Pregón
correspondiente a las fiestas mayores del Puerto de la Cruz 2015.
Que leyó
don CARLOS SALVADOR CARRILLO GONZÁLEZ, Patrón Mayor de la Cofradía de
Pescadores Gran Poder el día 1 de julio del 2015: “…SR. ALCALDE, SR. CONCEJAL DE FIESTAS, HERMANOS
MAYORES DE LAS HERMANDADES DE NUESTRO
PADRE EL SEÑOR DEL GRAN PODER DE DIOS, NUESTRA MADRE LA VIRGEN DEL
CARMEN Y SAN TELMO, AUTORIDADES, REPRESENTACIONES, SEÑORAS Y SEÑORES:
Quien aquí humildemente les habla nació en el barrio marinero de
La Ranilla de nuestro Puerto de la
Cruz, en el seno de una familia toda ella marinera. Mi
primera experiencia con el mar fue a muy temprana edad. Pedí a mis primos, Pipo
y Manuel “el Negrito”, si me llevaban a pescar con ellos, y accedieron.
Al día siguiente me levante muy temprano y fui con mi padre al muelle, allí me esperaban
y me pusieron a escachar erizos, carnada utilizada para ponerlos en las nasas.
Salimos a la mar. La experiencia ese día, para mí, un “niño pequeño”, fue muy gratificante
aunque no para ellos, ya que vieron peligrar sus vidas. Vimos una boya flotando
y fuimos a por ella, la cogimos, con tan mala suerte de que la liña se enredó
en la hélice del barco parando de inmediato el motor.
Enredado en la liña venía un pez de gran tamaño, creímos que una
maroma. Ese gran pez, con su fuerza, nos fue llevando directamente derechos a
la costa, con el peligro que eso conllevaba, ya que al mismo tiempo gran
cantidad de agua nos iba entrando por la popa. No teníamos ni un chuchillo, ni
nada con el que soltar la liña, hasta que tuve la ocurrencia de coger dos piedras
que se encontraban en el leito de popa, ponerme a picar la liña y el gran pez
que nos arrastraba desapareció.
Para aquellos donde la sangre no se mezcle con sal, esta
experiencia habría hecho que huyera de todo lo que oliera a mar, pero en nosotros,
los que respiramos yodo, sal y brisa, los que nos dormimos escuchando de fondo
el arrastre de callados en la llegada de las olas, los que nos encomendamos a
la Patrona de los Mares a diario, estas experiencias son las que hacen que a
bordo de nuestros barcos miremos al horizonte y nos encontremos a nosotros
mismos conscientes de haber nacido para ser arrullados por el vaivén de las
olas.
Ya con 17 años, decidí
que mi oficio sería pescador. Recuerdo que se lo comente a mi padre y él, como
buen marino y mejor padre, me contestó que si eso era lo que quería, por ello
tendría que luchar. Así un día apareció con el oficial de marina, el cual creo
que se llamaba Don Francisco “El Purito”, y en ese mismo momento, en mi casa,
me arregló la libreta y pude embarcar en el barco de propiedad de mis padres.
Este barco servía de remolque a otro barco de su propiedad, con
nombre LA MARINA, que era el barco que lleva las redes. Le acompañaban dos
barcos más, que eran los que con una cruceta llevaba los petromases, luces que
llaman al pescado. Una vez fallecido mi padre me tocó enrolarme en la Marina como patrón.
La Marina se dedicaba a la pesca de cerco conocido como traíña.
Sardinas, chicharros, caballas y bogas eran los pescados que capturábamos.
Teníamos que llegar los primeros, para así vender el pescado antes que nadie y
el resto llevarlo a vender a Santa Cruz.
Al terminar el oscuro, cuando la luna brilla mucho y no nos
permite pescar, hacíamos cuentas por soldadas, que eran y siguen siendo como
sueldos que cobraban los pescadores. Fueron muchos años de sufrimiento, pero
siempre compensado por los beneficios obtenidos. Día y noche saliendo a faenar,
unos días con buena pesca y otros sin nada que llevarnos a la boca. La vida de
un pescador no era ni es nada fácil, hemos tenido que pasar mucho frío, viento,
lluvias que nos calaban hasta los huesos, en definitiva fuertes temporales.
Pero aquí seguimos en la lucha...
Mi devoción por El Gran Poder, La Santísima Virgen
del Carmen, San Telmo viene de muy pequeño. Recuerdo como todos los años, por
Julio, cuando ya se acercaban las fiestas en honor a nuestra patrona, mis
padres iban a Santa Cruz a comprarnos los zapatos y ropa nueva para lucirlos en
la fiesta. Recuerdo como varaban LA MARINA para pintarla, y así, en el embarque
de La Virgen, luciera bonita.
También recuerdo como me embarcaba todos los años en el barco de
mis padres, como la mar nos mojaba y nos ponía como una sopa. También me
acuerdo de los ventorillos, donde íbamos a comer piñas guisadas, pinchitos
morunos y como mi madre iba a comprar los turrones que tanto le gustaban.
Sin duda, en mi trayectoria como profesional de la mar, hay un
día que me hizo sentir que como pescador llegaba a cumplir un hondo deseo que
tenemos todos los que encomendamos a diario nuestra vida a la que manda en el
mar.
El entonces alcalde, Don Marcos Brito Gutiérrez, que en paz
descanse, me encomendó la dificilísima pero a su vez, ilusionante tarea, para que
La Virgen del Carmen, en su paseo anual por la costa norte de Tenerife, fuese
llevada por LA MARINA. Al mando de la falúa yo, Carlos Salvador, el hijo de
Candelaria y de Agustín, ¡¡¡qué compromiso más grande y que gran ilusión!!!
Me rodee de los mejores, porque la ocasión lo requería. Al timón,
el CHONGO, gran amigo y mejor persona, y a los mandos del motor, quien les
habla.
Recuerdo la emoción que sentí cuando vi aparecer La Virgen del Carmen al muelle.
Estaba reluciente. Lo más impresionante, verla bajar por los callados. En ese
momento, todos llorábamos dentro del barco viendo y sintiendo que llegaba la hora
de embarcarla. ¡Qué nervios, Dios mío!, viene Nuestra Madre a hombros de los
cargadores, los cuales tragaban agua y esta les llegaba hasta los ojos! ¡Venga!
¡Arriba! les grité y al final, al oír el “no pasa nada, la Virgen está embarcada”,
¡qué satisfacción!
Una vez a bordo, la falúa se dirigió a la segunda escalerita a
recoger a la Reina de las Fiestas y sus damas de honor y a las autoridades. Al
salir del muelle, vivir la suelta de palomas y… a pasear a la Señora por su finca marinera.
Del muelle a San Telmo, de San Telmo hasta Punta Brava con la
intención de llegar hasta la playa del Socorro, en Los Realejos, pero en esa
ocasión la mar no estaba para llegar hasta allí, porque al regreso podríamos
tener agua abajo y nos podía complicar la navegación.
Una vez que La
Virgen ya bendecía las aguas que nos dan de comer, con el
arrullo del barco meciendo sus cabellos por la brisa, y con todos los marinos a
bordo de sus barcos presumiendo de escoltar a su madre, tocaba regresar a
tierra y desembarcarla.
Los pescadores metidos en el agua depositan poco a poco a La Virgen en sus hombros. Por
fin, un año más, Ella volvía a visitar el barrio, su barrio, el rincón
portuense donde todas las casas tienen una imagen suya, el barrio donde, desde
hace décadas, viven sus protegidos, el barrio marinero de La Ranilla.
Allí, con orgullo y satisfacción personal y familiar, mi casa,
el primer lugar en la que la procesión para, y allí mi familia, familia de
pescadores, que la cubre de pétalos de rosa y la ilumina con fuegos
artificiales.
De todos los años que tuve el honor de embarcar a La Virgen recuerdo con gran
tristeza uno en particular, cuando tomé la decisión de no salir de la bocana
del muelle por mal tiempo, que mal recuerdo ese.
Qué tristeza, que desilusión, todo un año esperando a ese día y
el tiempo y la mar, que junto a Ella son los que mandan, no nos lo permitió. A
pesar de ello, pienso que tome la decisión más acertada, no solo por la
seguridad de nuestra Madre, La Virgen del Carmen, sino por la de las personas
que llevaba a bordo.
Con el paso de los años van llegando nuevas vivencias y nuevas
etapas, como cuando me proponen ser Vice - Patrón de La Cofradía de Pescadores
“Gran Poder de Dios” de mi ciudad. Desde ese momento, se metió en mí el gusanillo
de defender a los pescadores ante las administraciones.
Tras seis años ejerciendo el cargo me planteo presentarme a
Patrón Mayor de la Cofradía. Era un reto, un compromiso aún mayor y una mayor,
si cabe, responsabilidad. No me lo pensé ni un segundo, lo hice, presenté mi
candidatura y fui elegido por una amplia mayoría, sintiendo el apoyo de mis
compañeros de la mar, a los cuales agradecí y sigo agradeciendo la confianza
depositada en mí.
Una de mis ideas era mostrar a los escolares la profesión de
pescador y sus artes de pesca, algo que desde la Cofradía pusimos en marcha y,
por ello, cientos de niños de muchísimos colegios nos han visitado en todos
estos años para conocer de primera mano nuestro oficio.
Otras de nuestras iniciativas fue donar el pescado sobrante que
capturan nuestras embarcaciones al Hogar Santa Rita, lugar donde se le daría
muy buen uso teniendo en cuenta la labor humanitaria que allí se desempeña. Y
lo conseguimos con creces, ya que en todo este tiempo, toneladas de sardinas y caballas
han pasado por la cocina del Hogar y por la mesa de sus habitantes.
También, ayudar a nuestros pescadores con fondos para hacer
frente a los pagos de la Seguridad Social,
ayudas para la compra de libros para sus hijos o equipamiento para sus embarcaciones.
Pero la mayor gratificación de todos estos años de lucha, de
trabajo y de dedicación la pudimos vivir cuando, en octubre de 2009, nos fueron
entregadas las llaves de la nueva Cofradía de Pescadores, no sin antes haber
pasado por muchas vicisitudes, quebraderos de cabeza con deterioro de mi salud.
Pero al final, como cuando escuchamos el “no pasa nada, la
Virgen está embarcada”, gran satisfacción al entender y sentir, en primera
persona, que se estaba haciendo justicia gracias al apoyo de los pescadores que
siempre nos mantuvimos unidos y defendimos nuestros derechos, derechos que
teníamos adquiridos.
El 19 de noviembre de 2009 fueron inauguradas las nuevas
instalaciones de la Cofradía
de Pescadores, ubicadas en la famosa calle de Las Lonjas, un edificio antiguo
remodelado para los marinos por la Viceconsejería de Pesca del Gobierno de
Canarias con fondos de la Comunidad Económica Europea.
Unas instalaciones modernas con Lonja de Primera venta, pescadería,
oficinas, sala de exposiciones y reuniones, sala de juegos y, en la parte
superior, un restaurante donde, como no puede ser de otra forma, en su carta
predomina el pescado.
Pero si por algo estoy aquí, es por la veneración que sentimos
la gente de la mar por San Telmo y La Santísima Virgen del Carmen, esta última,
imagen de gran devoción popular no sólo en Puerto de La Cruz sino en el Valle de la Orotava y de forma
particular entre la gente de la mar de mi pueblo.
Curiosamente, el nacimiento de San Telmo coincide en el tiempo
con el nacimiento del culto a La
Virgen del Carmen. Pedro González Telmo, fue un sacerdote
palenciano que acabó su vida predicando en Galicia y Asturias, fundando
cofradías de pescadores y marineros por los que sentía especial simpatía. Se le
reconocen variados milagros y el papa Benedicto XIV confirmó su culto como
Santo canonizado en 1741.
Según la tradición, por la misma época que nacía San Telmo, en
el Monte Carmelo, en Tierra santa, la Virgen se le apareció a San Simón, a
quien entregó sus hábitos y el escapulario. Por habérsele manifestado en dicho
monte, dicho Santo procedió a nombrarla desde entonces como Virgen del Carmen.
La veneración a Nuestra
Señora del Carmen recibió reconocimiento Papal en 1587. Según la
tradición devota, la Virgen prometió liberar del purgatorio a todas las almas
que hubieran vestido su escapulario para conducirlos al cielo.
Un Culto extendido desde Tierra Santa a España. Y desde Canarias
a Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala,
México, Panamá, Perú, Puerto Rico y Venezuela.
Cuento esto porque se que muchos pueden
pensar que es una tradición relativamente joven en el tiempo, pero debemos
remontarnos hasta mediados del año 1700, que es cuando se inicia la tradición en
la que los marinos portuenses fueran los cargadores de la imagen en la
procesión que tiene lugar la
Octava del día oficial.
Y pese a que en 1921 el párroco de la Iglesia
Nuestra Señora de la Peña
de Francia de nuestra ciudad, Don Antolín Fernández, considerara que no era
adecuado que los marinos portuenses celebraran la fiesta de su patrona en la
villa vecina y se iniciara la tradición de la procesión marítimo terrestre que
todos conocemos, este hecho no significó la interrupción de la tradición
anterior.
Así pues, estamos hablando de una tradición
de alrededor de 260 años, donde siempre los marineros portuenses han estado al
lado de esa representación de la
Virgen del Carmen que a todos enamora.
Ojalá que este día tan sentido por los
marinos del Puerto no se pierda en el tiempo, ya que para nosotros, los
pescadores, simboliza el amor y devoción por la Virgen del Carmen que queremos
hacer llegar a todos el significado de éste día, como así lo hicieron nuestros
padres y abuelos con todos nosotros.
No puedo dejar de mencionar, con fervor y
devoción, a Nuestro Padre del Gran Poder de Dios, el Viejito, aquel que llegó a
nuestra ciudad por la mar y que, gracias a ella, a la mar, nunca más se fue de
aquí. Y es tan grande el fervor y tantas las gracias que le damos a la mar por
aquel hecho, que propuse a mis compañeros marinos nombrarlo Patrón Mayor
Honorario y Perpetuo de nuestra Cofradía, título que a día de hoy luce el
Señor.
Pensar y hablar de las Fiestas de Julio de
nuestra ciudad es venirnos a la cabeza la imagen del Gran Poder de Dios
procesionando por nuestra ciudad, ruedas de fuegos en las calles de la Ranilla,
caras de vecinos y amigo con esa mezcla de sentimientos, porque no solo
sonreímos al verlo pasar a nuestro lado sino que, al mismo tiempo, lloramos al
sentir su presencia y pensar en todos aquellos que ya no están con nosotros.
El Gran Poder de Dios, la Virgen del Carmen
y San Telmo son la esencia pura de nuestras Fiestas. Por ellos tres se celebran
y a Ellos les debemos, a día de hoy, el que sigamos uniendo fuerzas y corazones
para demostrar como sabemos disfrutar y divertirnos los portuenses, los
ranilleros, haciendo de anfitriones de los miles de turistas que quieren
compartir con nosotros y así, con nuestro buen trato, hacerles pasar unas
fiestas inolvidables y que en años venideros sientan la necesidad de volver a
vivirlas con nosotros.
Estas Fiestas, las del Carmen, las del Gran
Poder, las de San Telmo, hacen algo maravilloso entre los portuenses. Y es que
el que es ranillero, como yo, lo decimos con orgullo y satisfacción pero, el
que no lo es, en esas fechas quiere serlo como uno más de nosotros.
Las Fiestas unen, acercan y hacen que todos
queramos tener una ciudad vestida con las mejores galas para el disfrute de
vecinos y visitantes. Las Fiestas de Julio, en sí, hacen que, durante un mes,
todos seamos Ranilleros, unos de nacimiento y otros de adopción.
Se acerca el momento de rendir honor al Gran
Poder de Dios en ese día solemne donde las calles se iluminan solas con su
presencia. Y se acerca, también, ese momento mágico de rendir tributo y cuentas
a nuestra ESTRELLA DE LOS MARES, un día en el que alborozamos y vitoreamos con
nuestro rudo lenguaje a nuestra patrona.
Unos días en que nada es igual y todo es
diferente. Días donde expresamos nuestro amor a unas imágenes, aquellas a las
que tenemos diariamente en nuestras iglesias, la Peña de Francia o la Ermita de
San Telmo, y con gran alegría, mostramos públicamente al mundo como las
veneramos, queremos y respetamos.
Y un día especial para los marinos, para los
pescadores de hoy y de ayer, el martes de la embarcación, en el que los hijos,
con orgullo, mostramos el amor de un hijo a una madre, y los pescadores, con
infinito fervor, el agradecimiento eterno a quien tanto nos protege diariamente
en la mar.
A Nuestra Señora, al Viejito y a San Telmo
le pedimos hoy y siempre por nuestras almas, la de nuestras familias y la de
todos los seres queridos, porque confiamos en ellos, porque los tenemos siempre
presentes en nuestras vidas y porque creemos, con fe y devoción, que nunca nos
dejarán de cuidar y de guiar por el mejor camino en nuestras vidas.
Quiero agradecer a todos y cada uno de los marinos de nuestra
ciudad y a todas las personas aquí presentes su asistencia, su compromiso con la Fé y nuestras tradiciones, deseando
que en estas Fiestas de Julio aunemos devoción, recuperación de nuestras tradiciones
y ocio.
Recordemos siempre que, sobre todo, es a la Virgen del Carmen, Patrona
de la mar, protectora de los marinos, Estrella de los Mares; a San Telmo, su
fiel acompañante protector también de los marineros y al Viejito, aquel que
solo con su mirada nos transmite sentimientos,
a quienes le rendimos culto.
Por Ellos estamos aquí, por Ellos nuestras Fiestas de Julio son
lo que son y por eso y muchas cosas más, sentimiento, fe, devoción y admiración,
les veneramos y adoramos.
Cada mañana de nuestras vidas nos encomendamos a ellos y, en
estas fechas, con más ganas e ilusión si cabe. Y es por eso que, a todos los aquí presente,
les pido que griten conmigo muy fuerte…
¡¡¡ VIVA EL GRAN PODER DE DIOS!!!
¡¡¡ VIVA LA VÍRGEN DEL
CÁRMEN!!!
¡¡¡ VIVA SAN TELMO!!!
¡¡¡ VIVA EL PUERTO DE LA CRUZ!!!
¡¡Muchas gracias a todos, de corazón!!
Felices Fiestas de Julio…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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