lunes, 20 de noviembre de 2017

MI VIDA



“Mi vida” es el título que le expongo a esta panorámica grafica en color de la entonces calle El Calvario de La Orotava realizada por mi amigo desde la infancia en la Villa de La Orotava; LUÍS GARCÍA MESA.
¡Porqué mi vida!, por qué en ese recolecto lugar, nací me crié y pasé mi primera juventud, hasta que mi pobre madre María del Carmen Abréu González, por razones totalmente económicas optó por vender la mansión donde tanto disfruté y  en el que tengo mis mejores recuerdos de mi vida.
Cuatro casas típicas canarias que hoy forman un topónimo de edificios ecléticos y de muy mala amenidad. Cuatro casas que fueron mi vida, en la que en mis sueños infantiles, veía una especie de castillo tras las tinieblas y las grandes producciones cinematográficas exhibida en el desaparecido Cine Teatro Atlante.
La primera de la derecha con cojinetes en las ventanas y puerta principal, todo un recital de tea era la de mi padre Juan Álvarez Díaz, en ella nací y me críe, que pena que al menos no se conservara como patrimonio de la humanidad. En mucha ocasiones he soñado en reconstruirla, en principio en el mismo lugar donde estaba, pero esto a lo largo de mi vida es una quimera como una imaginación abstracta lejos de mi exigencia. Le sigue la de don Vicente Delgado Expósito que conocíamos por “Vicente Lucas”, su señora doña Lola Luis Borges y sus dos hijas; Flori y Loli  (todos fallecidos menos Flori que aún nos acompaña en la vida). Me viene en recuerdos infantiles, el fallecimiento de don Vicente, que me asusté a ver su cadáver por la ventana de la calle, refugiándome en mi cuarto de mi casa toda una semana, jugar con sus hijas Flori y Loli (fallecida), que hace años que no las veo, observar en las mañanas soleadas a doña Lola leyendo la prensa al revés y oyendo las noticias por la radio. Lugar donde el querido amigo Tino Santos ya fallecido puso sus negocios, primero como bazar, después juguetería y finalmente puesto de venta de frutería, verdura, pollos y huevos.
Le sigue la casa donde vivió doña Edelmira Linares Álvarez con su madre y al final su hermano Jorge que vino enfermo de Gijón. En esta casa tuve mis juegos infantiles con mi querido amigo Francisco Trujillo (Francis), vi enamorar a la entonces muchacha que se llamaba África con su novio Isaac, hoy vive viuda en el Barrio de San Antonio. 
Por último la casa mansión de la familia “Arencibia”, a donde iba a jugar con Tono, y ver enamorar a Manolito Yanes con Fela en sus fugas colegiales. Esta mansión señorial de un zaguán plateresco continuo a un patio canario con corredera y mucha vegetación, apaleaba un jardín con charca donde las ranas hacían el cantico del atardecer que atravesaba la trasera de las otras tres casas. Desde la azotea de mi casa veía a los soldados de San Agustín hacer las labores de asistente del militar oriundo de Alicante huésped de la citada mansión por su enlace matrimonial con la señora Arencibia, que se llamaba don Leopoldo de la Rosa Yáñez.  De esta señorial mansión recuerdo ver el entierro de la abuela, entonces se denominaban entierros de primera categoría que consistía en ir a recoger el cadáver a la casa particular del difunto previsto de una comitiva eclesiástica compuesta de estandartes, mangas, ciriales y tres sacerdotes con capas y sobrero de tres picos. Recuerdo que me emocioné en ver esto, siendo aún un niño, sentado en el escalón del zaguán de mi casa.
Exponer este bello y canario rincón que se mantuvo en vida hasta mediado de los años sesenta del siglo XX en un día como hoy lleno aventuras, de magias y pirotecnias a pesar de la crisis brutal que padecemos todos a nivel mundial, es para mí un eslogan de mi vida, una esperanza, un retorno al pasado no tan lejano, al pasado de la felicidad.

BRUNO JUAN  ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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