martes, 11 de julio de 2017

FE Y AMOR DE LOS MARINOS PORTUENSES A LA VIRGEN DEL CARMEN



El amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ remitió entonces (2014) estas notas que tituló; “FE Y AMOR DE LOS MARINOS PORTUENSES A LA VIRGEN DEL CARMEN”: “…Esta historia que en el tiempo sucedió en las Fiestas Mayores del Puerto de la Cruz, en consecuencia anecdótica con tres pescadores portuenses  fallecidos: Agustín de León “El Santito” y dos de sus hermanos, “el Mófora” y “el Culata”.
Aquel lunes de las fiestas de julio que, como el día anterior, se celebraba en honor del gran poder de Dios, en su recta final, se quedó de lo más bonito y tranquilo. El mar que, hasta ese momento del día, había estado algo alborotado, aparecía “como un plato” y de un azul limpio y transparente, como el mismo cielo. La mano del Señor del Gran Poder de Dios, sin duda alguna, lo había apaciguado y embellecido, para que, al día siguiente, la Santísima Virgen del Carmen, patrona de los pescadores portuenses, hiciera su paseo marítimo y, también, terrestre a hombros de los marinos y a bordo de la falúa San Ramón, propiedad de Cecilio Martín Álvarez, el cual la ofrecía, como todos los años, a la Santísima Virgen del Carmen con todo el amor y fe del mundo. El sol, en su ocaso, reflejaba su luz rojiza a lo largo y ancho del mar océano. La inmensidad de personas que habían venido a las fiestas del Puerto de la Cruz, se paseaban felices y contentas a lo largo del Paseo de Martiánez contemplando, extasiadas, la linda puesta de sol. En el muelle pesquero,  y aledaños, una multitud impresionante de personas que por la misma causa vinieron al Puerto, sentían la misma sensación al ver el sol, en el horizonte, en toda su magnificencia. ¡Aquella tarde era verdaderamente encantadora!
Agustín de León “El Santito” (pescador portuense) que permaneció todo el día observando el oleaje del mar se alegró, por fin, al verlo “echado”. Sintió alegría puesto que, en toda la semana anterior, no había podido salir a pescar debido a que el mar en el estado que se encontraba “picado” no se lo permitía. Nuestro pescador con la bonanza, inesperada, de la mar auguraba que los días siguientes serían propicios para la pesca.
Y... sin pensarlo más “el Santito” decidió encaminarse a su casa a recoger los bártulos y después pondría el barco en condiciones para, al amanecer del día siguiente, hacerse a la mar en busca de viejas y cabrillas a parte, también, algún mero o abadejo que entre en  la “pandorga”. Su casa estaba, y esta, puesto que aún no ha desaparecido, ubicada en el barrio portuense de La Ranilla, muy cerca de la placeta. Sólo tenía que caminar, para llegar a su domicilio, unos trescientos metros en línea recta a lo largo de la calle Mequínez. O sea, que el llegar a su casa le llevaría unos diez minutos aproximadamente.
Caminaba tan entusiasmado y embebido en su pensamiento que ni siquiera contestaba a los saludos que vecinos y familiares, le daban al cruzárseles en el camino. Llegado a su hogar, cogió los enseres de la pesca, e inmediatamente emprendió el regreso al muelle. A su paso los compañeros de oficio al verlo cargado, camino del muelle, y en día de fiesta le interrogaban diciéndole: ¡Caramba, “Santito”! ¿A dónde vas con los “chismes” de la pesca? Mas él continuaba caminando impávido y, sin inmutarse. Al llegar al muelle se puso a ordenar la barca para hacerse a la mar a la mañana siguiente muy temprano. En esta labor se encontraba cuando, he aquí que, dos de sus hermanos, “el Mófora” y “el Culata”, llegaron al muelle acompañado de una sobrinita de corta edad. Al verlo, a lo lejos, trajinando en el barco, se dijeron, al unísono, con extrañeza: -¡Pero...bueno! ¿Qué hace ése? No más decir estas frases se dirigieron hacia donde estaba su entusiasmado hermano con intención de increparle. Y así fue como llegados junto a él le dijeron: -¡Pero hombre! ¿Qué estás haciendo? ¿Es que no sabes el día que se celebra mañana? Mas “el Santito” que seguía con la misma idea les contestó: ¡Están ciegos! ¿Es que no ven como está la “mar” de “echada”? Mañana sin falta, me voy a pescar. -¡Muchacho, pero si mañana es el embarque de la Virgen del Carmen!
El nombre de la Santísima Virgen del Carmen pronunciado por sus hermanos fue el antídoto que deshizo el hechizo en que se encontraba sumido nuestro pescador “el Santito”. Su divino nombre hizo posible que volviera en sí y exclamara: ¡Dios mío en que estaba pensando yo! ¡Pero si mañana es día de nuestra Madre y Patrona la Virgen del Carmen! e inmediatamente le resbalaban al  pescador, arrepentido por su torpeza y olvido, las lágrimas por las mejillas.
Su sobrinita, que había bajado a la playa con sus tíos, al  verlo en el estado que se encontraba le dice: Tío ¿quieres que vaya a casa y traiga las banderitas y demás adornos para enramar la barca? Él, secándose las lágrimas le responde: Si, vete rápido y tráelas que la vamos a dejar muy bonita, mañana acompañaremos a nuestra madre la Virgen  Santísima del Carmen en todo su recorrido marítimo y terrestre. Y, así fue que se vio al marino portuense con su familia, y barca engalanada, en la procesión marítima, junto a la falúa San Ramón, rogando a la Virgen del Carmen por los suyos y por abundante pesca.
El “Santito” y sus hermanos no pudieron salir a pescar al día siguiente del embarque de La Virgen del Carmen por obvios motivos derivados del día grande de las fiestas. Pero...si lo hicieron dos días después. La pesca fue de maravilla, tan bonita y abundante que la barca venía medio hundida por el peso. Llegados a tierra dejó la barca en la playa al cuidado de sus hermanos y se dirigió a la Iglesia de la Peña de Francia, a ver a la Virgen del Carmen para darle las gracias por tan estupenda pesca. Y, así lo hizo: Junto a su altar, de hinojos, cabizbajo y meditabundo. Al levantar la cabeza y mirar a la Virgen vio claramente, que su rostro estaba radiante y de su boca afloraba una ligera sonrisa que invadió de gozo el alma y el corazón de nuestro marino, Agustín de León, “el Santito”…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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