viernes, 10 de noviembre de 2017

CASA PACHECO Y EL RECUERDO DE UN MERENDERO VILLERO



Fotografía que remitió entonces (21/12/2015) la familia Pacheco – Sacramento. Tomada en la barra del recordado merendero - bodega.
De izquierda a derecha; Gregorio (junior), Gregorio (Padre), Ángel y Manolo.

En la esquina de la histórica calle El Agua (Tomás Zerolo), con el histórico callejón de Ascanio, que nos lleva hacía el barranco de Araujo de la Villa de La Orotava. Existió Una venta y bodega que conocíamos por “Casa Pacheco”. Un local tipo entonces de Merendero – venta que empezó en la humildad como todos y terminó compitiendo en el fisco con grandes superficies ubicadas a poca distancia del mismo, lo que le creó un malestar al respeto con la histórica venta  de un pueblo.
Fundado por el matrimonio orotavense; Gregorio Pacheco y María Luisa Sacramento, que tuvieron cuatro hijos: Mercedes, María Luisa, Gregorio y Montserrat Pacheco Sacramento.
Era una venta – bodega, que explotaba el vino traído desde tierra peninsular, que con el tiempo se convirtió en una casa de comida ejemplar y de gran calidad, gracias a su mejor cocinera María Luisa Sacramento. Convirtiendo la trasera de la Venta, en Bodega – Merendero, con sus exquisitos platos, donde destacaban las sabrosas garbanzas.
Se inauguró en el año 1954 y se cerró en el 2007. Don Gregorio Pacheco, falleció en el año 1966, cerrándose el merendero en el año 1981, quedando a cargo de la Venta su hija María Luisa, ya que Mercedes trabajaba en el Instituto de Villalba Hervás, Montserrat es peluquera  y Gregorio que tituló en Aparejador en la escuela politécnica de La Laguna emigró a la octava isla (Venezuela).
Se da las circunstancias, que por motivos de la vida y la salud, mientras la hija María Luisa atendía su típico lugar de venta, su madre doña María Luisa (viuda), estaba siempre ubicada en la parte superior, por lo que se conectaban por un simple aparato, para realizar un seguimiento y control riguroso, en caso de algo cerraba la Venta y acudía inmediatamente a su dormitorio en su ayuda. Tanto fue así que a partir del 2008, doña Luisa, tenía que ser atendida del todo, lo que le llevó a su hija a cerrar definitivamente la Venta. Única del genero que quedaba en el Casco histórico de la Villa, muy visitada y querida por los extranjeros que acudían a la Orotava.
Visitantes de la recordada “Casa Pacheco”: Don Urbano Salazar, Don Miguel Rodríguez, Don José Morales Hernández, Don Santiago (tocaba la guitarra y animaba las tardes). Y muchos empleados de la banca de la villa para almorzar.
Doña Luisa y don Gregorio, hicieron de su merendero, además de un negocio normal y corriente, el ofrecimiento del plato de la humildad, de la caridad y de la esperanza, en este sentido, le visitaban los pobres y populares de la Villa; Perico “El Culo de Goma”, Domingo “Papachi”, Jacobo “El Capiro”, Isidro “El Bubango”, Eustaquio Regalado “El Cojo Regalado”, y su hermano Agapito, etc. Que con un plato de algo caliente podían hacer su vida en la intemperie, bajo el sol, la luna y el frio de los inviernos.
En la Semana Santa, el merendero se convertía en un gentío, en el comer y beber, con platos de la época y de la celebración; guisantes con huevos duros, pescado guisado con mojo colorado y papas guisadas, tollos, etc.
En las fiestas mayores el gentío ya era un llenazo hasta las banderas como se dice en el fútbol.  El callejón de Ascanio se convertía en una interminable cola, en espera de sus llamadas, para el turno correspondiente.   
Otros visitantes ilustres eran los que entonces conocíamos por los “Grises”, policías nacionales, que venía al orden de la Romería de San Isidro Labrador y Santa María de La Cabeza. Comían el famoso plato del  conejo en salmorejo con papas bonitas y guisadas.
Y por último los soldados del acuartelamiento de Infantería de San Agustín, por las tardes se ubicaban en el merendero para pasar un ratito agradable, cantando con guitarras a ristre.
En fin “Casa Pacheco”, es la historia viva, de aquellos merenderos, bodegas o guachinches de una época de los recuerdos, de unas décadas prodigiosas de los cincuenta y sesenta del siglo XX, y que ya es historia de nuestro terruño orotavense.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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