“Mi vida” es el título que le expongo a esta panorámica grafica en color de
la entonces calle El Calvario de La Orotava realizada por mi amigo desde la
infancia en la Villa de La Orotava; LUÍS GARCÍA MESA.
¡Porqué mi vida!, por qué en ese recolecto lugar, nací me crié y pasé mi
primera juventud, hasta que mi pobre madre María del Carmen Abréu González, por
razones totalmente económicas optó por vender la mansión donde tanto disfruté
y en el que tengo mis mejores recuerdos de mi vida.
Cuatro casas típicas canarias que hoy forman un topónimo de edificios
ecléticos y de muy mala amenidad. Cuatro casas que fueron mi vida, en la que en
mis sueños infantiles, veía una especie de castillo tras las tinieblas y las
grandes producciones cinematográficas exhibida en el desaparecido Cine Teatro
Atlante.
La primera de la derecha con cojinetes en las ventanas y puerta principal,
todo un recital de tea era la de mi padre Juan Álvarez Díaz, en ella nací y me
críe, que pena que al menos no se conservara como patrimonio de la humanidad.
En mucha ocasiones he soñado en reconstruirla, en principio en el mismo lugar
donde estaba, pero esto a lo largo de mi vida es una quimera como una
imaginación abstracta lejos de mi exigencia. Le sigue la de don Vicente Delgado Expósito que conocíamos
por “Vicente Lucas”, su señora doña Lola Luis Borges y sus dos hijas; Flori y
Loli (todos fallecidos menos Flori que
aún nos acompaña en la vida). Me viene en recuerdos infantiles, el
fallecimiento de don Vicente, que me asusté a ver su cadáver por la ventana de
la calle, refugiándome en mi cuarto de mi casa toda una semana, jugar con sus
hijas Flori y Loli (fallecida), que hace años que no las veo, observar en las mañanas
soleadas a doña Lola leyendo la prensa al revés y oyendo las noticias por la
radio. Lugar donde el querido amigo Tino Santos ya fallecido puso sus negocios,
primero como bazar, después juguetería y finalmente puesto de venta de
frutería, verdura, pollos y huevos.
Le sigue la casa donde vivió doña Edelmira Linares Álvarez con su madre y
al final su hermano Jorge que vino enfermo de Gijón. En esta casa tuve mis
juegos infantiles con mi querido amigo Francisco Trujillo (Francis), vi
enamorar a la entonces muchacha que se llamaba África con su novio Isaac, hoy
vive viuda en el Barrio de San Antonio.
Por último la casa mansión de la familia “Arencibia”, a donde iba a jugar
con Tono, y ver enamorar a Manolito Yanes con Fela en sus fugas colegiales.
Esta mansión señorial de un zaguán plateresco continuo a un patio canario con
corredera y mucha vegetación, apaleaba un jardín con charca donde las ranas
hacían el cantico del atardecer que atravesaba la trasera de las otras tres
casas. Desde la azotea de mi casa veía a los soldados de San Agustín hacer las
labores de asistente del militar oriundo de Alicante huésped de la citada
mansión por su enlace matrimonial con la señora Arencibia, que se llamaba don
Leopoldo de la Rosa Yáñez. De esta señorial mansión recuerdo ver el
entierro de la abuela, entonces se denominaban entierros de primera categoría
que consistía en ir a recoger el cadáver a la casa particular del difunto
previsto de una comitiva eclesiástica compuesta de estandartes, mangas,
ciriales y tres sacerdotes con capas y sobrero de tres picos. Recuerdo que me
emocioné en ver esto, siendo aún un niño, sentado en el escalón del zaguán de
mi casa.
Exponer este bello y canario rincón que se mantuvo en vida hasta mediado de
los años sesenta del siglo XX en un día como hoy lleno aventuras, de magias y
pirotecnias a pesar de la crisis brutal que padecemos todos a nivel mundial, es
para mí un eslogan de mi vida, una esperanza, un retorno al pasado no tan
lejano, al pasado de la felicidad.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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