La Villa de La Orotava atesora una miscelánea de calles en
las que, venturosamente todavía hoy, puede contemplarse toda una serie de
bellas edificaciones que en planta, alzado, distribución de las dependencias,
elementos constructivos y de ornamentación, son de las más representativas
dentro de las formas arquitectónicas tradicionales de nuestro Archipiélago. La
mayor parte de estas construcciones datan de los siglos XVII y XVIII. El alzado
de las casas - una, dos o tres plantas - indudablemente ha
obedecido aquí a razones de tipo sociológico: clase artesanal o de servicios,
clase media y clase alta, respectivamente. Las empinadas calles villeras someten
los volúmenes a un armónico escalonamiento. La horizontal, a nivel, de los
vanos - puertas - ventanas, balcones - avanza al encuentro convergente de las
aceras que ascienden, en tanto que su distribución en los paramentos sorprende
con una cierta asimetría de su ubicación no exenta de capricho manierista. Las
jambas y dinteles se molduran a veces con superficie lisa, otras de forma
estriada, y en ocasiones con abocelamientos. En las ventanas predominan las de
cristaleras de guillotina, pero en todas suelen ser constante los antepechos de
cojinetes y los tapaluces hacían el interior. Los balcones - que
constituyen uno de los elementos más representativos de las fachadas
- avanzan sobre los salientes de las vigas que ensuelan
los pisos, cumpliendo sus terminales la función de canes o ménsulas. En sus
antepechos se combina una primera zona o banda de cojinetes con una segunda
superpuesta de columnillas y arquitos. La cubierta de estos pintorescos
balcones se apoya sobre columnas de manera - más que sobre
pies derechos - rematadas en capiteles de talla minuciosa sobre los
que apoyan las correspondientes zapatas. El color tostado de la pinoteca con
que estas obras se estructuran, normalmente barnizada, armoniza con las
esquineras de piedra molinera y contrasta con la blancura de los parámetros. El
estilo de estos balcones es de signo realmente mudejarista, y su origen
indudablemente está en el ajimez oriental filtrado a través de Andalucía, de
donde la moda renacentista los alejó hacia el 1600, mientras que en Canarias se
conservaron y de aquí pasaron a América. Prototipo de esta arquitectura
domesticas son las que en La Orotava se conocen como “Casa de los
Balcones”, en el arranque de la calle de San Francisco, señaladas con los
números 3 y 5. La número 3 - hacia el norte - fue de la
familia Fonseca - hoy de los herederos de Machado y Benítez de Lugo
- y se construyó entre el 1632 y el 1670. La número 5 fue
construida hacia la segunda fecha en abierta pugna con su vecina en orden a una
mayor riqueza decorativa, por parte de su primera propietaria Doñas María
Ximénez del Castillo.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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