miércoles, 15 de noviembre de 2017

EL CONVENTO AGUSTINO DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA DE LA VILLA DE LA OROTAVA



Está claro que la ignorancia humana, a veces sin pensarlo dos veces termina en absurdas facetas, tan equivocadas que por suerte logramos superar, pero cuando se espera con la conciencia totalmente vacía, se cometen errores que a los largo de la historia estamos lamentando. La villa de La Orotava, desde su fundación, destaca por su pino casco urbanístico, bordeado de cinco conventos de extraordinaria belleza y un colegio como el de la compañía de Jesús que mucha gloria de docencia dio a los hijos ilustre hasta la desaparición por la expulsión de los jesuitas el 24 de abril de 1767, a través del gobierno de su majestad, el cual incautó los bienes que poseían. Todo un conjunto de arte de cantería y carpintería, sobresaliendo su majestuoso templo de Nuestra Señora de la Concepción alma espiritual de todos los conventos. Las llamas por hecatombe se llevó el llamado por el sabio Viera el Escorial de Canaria, convento franciscano de San Lorenzo y también la casa de la Compañía de Jesús. No obstante el oscurantismo humana  persuadió el convento de San José de monjas clara y el de San Nicolás de monjas catalina y dominica, incluso la barbarie se apoderó del convento de San Agustín cuando se instaló el ejercito regular de la Villa, quedando solamente su fachada principal con los medallones esculpido en mármol de San Agustín y Nuestra Señora de Gracia, su espléndida iglesia y algunos de sus retablos primitivos. El añejo patio claustral y salas capitulares donde se enseñaba, latín, gramática, teología y filosofía fabricada con piedra y barro, fueron sustituidos por otras más frías y radical de hormigón armado. Menos mal que la iglesia y la grandiosa portada  siguen en pies, tras la gentileza de los relevantes desvelos del erudito palmero villero don Antonio Lugo Massieu, que supo reprochar popularmente la fiereza que se iba a perpetrar en una de las madrigueras más placenteras del casco histórico orotavense.
 Miren lo que indicaba un insólito artículo publicado en La Gaceta de Tenerife, ejemplar numero 1157, del 24 de junio de 1913, que me cede el amigo; José Rodríguez Maza, extraído de la hemeroteca de la universidad de La Laguna. Titulado: Iglesia de San Agustín de La Orotava. Debido a la iniciativa y reiteradas gestiones de Excmo. Sr. Capitan General del distrito, que significó al Excmo. E Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis y al Ayuntamiento la necesidad de demoler la antigua Iglesia del ex – convento de San Agustín, porque con motivo de las importantes obras de ampliación y reforma que se estaban ejecutando en el cuartel del Regimiento de Infantería de La Orotava, instalado en dicho ex convento, se había observado que el Templo de que se trata, contiguo al mismo, se encontraba en estado ruinoso; la mencionada Corporación solicitó del Prelado la cesión en propiedad al municipio, de la iglesia referida, a cambio de una casa para vivienda del Párroco de la Concepción, entregando a éste el sobrante del capital que produzca la enajenación de los materiales del edificio, para invertirlo en mejoras de la expresada Parroquia Matriz.
La Nunciatura Apostólica de España, ha facultado ya al Sr. Obispo para que verifique la cesión, y ahora se procederá a llenar trámites legales necesarios para la permuta. Nos consta que la demolición del Templo no se llevará a efecto hasta que el ramo de Guerra no pueda construir la nueva fachada del cuartel, en el lugar que ocupa la Iglesia.
El 19 de octubre de 1648, coincidiendo con la consecución del privilegio de villazgo, los agustinos se establecieron en La Orotava. Pero no fue hasta 1672 que comenzaron las obras del monasterio, que duraron hasta 1694.
El proyecto de esta iglesia está inspirado en el esquema de la parroquia de Santa Ana de Garachico.
La imagen titular de la fundación, fue donada en 1671. Esta figura de Nuestra Señora de Gracia con su Niño Jesús preside desde la bendición del templo su retablo mayor.
En opinión de José Viera y Clavijo, éste era el mejor edificio de La Orotava, por su grandiosidad y su hermosura. Sus claustros, muy alegres y espaciosos, con aulas de filosofía y teología, cátedras regentadas por sujetos de mérito y erudición, que hicieron de este colegio un centro de intelectualidad, ya que desde siempre fue la orden de San Agustín, ilustrada e innovadora, la primera en adaptarse a los sistemas de la Ilustración. En 1739 se reformaron y modernizaron en este monasterio los métodos de enseñanza, así que contó con un profesorado abierto a las nuevas tendencias pedagógicas. A partir de las leyes desamortizadoras del siglo XIX, el edificio sirvió como cuartel de infantería, el templo se adjuntó a la parroquia matriz de Nuestra Señora de La Concepción, aunque en un tiempo sirvió de alojamiento de tropas. Recuperado plenamente para el culto religioso fue creado parroquia por decreto de 21 de agosto de 1929, como filial de La Concepción, por el obispo de la diócesis fraile Albino González y Menéndez Reigada. Templo de planta basilical de tres naves, la central ligeramente más elevada, con crucero saliente que da lugar a dos colaterales y a una amplia capilla mayor. El sistema de aparejo en los muros es a base de mampuesto, tradicional en la arquitectura canaria, con piedra y barro enfoscado y enlucido, limitándose la labor de sillería a las esquinas; soluciones de origen portugués. Por el costado que da a la calle del Calvario, el largo paramento que cierra la nave del Evangelio muestra cuatro arcos de medio punto, tres de ellos determinando otras tantas portadas ciegas y solamente uno conservando la puerta de la época en que el terreno exterior quedaba al mismo nivel que la planta de la iglesia. Los muros exteriores se adornan con cenefas de esgrafiados, formados "mediante un sistema de círculos secantes, constituyendo el caso más representativo de tal técnica ornamental en el archipiélago".
Se concibe a triple portada. La principal destaca por su gran desarrollo, que aumenta en doble cuerpo superpuesto. La planta baja, la portada y la superior, con un amplio ventanal que da a la parte central del coro. En su construcción intervinieron los maestros de obras Juan Lizcano, Diego de Miranda, Juan González de Agalé y Lázaro de Miranda. La sustentación es a base de pilastras planas, de frente cajeado, al igual que los altos pedestales, en que se apoyan con motivos decorativos cuadrifoliados -los de abajo- y linteles en aspa -los de arriba-. El arco de la portada es carpanel y el del ventanal, de medio punto. Los capiteles, corintios en su origen, desarrollan una sola fila de hojas, pero de palma; el friso se decora con cinco rosetas de minuciosa estilización. Coronase con un frontón avolutado y partido, dejando paso a una cruz que se apoya en un pedestal prismático, seguido de un segundo cuerpo bulboide. Sobre los lomos laterales del frontón se yerguen sendos pedestales, que sustentan bolas. Los batientes de la portada son de madera tallada con cojinetes decorados de rosetas. "Esta fachada llama la atención por su exótica belleza" y se incluye entre las más conseguidas del barroco isleño.  A un lado, y en ángulo recto, se alza el frontis de la que fue portería del convento, dando paso al amplio patio porticado, verdadero claustro. Éste tiene un esquema de tres cuerpos superpuestos, con tal aparejo de sillares labrados en piedra molinera. El primero corresponde a la entrada, con arco de medio punto. La segunda planta lleva una amplia ventana de tea, con ricas labores, escoltada a ambos lados por dos relieves que representan, respectivamente, a Nuestra Señora de Gracia y a San Agustín, coronadas sus cajas por dos frontoncillos triangulares. Sobre la ventana, el emblema agustino. El tercer cuerpo es el de campanas a manera de espadaña, de vanos repetidos con sus arcos y, encima, como ático, un último arco de menor luz, arbotantes de volutas en forma de aves y pedestales con bolas, rematándose todo ello con la cruz correspondiente. Las líneas de esta portada son más severas que las de la fachada principal de la iglesia. Dividido en tres grandes naves segmentadas hasta el crucero con cuatro crujías con columnas de orden toscano sobre altos pedestales y tres capillas en la nave de la Epístola. En aquél los soportes se transforman en elegantes pilares cruciformes, quedando los relativos al arco de triunfo reducidos a la mitad por empotramiento en los muros. El sistema de cubiertas se ajusta a la forma mudejarista de par y nudillo en las naves. En las tres crujías de la nave del crucero y en la capilla mayor, los artesonados son ochavados, mientras que en las capillas laterales la labor de lazo se limita al centro del techo, en el crucero se extiende la totalidad de los faldones, quedando el fondo de la artesa decorado con un altorrelieve estofado y policromado de Nuestra Señora de Gracia y, en el de la capilla mayor, cinco perillones colgantes a manera de estalactitas.
En el suelo, ante la capilla mayor, una losa sepulcral balasonada, labrada en Londres a principios del siglo XIX, señala el lugar del enterramiento del Segundo de Franchi Lugo Llarena y Calderón, II marqués de La Candia, fallecido en 1813. El coro, muy amplio, se halla situado a los pies del templo, siguiendo en su trazado una línea quebrada. Se destacan en su ornamentación motivos de influencia lusitana.
El retablo fue construido en el primer cuarto del setecientos. De dos cuerpos, se destina el principal a hornacina y el superior a pequeños lienzos de marco elíptico. La capilleta central es de gran desarrollo, cubriéndose con bóveda de medio cañón nervada, es la única parte del retablo que se doró. Los motivos ornamentales son de técnica muy aristada, como trabajados a formón. Está consagrada a la titular Nuestra Señora de Gracia, cuya imagen lo preside, del insigne escultor Manuel Pereira. En los nichos adyacentes se encuentran las figuras de San Agustín y Santa Mónica, esta última de Fernando Estévez.
El altar que ocupa la colateral, cabecera de la nave, fue construido entre 1677 y 1679. Este retablo es uno de los más bellos ejemplares de nuestro arte barroco. Desarrolla su trazo a doble cuerpo con ático; el primero de hornacinas, el segundo y el último de lienzos. Las columnas del cuerpo bajo son del tipo entorchado, mientras que en las del segundo los pilares ostentan, con igual subdivisión, estrías ondulantes. La ornamentación es muy buena.
En la capilleta central se encuentra una imagen de Nuestra Señora de Gracia. En los laterales vemos una figura de San Fernando, de Blas García Ravelo, en talla completa, de fines del XVII, y un San Pablo, también acorde con los modos de ese imaginero. Las pinturas del siglo XVII, de excelente factura, asignables a los pinceles de Jorge Iscrot, garachiquense que se avecindó en La Orotava; es destacable el óleo del Cristo de La Laguna que ocupa el nicho superior.  Este retablo es de principios del XIX, de severa traza neoclásica; en su capilleta único recibe culto una Dolorosa, imagen de candelero del siglo XVII. Antiguamente se veneraba aquí el Cristo del Perdón, cuya efigie figura en el ático.
El primero de la nave del Evangelio está trazado a base de pilares abalaustrados, decorado todo él con delicados motivos chinescos, pájaros y flores, según los gustos de mediados del siglo XVIII, muy posiblemente pintado y dorado por Carlos Acosta; en él se expone a la veneración de los fieles el Señor de la Humildad y Paciencia, escultura de Francisco Alonso de la Raya.
El retablo a los pies de la nave del Evangelio, también de estilo rococó. Tiene en la hornacina central una bella imagen de Nuestra Señora del Carmen, réplica de la conservada en la basílica del Monte Carmelo, del escultor barcelonés Felipe Berdaguer, ejecutada en 1920, y en los colaterales las de San Roque -de buena talla, siglo XVII, procedente de la ermita de dicha advocación-, y Santa Cecilia.
En la pared de la nave de la Epístola, se abren tres capillas, en la primera de ellas está un altar de gusto neoclásico ahora ocupado por el Señor del Perdón, cincelado por el sevillano Gabriel de la Mata, quizá el mejor escultor del siglo XVII en Canarias. Esta talla, perfecta en sus detalles anatómicos y llena de realismo barroco, tiene actitud genuflexa, apoyando una de las rodillas en el globo terráqueo. Perteneció al monasterio de San Nicolás, al que había sido donada el 13 de enero de 1697. En esa misma nave y en una segunda capilla interior, se veneraba en lo antiguo al Señor de la cañita, ahora se da culto a Santa Rita, imagen moderna; a los pies del templo, la tercera capilla interior, contiene en su fondo una hornacina en la que se venera una imagen de Nuestra Señora de Montserrat y en ella está la escalera que conduce al amplísimo coro.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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