Expósito nació el 13 de enero de 1909. Falleció el 11 de
marzo de 2000. Procedía de la familia de “Los Polo”. Sus padres se llamaban
Sebastián y Dominga. Su padre fue emigrante a Cuba. Sus hermanos: Eusebia,
Marco, María, Rafael, Antonio, Gloria, Casiano y Guillermina. Nació en la calle
El Peralito, al comienzo del Camino Polo, en La Piedad. Casado con Guadalupe González
Pacheco, vivirían en diferentes lugares de La Orotava como La Abejera, calle
Limonero, Marques, La Sidrona y finalmente en la calle Nueva. Su esposa
fallecería el 23 de enero de 1975. Habían comenzado por alquilar la casa para
después en 1962 comprarla por 65.000 ptas. Se cuenta la anécdota, que hubo que
hacer el pozo ciego antes de comprarla y cuando fueron a tasarla todos se
pusieron de acuerdo para que el dueño no se enterara del citado pozo porque si
no tenía que cobrarles la obra hecha por ellos mismos.
El matrimonio tuvo 14 hijos, dos de los cuales –Conchita y Julita-
fallecería a muy temprana edad. Los 12 restantes: Rosa, Avelina, Pilar, Ángela,
Manolo, Gumersindo, Carmelo, Vitoria, Eladia, Lupe, Malena y Mila Expósito
González.
Su esposa Guadalupe González Pacheco era toda una típica madre canaria
dedicada al cuidado de sus hijos. Muy experta en hacer truchas, Gumersindo era
el encargado previamente y al amanecer, de amasar la masa. La familia era toda
una Institución como dulcera y muy conocida en la Villa pues la madre de
Guadalupe, llamada igualmente Guadalupe, era una experta cocinera. Sus nietas
Rosa y Pilar por ejemplo, trabajarían en el célebre Restaurante “La Academia” y
otra de ellas, Ángela, fue durante años quien elaboraba los dulces tradicionales
de la zona, en las bodas, en el horno de la Viuda Perera, en la Calle
Altavista. Abuela y nieta, en concreto Rosa, serían también las cocineras del
Obispo Pérez Cáceres. Entre todas, contribuirían junto con Don Gumersindo y
luego sus hijos a la economía doméstica, en el marco de este modelo de familia
canaria.
Hay muchas anécdotas de este período en la Calle Nueva y con una familia
tan numerosa. Resalta el ambiente de camaradería en esta calle, las fiestas de
Reyes Magos compartiendo los juguetes en esta calle entonces empedrada dentro
de un ambiente comunitario que se ve hoy en día reflejado en las Alfombras del
Corpus de la Villa de Arriba dela Iglesia de San Juan.
Fue durante toda su vida sacristán y campanero del alba de la Iglesia de
San Juan Bautista de El Farrobo. Cada mañana a las 06.00 horas tenía que subir
a la torre a dar 33 campanadas. Esta actividad la continuaría su hijo Manolo
(Manuel Tomás).
Don Gumersindo Expósito García fue cofundador de la Bandade Cornetas y
Tambores de San Juan y pertenecía a todas las Hermandades, como por ejemplo la
Hermandad del Santísimo sintiéndose muy orgulloso por vestir la Opa. La última
Hermandad de la que firmó su acta fue la de la Misericordia (El Cristo del
Calvario) porque “era la única que me faltaba por cargar”.
Cargó durante 49 años con las andas del Trono del Corpus dela Iglesia
Matriz de Ntra. Sra. de La Concepción. Hoy su familia continúa esa labor junto
a otras personas que se han ido añadiendo. Son 10 cargadores, ocultos bajo el
manto de las andas y desde fuera parece que son los cuatro curas de las
esquinas las que las llevan. El momento más difícil de los cargadores (en
algunas zonas llamados costaleros) es la subida de la Calle Monteverde y la
entrada a la Plaza del Ayuntamiento. Antiguamente esta procesión salía dos
veces, en el Día del Corpus y en la Octava del Corpus. En la primera iba por la
calle Viera y subía por la calle Cólogan. Hoy sólo se mantiene la segunda,
famosa en el mundo entero por las célebres alfombras de flores y tierras del
Teide.
Una anécdota que recuerda de sus años de infancia el alcalde de la Villa
Isaac Valencia, que, fruto de su dedicación al mantenimiento de la Iglesia y a
la conservación del patrimonio es que se hayan salvado las famosas andas de la
Virgen de los Remedios de San Juan, pues “encontrándolas en deplorable estado y
a punto de ser botadas convenció a mi padre, carpintero, para arreglarlas y que
no se perdieran. Era en la época en que era Párroco Don Domingo González”. Como
Hermano Cabelario se cogía fuertes enfados si se rompían las redomas de la
Semana Santa porque quería tenerlo todo bien y a punto. Tenía el Título de
Costalero, de Esclavo Mayor y en su madurez realizó un viaje a Jerusalén.
Trabajó en la platanera, en Las Arenas, en la Finca La Piedra Redonda de
Doña Pilar Ascanio y Los Cáceres. También en la Finca de Doña Rosa. También en
la construcción de la Charca Los Ascanio. Era el encargado de llevar las 5
vacas que recogía y devolvía a Las Arenas y las cuales eran empleadas para
acarrear el material de desescombro del risco. Con sus 91 años seguía
recordando el nombre de la vaca más famosa de todas ellas, “La Cachimba”, así
como los 25 metros de La Charca y sus 102 escalones. Durante sus años dedicado
a la agricultura estaba apuntado a la sociedad “La ayuda mutua, los 35 de La
Orotava”, una especie de asociación a la que se cotizaba para apoyarse luego
económicamente en épocas de crisis. Vivió la agricultura y transmitió el amor a
la misma a su familia y a la comunidad. De mayor sentía auténtica indignación
ante el retroceso de la misma en el Valle. Sus últimos años, participaba en
actividades ecologistas dentro de la labor llevada a cabo por el Tagoror
Ecologista Alternativo (TEA).
Trabajó también como Jardinero y Mantenimiento para el Ayuntamiento de La
Orotava. Muchos le recordarán como el Jardinero de la Plaza Franchi o El Llano
y como apoyo al Club Baloncesto Salesianos (Hoy San Isidro) o al Club Medina
Orotava, femenino, ambos desarrollando su actividad en la hoy desaparecida
cancha de dicha Plaza. En 1974 recibió por ello un homenaje celebrándose por
primera vez las “24 horas seguidas de baloncesto”. Como anécdotas de este
período un servidor cuenta el accidente colocando las canastas de baloncesto y
que dio con él en el suelo o su marcha cada sábado al mediodía al Ayuntamiento
para cobrar el jornal semanal que se le tenía asignado.
Don Gumersindo tenía un carácter: Excelente. Tierno. Alegre. Estricto. Si
se enfadaba seguro que tenía motivos. Muy familiar y hogareño. Colaborador en
todo dentro del hogar. Eran famosas las excursiones anuales en las que
embarcaba a toda la familia y más tarde las celebraciones de su cumpleaños en
torno a cuya fecha se reunían más de 120 personas entre hijos, nietos,
bisnietos, etc. Se jubiló a los 65 años pero nunca se quedó quieto, siempre
estaba activo. Humilde, se adaptaba a las diferentes casas de los hijos con
quien convivía. De este período hay anécdotas muy divertidas, sobre todo con su
hijo Carmelo que le hacía siempre rabiar para mantenerlo despierto y ágil con
la mente. En el colmo de los disparates le decía aquél en bromas: “Este hombre
está tan bien que no se muere, hay que matarlo “para arrancarle los oportunos y
celebrados cabreos como respuesta.
Asistía a las reuniones de los grupos ecologistas y se quedaba allí sus
buenas horas. De igual modo participaba en las actividades lúdicas ambientales
con los niños, como en el Monte la Vica en La Matanza con actividades de los
Equipos Verdes.
No había agua corriente y había que cargarla de la que soltaba El Chaboco
de Los Molinos para el baño y de la que soltaba El Chorro para beber. Traía la
leche de la Finca “La piedra redonda” en Las Arenas que había animales. Los
fines de semana iban a por ella los hijos. El Día de Reyes en la calle Nueva
todos los vecinos jugaban a la lotería en las aceras. Antiguamente se elegía
Reina en la calle Nueva en las Fiestas de la Cruz.
De joven lo atropelló un camión y a consecuencia de ese golpe, cuando fue
mayor tuvo una lesión irreversible en el nervio óptico que le hacía ver menos.
Este es un hombre que por las circunstancias que le hemos expuesto, en vida
fue un hombre de honor con una familia fantástica, como muchos villeros de
dignidad.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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