Fotografía
correspondiente al desfile de carrozas decorativas del lunes de las fiestas
Mayores del Puerto de la Cruz, a su paso por las calles de San Juan y Marina.
Tomada
en los cincuenta del siglo XX. Observamos aún la célebre balconada de la Casa
Sindical que en principio perteneció a la familia de Franchi.
El amigo
del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS. Remitió entonces (2015) estas
notas que tituló “UNA FIESTA PARA LA VISTA”: “…El pintor francés Eugéne
Delacroix dejó escrito que “el primer mérito de un cuadro es ser una fiesta
para la vista”. Bueno, no hay cuadros propiamente dichos en la Exposición de
carteles, programas y fotografías titulada “Las Fiestas de Julio, historias y
tradiciones”, inaugurada días pasados en la Casa de la Juventud del Puerto de
la Cruz, pero la colección que se exhibe es, en efecto, una fiesta. Una fiesta
primorosa que obligó al historiador Eduardo Zalba, presentador para la ocasión,
a discrepar de quienes consideraron que faltaba rigor en la selección y
distribución de los materiales escogidos.
La fiesta es evocación, sustancialmente
recuerdo. Y eso es lo que suscita la exposición. Las locales Fiestas de Julio suben
la autoestima e invitan a ponderar sus
propias cosas. Tampoco es que los portuenses hagan alardes pero, al menos, se
identifican con sus valores para cultivar su idiosincrasia. La fiesta, además,
es una obligada concesión a un tiempo pasado: lo sencillo es identificar a una
reina en una foto o un espacio físico o una localización que el tiempo
transformó y entonces se intenta contextualizar. Es allí donde aparece el
refugio del pretérito, donde hubo un amigo, una amiga, un episodio, una
anécdota, un accidente, una frustración, una alegría, una actuación, un
personaje… (“La fiesta es mi vida”, llegó a afirmar, en cierta ocasión, el
operario municipal Ramón Castilla Yanes, el sin par Pepín, que hizo de todo en
los preparativos. Esa, en efecto, era la motivación principal de su trabajo,
principalmente en las carnestolendas y en los mismos festejos del veraniego
julio).
No hay cuadros pero sí carteles con los que
se puede contrastar, por cierto, la evolución de su confección, de los estilos
y de las técnicas empleadas por sus autores. Han rescatado y colocado en
vitrinas los programas anunciadores a los que el historiador Zalba se refirió
en una de sus reivindicaciones de la noche: en ediciones modestas pero dignas,
insertaban escritos inéditos, a veces poesías, textos o reproducciones, que, en
todo caso cualificaban el contenido, desde hace años sensiblemente reducido
porque primaba el peso de lo gráfico o la exigencia publicitaria. Y junto a los
carteles, cuadros y series de fotos en donde se aprecia la creatividad que
salía a relucir en estas fechas o la importancia que se concedía a las carreras
de sortijas o a la ‘batalla’ de confeti y serpentinas.
Las técnicas del área de Juventud del
Ayuntamiento, Lilia Martín, Teresa Quintana y Ana Aragonés, hicieron un
excelente trabajo de búsqueda, rescate y expurgo, de modo que la exposición
refrescara algunos sentimientos que se han ido perdiendo o tergiversando, como
apuntó Zalba a propósito del desvirtuamiento del fervor y del hecho religioso.
Es una colección para evocar, para airear la historia efímera de una
celebración que ha tenido épocas de esplendor y también de vacas flacas.
Por complementar, hasta han recopilado los
pregones, colocados en manejables carpetas junto a un ventanal, en un rincón de
lectura, aptos para ser descubiertos, devorados o repasados y así seguir
evocando la nobleza y las cualidades de lo lúdico, de un cuadro portuense, en
su conjunto, que se convierte, claro que sí, en una fiesta para la vista…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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