lunes, 3 de julio de 2017

PREGÓN DE LAS FIESTAS MAYORES DEL PUERTO DE LA CRUZ AÑO 2015



Pregón correspondiente a las fiestas mayores del Puerto de la Cruz 2015.
Que leyó don CARLOS SALVADOR CARRILLO GONZÁLEZ, Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores Gran Poder el día 1 de julio del 2015: “…SR. ALCALDE, SR. CONCEJAL DE FIESTAS, HERMANOS MAYORES DE LAS HERMANDADES DE NUESTRO  PADRE EL SEÑOR DEL GRAN PODER DE DIOS, NUESTRA MADRE LA VIRGEN DEL CARMEN Y SAN TELMO, AUTORIDADES, REPRESENTACIONES, SEÑORAS Y SEÑORES:
Quien aquí humildemente les habla nació en el barrio marinero de La Ranilla de nuestro Puerto de la Cruz, en el seno de una familia toda ella marinera. Mi primera experiencia con el mar fue a muy temprana edad. Pedí a mis primos, Pipo y Manuel “el Negrito”, si me llevaban a pescar con ellos, y accedieron.
Al día siguiente me levante muy temprano y  fui con mi padre al muelle, allí me esperaban y me pusieron a escachar erizos, carnada utilizada para ponerlos en las nasas. Salimos a la mar. La experiencia ese día, para mí, un “niño pequeño”, fue muy gratificante aunque no para ellos, ya que vieron peligrar sus vidas. Vimos una boya flotando y fuimos a por ella, la cogimos, con tan mala suerte de que la liña se enredó en la hélice del barco parando de inmediato el motor.
Enredado en la liña venía un pez de gran tamaño, creímos que una maroma. Ese gran pez, con su fuerza, nos fue llevando directamente derechos a la costa, con el peligro que eso conllevaba, ya que al mismo tiempo gran cantidad de agua nos iba entrando por la popa. No teníamos ni un chuchillo, ni nada con el que soltar la liña, hasta que tuve la ocurrencia de coger dos piedras que se encontraban en el leito de popa, ponerme a picar la liña y el gran pez que nos arrastraba desapareció.
Para aquellos donde la sangre no se mezcle con sal, esta experiencia habría hecho que huyera de todo lo que oliera a mar, pero en nosotros, los que respiramos yodo, sal y brisa, los que nos dormimos escuchando de fondo el arrastre de callados en la llegada de las olas, los que nos encomendamos a la Patrona de los Mares a diario, estas experiencias son las que hacen que a bordo de nuestros barcos miremos al horizonte y nos encontremos a nosotros mismos conscientes de haber nacido para ser arrullados por el vaivén de las olas.
Ya con  17 años, decidí que mi oficio sería pescador. Recuerdo que se lo comente a mi padre y él, como buen marino y mejor padre, me contestó que si eso era lo que quería, por ello tendría que luchar. Así un día apareció con el oficial de marina, el cual creo que se llamaba Don Francisco “El Purito”, y en ese mismo momento, en mi casa, me arregló la libreta y pude embarcar en el barco de propiedad de mis padres.
Este barco servía de remolque a otro barco de su propiedad, con nombre LA MARINA, que era el barco que lleva las redes. Le acompañaban dos barcos más, que eran los que con una cruceta llevaba los petromases, luces que llaman al pescado. Una vez fallecido mi padre me tocó enrolarme en la Marina como patrón.
La Marina se dedicaba a la pesca de cerco conocido como traíña. Sardinas, chicharros, caballas y bogas eran los pescados que capturábamos. Teníamos que llegar los primeros, para así vender el pescado antes que nadie y el resto llevarlo a vender a Santa Cruz.
Al terminar el oscuro, cuando la luna brilla mucho y no nos permite pescar, hacíamos cuentas por soldadas, que eran y siguen siendo como sueldos que cobraban los pescadores. Fueron muchos años de sufrimiento, pero siempre compensado por los beneficios obtenidos. Día y noche saliendo a faenar, unos días con buena pesca y otros sin nada que llevarnos a la boca. La vida de un pescador no era ni es nada fácil, hemos tenido que pasar mucho frío, viento, lluvias que nos calaban hasta los huesos, en definitiva fuertes temporales. Pero aquí seguimos en la lucha...
Mi devoción por El Gran Poder, La Santísima Virgen del Carmen, San Telmo viene de muy pequeño. Recuerdo como todos los años, por Julio, cuando ya se acercaban las fiestas en honor a nuestra patrona, mis padres iban a Santa Cruz a comprarnos los zapatos y ropa nueva para lucirlos en la fiesta. Recuerdo como varaban LA MARINA para pintarla, y así, en el embarque de La Virgen, luciera bonita.
También recuerdo como me embarcaba todos los años en el barco de mis padres, como la mar nos mojaba y nos ponía como una sopa. También me acuerdo de los ventorillos, donde íbamos a comer piñas guisadas, pinchitos morunos y como mi madre iba a comprar los turrones que tanto le gustaban.
Sin duda, en mi trayectoria como profesional de la mar, hay un día que me hizo sentir que como pescador llegaba a cumplir un hondo deseo que tenemos todos los que encomendamos a diario nuestra vida a la que manda en el mar.
El entonces alcalde, Don Marcos Brito Gutiérrez, que en paz descanse, me encomendó la dificilísima pero a su vez, ilusionante tarea, para que La Virgen del Carmen, en su paseo anual por la costa norte de Tenerife, fuese llevada por LA MARINA. Al mando de la falúa yo, Carlos Salvador, el hijo de Candelaria y de Agustín, ¡¡¡qué compromiso más grande y que gran ilusión!!!
Me rodee de los mejores, porque la ocasión lo requería. Al timón, el CHONGO, gran amigo y mejor persona, y a los mandos del motor, quien les habla.
Recuerdo la emoción que sentí cuando vi aparecer La Virgen del Carmen al muelle. Estaba reluciente. Lo más impresionante, verla bajar por los callados. En ese momento, todos llorábamos dentro del barco viendo y sintiendo que llegaba la hora de embarcarla. ¡Qué nervios, Dios mío!, viene Nuestra Madre a hombros de los cargadores, los cuales tragaban agua y esta les llegaba hasta los ojos! ¡Venga! ¡Arriba! les grité y al final, al oír el “no pasa nada, la Virgen está embarcada”, ¡qué satisfacción!
Una vez a bordo, la falúa se dirigió a la segunda escalerita a recoger a la Reina de las Fiestas y sus damas de honor y a las autoridades. Al salir del muelle, vivir la suelta de palomas y… a pasear a la Señora por su finca marinera.
Del muelle a San Telmo, de San Telmo hasta Punta Brava con la intención de llegar hasta la playa del Socorro, en Los Realejos, pero en esa ocasión la mar no estaba para llegar hasta allí, porque al regreso podríamos tener agua abajo y nos podía complicar la navegación.
Una vez que La Virgen ya bendecía las aguas que nos dan de comer, con el arrullo del barco meciendo sus cabellos por la brisa, y con todos los marinos a bordo de sus barcos presumiendo de escoltar a su madre, tocaba regresar a tierra y desembarcarla.
Los pescadores metidos en el agua depositan poco a poco a La Virgen en sus hombros. Por fin, un año más, Ella volvía a visitar el barrio, su barrio, el rincón portuense donde todas las casas tienen una imagen suya, el barrio donde, desde hace décadas, viven sus protegidos, el barrio marinero de La Ranilla.
Allí, con orgullo y satisfacción personal y familiar, mi casa, el primer lugar en la que la procesión para, y allí mi familia, familia de pescadores, que la cubre de pétalos de rosa y la ilumina con fuegos artificiales.
De todos los años que tuve el honor de embarcar a La Virgen recuerdo con gran tristeza uno en particular, cuando tomé la decisión de no salir de la bocana del muelle por mal tiempo, que mal recuerdo ese.
Qué tristeza, que desilusión, todo un año esperando a ese día y el tiempo y la mar, que junto a Ella son los que mandan, no nos lo permitió. A pesar de ello, pienso que tome la decisión más acertada, no solo por la seguridad de nuestra Madre, La Virgen del Carmen, sino por la de las personas que llevaba a bordo.
Con el paso de los años van llegando nuevas vivencias y nuevas etapas, como cuando me proponen ser Vice - Patrón de La Cofradía de Pescadores “Gran Poder de Dios” de mi ciudad. Desde ese momento, se metió en mí el gusanillo de defender a los pescadores ante las administraciones.
Tras seis años ejerciendo el cargo me planteo presentarme a Patrón Mayor de la Cofradía. Era un reto, un compromiso aún mayor y una mayor, si cabe, responsabilidad. No me lo pensé ni un segundo, lo hice, presenté mi candidatura y fui elegido por una amplia mayoría, sintiendo el apoyo de mis compañeros de la mar, a los cuales agradecí y sigo agradeciendo la confianza depositada en mí.
Una de mis ideas era mostrar a los escolares la profesión de pescador y sus artes de pesca, algo que desde la Cofradía pusimos en marcha y, por ello, cientos de niños de muchísimos colegios nos han visitado en todos estos años para conocer de primera mano nuestro oficio.
Otras de nuestras iniciativas fue donar el pescado sobrante que capturan nuestras embarcaciones al Hogar Santa Rita, lugar donde se le daría muy buen uso teniendo en cuenta la labor humanitaria que allí se desempeña. Y lo conseguimos con creces, ya que en todo este tiempo, toneladas de sardinas y caballas han pasado por la cocina del Hogar y por la mesa de sus habitantes.
También, ayudar a nuestros pescadores con fondos para hacer frente a los pagos de la Seguridad Social, ayudas para la compra de libros para sus hijos o equipamiento para sus embarcaciones.
Pero la mayor gratificación de todos estos años de lucha, de trabajo y de dedicación la pudimos vivir cuando, en octubre de 2009, nos fueron entregadas las llaves de la nueva Cofradía de Pescadores, no sin antes haber pasado por muchas vicisitudes, quebraderos de cabeza con deterioro de mi salud.
Pero al final, como cuando escuchamos el “no pasa nada, la Virgen está embarcada”, gran satisfacción al entender y sentir, en primera persona, que se estaba haciendo justicia gracias al apoyo de los pescadores que siempre nos mantuvimos unidos y defendimos nuestros derechos, derechos que teníamos adquiridos.
El 19 de noviembre de 2009 fueron inauguradas las nuevas instalaciones de la Cofradía de Pescadores, ubicadas en la famosa calle de Las Lonjas, un edificio antiguo remodelado para los marinos por la Viceconsejería de Pesca del Gobierno de Canarias con fondos de la Comunidad Económica Europea.
Unas instalaciones modernas con Lonja de Primera venta, pescadería, oficinas, sala de exposiciones y reuniones, sala de juegos y, en la parte superior, un restaurante donde, como no puede ser de otra forma, en su carta predomina el pescado.
Pero si por algo estoy aquí, es por la veneración que sentimos la gente de la mar por San Telmo y La Santísima Virgen del Carmen, esta última, imagen de gran devoción popular no sólo en Puerto de La Cruz sino en el Valle de la Orotava y de forma particular entre la gente de la mar de mi pueblo.
Curiosamente, el nacimiento de San Telmo coincide en el tiempo con el nacimiento del culto a La Virgen del Carmen. Pedro González Telmo, fue un sacerdote palenciano que acabó su vida predicando en Galicia y Asturias, fundando cofradías de pescadores y marineros por los que sentía especial simpatía. Se le reconocen variados milagros y el papa Benedicto XIV confirmó su culto como Santo canonizado en 1741.  
Según la tradición, por la misma época que nacía San Telmo, en el Monte Carmelo, en Tierra santa, la Virgen se le apareció a San Simón, a quien entregó sus hábitos y el escapulario. Por habérsele manifestado en dicho monte, dicho Santo procedió a nombrarla desde entonces como Virgen del Carmen.
La veneración a Nuestra  Señora del Carmen recibió reconocimiento Papal en 1587. Según la tradición devota, la Virgen prometió liberar del purgatorio a todas las almas que hubieran vestido su escapulario para conducirlos al cielo.
Un Culto extendido desde Tierra Santa a España. Y desde Canarias a Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, México, Panamá, Perú, Puerto Rico y Venezuela.
Cuento esto porque se que muchos pueden pensar que es una tradición relativamente joven en el tiempo, pero debemos remontarnos hasta mediados del año 1700, que es cuando se inicia la tradición en la que los marinos portuenses fueran los cargadores de la imagen en la procesión que tiene lugar la Octava del día oficial.
Y pese a que en 1921 el párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Peña de Francia de nuestra ciudad, Don Antolín Fernández, considerara que no era adecuado que los marinos portuenses celebraran la fiesta de su patrona en la villa vecina y se iniciara la tradición de la procesión marítimo terrestre que todos conocemos, este hecho no significó la interrupción de la tradición anterior.
Así pues, estamos hablando de una tradición de alrededor de 260 años, donde siempre los marineros portuenses han estado al lado de esa representación de la Virgen del Carmen que a todos enamora.
Ojalá que este día tan sentido por los marinos del Puerto no se pierda en el tiempo, ya que para nosotros, los pescadores, simboliza el amor y devoción por la Virgen del Carmen que queremos hacer llegar a todos el significado de éste día, como así lo hicieron nuestros padres y abuelos con todos nosotros.
No puedo dejar de mencionar, con fervor y devoción, a Nuestro Padre del Gran Poder de Dios, el Viejito, aquel que llegó a nuestra ciudad por la mar y que, gracias a ella, a la mar, nunca más se fue de aquí. Y es tan grande el fervor y tantas las gracias que le damos a la mar por aquel hecho, que propuse a mis compañeros marinos nombrarlo Patrón Mayor Honorario y Perpetuo de nuestra Cofradía, título que a día de hoy luce el Señor.
Pensar y hablar de las Fiestas de Julio de nuestra ciudad es venirnos a la cabeza la imagen del Gran Poder de Dios procesionando por nuestra ciudad, ruedas de fuegos en las calles de la Ranilla, caras de vecinos y amigo con esa mezcla de sentimientos, porque no solo sonreímos al verlo pasar a nuestro lado sino que, al mismo tiempo, lloramos al sentir su presencia y pensar en todos aquellos que ya no están con nosotros.
El Gran Poder de Dios, la Virgen del Carmen y San Telmo son la esencia pura de nuestras Fiestas. Por ellos tres se celebran y a Ellos les debemos, a día de hoy, el que sigamos uniendo fuerzas y corazones para demostrar como sabemos disfrutar y divertirnos los portuenses, los ranilleros, haciendo de anfitriones de los miles de turistas que quieren compartir con nosotros y así, con nuestro buen trato, hacerles pasar unas fiestas inolvidables y que en años venideros sientan la necesidad de volver a vivirlas con nosotros.
Estas Fiestas, las del Carmen, las del Gran Poder, las de San Telmo, hacen algo maravilloso entre los portuenses. Y es que el que es ranillero, como yo, lo decimos con orgullo y satisfacción pero, el que no lo es, en esas fechas quiere serlo como uno más de nosotros.
Las Fiestas unen, acercan y hacen que todos queramos tener una ciudad vestida con las mejores galas para el disfrute de vecinos y visitantes. Las Fiestas de Julio, en sí, hacen que, durante un mes, todos seamos Ranilleros, unos de nacimiento y otros de adopción.
Se acerca el momento de rendir honor al Gran Poder de Dios en ese día solemne donde las calles se iluminan solas con su presencia. Y se acerca, también, ese momento mágico de rendir tributo y cuentas a nuestra ESTRELLA DE LOS MARES, un día en el que alborozamos y vitoreamos con nuestro rudo lenguaje a nuestra patrona.
Unos días en que nada es igual y todo es diferente. Días donde expresamos nuestro amor a unas imágenes, aquellas a las que tenemos diariamente en nuestras iglesias, la Peña de Francia o la Ermita de San Telmo, y con gran alegría, mostramos públicamente al mundo como las veneramos, queremos y respetamos.
Y un día especial para los marinos, para los pescadores de hoy y de ayer, el martes de la embarcación, en el que los hijos, con orgullo, mostramos el amor de un hijo a una madre, y los pescadores, con infinito fervor, el agradecimiento eterno a quien tanto nos protege diariamente en la mar.
A Nuestra Señora, al Viejito y a San Telmo le pedimos hoy y siempre por nuestras almas, la de nuestras familias y la de todos los seres queridos, porque confiamos en ellos, porque los tenemos siempre presentes en nuestras vidas y porque creemos, con fe y devoción, que nunca nos dejarán de cuidar y de guiar por el mejor camino en nuestras vidas.
Quiero agradecer a todos y cada uno de los marinos de nuestra ciudad y a todas las personas aquí presentes su asistencia, su compromiso con la Fé y nuestras tradiciones, deseando que en estas Fiestas de Julio aunemos devoción, recuperación de nuestras tradiciones y ocio.
Recordemos siempre que, sobre todo, es a la Virgen del Carmen, Patrona de la mar, protectora de los marinos, Estrella de los Mares; a San Telmo, su fiel acompañante protector también de los marineros y al Viejito, aquel que solo con su mirada nos transmite sentimientos,  a quienes le rendimos culto. 
Por Ellos estamos aquí, por Ellos nuestras Fiestas de Julio son lo que son y por eso y muchas cosas más, sentimiento, fe, devoción y admiración, les veneramos y adoramos.
Cada mañana de nuestras vidas nos encomendamos a ellos y, en estas fechas, con más ganas e ilusión si cabe.  Y es por eso que, a todos los aquí presente, les pido que griten conmigo muy fuerte…
¡¡¡ VIVA EL GRAN PODER DE DIOS!!!
¡¡¡ VIVA LA VÍRGEN DEL CÁRMEN!!!
¡¡¡ VIVA SAN TELMO!!!
¡¡¡ VIVA EL PUERTO DE LA CRUZ!!!
¡¡Muchas gracias a todos, de corazón!!
Felices Fiestas de Julio…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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