La panorámica
de la fotografía. Se trata mediado de la década de los años cincuenta del siglo
XX, cuando La Avenida de José Antonio (actualmente Avenida Canarias) de La
Villa de La Orotava se comenzó a construir, pero aun en la foto quedan
elementos que fueron vivencias de aquellos años, en primer lugar el antiguo Bar
Restaurante “La Academia”, su puerta de entrada, su rotulo y su techo de
rejuela cubierto de parras de uvas que sombreaban la terraza interior. Las dos
araucarias, en la actualidad sobrevive una, la de la izquierda, la Mansión de
la familia Cruz – González (construida por don Antonio Hernández “De Las
Tapias”, donde estuvo el despacho del médico Lillo, actualmente propiedad de
los herederos de Benjamín Cruz Calzadilla (hijo de doña Antonia Calzadilla
García la Vieja de Santa Úrsula). Al fondo el Colegio de la Milagrosa de las
Hermanas de la Caridad, a la derecha hacía arriba la casa de maestro Domingo
Quijada “El Rubio” donde estaba la vivienda y zapatería de mi abuelo Bruno
Abréu Rodríguez (Le recuerdo a los amigos ediles y gobernantes de mi pueblo,
que muchos de los del lugar y de otros lugares, querían que ese callejón se
llamase “El Callejón de Bruno”, pero la asociación de vecinos Huerta del Moral
de los Cuartos con todo el respeto lo denominó, “Hijas de San Vicente Paul, los
que admiraban a mi abuelo se manifiestan que son muchas calles para esa
congregación). Tanto es así que cuando mi familia vivía en la calle El Calvario
número 34, mi madre María desde la azotea nos veía entrar y salir del Colegio
de La Milagrosa, e incluso veía a la tía Consuelo mi segunda madre en la azotea
de la casa de Don Domingo Quijada. En la foto también se conserva aún la parada
de camiones al lado de la Araucaria, donde ponían el Circo Toti y los cochitos
en las fiestas mayores de La Orotava, una vez pusieron una exhibición circular,
en cuyo cilindro daba vuelta un motorista con su moto. Frente a la parada de
los camiones estaba el taller de Maestro Agrícola Árbelo, al lado el garaje del
taxista Silvestre González, un poco más allá el taller de los hermanos Oramas
que alquilaban bicicletas y arreglaban pesas. Se conserva la parada de las
taxis piratas a la izquierda. A la derecha recién construido e inaugurado el
edificio donde se instaló el Bar Restaurante Tapias, tejidos de don Manuel
Árbelo y en la esquina Comestibles José Hernández. Y por último se estaba
construyendo el edificio que iba a ser sede de una Pensión – Bar – Restaurante
“La Academia”, donde se celebraban los bailes de fin de año y carnaval.
La Avenida fue
el nombre que se le dio simbólicamente a la ampliación del emblemático y
estrecho callejón que conducía la calle El Calvario con la Sidrona en la Villa
de La Orotava. Esta ampliación contó con dos tramos muy diferenciados que
evolucionaron en dos décadas la vida mercantil y comercial. El primero tuvo su
denominación en el momento de la inauguración en el año 1955 del político
español José Antonio (sustituido últimamente por Avenida Canarias). El segundo
lleva el nombre del sevillano doctor afincado en la villa Emilio Luque Moreno.
Don José Martín
Travieso, ex - vecino del lugar, desde Santa Cruz, me comunicó que el talar
árboles no es progreso sino retroceso, se refiere a la mutilación que sufrieron
entonces los famosos Plátano del Líbano que ensombrecían las paradas existentes
al principio de la calle “El Calvario” a su paso por el antiguo callejón de los
Cuartos, hoy avenida José Antonio. Además lamenta la desaparición de la primera
pila situada en el centro de la plaza de Franchi Alfaro de autentica belleza
arquitectónica canaria.
Hablar de
lugares, e instituciones de antaño, es evidente, tiempos pasados fueron
más familiares en todos los sentidos, las familias se comunicaban desde los
patios desde las azoteas y desde las ventanas de sus casas. Además nunca
faltaba la comida porque el comer en casa del vecino era innegable. Este
iconográfico rincón villero, original callejón conocido, por Avenida Canarias
(anterior Avenida José Antonio) - doctor Luque Moreno. Tenía su estirpe, en el
naciente del mencionado recoveco, por donde se pasaba a la hacienda de la
Sidrona. Después de hacerse la carretera del Pinito, carretera conocida por
“Las Cañadas”. Este acogedor camino se convirtió en él más corto entre la
nueva carretera y la calle El Calvario. Allí destacaron los viejos
merenderos; “Martin Travieso” y “La Academia”.
La parada de
taxis, se colocó en la primera expansión por la izquierda del naciente del
citado callejón. Taxistas, que fueron bautizados con los seudónimos “Piratas”.
Hacían servicios diversos de transporte de viajeros, destacando su traslado a
la capital tinerfeña. Cabe recordar a don Silvestre Suarez González, taxista
indulgente, sencillo, y humilde, que usaba boina, como los cabreros. Hijo de
doña Jovita "la Panadera", mujer de mucho carácter, con don de
mando, que tenía su negocio al lado del teatro cine Atlante. El matarife, le
decían algunos que le conocían bien, como maestro Agrícola el mecánico, Ramallo
el guardia civil o sus cuñados Santiago y Benjamín, ya que si existía un manjar
en este mundo que reluciera su paladar ese era el cabrito.
En el naciente
del callejón habían unas Casitas que desaparecieron: casa de don Alberto “el
Alemán”, casado con la viuda doña Luz, su hija Angelita Lugo casó con don
Manuel Rascón promotor de las construcciones en la nueva Avenida.
Todo empezó al
principio de los años cincuenta, se proyectó transformar el camino en amplia
vía que sirviera de eje para la expansión urbana. Se fueron demoliendo pequeñas
edificaciones y comenzó la edificación de los inmuebles que actualmente la
configuran. Hecho el primer tramo, en el segundo se instalaron viviendas
unipersonales tipo chalet, cuyo propietario conocidos y ya desaparecidos cito a
continuación: don Miguel Acosta, don Emilio Luque Moreno, don Gil Méndez
Bencomo y don Ignacio Zarate, aunque al final del camino se habían construido
por los años treinta, la mansión de la familia Suarez, y el colegio de la
Milagrosa. Por la década de los setenta y ochenta se construyen edificios de
locuras de hasta ocho y más plantas, cambiándose la zona que se proyectó en
principio como residencial, a una zona comercial - administrativa totalmente
cerrada.
Taberna La
Academia, fue fundada por Lorenzo Hernández García y Toribio Quintero Santos y
hermanos, para vender vino en las fiestas. En ella cantaba el recordado don
Eustaquio Regalado Cairós (1894 - 1956), personaje popular de la villa conocido
por “El cojo Regalado”. Solo falta colocar el busto o cualquier monolito sea de
piedra o bronce a este ilustre personaje que dio vida a la caricatura
lírica “Las cosas del pueblo”. La Academia tubo una segunda fase en la Nueva
Avenida con bar – restaurante – hostal y sala de baile donde se celebró
el domingo 16 de diciembre de 1956, el homenaje al pianista don Antonio Sosa
Hernández. En el salón cantó la soprano tinerfeña Libertad Álvarez acompañada
al piano por el maestro Iceta. Luego, con el acompañamiento de Almadi, la
cantante interpretó dos composiciones del mencionado y desaparecido periodista
Tinerfeño - orotavense; “Elegía a una flor” y “Canción de sueño”.
Los cochitos y
ventorrillos de las fiestas patronales, el Circo Toty, y el teatro de María
Teresa Pozón, fueron huéspedes pintorescos que se instalaron en la sombra de la
histórica Araucaria existente hasta la fecha en La Avenida, lugar hoy habitado
por una gasolinera, recientemente sustituida por un edificio.
El amigo de la infancia de la Villa de
la Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN (ESPECTADOR), remitió entonces (14/03/2013)
estas notas: De mis diarios. 24 diciembre 1958. En ese
mes terminan el primer tramo de la Avenida José Antonio, desde la calle
Calvario a carretera La Sidrona, La Orotava.
Nota del autor: en La Sidrona terminaba prácticamente
el casco urbano de la Villa. Este tramo se quiso adornar—copiando de la capital
Santa Cruz y de la célebre película de Manolo Morán rodada en Madrid por
aquellos años: ‘Manolo, guardia urbano’--con una tarima cilíndrica para
un guardia urbano fijo en el encuentro de esta avenida con la calle del
Calvario. Pero una guagua de las grandes, que venía de la avenida para torcer
hacia la izquierda y coger calle del Calvario hacia arriba, se llevó por
delante con una de sus ruedas el puesto de madera y base circular donde se
subía el guardia, y ¡casi se lleva al guardia también! Allí se quitó de
inmediato la tarima y se puso una luz indicadora, pero no era un autentico
semáforo de verde, ámbar y rojo.
El estreno de este tramo de la Avenida coincidió con
el mucho más espléndido de la avenida de Colón, ensanche urbano turístico hacia
Martiánez, en el Puerto de la Cruz. Algunos vecinos orotavenses sentían celos
por el que había sido su pequeño Puerto de Orotava en siglos anteriores.
Incluso los puntos de alumbrado exterior de la avenida de la Villa eran unos
antiestéticos postes con luz de neón en tubulares, que afeaban quizá el
conjunto; mientras que en la avenida de Colón eran bellas farolas. El pequeño
puerto de pescadores, ya imparable, se estaba convirtiendo en ciudad turística.
Y autopropulsora, sin dependencias…
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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