El amigo de la Ciudad
de Tacoronte; NICOLÁS PÉREZ GARCÍA, remitió entonces (2013) estas notas que
tituló; “TACORONTE HISTORIA. PARROQUIA DE SANTA CATALINA (1507 – 2011)”: “…La
iglesia de Santa Catalina
respira un aura de antigüedad que envuelve los cinco siglos de historia del
municipio de Tacoronte (Comarca de Acentejo), antiguo menceyato guanche de los
nueve en que estaba dividida la isla de Tenerife,
hasta 1496, año en que se da por terminada la
conquista por parte de las tropas castellanas al mando de Alonso Fernández de
Lugo, bajo la égida de los Reyes Católicos. En el decurso del tiempo Tacoronte
aparece en los documentos como lugar, luego como pueblo, y finalmente como
ciudad por cédula real de Alfonso XIII de
23 de marzo de 1911. En el templo parroquial dedicado a Santa Catalina Mártir
de Alejandría yace el testimonio del pasado del pueblo, desde que la fe
cristiana comenzara a carnina a tientas en estos predios a comienzos del siglo XVI.
Entre sus naves, retablos y capillas,
cada elemento con su historia particular, parece deambular lo intemporal
junto al lado espiritual que cundió en una población que asumió buenos principios,
la verdad esencial, la que no tenía más que un camino, un sendero que hollar en
la aventura de una nueva vida.
En el paraje elegido los primigenios moradores hicieron cruzar dos
caminos cerca del barranco de Guayonza (Guayonge), proveedor del agua
indispensable. Desde aquel paraje agreste el inicio e incipiente devenir de
unos pocos comienza a fraguar una nueva forma de vivir, una convivencia más de
aventura que de recuerdos, emociones o experiencias, un sentido material de
pervivencia con la perspectiva que se abre ante sus ojos. Entonces surge lo que ha trazado una
huella perenne en el pueblo, la tosca y pequeña ermita que sería reducto
comuna] y guía para promover los conceptos que ennoblecen el alma y el deseo de
vivir con proyección de futuro, en lo mundano y en lo de más allá.
Desde la ermita parten las
ramificaciones que llegan a formar el entramado viario de aquellos tiempos:
calle Real del Calvario, también "calle que va a la Ciudad" (La
Laguna); las del Marañón y Durazno que ascienden hasta el camino de los Habares
(Abales), luego Carretera Provincial y más adelante Carretera General del
Norte; el camino de las Toscas que enlaza con El Sauzal, y el camino del Pino
que desciende hasta las tierras de Guayonge. Años adelante el pueblo se va
expandiendo, pero durante siglos todo el protagonismo lo ostenta la citada calle Real del Calvario, donde se construyen
las mejores casas y las dos alhóndigas del Pósito. Desde esta vía arterial del
lugar ramifican otros caminos que conectan las medianías baja y central del
término.
El parvo y austero templo que preside
la mártir de Alejandría fue depositario esencial de la nueva historia de
Tacoronte, desde un tiempo pretérito que se mueve en el filo de la oscuridad
por las pocas referencias documentales que existen de sus comienzos, aunque
suficientes para constatar de forma somera el arranque de aquella comunidad
tacorontera. Providencial y necesario fue el celo clerical desde la misma
génesis del poblamiento que emergió tras la conquista. De tal modo, gracias a
la Iglesia se grabaron los primeros indicios del cotidiano vivir en el parco
vecindario que comenzó a forjar las primeras generaciones, nuestros antecesores
más remotos. Entonces, la única alternativa del brazo eclesiástico era imponer
su compromiso cristiano para construir familias en la fe, para construir
pueblo, objetivos no exentos de numerosas vicisitudes.
No es posible imaginar lo impredecible de un tiempo arcano y distante,
pero ayer como hoy profundizar en el sentido de la vida conlleva la consigna de
entender la existencia como impulso que irremediablemente se acata por natura,
por necesidad irrefutable, con escasas opciones a elegir en un pequeño mundo
sin apenas conexión más allá de sus límites. Nunca será fácil ahondar en los
entresijos de una época envuelta en la incertidumbre, inmersa en la ausencia
de muchas cosas, separada por la distancia de siglos. Y siempre quedarán
incógnitas por resolver e hipótesis que verificar. Pero esta historia es
también evocación que nos retrotrae al manantial desde el que brotó la esencia
de la identidad forjada en este pueblo, desde su inicio hasta las generaciones
actuales.
De lo
investigado en los siglos XVI y XVII no consta que el brazo eclesiástico
hiciera alguna referencia literal a "vecinos guanches", en cambio sí
que alude a esclavos. Algunos historiadores mencionan que con los nuevos
colonos y moradores convivieron guanches sometidos y obedientes, excepto los
naturales rebeldes o alzados que permanecían recluidos en reductos montuosos y
recónditos. El hecho de que la Iglesia no mencionara el término
"guanche" podría deberse a que los naturales integrados fueran
castellanizados, y por ende bautizados con nombre cristiano, de los que
prevalecieron escasos gentilicio s autóctono s que no desaparecieron en las
tinieblas, tales como Tacoronte, Bencomo, Baute, Guanche, Acaymo, Añaterve y algún otro. Todos los guanches
que por una causa u otra se mezclaron con la nueva sociedad colonial se vieron
obligados a asumir nombres europeos y una cultura distinta. Detrás quedaba lo desconocido e ignorado, un horizonte
desvanecido entre los acantilados desplomados a pico sobre los rompientes, y el
paraje montañoso envuelto en halo s brumosos. En síntesis, un territorio
privilegiado y una cultura perdida que da paso a otra.
La metodología desarrollada en este
trabajo se ha basado principalmente en la lectura, traducción y trascripción
de documentos antiguos, además de todo tipo de noticias sacadas
fundamentalmente de los archivos parroquial y municipal, y de otros anales como
los libros del Pósito y del Registro Civil, sumando a todo ello lo entresacado de las hemerotecas y fuentes
de diversa índole, incluso la memoria de algunos vecinos de edad. Y con todo
ello crear una base de datos en un compendio cronológico que en el transcurso
de dos largos años se engrosa con la incorporación de nuevas noticias que
surgen de la búsqueda e investigación.
También ha sido importante el fondo
documental del autor, fruto del trabajo continuado de mucho tiempo remansando
noticias de toda índole, producto personal de una firme convicción que comporta
la consigna de trascender y transferir a la sociedad los conocimientos que
labora una mente individual e independiente. En ello cabe considerar que la
creatividad es algo propio, no de los demás, aunque de poco serviría que no se
divulgara, ya que su destino debe estar en el común de la gente, en el acervo
cultural.
El libro recoge esencialmente la vida de una
parroquia, en este caso el amplio acontecer histórico que nos puede ofrecer la
parroquia matriz de Santa Catalina Mártir de Alejandría en Tacoronte, seña de
identidad del municipio desde su origen. Entre los muros del primitivo templo
emergieron vocaciones, advocaciones y gremios piadosos bajo la tutela de
obispos, vicarios y servidores con el sagrado deber de predicar la enseñanza
cristiana para formar una comunidad de principios coherentes. En aquellos
comienzos de antaño la feligresía de estos lugares no estaba bien atendida ni
mucho menos instruida en sus deberes religiosos. Fue a partir del concilio
tridentino cuando el brazo eclesiástico empieza a mostrarse más eficaz y
cercano con el pueblo llano, principalmente a través de las cofradías y
hermandades que proliferan con notable impulso.
En toda la historia de Tacoronte hubo
una sola parroquia, la de Santa Catalina Mártir de Alejandría, que cuenta con
cura propio desde 1604 y es erigida en 1645. Mucho tiempo después, en el pasado
siglo: XX, se crearon otras: la de Nuestra Señora de La Caridad el 15 de
noviembre de 1943, cuya ermita se cita en el Sínodo de Dávila de 1735, aunque
su construcción pudiera ser de comienzos del XVIII. El 14 de mayo de 1963 se
erige la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, con jurisdicción en la parte
alta del pueblo, en la iglesia inaugurada en 1955 en el barrio de Agua García.
La de San Juan Bautista en su barrio (San Juan) data del 24 de febrero de
1966, con jurisdicción en la medianía baja y costa de Tacoronte. En 1975 nacen
tres parroquias más en el municipio: la de Nuestra Señora del Carmen en el
barrio del Lomo Colorado, la de Nuestra Señora de la Luz en el barrio Piedra de
Torres y la de Nuestra Señora del Rosario en el barrio Barranco Las Lajas, así
como la de Nuestra Señora del Mar en El Pris y Puerto de la Madera, la de San
Gabriel en la zona del Campo de Golf y la del Santísimo Cristo en el santuario
del Cristo de los Dolores. Estas tres últimas se suprimieron por decreto
episcopal en 1993.
Los caminos mundanos de todo tiempo
van dejando huellas y carriles trillados por la experiencia del acontecer, un
acontecer no exento de errores. Caminos para andar o desandar, con pena o
felicidad, por otros seres que se repiten en los mismos senderos. Es el sino
que desvela los designios, esperanzas,
frustraciones e ilusiones... Es la historia que forjan los hombres.
Catalina nace
en el seno de una importante familia de Alejandría, recibe desde niña una
esmerada educación en valores filosóficos y teológicos. En el año 307 cuenta 18
años, y la osadía de su pletórica juventud y su arrojo y valentía le impulsan a
visitar al emperador romano Majencio (Marco Aurelio Valerio Majencio, 280-312),
protagonista de una época de crueldades y persecuciones contra los cristianos
en el período de 306 a 312 que gobernó Roma. La joven Catalina le pide una
utópica clemencia para los cristianos, y con su inteligencia y planteamientos
es capaz de rebatir los argumentos esgrimidos por los filósofos paganos, al
punto de ser ella misma quien lograra la conversión de algunos de los doctores
que buscaban, precisamente, el abandono de su religión. La belleza y el extraordinario
intelecto de Catalina cautivan al emperador que, incapaz de lograr el amor de
la joven y la renuncia al cristianismo, ordena su tortura en una rueda dentada
y su posterior decapitación.
En el año 311
Alejandría es una importante ciudad de Egipto bajo el poder del imperio romano.
El mismo Majencio había hecho viaje desde Roma para sofocar la rebelión de
Domicio Alejandro, que se había proclamado emperador. Ordena que toda la
población ofrezca sacrificios a los dioses, y aparece la joven Catalina, de
estirpe real. Ella, en lugar de ofrecer sacrificios, hace la señal de la cruz y
se dirige a Majencio para hab1arle de Jesucristo e increparle por su cruenta
persecución contra los cristianos. El emperador convoca a sus sabios y consejeros
para que persuadieran a la ingenua muchacha, y el resultado fue que ella con
su palabra les convenciera y muchos se convirtieran. La patricia alejandrina
refutó y convirtió a 50 filósofos traídos a discutir con ella, y el megalómano
Majencio comprendió que la joven constituía un peligro público y decide
quitarle la vida en un torno armado de clavos que milagrosamente se rompe y
finalmente es decapitada con una espada…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
Porque se pintaron las piedras de las esquinas de SANTA CATALINA de blanco cuando yo tenggo 89 años y siempre las he visto negras vuelvan a su estado originalrespeten las cosas antiguas
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