domingo, 16 de julio de 2017

DON GUMERSINDO EXPÓSITO GARCÍA



Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con un rostro de piel morena de oscura pasionaria, viéndole como nadie la ha visto, aunque le mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo re­cuerdo, la cara taciturna y aindiada y singularmen­te remota, detrás de la preocupación del día a día, de su trabajo, responsable como pocos. Recuerdo (creo) de verlo por primera vez en mi vida como conserje de la OJE en la Orotava, aunque nunca pertenecí a esa organización, sus manos afiladas de trenzador, una noche de Reyes, me las tendió para ofrecerme un antorcha a olor de petróleo, para la cabalgata, con rigidez, responsabilidad. Recuerdo cerca de esas manos un mate, para que todos los muchachos desfilaran con rigor, alumbraran a los monarcas procedente de la Banda Oriental; recuerdo en la plaza de Franchi Alfaro, siempre cuidando el parque infantil, atento a que la pista de baloncesto estuviera todos los domingo limpia y ordenada, todo con un animado paisaje lacustre. Re­cuerdo claramente su voz; la voz pausada, resenti­da y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos ita­lianos de ahora. Más de tres veces lo vi llamándole la atención a aquellos muchachos que circulaban con sus bicicletas por la plaza, más de tres veces casi no se cae desde una altura de tres metros, cuando colocaba los tableros de las canastas con alambre en los centenarios laureles de india. Me parece muy feliz que este hombre don Gumersindo de que todos aquellos que lo trataron escriban sobre él; mi testimonio será acaso el más breve y sin duda el más pobre, pero no el menos imparcial del volu­men que editarán ustedes. Mi deplorable condición se lo dedico a este hombre humilde, que hizo de verdad por la plaza de Franchi Alfaro, por el baloncesto entonces allí presente, por sus vestuarios que siempre tenía que estar en orden, por las vallas publicitarias que se tenían que colocar horas antes del comienzo de los partidos, siempre contó con la ayuda del popular Jalisco, y siempre contó con mi propia ayuda. Me decía que trabajó muchos años en la platanera, pero muchos años, y descalzo, sin botas, ni zapatos.
Don Gumersindo Expósito nació el 13 de enero de 1909. Falleció el 11 de marzo de 2000. Procedía de la familia de “Los Polo”. Sus padres se llamaban Sebastián y Dominga. Su padre fue emigrante a Cuba. Sus hermanos: Eusebia, Marco, María, Rafael, Antonio, Gloria, Casiano y Guillermina. Nació en la calle El Peralito, al comienzo del Camino Polo, en La Piedad. Casado con Guadalupe González Pacheco, vivirían en diferentes lugares de La Orotava como La Abejera, calle Limonero, Marques, La Sidrona y finalmente en la calle Nueva. Su esposa fallecería el 23 de enero de 1975. Habían comenzado por alquilar la casa para después en 1962 comprarla por 65.000 ptas. Se cuenta la anécdota, que hubo que hacer el pozo ciego antes de comprarla y cuando fueron a tasarla todos se pusieron de acuerdo para que el dueño no se enterara del citado pozo porque si no tenía que cobrarles la obra hecha por ellos mismos.
El matrimonio tuvo 14 hijos, dos de los cuales –Conchita y Julita- fallecería a muy temprana edad. Los 12 restantes: Rosa, Avelina, Pilar, Ángela, Manolo, Gumersindo, Carmelo, Vitoria, Eladia, Lupe, Malena y Mila Expósito González.
Su esposa Guadalupe González Pacheco era toda una típica madre canaria dedicada al cuidado de sus hijos. Muy experta en hacer truchas, Gumersindo era el encargado previamente y al amanecer, de amasar la masa. La familia era toda una Institución como dulcera y muy conocida en la Villa pues la madre de Guadalupe, llamada igualmente Guadalupe, era una experta cocinera. Sus nietas Rosa y Pilar por ejemplo, trabajarían en el célebre Restaurante “La Academia” y otra de ellas, Ángela, fue durante años quien elaboraba los dulces tradicionales de la zona, en las bodas, en el horno de la Viuda Perera, en la Calle Altavista. Abuela y nieta, en concreto Rosa, serían también las cocineras del Obispo Pérez Cáceres. Entre todas, contribuirían junto con Don Gumersindo y luego sus hijos a la economía doméstica, en el marco de este modelo de familia canaria.
Hay muchas anécdotas de este período en la Calle Nueva y con una familia tan numerosa. Resalta el ambiente de camaradería en esta calle, las fiestas de Reyes Magos compartiendo los juguetes en esta calle entonces empedrada dentro de un ambiente comunitario que se ve hoy en día reflejado en las Alfombras del Corpus de la Villa de Arriba dela Iglesia de San Juan.
Fue durante toda su vida sacristán y campanero del alba de la Iglesia de San Juan Bautista de El Farrobo. Cada mañana a las 06.00 horas tenía que subir a la torre a dar 33 campanadas. Esta actividad la continuaría su hijo Manolo (Manuel Tomás).
Don Gumersindo Expósito García fue cofundador de la Bandade Cornetas y Tambores de San Juan y pertenecía a todas las Hermandades, como por ejemplo la Hermandad del Santísimo sintiéndose muy orgulloso por vestir la Opa. La última Hermandad de la que firmó su acta fue la de la Misericordia (El Cristo del Calvario) porque “era la única que me faltaba por cargar”.
Cargó durante 49 años con las andas del Trono del Corpus dela Iglesia Matriz de Ntra. Sra. de La Concepción. Hoy su familia continúa esa labor junto a otras personas que se han ido añadiendo. Son 10 cargadores, ocultos bajo el manto de las andas y desde fuera parece que son los cuatro curas de las esquinas las que las llevan. El momento más difícil de los cargadores (en algunas zonas llamados costaleros) es la subida de la Calle Monteverde y la entrada a la Plaza del Ayuntamiento. Antiguamente esta procesión salía dos veces, en el Día del Corpus y en la Octava del Corpus. En la primera iba por la calle Viera y subía por la calle Cólogan. Hoy sólo se mantiene la segunda, famosa en el mundo entero por las célebres alfombras de flores y tierras del Teide.
Una anécdota que recuerda de sus años de infancia el alcalde de la Villa Isaac Valencia, que, fruto de su dedicación al mantenimiento de la Iglesia y a la conservación del patrimonio es que se hayan salvado las famosas andas de la Virgen de los Remedios de San Juan, pues “encontrándolas en deplorable estado y a punto de ser botadas convenció a mi padre, carpintero, para arreglarlas y que no se perdieran. Era en la época en que era Párroco Don Domingo González”. Como Hermano Cabelario se cogía fuertes enfados si se rompían las redomas de la Semana Santa porque quería tenerlo todo bien y a punto. Tenía el Título de Costalero, de Esclavo Mayor y en su madurez realizó un viaje a Jerusalén.
Trabajó en la platanera, en Las Arenas, en la Finca La Piedra Redonda de Doña Pilar Ascanio y Los Cáceres. También en la Finca de Doña Rosa. También en la construcción de la Charca Los Ascanio. Era el encargado de llevar las 5 vacas que recogía y devolvía a Las Arenas y las cuales eran empleadas para acarrear el material de desescombro del risco. Con sus 91 años seguía recordando el nombre de la vaca más famosa de todas ellas, “La Cachimba”, así como los 25 metros de La Charca y sus 102 escalones. Durante sus años dedicado a la agricultura estaba apuntado a la sociedad “La ayuda mutua, los 35 de La Orotava”, una especie de asociación a la que se cotizaba para apoyarse luego económicamente en épocas de crisis. Vivió la agricultura y transmitió el amor a la misma a su familia y a la comunidad. De mayor sentía auténtica indignación ante el retroceso de la misma en el Valle. Sus últimos años, participaba en actividades ecologistas dentro de la labor llevada a cabo por el Tagoror Ecologista Alternativo (TEA).
Trabajó también como Jardinero y Mantenimiento para el Ayuntamiento de La Orotava. Muchos le recordarán como el Jardinero de la Plaza Franchi o El Llano y como apoyo al Club Baloncesto Salesianos (Hoy San Isidro) o al Club Medina Orotava, femenino, ambos desarrollando su actividad en la hoy desaparecida cancha de dicha Plaza. En 1974 recibió por ello un homenaje celebrándose por primera vez las “24 horas seguidas de baloncesto”. Como anécdotas de este período un servidor cuenta el accidente colocando las canastas de baloncesto y que dio con él en el suelo o su marcha cada sábado al mediodía al Ayuntamiento para cobrar el jornal semanal que se le tenía asignado.
Don Gumersindo tenía un carácter: Excelente. Tierno. Alegre. Estricto. Si se enfadaba seguro que tenía motivos. Muy familiar y hogareño. Colaborador en todo dentro del hogar. Eran famosas las excursiones anuales en las que embarcaba a toda la familia y más tarde las celebraciones de su cumpleaños en torno a cuya fecha se reunían más de 120 personas entre hijos, nietos, bisnietos, etc. Se jubiló a los 65 años pero nunca se quedó quieto, siempre estaba activo. Humilde, se adaptaba a las diferentes casas de los hijos con quien convivía. De este período hay anécdotas muy divertidas, sobre todo con su hijo Carmelo que le hacía siempre rabiar para mantenerlo despierto y ágil con la mente. En el colmo de los disparates le decía aquél en bromas: “Este hombre está tan bien que no se muere, hay que matarlo “para arrancarle los oportunos y celebrados cabreos como respuesta.
Asistía a las reuniones de los grupos ecologistas y se quedaba allí sus buenas horas. De igual modo participaba en las actividades lúdicas ambientales con los niños, como en el Monte la Vica en La Matanza con actividades de los Equipos Verdes.
No había agua corriente y había que cargarla de la que soltaba El Chaboco de Los Molinos para el baño y de la que soltaba El Chorro para beber. Traía la leche de la Finca “La piedra redonda” en Las Arenas que había animales. Los fines de semana iban a por ella los hijos. El Día de Reyes en la calle Nueva todos los vecinos jugaban a la lotería en las aceras. Antiguamente se elegía Reina en la calle Nueva en las Fiestas de la Cruz.
De joven lo atropelló un camión y a consecuencia de ese golpe, cuando fue mayor tuvo una lesión irreversible en el nervio óptico que le hacía ver menos.
Este es un hombre que por las circunstancias que le hemos expuesto, en vida fue un hombre de honor con una familia fantástica, como muchos villeros de dignidad.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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