El
amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces
(18/11/2017) estas notas que tituló; “LAS MONJAS DE CLAUSURA”: “…Los
católicos del Archipiélago canario recibimos con gran satisfacción la
noticia de que un convento de religiosas contemplativas se estaba construyendo
en la isla del Hierro. Nuestro Sr. Obispo en su exhortación pastoral del 25 de
julio de aquel año nos habló del «Día pro orántibus» («Por los
orantes»), de monjas contemplativas, de cuatro monasterios en esta diócesis
tinerfeña, etc. Como no estoy muy impuesto en historia de la Iglesia ni en
derecho canónico, acudí a mi mentor, el sacerdote, quien me hizo las
congruentes aclaraciones.
Hay, pues, en la Iglesia dos clases
de religiosos y religiosas: unos de «vida activa» (apostolado, acción social,
colegios, hospitales, etc.); y otros de «vida contemplativa» (vida oculta,
en-claustrada, de oración y penitencia). Casi todos actualmente son de «vida
activa», Sólo una minoría (monjes benedictos, cistercienses, cartujos; monjas
clarisas, carmelitas, dominicas, agustinas, etc.) son de vida contemplativa.
Las dos vidas se complementan y son necesarias en el campo de la Iglesia.
Mientras Josué luchaba en el valle contra los amalecitas, Moisés oraba en la
montaña para que Josué venciera a los enemigos. Sin oración y penitencia no hay
victoria espiritual, ni pueden las almas ser salvas (Exodo XVII. 9-13).
Los occidentales, demasiado activos y
materializados, apenas comprendemos el valor de la <vida contemplativa»,
representada por María Magdalena escuchando en silencio al Divino
Maestro. Pero Jesús dijo de ella: «que
había escogido la mejor parte, y que nunca le sería arre-
batada» (Lc. X, 42).
Son algo distinto esas monjas de
claustro. Aunque mujeres de carne y hueso, sujetas a las mis-mas necesidades
corporales que nosotros, han sabido dejarlo todo por Dios y renunciando al
trato mundano, para dedicarse enteramente a la vida espiritual, a la oración y
penitencia. Se dedican a sus labores para poder subsistir, pero muchos de estos
monasterios padecen penuria, como bien lo indica nuestro prelado. Quien se haya
acercado a las rejas, a locutorios de estos conventos notará enseguida una
atmósfera espiritual que eleva los corazones. Necesitamos algo más de silencio
externo e interno. La vida actual es demasiado agitada. Los gurús de la India y
los lamas del Tíbet vienen a darnos lecciones de meditación y recogimiento. Las
conocíamos los cristianos, pero casi las hemos olvidado en esta era nuclear y
de viajes espaciales.
Nadie piense, sin embargo, que esas
religiosas viven en completa felicidad, pues este mundo es para todos un «valle
de lágrimas», y nadie se libra de la lucha y las tentaciones. Pero ellas han
escogido el mejor camino, no cabe duda. Todo católico debe estimar este género
de vida, aunque no se sienta con fuerzas para escogerlo. Nuestro prelado nos
pide que ayudemos materialmente a estos cuatro monasterios de la Diócesis según
nuestras posibilidades (uno está en Garachico, dos en La Laguna y otro en La
Palma).
Según las bienhadadas profecías,
vendrá una época de paz, amor y justicia, sin que pase mucho tiempo, y volverá
a florecer la vida contemplativa». Que llegue, pues, ese tiempo en que cuidemos
un poco más de nuestras almas…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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