El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces
(2016) estas notas que tituló; “DULCE
CENTENARIO”: “…Cumple cien años Casa Egon, en La Orotava, un
establecimiento señero, singular, en puridad denominado Confitería y Café Taoro, localizado
en la calle León, con su sempiterno aire clasicista, tradicional o familiar, no
importan las reformas y las adaptaciones modernistas interiores pues la
atención personal y familiar, el servicio diligente, son de toda la vida.
Un dulce centenario allí donde las celebraciones de
cumpleaños, las meriendas tan sabrosas, los almuerzos como si fuera en casa,
las primeras citas de enamorados, los encargos en cualquier día y en cualquier
hora, el aroma siempre edulcorado… hasta la cinta para envolver la bandeja para
llevar y con la que siempre quedar bien.
“En la confitería todo sigue igual. Incluso en el
mostrador principal colocamos los dulces en el mismo sitio”, dice el primer
responsable, Ángel Rocío, quien ha visto pasar los años entre tambores,
milhojas, tocinos del cielo, almendrados, roscones y bolitas de coco. Ángel es
sobrino del fundador, el suizo Egon Alfred Wende Bard, a quien sorprendió la
Primera Guerra Mundial cuando se dirigía a Tenerife. Aquí se quedó, en la Villa
de La Orotava, donde instaló su obrador, donde comenzó a hacer de la pastelería
una obra artesana esmerada. Y que ha perdurado, siempre apreciada por la gente,
sin distingos sociales.
Ángel, con sus
hermanos y parientes, con sus empleados, conoce de memoria (sin exageración) a
sus clientes y hasta los pedidos o gustos de los mismos. Sabe quién es del
Puerto y quién de Santa Cruz, toma nota de los encargos, abre las compuertas
del obrador y explica a algún visitante los productos que exhibe en el aparador
blanco también distintivo del establecimiento. Lo hace todo con cierto aire
mecánico pero sin incurrir en la rutina: es consciente de la importancia del
trato en un negocio familiar de este tipo. No alardea pero señala que “tenemos
la mejor clientela de todo el norte”.
Cien años de Casa Egon. Lo han conmemorado con una milhojas gigante, de
dieciocho metros y diez centímetros de largo, con la anchura equivalente a
cinco milhojas convencionales. Dio para unas mil trescientas raciones. Se ha
conocido la fórmula: cuarenta kilos de mermelada de albaricoque, treinta kilos
de yema de huevo, otros tantos de hojaldre y unos veinticinco kilos de fondant de azúcar. Ángel Rocío y
los suyos se plantearon la celebración con fines benéficos y ahí han quedado
unos fondos para la Cruz Roja local.
Es un dulce centenario, aunque parezca una obviedad
aplastante. Es un siglo de esfuerzo, de amor por la obra bien hecha, de
tradición artesanal y de calidad primorosa. Ya era una referencia en la
gastronomía y la repostería de la isla: ahora, con cien años cumplidos, es algo
más…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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