sábado, 18 de noviembre de 2017

EL HOSPITAL - ASILO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE LA OROTAVA EN EL RECUERDO



En España era costumbre, instalar hospitales cercas de las iglesias y templos, en la Orotava el Hospital de la Santísima Trinidad se instaló en el siglo XVI, concretamente en el año 1.520, delante de la parroquia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción. En Agosto de 1.530 se instauró en la Orotava una epidemia de personas enfermas de calenturas y modorras de la que morían muchas personas y cuyo mal era contagioso, por lo que no es de extrañar se solicite a los médicos que curaran a los que fueren pobres de balde, dándole las medicinas que precisen, encargándose, no obstante, a los frailes y clérigos de La Orotava, hagan plegaria para la salud. Del Hospital y la Concepción, simplemente le separaba una calle, que se llamó del Hospital. Posteriormente en el siglo XVIII, lo trasladaron al lugar conocido por el Llano de San Sebastián, al lado derecho del camino Real, en la entrada de la Villa. Y finalmente en el siglo XIX, se erigió en San Francisco, porque existía una orden del Gobierno de la Nación, de destinar los conventos suprimidos a establecimientos de la beneficencia. Es cuando la Diputación Provincial destinó para casa hospitalaria el ex convento franciscano de la Villa, firmándose el acuerdo en el año 1.843.
Investigando sobre documentos administrativo, he observado la fuente de la memoria correspondiente a los trabajos practicados por la sociedad de la "CARIDAD" en el año de 1.888 a 1.889. La timidez natural en la mujer, salvo excepciones, para lo que se encuentra un tanto fuera de su esfera, por más que a fuerza de galante el otro sexo, se empeñe en hacerla más general que el suyo en aptitudes, sería bastante obstáculo, unido a una especial insuficiencia, para emprender esta tarea de suyo interesante y delicada, sino mediase la indicación de apreciable persona a quien íntimos llamamientos fraternales han separado por ahora de su cargo; y no se tratase de un servicio benéfico en que también se empeña el carácter de socia de este caritativo Circulo.
El motivo de esta intervención en este acto, motivo al que se une otro que muy sensible nos ha sido, cual es la ausencia de este pueblo villero y consiguiente baja, de la otra Secretaria, la estimable Sra. Dª. Inocencia Sánchez de Cáceres, con lo que los actos que constituyen la historia de esta Sociedad orotavense en el primer año del segundo lustro de su vida del siglo XIX. Casi ignorado son los mismos actos, fuera del recinto del asilo a que alcanza su bienhechora influencia, como ignoradas son las sublimes pruebas de heroísmo que a todas horas allí ofrecen los encargados de mitigar las penas, también desconocidas, de los que bajo el peso del sufrimiento; constituyendo las vicisitudes de su existencia, verdaderos dramas de los que no se ocupa el mundo que afuera bulle, formando contraste el más notable con lo que se encierra en estos claustros. Se vio yacer en el lecho del dolor, convertido luego en fúnebre descanso, preciosa joven angelical víctima del amor materno, que defendiendo de viles insultos el nombre inmaculado de su madre, recibiera infames atropellos, bastantes a marchitar su edad primaveral al punto de segar su vida; y también se vio junto en el mismo lecho al Sacerdote, al Facultativo, y a sus auxiliares, faltos de pagas, pero llenos de agregación; y especialmente a la Hermana de la Caridad, aspirando los mortíferas fragancias que de aquel destrozado pecho se exhalaran; llevándose en sus manos el alimento y el remedio que había de sostener algunos días más su atribulado ser, y en sus labios palabras de consuelo y esperanza que dieran a su espíritu la vida que a su cuerpo le faltara. Pues bien, también ha estado allí presente la Sociedad “La Caridad” a cuyos esfuerzos debe este albergue la dotación de las mismas. Hijas de San Vicente; el suministro de estancias a los desgraciados que no han tenido la suerte ¡la triste suerte! de poder ser admitidos por cuenta del presupuesto oficial; la provisión de los preciso a los que en pobre cuna lloran su desgraciado nacimiento, junto a las salas de los que con doloridos  se despiden de una angustiosa vida en la que sin cesar han suspirado; y por último el alimento y abrigo necesario a los que trabajaron aún más para los demás, que para si mismo, mientras sus fuerzas se lo permitieron, y hoy sufren el forzoso descanso que su inutilidad les ocasiona. Tal es el conjunto la gestión de esta Sociedad, cuyo detalle pasará a explicar por lo que respeta al año 1.889. Han acogidos en el hospital por cuenta de esta asociación, los enfermos María Trujillo González, Manuel Gómez, Francisca Hernández Abreu, María González Fagundo, Federico García Martín, María Díaz Morales, Adelina Torres, María Padrón, Tomasa Hernández, Antonia Carrillo, Jacinto Martín, Julia N., Loreto González, Eleodora Izquierdo, Elisa Rodríguez Benítez, Eusebio Farrais y Damiana Daute. Hallándose al cuidado de la respectiva Comisión, veinte y un niños expósitos, de que siete ingresaron durante el año 1.889. El número de inválidos del trabajo acogidos por esta Sociedad, es de catorce, todos de amparo por haber empleado su fuerza útil en constante trabajo; estando completamente imposibilitados para la subsistencia. Al efecto de atender a estos piadosos, La sociedad celebró Junta directiva en secciones ordinarias de las que fueron tratados los siguientes acuerdos: Ordenar mensualmente el libramiento de los gastos ocasionados por enfermos, asilados y expósitos. Aceptar con marcadas pruebas de gratitud y satisfacción el donativo hecho por varios señores de nacionalidad extranjera, por mediación de la distinguida Sra. Dª. Elena Smith, en cantidad de cincuenta pesetas, invertidas en alimentación del niño del Puerto de la Cruz, Manuel Gómez, que ingresó por fractura de una pierna en el rudo trabajo a que estaba dedicado; los de diez u doscientas cincuenta pesetas, respectivamente, por  Don Gregorio Suárez Y Mr. Kenard, por conducto de la Sra. Marquesa viuda del Sauzal, invertido el segundo en la atención del joven enfermo Federico García y Martín, vecino de Vilaflor y en gastos de los inválidos que pasaron a la enfermería; el de cincuenta pesetas por Mis Bignol y mediación de la Srta. Dª. Beatriz Cólogan; el de veinte y cinco pesetas que hizo la misma Sra. por conducto de la expresada presidenta Marquesa viuda del Sauzal, con destino a ropas para los asilados; y el de sesenta pesetas que también la mencionada Mis Bignol digna por todos los conceptos del reconocimiento de esta Sociedad, efectuó por mediación de la referida Srta. Dª. Beatriz Cólogan, para la pintura de que tanto carecían las maderas del interior del hospital; el de cien pesetas que hicieron la Sra. Dª. Julia Beanes y otras distinguidas personas de nacionalidad inglesa, por conducto de D. Antonio María Casañas, para atender a necesidades de los enfermos, por no haberse celebrado aun sección después de que tuvo lugar su ingreso en la Tesorería de la Sociedad. Nombrándose en la primera reunión las Comisiones auxiliares de la misma Directiva, de las que resultaron ser Presidente las Sras. Dª. Dolores Salazar de Fonte, de la de visitas al hospital; Dª. Herminia Ascanio de Méndez, de la asilo; Dª. Constanza de Ponte Vda. de Monteverde, de la de Expósitos; Dª. Quirina Fuentes de Casañas, de la que gestiona en favor del expresado hospital; Dª. Beatriz Cólogan de la relativa al aumento del número de socios; Dª. Ciriaca González Vda. de Fuentes, la de suscripciones en metálicos, frutos y efectos; Dª. Nicolasa García de Ascanio, de la de funciones de teatro; y Dª. Catalina Reyes y Ramos de la de Bazares. Consta en el acta de tres de Junio, que no habiendo sido posible atender a la indicación de la Superiora de la Hermanas de la Caridad, comunicada por la Srta. Dª. Catalina Monteverde y del Castillo, respecto a contribuir con alguna limosna para la construcción de la escalera que sube al coro de la Capilla, cuya negativa dada por la Junta se fundó en ser contrario a los estatutos, destinar los fondos a otros objetos que a los determinados en aquellos, sin que se comprenda el culto ni servicio alguno relacionado con otro fin que el de alivio directo de la humanidad desvalida; contribuyendo de su propio peculio, la expresada Srta. y la Sra. Presidenta Marquesa Viuda del Sauzal, lo cual es digno de elogio por haber sido el medio de conciliar el cumplimiento de dicha prohibiciones absolutas, con los deseos de atender a la fina invitación de la Superiora, cuyos méritos y sacrificios en favor del Establecimiento, la hacen de las mayores consideraciones. En Sección del 5 de Agosto de 1.889 dio cuenta la Sra. Presidenta de haber dado personalmente los pasos conducentes a uno de los principales objetos que esta sociedad se propone, cual es la extinción, si posible fuera,  de la mendicidad pública en esta localidad y la del Puerto de la Cruz, en la forma en que hoy está, por medio del asilo a todos los que le deseen y tengan cabida en los locales destinados al efecto y la limosna en alimento y vestido en un solo sitio, que puede ser el hospital; evitando así que recorran, como vienen haciéndolo diariamente, las calles de ambas poblaciones en grandes grupos, cuyo aspecto desdice de la cultura de las mismas y compromete quizás la suerte del país por la fatal idea que los extranjeros formaran de sus costumbres. Por desgracia no se ha obtenido aún dicho resultado, pues lejos de disminuir tan triste espectáculo, va creciendo a medida que aumenta el número de casas que tienen a bien formar esas mismas agrupaciones de mendigos frente a sus puertas, en lugar de secundar el proyecto de esta asociación y ponerse de acuerdo con la Sra. Presidenta, cuyo interés en este asunto merece los mayores elogios, para contribuir a las comidas que han empezado a darse en el hospital con el mejor éxito y por vía de ensayo a cargo de las Hermanas, que se han prestado con la buena voluntad de siempre, a desempeñar este trabajo, auxiliadas por la misma Marquesa viuda del Sauzal y otras Señoras. Se esperaba que la activa Autoridad local que estaba al frente de la administración del La Orotava, remediara por su parte el mal, adoptando las medidas que aconseja la prudencia para que solo imploren la caridad pública los verdaderos pobres impedidos de trabajar, lo cual hará reducir considerablemente el número de los que hoy figuran indebidamente como tales. No se pudo precisar la que suscribió los especiales servicios de las respectivas comisiones de la Junta Directiva, por no haberlos presenciado ni tener a la vista acta de ellos, pero si cree que todas han cumplido cual corresponde con los delicados encargos que la representación de la Sociedad la ha contribuido. La de visita al Hospital habrá pasado con frecuencia a la cabecera de los enfermos a enterarse de las necesidades y circunstancias especiales de cada uno, y poder proponer a la Sociedad su remedio; cumpliendo además con una de las más hermosa obras de misericordia que la religión católica  aconseja, cual es la de llevar el consuelo con visitas, al que sufre con la pérdida del bien físico más apreciado, que es sin duda alguna la salud. La de expósitos habrá imitado seguramente el proceder bien alabado de la Srta. Dª. Catalina Monteverde y del Castillo, que sin embargo de figurar como la última en la relación de Vocales de la expresada comisión, cuida con el mayor esmero de cuanto concierne a tan delicado asunto, del mismo modo que desde tiempo ha venido haciéndolo; y la Srta. Dª. Catalina Melo y Urtusáustegui, cuyo celo en el desempeño de la Secretaría de la Comisión fue digno de elogio. La del asilo cumplía su cometido, ya que a la vez con no visitarlo frecuentemente por las condiciones de las personas que la formaban, lo mejor era auxiliarlo a su sostenimiento por medio de limosnas, principalmente en frutos.  
Las Sras. Dª. Herminia Ascanio, Dª. Nicolasa Benítez de Lugo, Dª. Laura Cólogan, Marquesa de la Candia, Dª. Catalina Monteverde de Llarena, Dª. Ciriaca González y Dª. Dolores Salazar, que componían la Comisión, no ignoraron que por sus visitas suplían las de la Sra. Presidenta de la Sociedad Marquesa Viuda del Sauzal,  cuyo interés por el mismo asilo es muy notable: pero en cambio dan buen destino a los productos de la tierra que la Providencia les ha concedido, sobrantes de sus propias necesidades, para ayudar a sostener al que nació desheredado y al asilarse, colocándose bajo el amparo de la Sociedad, demuestra que realmente necesita el socorro. Otras varias señoras no pertenecientes a esta Comisión, también favorecen al asilo con sus limosnas, haciéndose acreedoras a las bendiciones del Cielo y a las preces de los desgraciados a quienes socorren.
La que está encargada de gestionar cerca de la Diputación y autoridades para que se atienda al hospital con regularidad en sus consignaciones, poco habrá tenido que hacer desde que la Sra. Presidenta de la Sociedad gestiona lo bastante para este fin auxiliada por sus excelentes relaciones, y así consta de las actas de la Directiva haber conseguido varios libramientos en distintas ocasiones. También la que debe procurar el aumento del socio debió empeñarse en conseguir su objeto, por más que durante el año solo resultaba el ingreso de dos, que lo fueron, la Srta. Luisa Franchi Alfaro y Díaz, por mediación de la expresada Sra. Marquesa viuda del Sauzal y la niña María Zárate y Llarena, cuyos apreciables padres procuraron que a su entrada en la vida, comience a disfrutar de las gracias que dispensa el Cielo a los que se filian bajo la bandera de la caridad. De desear es, pues, tenga esta bella conducta, imitadores. La que cuidó de las suscripciones a metálico, frutos y efectos, poco ha podido adelantar si se juzga por lo que resulta de las actas de la Directiva. Supones sea debido esto a la indiferencia con que generalmente se miran estos pedidos en el pueblo y en los campos, aunque se dirijan a fines los más santos, si no van encaminados a algún objeto de  diversión, revestido con disfraz religioso. No por ello debió cesar la misma  Comisión en sus gestiones, enviando personas a su nombre en tiempo de recolección de cosechas, que infundaron en los agricultores las simpatías que les faltaba hacia este asilo donde se albergó la desgracia. La de funciones de teatro siguieron en completa inacción. Dificultades grandes se presentaron sin duda para esta clase de espectáculo, principalmente por lo que respeta al personal. Distinguidas Sras. Tomaron parte sin embargo en los que se celebraron para costear la traída de las Hijas de la Caridad, sobre cuya base puede decirse se fundó esta asociación: y del mismo modo que vencieron entonces dichas dificultades, pudieran tener la amabilidad de hacerlo ahora, mereciendo nuevo e imperecedero reconocimiento de esta Sociedad. La de bazares suspendieron por ese instante su tarea, probablemente para no causar al público y que no resulte contraproducente este indirecto medio de obtener recursos para las atenciones de esta Sociedad.
Finalmente consignamos las cuentas fijadas al público en este día, y del resumen que acompaña a esta memoria, el estado económico de esta Sociedad no desmerece de años anteriores, resultando una existencia por fin de Febrero del año 1.889, de tres mil doscientos cuarenta pesetas setenta y tres céntimos; siendo de notar el buen orden con que la Srta. Tesorera Dª. Catalina Monteverde y del Castillo, llevó la contabilidad y se empeñó en aumentar los fondos, cuya cuantía pudiera subir considerablemente con aplicación a mayor acogida de inválidos del trabajo y otras atenciones urgentes, si la ordenación de pagos de la Excma. Diputación Provincial siguiese el sistema de librar a los hospitales en justa proporción al déficit de sus presupuestos, según comenzó a hacerlo desde hace por tiempo, en que se descubrió por provechosos pasos dados desde aquí, la falta de liquidez con que se vino atendiendo a este establecimiento; falta que se sospecharon continuamente, si bien confiando en que fuera remediada por la formalidad y rectitud del Sr. Diputado provincial que desempeñaba dicho cargo. Asimismo se constó la importante gestión de las beneméritas socias representantes Sras. Dª. Angustina Nieve de Arroyo, del Puerto de la Cruz; Dª. Candelaria Zárate de González, del Realejo Alto; Dª. Felisa García Brito, del Realejo Bajo; Dª. Catalina de León y Molina, de Garachico; Dª. Carmen González de Martínez, de Los Silos; Dª. Guadalupe del Hoyo y Nieves, de Buenavista; Dª. Eloísa Jordán de González, de Guía, y Dª. Juana Frías, viuda de Afonso, de San Miguel; quienes sostuvieron las cuotas en sus respectivos pueblos; contribuyendo de este modo al fomento de esta asociación que se honró al contar en su seno a tan nobles y caritativas correligionarias. Profunda gratitud también merecieron las dignas personas de esos mismos pueblos cuyos elevado sentimientos le supuso honrosa cualidades de socios, e igualmente las de esta Villa que con su caritativo proceder dieron elocuentes pruebas de que no en vano se tubo a la perla del Valle por fiel depositaria de nobles tradiciones, traducidas en la ostentación de sus actos cristianos y benéficos. Resumen de los ingresos y gastos detallados por la Sociedad “La Caridad” de La Villa de La Orotava durante el año 1888 a 1889: Ingresos = 7.880.77. Gastos = 4.596,04. Saldo en Caja = 3.290,73. La Orotava a 28 de Febrero de 1.889, firmado por la Tesorera, Sra. Dª. Catalina Monteverde y del Castillo.
Memoria de los servicios prestados por la Sociedad “La Caridad” en el año de 1.889 a 1.890, leída en la Junta General celebrada en el Hospital de La Orotava el día 13 de Abril de 1.890. Digna presidenta y demás señoras: Desde que la caridad se trata, no pueden ser indiferentes las palabras, idénticas a las que habéis oído en años anteriores. A la falta de concierto literario que en ellas no se podrás menos de notar, suple el placer que experimentan las almas con las repetidas noticias del bien que emana de esta nuestra piadosa institución. El que místicamente goza en la caridad, no advierte las faltas del lenguaje que se la consagre; y los que atentos al problema social escuchan con ansia filosófica todo cuanto se relaciona con la suerte del proletariado, no pueden menos que fijar su vista, siquiera sea de soslayo, presidiendo de formas escolásticas, en lo que al menestral enfermo y al desgraciado inválido del trabajo se contrae.
El desaparecido semanario “El Norte”, acompañado por el recordado Doctor Jerez Veguero, hace un recorrido por las instalaciones del Hospital; penetrando en la sala numero uno, de hombres. Era una pieza espaciosa y clara, de techo elevado y orientada al Este, por cuyos anchos ventanales irrumpían torrentes de luz. Era tan clara esta pieza, que parecía que carecía de techumbre, y de rincones. Las camas, de una impecable limpieza, dispuestas en filas, y sin ocupar muchas de ellas, pues algunos enfermos, en franca convalecencia salían a tomar el Sol a la galería. En el piso de abajo, se hallaba instalada la sala número tres de enfermos del grupo llamado incurables. Menos cuidada que la del número uno, era una habitación destinada a tal clase de enfermos que llamaban la sala del “Dolor Perenne” porque en ella se refugiaba para siempre la tristeza y el dolo de los pacientes que ya nunca más iban a gozar una alegría, ni siquiera abrigaban la más leve esperanza de salvación. Triste destino el de estos pobres seres que ya no tenían otra satisfacción que la que les pueda producir los cuidados constante del médico y la atención que le suministraban las Hermanas de la Caridad, acompañada a las visitas periódicas de sus familiares. La sala número cuatro estaba dispuesta para enfermos de pago y era una habitación aireada con vistas al campo, amueblada con muebles sencillos y acogedores. El pasillo que ella conduce estaba lleno de plantas, y al fondo, en una soleada azotea, los geranios y claveles ponían una nota de color que alegraba la vista. Esta última habitación en coacciones se utilizaba para accidentados del trabajo. Al llegar a la sala de mujeres el Doctor Feliciano Jerez Veguero aclaraba a la prensa: que en esa habitación habían dispuesto la instalación de un servicio temporal de niños, por no contar, por el momento, con un departamento especial. Sin embargo, ya se había solicitado del Cabildo Insular de Tenerife la reforma de la pieza que ocupaba el recibidor de las hermanas de la Caridad, para establecer en él un servicio permanente de menores, servicio que se hacía imprescindible. El recibidor se trasladaría a  una nueva construcción que se iba a levantar sobre la que ocuparía el aparato de Rayo X. En tal caso se vieron obligado a establecer este servicio por la enorme mortalidad de niños, sobre todo en los campos, mortalidad que proviene no solamente de las enfermedades, sino de la falta de medios económicos de sus padres, generalmente, y por la casi siempre nula habilidad para atender a su curación. Porque al principio se notaba gran resistencia en los padres, cuando ordenaban que el enfermo pasase al Hospital, pero afortunadamente, tal recelo se fue acabando poco a poco, debido a la tenaz labor de persuasión que se llevó a cabo. Y esto no solamente ocurría cuando de niño se trataba sino también de adultos, todo esto supuso una ruda lucha de obtener librada por el Hospital. La resistencia que las gentes oponían a ingresar en el centro se fue suavizando hasta el punto de que se llegó a proponer, convencidos de las ventajas que se les ofrecían. Además de este cambio que se observó, lo motivó incuestionablemente la falta de recursos económicos de gran número de familia, debido a la enorme crisis de aquellos momentos. En la habitación de las mujeres, se observaban varios pequeñuelos ocupando parte de departamento, unos acompañados de sus madres, los más graves, otros incorporados en sus lindos lechos, sonriendo y en sus caritas un tanto demacradas por la enfermedad, se observaba un acentuado resurgir de vitalidad que la dolencia amenazaba destruir. Todos, todos estaban fuera de peligro decía el director a la prensa, al mismo tiempo que le dedicaba bromas y cariños. Esta ultima habitación, también se utilizaba para otros fines, según las contingencias del servicio, pues debían contar con las máximas comodidades para que cada departamento, cada servicio, cumplieran estrictamente un fin determinado. A pesar de que el Hospital estaba muy bien dotado y reunía estupendas condiciones de amplitud, en ciertas ocasiones se notaban algunas deficiencias. Se dio el caso de que la ultima sala estaba ocupada por una enferma grave que no le correspondía el sitio. Pero hubo de colocarse allí por no haber camas desocupadas en otro lugar. Existía otro inconveniente para que el establecimiento fuera lo que constituye el anhelo y lo que debía de ser por la importancia de La Orotava. Faltaba por restaurar una parte del patio interior, para ello hicieron desaparecer una escalinata de piedra y un muro que daba una desagradable impresión de humedad y en su lugar se construyó una galería circular, perdiendo así el edificio todo vestigio defectuoso para ser una cosa perfectamente acabada. Se había ampliado la sala de operaciones dotándola con todos los medios necesarios, a excepción de una lámpara tipo “Panthotos” de imprescindible necesidad para las intervenciones quirúrgicas realizadas de noche en los casos urgentes. Había otra salita dedicada a servicios múltiples como consultas, curas de menor importancia, y en la cual se hallan instaladas las vitrinas con el instrumental de operaciones, etc... Las aspiraciones máximas del Doctor Jerez, era la consecución de un buen aparato de Rayos X para los servicios del Hospital, aspiraciones que se realizaron, pues se consiguió un gabinete completo de Rayos X, considerado entonces el más perfecto que funcionaba en Canarias, de los mejores de España y aun de Europa. Aparato que costó 18.000 pesetas y era la ultima palabra de las técnicas. Fue un Clinoscopio Siemens modelo 1.933, con transformador tipo ultra heliodor, donde se podían hacer toda clase de radioscopias, radiografías y terapia superficial. Su rendimiento equivalía a de 750 ampéres y 110 kilovoltios de extensión. Estaba dotado de un tubo de Rayos X, tipo Multix, de doble foco, que permitía una explanación radioscópica de tiempo indefinido. Entre los accesorios de más moderna factura figuraba un dispositivo llamado ortodiagrama que permitía determinar de una manera exacta los diámetros del corazón. Otro dispositivo para realizar las llamadas radiografías en serie y otro que permitía hacer radiografías a dos metros de distancias. Disponían además de otro servicio laboratorio fotográfico complementario anexo al gabinete de Rayos X, el cual se completaba con un pequeño laboratorio químico-bacteriológico para los casos de urgencia. Asimismo se pidió al Cabildo Insular la adquisición de un Pantostato y una Diatermia, que juntamente con la lámpara de cuarzo que poseían, constituía un completo gabinete electromédico. El Doctor Jerez, tuvo confianza en el Cabildo Insular, y en la persona de su Presidente Sr. Don Maximino Acea. Puesto que el Presidente Sanitario del Cabildo estaba tan compenetrado de la cuestión sanitaria de aquellos tiempos, y además estaba interesado en cubrir en la medida que las posibilidades económicas de aquella entidad lo permitiese, así como de las necesidades higiénica de la isla, entusiasta y meritísima eran las obras realizadas  en este sentido, permitiendo asegurar que fueran atendida las solicitudes de sus hospitales. También estaba a punto de terminarse una habitación para los aseos con todos los accesorios completos para el servicio higiénico de la sala de hombres número uno, cuyos ocupantes tenían que descender a la planta baja ocasionándole muchas molestias. El entonces administrador Don Juan Padrón Betancourt se sentía satisfecho con la institución benéfica, la notable transformación del edificio que apenas guardaba un pequeño parecido con lo que era; las nuevas mejoras introducidas en algunos departamentos, esa gran adquisición que lo fue del aparato de Rayos X, la Villa por entonces contaba con un Hospital de primera fila entre sus similares de la Provincia. Satisfacción compartida por todo el personal del establecimiento y trascendió al pueblo  del cual se recibieron múltiples pruebas de este sentir general. En el buen cuidado de los enfermos rivalizaron todas las hermanas, quienes prestaban inapreciable servicio, tanto en este sentido como en otros. En lo tocante a limpieza, Sor Leonor, Superiora del Hospital, que a pesar de la dulzura de su carácter, fue de una valentía sin par, declaró una guerra feroz contra todo lo que significaba suciedad. No permitió que en los pisos ni en las paredes se vieran la más leve señal de descuido y siempre andaba, brocha en ristre, repasando los enlucidos. El numero de ingresados en el año de 1.933 fue de 605, los gastos anuales oscilaba en un promedio de 55 a 60 mil pesetas, además se gastaban otras sumas en reparaciones, construcciones y reformas. Entre otras obras del mencionado año, se citan; la colocación de cristales en la planta baja para el cierre de las galerías, cuyo coste unido al de la habitación para la instalación de los Rayos X y su cámara oscura complementaria, fue de 5.000 pesetas, cantidad que se invirtió totalmente. En febrero del año 1.954, se celebró un acto intimo de sana y sencilla emoción, al serle rendido por los orotavenses, un homenaje de admiración y cariño a la Hermana de la Caridad Sor Manuela Gómez Seoane. Se cumplían cincuenta años de que dicha religiosa se entregara por entero al ejercicio de su función cristiana y humanitaria. El día 14 de enero de 1.904, hizo sus votos de pobreza, castidad y obediencia a la Orden a la que perteneció, y desde el 25 de Enero del año 1.909 prestaba constantes y misericordioso servicios en el Hospital de La Orotava, con entrega total a las prácticas sublimes de la caridad. De ahí se le tributo un íntimo homenaje de amor y de reconocimiento de la Villa de La Orotava, con motivo de la celebración de sus bodas de Oro, con ese puro ejercicio de su vocación religiosa que la llevó a consagrarse de manera ejemplar a atender a los enfermos. Y por las pruebas de afecto y de admiración que le prodigaron las autoridades locales, médicas del Hospital, consejeros del Cabildo Insular, incluso los que desempeñaron en otros tiempos los servicios de inspección del mencionado benéfico centro, y el personal del mismo. El homenaje consistió en una solemne misa cantada por un coro de señoritas de la localidad. Todos fueron obsequiados con un vino de honor. Interviniendo también en el acto, la Agrupación Musical “Eslava”, dirigida por Don Francisco Dorta Hernández, que interpretó variadas piezas de su repertorio. Sor Manuela Gómez Seoane, la servicial, la siempre atenta y caritativa hermanita, que nunca defraudó a nadie, cuando se trataba de hacer el bien siguió en ese momento recibiendo felicitaciones y muestras de afectos de toda La Villa de La Orotava, en reconocimiento a su abierta bondad y a la eficacia de sus diligentes y caritativas acciones. En Abril del año 1.955, en una mañana dominguera, octava de Pascua, salió de la parroquia de la Concepción el Santísimo Sacramento, acompañado de numerosos fieles, al objeto de dar la sagrada Comunión a los enfermos del Hospital. Por la tarde la Banda de Música de la Agrupación Musical Orotava, bajo la dirección de Don Ernesto Correa Negrín, dio un concierto de obras selectas en el patio principal de dicho establecimiento, cumpliéndose con ello los detalles de un acto que ya venía siendo tradicional, de gran arraigo en La Orotava. Aquel día se dio cita en las espléndidas y acogedoras salas del Hospital, un risueño público, amable, cariñoso, dispuesto en todo momento a contagiar  con su serena alegría a los enfermos, una alegría que fue estímulo de esperanza y optimismo. El pueblo orotavese se ofrecía al centro benéfico, porque tener un Hospital, con su blanqueo casi inmaculado, su amplitud, sus patios, llenos de flores y de luz daba la sensación de un recinto deseado de grato descanso. El Hospital corroboraba a su pueblo, con la impresión de que el sufrimiento se escapaba, se diluía y se perdía en su arquitectura de sabor conventual, en su calma de cenobita entre perfume de flores. Fue una jornada de hermandad entre el hombre de la calle y el que realmente lo habitaba. Un día de recuerdo para el Doctor Don Miguel Rodríguez Vivas, para el Doctor Jefe Clínico, Don Máximo Martín y Martín, para el administrador Don Manuel Morales Pestano, para su capellán y para los señores practicantes. En ellos se reflejaba la satisfacción, la complacencia ante aquella multitud.
Animar esta confianza y la cortés indulgencia de vosotras mismas, para  cumplir la obligación que nuestro cargo de  Secretarias nos impone; dando cuenta en los modestos términos que están a nuestro alcance, de los trabajos practicados por esta asociación durante el séptimo año de su provechosa existencia. En verdad puede llamarse útil. Llena un espacio aunque microscópico, del gran vacío  que se observa en el Mundo, contrario al  parecer a su admirable concierto, con la tristísima situación de varios seres desgraciados respecto de otros más felices. Quizá menos dichosos sean quienes en medio de la opulencia - excepción por cierto en este decaído país - carecen de la tranquilidad que constituye el mejor bien: y más infelices aún los que luchan con las necesidades que su anterior posición les impusiera con dificultad para cubrirlas - situación por desgracia la más general en las clases que aparentemente figura como acomodadas. - De mayor felicidad relativa disfrutan sin duda los que faltos de bienes de fortuna poseen el tesoro de su brazo para procurarse alimentos, que saborean sin ningún acíbar que se los amargue. Pero cuando es el hambre el que siembra la desolación en la humilde cabaña, antes feliz y alegre, y la pérdida de la salud o la escasez de trabajo la causa de tamaña desgracia, nada hay que con la misma pueda compararse. Casos de tal naturaleza jamás debieran darse si los poderes públicos, a la vez que extinguieran la vagancia, procurasen que nunca faltase ocupación a los brazos excelentes, ni los recursos necesarios a los que por vejez o enfermedad se inutilicen, - jubilación tan merecida para el que ha sido útil con su honrado trabajo material, como la concedida al empleado público. Cuando los pueblos puedan cambiar las armas por instrumentos de labor y convertir las fortalezas en palacios donde alojar a los inválidos del trabajo; nada tendrá que hacer la caridad particular para hacer menos aflictiva la suerte del proletario que es víctima del hambre; pero mientras tanto no llegue ese día profetizado por cierto en nuestra religión, es de necesidad que existan asociaciones como esta a que nos honramos de pertenecer. No es soberbio egoísmo el que la mueve por la orgullosa satisfacción de la limosna como merced a semejantes que se postran. No; es el noble impulso del cumplimiento del deber de hacerles participes de lo que la Providencia ha suministrado para todos, aunque sin ser posible estricta igualdad en su posesión. Guiando ciertamente estos móviles en todos sus actos, según se desprende de la reseña que de los mismos pasamos a insertar. Tres son, pues sus principales objetos; el asilo de los inválidos del trabajo, la atención de los enfermos del hospital acogiendo por su cuenta a los que le es posible de los rechazados por falta de camas del presupuesto oficial, y el cuidado de los niños expósitos. Para realizar estos santos fines ha celebrado su junta directiva en el año de que se trata, trece sesiones, tomando en ellas entre otros acuerdos, los siguientes: facultar a la señora Presidenta para admitir en dicho asilo de inválidos del trabajo mayor número del que existía, teniendo en cuenta para ello el estado de los fondos y las circunstancias de los que lo soliciten; dotar al mismo asilo de una sirvienta que auxilie a las Hijas de la Caridad en el ímprobo trabajo que les proporciona, por el estado de decrepitud y postración en que se hallan muchos de los acogidos; contestar una comunicación del entonces Sr. Alcalde de la Villa de La Orotava manifestándole quedar admitida en el Hospital por cuenta de esta Sociedad la enferma Emilia Expósito, cuyo ingreso solicitó dicha Alcaldía; quedar enterada de la renuncia presentada por la digna socia representante en el pueblo de Buenavista, Srta. Dª. Guadalupe del Hoyo y Nieves por su traslación de domicilio y nombrar en su lugar a la señora Dª. Guadalupe Rodríguez de Cejas. Admitir como asilada a la pobre del Puerto de la Cruz Josefa Mª. Cabrera, en atención a la generosidad con que contribuye dicho pueblo y no obstante haber estado más que cubierto por entonces, según lo estaba el número de los mismos acogidos; y además otros varios acuerdos que no fueron necesarios detallar por referirse a asuntos corrientes, como por ejemplo los libramientos de fondos para las distintas atenciones de la Sociedad “La Caridad”. Quince eran los pobres inválidos albergados por entonces en el Hospital, y a pesar del gasto que su alimentación, medicinas y vestidos ocasionaban, la Sra. Presidenta que no perdonaba medio para ver de conseguir la extinción de la mendicidad pública en La Orotava, ensayó el sistema de comidas para los mendigos en el Hospital, a fin de invitar a las casas que sostienen la misma mendicidad con la limosna colectiva y periódica, a que contribuyesen a este efecto, librando al pueblo orotavense de tan denigrante espectáculo; para todo ha sido en vano, no obstante el buen resultado que las mismas comidas ofrecieron; pues las expresadas casas siguen reuniendo a los indicados mendigos frente a sus puertas en determinados días de la semana, formando haraposo ejercito que da lugar a escenas impropias de todo pueblo civilizado.
El número de enfermos sostenido ese año de 1.890 en el Hospital por cuenta de la citada sociedad, por haber estado cubiertas todas las camas de presupuesto con los admitidos por el actual celoso Director, ascendió a 14 que causaron 357 estancias. Veinte fueron los niños expósitos de que ha cuidado esta Sociedad, habiendo ingresado durante el año 1.890 seis y fallecido solo uno. Fueron imprescindibles los servicios de las Hijas de La Caridad en todos los ramos que se relacionan en la institución benéfica; distinguiéndose especialmente la superiora Sor Concepción Alegría, que sufrió en unión de sus compañeras con una resignación que pudiera calificarse de santidad, el enorme trabajo que pesó sobre ellas, y las privaciones hasta del alimento necesario, que fueron consiguientes al abandono en que por los  fondos provinciales se tuvo a este hospital, hasta el extremo de no haber podido librárseles en ese año(1.890) económico más que dos meses de su haber, aparte de adeudárseles años enteros por atrasos. Digno de mención fue también el proceder del facultativo Don Tomás Zerolo que, sin embargo de no percibir casi sueldo alguno, atendió con la asiduidad y esmero que les son propios, no solo a los enfermos del  Hospital, sino también a los asilados sin pretender retribución de ningún género. Y aunque la Sociedad no intervino absolutamente con sus fondos, en lo que respeta al culto, era ingratas si no hicieran mérito de los valiosos servicios y generoso desprendimiento del digno Capellán Sr. Don Santiago Benítez de Lugo, que auxiliado por algunas personas mejoró notablemente el culto y ornato de la Capilla Franciscana. La filantrópica Junta Administrativa del Hospital, de la que fueron Director, Administrador y Secretario respectivamente sin sueldo ni emolumento de ninguna clase, los Sres. Don Luís Monteverde, Don Ignacio Llarena y Monteverde y Don Lorenzo Machado y Benítez de Lugo, favoreció eficazmente los propósitos de la mencionada asociación de La Caridad, auxiliándola en sus justas pretensiones sobre albergue de enfermos y asilados. Las socias representantes en otros pueblos se distinguieron por sus meritorios servicios, siendo notable el exquisito celo con que desempeñaron su cometido. Varias fueron las caritativas personas que contribuyeron con sus donativos en el año 1.890. Los Sres. Conde del Valle de Salazar, Don Alonso Méndez y de León, Don Domingo de León y Don Fulgencio Melo y Urtusáustegui, con 20, 15,18 y 15 pesetas respectivamente que les correspondieron como jurados y cedieron con la filantropía que les distinguieron. El caballero inglés Mr. W. Long Bereham, Mrs Dalmey y Mr. Toller con 50, 25,  y 5 pesetas también respectivamente, que enviaron por conducto de Don Tomás Zerolo para gastos extraordinarios de los enfermos. La distinguida señora de nacionalidad inglesa  Dª. Julia Beanes con 100 pesetas por mediación de Don Antonio Mª. Casañas para ropas de cama de los enfermos. Y finalmente la piadosa señora Dª. Concepción Darmauin de Renshaw donó al Hospital una cocina económica por valor de más de 300 pesetas.
Resumen de los ingresos y gastos detallados por la Sociedad “La Caridad” de La Villa de La Orotava durante el año 1889 a 1890: Ingresos = 7.738,26. Gastos = 4.324,10. Saldo en Caja = 3.369,16. La Orotava a 13 de Abril de 1.890. Las Secretarias; Dª. Beatriz Cólogan y Dª. Josefa Betancourt.
Al comienzo del siglo XX, concretamente al inicio de la década de los años treinta, El Hospital de la Santísima Trinidad de La Orotava, experimenta una ventajosa transformación. La prensa de esa época decía que al penetrar en el Hospital se observaba el efecto de buen aspecto que ofrecían todas sus dependencias, la claridad de sus espaciosa galerías exornadas con hermosas plantas decorativas, que le prestan una grata semejanza a hotel o particular mansión de época; la limpidez de sus blancas paredes lustrosas y el sosiego y la paz que en todo él se disfruta, nuestra mente da un salto retrospectivo en el tiempo  y el recuerdo de aquel otro deficiente hospital  pugna inútilmente por querer borrar esta grata visión del tiempo. Pero ya hemos dicho que en vano; porque instantáneamente nos recobramos, durando el recuerdo solamente lo imprescindible para hacernos la reflexión de que aquel cascarón  decrépito fue el principio para que pudiera lograrse este gran Hospital de entonces, pleno de técnica científica y de idóneos servicios.    

BRUNO JUAN ALVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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