martes, 11 de julio de 2017

PREGÓN DE LAS FIESTAS 2012 DEL PUERTO DE LA CRUZ



El amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN “ESPECTADOR”. Remitió entonces 05/07/2012, estas notas que tituló; “PREGÓN DE LAS FIESTAS 2012 DEL  PUERTO DE LA CRUZ”: “…Lectura que realizó el grupo “LA PANDILLA” en la portuense Sala de Timanfaya. Pregón que ensayaron y coordinaron en la casa de Manolito Yánez y que se celebró, la noche del martes 3 de julio, un sorprendente, extraordinario Pregón de las Fiestas Mayores del Puerto de la Cruz. Fue como el huevo de Colón. ¿Por qué mantener el Pregón en una sola persona o personaje? El grupo La Pandilla, un grupo de amigos que se dedican a actividades diversas de la Cultura, se inventaron un Pregón en grupo y el resultado fue, tal como le dije al final a  la esposa de un ex concejal que estaba presente: “difícilmente superable”.  No me gusta hacer colas, pero, por despistes ya  seniles, me puse por fuera de la Sala Timanfaya una hora antes de que empezara el espectáculo. Había entre los ‘colistas’ gente de bien: arquitectos, empresarios, amigos del ecologismo, ex futbolistas de calidad… Hablamos de todo un poco, mientras la gente iba aglomerándose por fuera de las escalinatas y rampas que el arquitecto Isabelino proyectó en tiempos en que había trabajo arquitectónico para todos…
En fin, que me adentré algo atropelladamente en la Sala, mientras el portero improvisado iba contando cada persona, hasta los dos centenares que tiene de aforo el  Timanfaya, inaugurado para cine en la Navidad de 1980. 
El grupo La Pandilla empezó su actuación. Un notable para Julio,  arquitecto municipal, que tiene tablas y sabe proyectar, diseñar, dibujar  su propia imagen, varios minutos en solitario, de pie sobre las tablas y sentado en un banco de listones típico. Tomé apuntes, pero no recuerdo el orden de salida a escena. Diré que Nemesio se puso serio, él que siempre está tan de buen humor, para leer unas notas que resultaron de alguna recóndita crítica a un Puerto pasado, presente y el que queremos para el futuro. También actuó Miguel Ángel, hermano de Nievitas, desgraciadamente  fallecida aún joven que hizo tanto por el Puerto con su vocación cultural. Dijo Miguel Ángel que una vez había venido en viaje de ida y vuelta, y después de cargar a la Virgen del Carmen el martes de la Embarcación, se fue a la mañana siguiente  para Barcelona donde estaba trabajando temporalmente.
Antes actuó Milagros, que era una niña en 1954, y detalló, con los recuerdos notables de su infancia, las vísperas de las Fiestas, cuando estrenaban aquellos trajes limpios, bien medidos y pulcros, pero que le producían  escozor, y cuya madre le ordenaba no ponerse al sol, para  que no estuviera  demasiado morena en las Fiestas. 
Me  entero, por el amigo Manolo Yanes Fuentes, que los ensayos los hicieron  en su residencia familiar de la calle del Dr. Barajas, cerca del paraje conocido por El  Santísimo, bajo la montaña de La Horca, ¡qué inquietante  coincidencia, horca y santísimo! Resulta que Las Cumbres del Puerto, como no tiene monte, es  la zona limítrofe con Orotava y Realejos, barrio ‘ascensorista’ de La Vera, cuyo equipo de fútbol estuvo muy cerca de ser rival de los Birrias del Tete la próxima temporada.
Un notable también para la pareja,  excelentemente  seleccionada, de una zagala peninsular y un pibe argentino, respectivamente  masajista y profesora, y veterinario. Se aturrullaron en algún enlace de su diálogo; es que hablan castellano con ‘dejes’ muy diferentes.
Y el que se lleva matrícula de honor,  cum laude, es el amigo Toño Castro (hijo de alcalde, y que casi lo pudo ser). Antoñito Castro se comió el escenario, se paseó por él como si fuera su lugar de trabajo, y es que yo creo que confundió la profesión, por muy bien que ejerza su trabajo laboral, es que lo del teatro se le da de maravilla. Más aún por los temas que sacó del baúl de los recuerdos: las ruletas trucadas (le faltó decir que la tacha --clavo en peninsular -- del premio gordo, la ponía el ruletero cambada para que la marca de la cejilla de la rueda de la fortuna no se parase nunca en esa tacha). Y las escopetas de balines con el punto de mira desviado en el tiro al blanco. Las norias de cuatro canjilones, que un servidor una vez en otras Fiestas,  las de la Victoria de Acentejo, con mis amigos Chago y Quique, no por mi peso pero sí por el suyo, casi le rompemos el engranaje al intentar subir medio en copas.
 Oh,  la Batalla de Flores, donde yo quinceañero, percibí por primera vez en mi pubertad que las chicas del Puerto  se reían conmigo espontáneamente; quizá por ello me quedé y me casé luego aquí.
Ah, la Carrera de Sortijas, cuya parodia en el escenario del Timanfaya fue más que parodia pura realidad, rodeando la Plaza por la izquierda, por sus cuatro esquinas (muchas tertulias de gente de izquierdas, cerca de la ñamera de mi querida plaza, se desarrollaban allí, incluso en tiempos del Generalísimo).  El sketch de la sortija  fue muy aplaudido, cuando Mara  se puso a llorar decepcionada porque no había podido agarrar una cinta con la sortija. Jajaja. Maravillosa Mara, que antes de empezar el espectáculo apareció con un brazo en cabestrillo, que todavía no sé si fue pantomima o un golpe real de accidente con rotura de  húmero, cúbito o  radio (ejemmm).
Un recuerdo final para Esperanza,  una alma mater de las fiestas hasta su fallecimiento en 2004. Con el recuerdo de Esperanza, el guionista, arreglista, coordinador, un cerebro llamado Manolo Castañeda, dijo unas palabras finales primorosas. A Castañeda es a quien  hay que darle un veinte sobre diez, si nos ponemos a calificar lo incalificable por insuperable. 
El número de baile de apoteosis final, con chicos y chicas, abuelas, madres e hijas, todas guapas, todas jóvenes de espíritu,  puso a una noche, pregonera en grupo, el colofón inolvidable, con los ¡vivas! muy bien entonados y acompasados del cantante invitado.
Nota.- La imagen del Cristo del Gran Poder iba destinada a un pueblo de La Palma, pero por error se desembarcó aquí. La mar mala, el marullo, impidió siempre que la imagen tan venerada fuera reembarcada a destino palmero. Milagro.
Y una última observación: dice el refrán que “lo bueno si breve dos veces bueno”; el espectáculo  duro casi exactamente una hora, muy bien de duración, ni corto ni largo.
Epílogo personal: Nadie se dio cuenta, pero yo estuve todo el tiempo con un pañuelo en la mano, tomando nota para estas mal pergeñadas líneas que acabo de plasmar en el papel digital. Fue una noche de felices recuerdos, en que el pañuelo me sirvió, disimuladamente, para enjugar un bosquejo de lágrima que repetidas veces acudió  a mi lagrimal. Gracias a La Pandilla, al coordinador guionista, al pueblo portuense en general, por darme un rato de felicidad…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

No hay comentarios:

Publicar un comentario