En España era
costumbre, instalar hospitales cercas de las iglesias y templos, en la Orotava
el Hospital de la Santísima Trinidad se instaló en el siglo XVI, concretamente
en el año 1.520, delante de la parroquia Matriz de Nuestra Señora de la
Concepción. En Agosto de 1.530 se instauró en la Orotava una epidemia de
personas enfermas de calenturas y modorras de la que morían muchas personas y
cuyo mal era contagioso, por lo que no es de extrañar se solicite a los médicos
que curaran a los que fueren pobres de balde, dándole las medicinas que
precisen, encargándose, no obstante, a los frailes y clérigos de La Orotava,
hagan plegaria para la salud. Del Hospital y la Concepción, simplemente le
separaba una calle, que se llamó del Hospital. Posteriormente en el siglo
XVIII, lo trasladaron al lugar conocido por el Llano de San Sebastián, al lado
derecho del camino Real, en la entrada de la Villa. Y finalmente en el siglo
XIX, se erigió en San Francisco, porque existía una orden del Gobierno de la
Nación, de destinar los conventos suprimidos a establecimientos de la
beneficencia. Es cuando la Diputación Provincial destinó para casa hospitalaria
el ex convento franciscano de la Villa, firmándose el acuerdo en el año 1.843.
Investigando
sobre documentos administrativo, he observado la fuente de la memoria correspondiente
a los trabajos practicados por la sociedad de la "CARIDAD" en el año
de 1.888 a 1.889. La timidez natural en la mujer, salvo excepciones, para lo
que se encuentra un tanto fuera de su esfera, por más que a fuerza de galante
el otro sexo, se empeñe en hacerla más general que el suyo en aptitudes, sería
bastante obstáculo, unido a una especial insuficiencia, para emprender esta
tarea de suyo interesante y delicada, sino mediase la indicación de apreciable
persona a quien íntimos llamamientos fraternales han separado por ahora de su
cargo; y no se tratase de un servicio benéfico en que también se empeña el
carácter de socia de este caritativo Circulo.
El motivo de
esta intervención en este acto, motivo al que se une otro que muy sensible nos
ha sido, cual es la ausencia de este pueblo villero y consiguiente baja, de la
otra Secretaria, la estimable Sra. Dª. Inocencia Sánchez de Cáceres, con lo que
los actos que constituyen la historia de esta Sociedad orotavense en el primer
año del segundo lustro de su vida del siglo XIX. Casi ignorado son los mismos
actos, fuera del recinto del asilo a que alcanza su bienhechora influencia,
como ignoradas son las sublimes pruebas de heroísmo que a todas horas allí
ofrecen los encargados de mitigar las penas, también desconocidas, de los que
bajo el peso del sufrimiento; constituyendo las vicisitudes de su existencia,
verdaderos dramas de los que no se ocupa el mundo que afuera bulle, formando
contraste el más notable con lo que se encierra en estos claustros. Se vio yacer
en el lecho del dolor, convertido luego en fúnebre descanso, preciosa joven
angelical víctima del amor materno, que defendiendo de viles insultos el nombre
inmaculado de su madre, recibiera infames atropellos, bastantes a marchitar su
edad primaveral al punto de segar su vida; y también se vio junto en el mismo
lecho al Sacerdote, al Facultativo, y a sus auxiliares, faltos de pagas, pero
llenos de agregación; y especialmente a la Hermana de la Caridad, aspirando los
mortíferas fragancias que de aquel destrozado pecho se exhalaran; llevándose en
sus manos el alimento y el remedio que había de sostener algunos días más su
atribulado ser, y en sus labios palabras de consuelo y esperanza que dieran a
su espíritu la vida que a su cuerpo le faltara. Pues bien, también ha estado
allí presente la Sociedad “La Caridad” a cuyos esfuerzos debe este albergue la
dotación de las mismas. Hijas de San Vicente; el suministro de estancias a los
desgraciados que no han tenido la suerte ¡la triste suerte! de poder ser admitidos
por cuenta del presupuesto oficial; la provisión de los preciso a los que en
pobre cuna lloran su desgraciado nacimiento, junto a las salas de los que con
doloridos se despiden de una angustiosa vida en la que sin cesar han
suspirado; y por último el alimento y abrigo necesario a los que trabajaron aún
más para los demás, que para si mismo, mientras sus fuerzas se lo permitieron,
y hoy sufren el forzoso descanso que su inutilidad les ocasiona. Tal es el
conjunto la gestión de esta Sociedad, cuyo detalle pasará a explicar por lo que
respeta al año 1.889. Han acogidos en el hospital por cuenta de esta
asociación, los enfermos María Trujillo González, Manuel Gómez, Francisca
Hernández Abreu, María González Fagundo, Federico García Martín, María Díaz
Morales, Adelina Torres, María Padrón, Tomasa Hernández, Antonia Carrillo,
Jacinto Martín, Julia N., Loreto González, Eleodora Izquierdo, Elisa Rodríguez
Benítez, Eusebio Farrais y Damiana Daute. Hallándose al cuidado de la
respectiva Comisión, veinte y un niños expósitos, de que siete ingresaron
durante el año 1.889. El número de inválidos del trabajo acogidos por esta
Sociedad, es de catorce, todos de amparo por haber empleado su fuerza útil en
constante trabajo; estando completamente imposibilitados para la subsistencia.
Al efecto de atender a estos piadosos, La sociedad celebró Junta directiva en
secciones ordinarias de las que fueron tratados los siguientes acuerdos:
Ordenar mensualmente el libramiento de los gastos ocasionados por enfermos,
asilados y expósitos. Aceptar con marcadas pruebas de gratitud y satisfacción
el donativo hecho por varios señores de nacionalidad extranjera, por mediación
de la distinguida Sra. Dª. Elena Smith, en cantidad de cincuenta pesetas,
invertidas en alimentación del niño del Puerto de la Cruz, Manuel Gómez, que
ingresó por fractura de una pierna en el rudo trabajo a que estaba dedicado;
los de diez u doscientas cincuenta pesetas, respectivamente, por Don
Gregorio Suárez Y Mr. Kenard, por conducto de la Sra. Marquesa viuda del Sauzal,
invertido el segundo en la atención del joven enfermo Federico García y Martín,
vecino de Vilaflor y en gastos de los inválidos que pasaron a la enfermería; el
de cincuenta pesetas por Mis Bignol y mediación de la Srta. Dª. Beatriz
Cólogan; el de veinte y cinco pesetas que hizo la misma Sra. por conducto de la
expresada presidenta Marquesa viuda del Sauzal, con destino a ropas para los
asilados; y el de sesenta pesetas que también la mencionada Mis Bignol digna
por todos los conceptos del reconocimiento de esta Sociedad, efectuó por
mediación de la referida Srta. Dª. Beatriz Cólogan, para la pintura de que
tanto carecían las maderas del interior del hospital; el de cien pesetas que
hicieron la Sra. Dª. Julia Beanes y otras distinguidas personas de nacionalidad
inglesa, por conducto de D. Antonio María Casañas, para atender a necesidades
de los enfermos, por no haberse celebrado aun sección después de que tuvo lugar
su ingreso en la Tesorería de la Sociedad. Nombrándose en la primera reunión
las Comisiones auxiliares de la misma Directiva, de las que resultaron ser
Presidente las Sras. Dª. Dolores Salazar de Fonte, de la de visitas al
hospital; Dª. Herminia Ascanio de Méndez, de la asilo; Dª. Constanza de Ponte
Vda. de Monteverde, de la de Expósitos; Dª. Quirina Fuentes de Casañas, de la
que gestiona en favor del expresado hospital; Dª. Beatriz Cólogan de la
relativa al aumento del número de socios; Dª. Ciriaca González Vda. de Fuentes,
la de suscripciones en metálicos, frutos y efectos; Dª. Nicolasa García de
Ascanio, de la de funciones de teatro; y Dª. Catalina Reyes y Ramos de la de
Bazares. Consta en el acta de tres de Junio, que no habiendo sido posible
atender a la indicación de la Superiora de la Hermanas de la Caridad,
comunicada por la Srta. Dª. Catalina Monteverde y del Castillo, respecto a
contribuir con alguna limosna para la construcción de la escalera que sube al
coro de la Capilla, cuya negativa dada por la Junta se fundó en ser contrario a
los estatutos, destinar los fondos a otros objetos que a los determinados en
aquellos, sin que se comprenda el culto ni servicio alguno relacionado con otro
fin que el de alivio directo de la humanidad desvalida; contribuyendo de su
propio peculio, la expresada Srta. y la Sra. Presidenta Marquesa Viuda del Sauzal,
lo cual es digno de elogio por haber sido el medio de conciliar el cumplimiento
de dicha prohibiciones absolutas, con los deseos de atender a la fina
invitación de la Superiora, cuyos méritos y sacrificios en favor del
Establecimiento, la hacen de las mayores consideraciones. En Sección del 5 de
Agosto de 1.889 dio cuenta la Sra. Presidenta de haber dado personalmente los
pasos conducentes a uno de los principales objetos que esta sociedad se
propone, cual es la extinción, si posible fuera, de la mendicidad pública
en esta localidad y la del Puerto de la Cruz, en la forma en que hoy está, por
medio del asilo a todos los que le deseen y tengan cabida en los locales
destinados al efecto y la limosna en alimento y vestido en un solo sitio, que
puede ser el hospital; evitando así que recorran, como vienen haciéndolo
diariamente, las calles de ambas poblaciones en grandes grupos, cuyo aspecto
desdice de la cultura de las mismas y compromete quizás la suerte del país por
la fatal idea que los extranjeros formaran de sus costumbres. Por desgracia no
se ha obtenido aún dicho resultado, pues lejos de disminuir tan triste
espectáculo, va creciendo a medida que aumenta el número de casas que tienen a
bien formar esas mismas agrupaciones de mendigos frente a sus puertas, en lugar
de secundar el proyecto de esta asociación y ponerse de acuerdo con la Sra.
Presidenta, cuyo interés en este asunto merece los mayores elogios, para
contribuir a las comidas que han empezado a darse en el hospital con el mejor
éxito y por vía de ensayo a cargo de las Hermanas, que se han prestado con la
buena voluntad de siempre, a desempeñar este trabajo, auxiliadas por la misma
Marquesa viuda del Sauzal y otras Señoras. Se esperaba que la activa Autoridad
local que estaba al frente de la administración del La Orotava, remediara por
su parte el mal, adoptando las medidas que aconseja la prudencia para que solo
imploren la caridad pública los verdaderos pobres impedidos de trabajar, lo
cual hará reducir considerablemente el número de los que hoy figuran
indebidamente como tales. No se pudo precisar la que suscribió los especiales
servicios de las respectivas comisiones de la Junta Directiva, por no haberlos
presenciado ni tener a la vista acta de ellos, pero si cree que todas han
cumplido cual corresponde con los delicados encargos que la representación de
la Sociedad la ha contribuido. La de visita al Hospital habrá pasado con
frecuencia a la cabecera de los enfermos a enterarse de las necesidades y
circunstancias especiales de cada uno, y poder proponer a la Sociedad su
remedio; cumpliendo además con una de las más hermosa obras de misericordia que
la religión católica aconseja, cual es la de llevar el consuelo con
visitas, al que sufre con la pérdida del bien físico más apreciado, que es sin
duda alguna la salud. La de expósitos habrá imitado seguramente el proceder
bien alabado de la Srta. Dª. Catalina Monteverde y del Castillo, que sin
embargo de figurar como la última en la relación de Vocales de la expresada
comisión, cuida con el mayor esmero de cuanto concierne a tan delicado asunto,
del mismo modo que desde tiempo ha venido haciéndolo; y la Srta. Dª. Catalina
Melo y Urtusáustegui, cuyo celo en el desempeño de la Secretaría de la Comisión
fue digno de elogio. La del asilo cumplía su cometido, ya que a la vez con no
visitarlo frecuentemente por las condiciones de las personas que la formaban,
lo mejor era auxiliarlo a su sostenimiento por medio de limosnas,
principalmente en frutos.
Las Sras. Dª.
Herminia Ascanio, Dª. Nicolasa Benítez de Lugo, Dª. Laura Cólogan, Marquesa de
la Candia, Dª. Catalina Monteverde de Llarena, Dª. Ciriaca González y Dª.
Dolores Salazar, que componían la Comisión, no ignoraron que por sus visitas
suplían las de la Sra. Presidenta de la Sociedad Marquesa Viuda del
Sauzal, cuyo interés por el mismo asilo es muy notable: pero en cambio
dan buen destino a los productos de la tierra que la Providencia les ha
concedido, sobrantes de sus propias necesidades, para ayudar a sostener al que
nació desheredado y al asilarse, colocándose bajo el amparo de la Sociedad,
demuestra que realmente necesita el socorro. Otras varias señoras no
pertenecientes a esta Comisión, también favorecen al asilo con sus limosnas,
haciéndose acreedoras a las bendiciones del Cielo y a las preces de los
desgraciados a quienes socorren.
La que está
encargada de gestionar cerca de la Diputación y autoridades para que se atienda
al hospital con regularidad en sus consignaciones, poco habrá tenido que hacer
desde que la Sra. Presidenta de la Sociedad gestiona lo bastante para este fin
auxiliada por sus excelentes relaciones, y así consta de las actas de la
Directiva haber conseguido varios libramientos en distintas ocasiones. También
la que debe procurar el aumento del socio debió empeñarse en conseguir su
objeto, por más que durante el año solo resultaba el ingreso de dos, que lo
fueron, la Srta. Luisa Franchi Alfaro y Díaz, por mediación de la expresada
Sra. Marquesa viuda del Sauzal y la niña María Zárate y Llarena, cuyos
apreciables padres procuraron que a su entrada en la vida, comience a disfrutar
de las gracias que dispensa el Cielo a los que se filian bajo la bandera de la
caridad. De desear es, pues, tenga esta bella conducta, imitadores. La que
cuidó de las suscripciones a metálico, frutos y efectos, poco ha podido
adelantar si se juzga por lo que resulta de las actas de la Directiva. Supones
sea debido esto a la indiferencia con que generalmente se miran estos pedidos
en el pueblo y en los campos, aunque se dirijan a fines los más santos, si no van
encaminados a algún objeto de diversión, revestido con disfraz religioso.
No por ello debió cesar la misma Comisión en sus gestiones, enviando
personas a su nombre en tiempo de recolección de cosechas, que infundaron en
los agricultores las simpatías que les faltaba hacia este asilo donde se
albergó la desgracia. La de funciones de teatro siguieron en completa inacción.
Dificultades grandes se presentaron sin duda para esta clase de espectáculo,
principalmente por lo que respeta al personal. Distinguidas Sras. Tomaron parte
sin embargo en los que se celebraron para costear la traída de las Hijas de la
Caridad, sobre cuya base puede decirse se fundó esta asociación: y del mismo
modo que vencieron entonces dichas dificultades, pudieran tener la amabilidad
de hacerlo ahora, mereciendo nuevo e imperecedero reconocimiento de esta
Sociedad. La de bazares suspendieron por ese instante su tarea, probablemente
para no causar al público y que no resulte contraproducente este indirecto
medio de obtener recursos para las atenciones de esta Sociedad.
Finalmente
consignamos las cuentas fijadas al público en este día, y del resumen que
acompaña a esta memoria, el estado económico de esta Sociedad no desmerece de
años anteriores, resultando una existencia por fin de Febrero del año 1.889, de
tres mil doscientos cuarenta pesetas setenta y tres céntimos; siendo de notar
el buen orden con que la Srta. Tesorera Dª. Catalina Monteverde y del Castillo,
llevó la contabilidad y se empeñó en aumentar los fondos, cuya cuantía pudiera
subir considerablemente con aplicación a mayor acogida de inválidos del trabajo
y otras atenciones urgentes, si la ordenación de pagos de la Excma. Diputación
Provincial siguiese el sistema de librar a los hospitales en justa proporción
al déficit de sus presupuestos, según comenzó a hacerlo desde hace por tiempo,
en que se descubrió por provechosos pasos dados desde aquí, la falta de
liquidez con que se vino atendiendo a este establecimiento; falta que se
sospecharon continuamente, si bien confiando en que fuera remediada por la
formalidad y rectitud del Sr. Diputado provincial que desempeñaba dicho cargo.
Asimismo se constó la importante gestión de las beneméritas socias
representantes Sras. Dª. Angustina Nieve de Arroyo, del Puerto de la Cruz; Dª. Candelaria
Zárate de González, del Realejo Alto; Dª. Felisa García Brito, del Realejo
Bajo; Dª. Catalina de León y Molina, de Garachico; Dª. Carmen González de
Martínez, de Los Silos; Dª. Guadalupe del Hoyo y Nieves, de Buenavista; Dª.
Eloísa Jordán de González, de Guía, y Dª. Juana Frías, viuda de Afonso, de San
Miguel; quienes sostuvieron las cuotas en sus respectivos pueblos;
contribuyendo de este modo al fomento de esta asociación que se honró al contar
en su seno a tan nobles y caritativas correligionarias. Profunda gratitud
también merecieron las dignas personas de esos mismos pueblos cuyos elevado
sentimientos le supuso honrosa cualidades de socios, e igualmente las de esta
Villa que con su caritativo proceder dieron elocuentes pruebas de que no en vano
se tubo a la perla del Valle por fiel depositaria de nobles tradiciones,
traducidas en la ostentación de sus actos cristianos y benéficos. Resumen de
los ingresos y gastos detallados por la Sociedad “La Caridad” de La Villa de La
Orotava durante el año 1888 a 1889: Ingresos = 7.880.77. Gastos = 4.596,04.
Saldo en Caja = 3.290,73. La Orotava a 28 de Febrero de 1.889, firmado por la
Tesorera, Sra. Dª. Catalina Monteverde y del Castillo.
Memoria de los
servicios prestados por la Sociedad “La Caridad” en el año de 1.889 a 1.890,
leída en la Junta General celebrada en el Hospital de La Orotava el día 13 de
Abril de 1.890. Digna presidenta y demás señoras: Desde que la caridad se
trata, no pueden ser indiferentes las palabras, idénticas a las que habéis oído
en años anteriores. A la falta de concierto literario que en ellas no se podrás
menos de notar, suple el placer que experimentan las almas con las repetidas
noticias del bien que emana de esta nuestra piadosa institución. El que
místicamente goza en la caridad, no advierte las faltas del lenguaje que se la
consagre; y los que atentos al problema social escuchan con ansia filosófica
todo cuanto se relaciona con la suerte del proletariado, no pueden menos que
fijar su vista, siquiera sea de soslayo, presidiendo de formas escolásticas, en
lo que al menestral enfermo y al desgraciado inválido del trabajo se contrae.
El
desaparecido semanario “El Norte”, acompañado por el recordado Doctor Jerez
Veguero, hace un recorrido por las instalaciones del Hospital; penetrando en la
sala numero uno, de hombres. Era una pieza espaciosa y clara, de techo elevado
y orientada al Este, por cuyos anchos ventanales irrumpían torrentes de luz.
Era tan clara esta pieza, que parecía que carecía de techumbre, y de rincones.
Las camas, de una impecable limpieza, dispuestas en filas, y sin ocupar muchas
de ellas, pues algunos enfermos, en franca convalecencia salían a tomar el Sol
a la galería. En el piso de abajo, se hallaba instalada la sala número tres de
enfermos del grupo llamado incurables. Menos cuidada que la del número uno, era
una habitación destinada a tal clase de enfermos que llamaban la sala del
“Dolor Perenne” porque en ella se refugiaba para siempre la tristeza y el dolo
de los pacientes que ya nunca más iban a gozar una alegría, ni siquiera
abrigaban la más leve esperanza de salvación. Triste destino el de estos pobres
seres que ya no tenían otra satisfacción que la que les pueda producir los
cuidados constante del médico y la atención que le suministraban las Hermanas
de la Caridad, acompañada a las visitas periódicas de sus familiares. La sala
número cuatro estaba dispuesta para enfermos de pago y era una habitación
aireada con vistas al campo, amueblada con muebles sencillos y acogedores. El
pasillo que ella conduce estaba lleno de plantas, y al fondo, en una soleada
azotea, los geranios y claveles ponían una nota de color que alegraba la vista.
Esta última habitación en coacciones se utilizaba para accidentados del
trabajo. Al llegar a la sala de mujeres el Doctor Feliciano Jerez Veguero
aclaraba a la prensa: que en esa habitación habían dispuesto la instalación de
un servicio temporal de niños, por no contar, por el momento, con un
departamento especial. Sin embargo, ya se había solicitado del Cabildo Insular
de Tenerife la reforma de la pieza que ocupaba el recibidor de las hermanas de
la Caridad, para establecer en él un servicio permanente de menores, servicio
que se hacía imprescindible. El recibidor se trasladaría a una nueva
construcción que se iba a levantar sobre la que ocuparía el aparato de Rayo X.
En tal caso se vieron obligado a establecer este servicio por la enorme
mortalidad de niños, sobre todo en los campos, mortalidad que proviene no
solamente de las enfermedades, sino de la falta de medios económicos de sus
padres, generalmente, y por la casi siempre nula habilidad para atender a su
curación. Porque al principio se notaba gran resistencia en los padres, cuando
ordenaban que el enfermo pasase al Hospital, pero afortunadamente, tal recelo
se fue acabando poco a poco, debido a la tenaz labor de persuasión que se llevó
a cabo. Y esto no solamente ocurría cuando de niño se trataba sino también de
adultos, todo esto supuso una ruda lucha de obtener librada por el Hospital. La
resistencia que las gentes oponían a ingresar en el centro se fue suavizando
hasta el punto de que se llegó a proponer, convencidos de las ventajas que se
les ofrecían. Además de este cambio que se observó, lo motivó
incuestionablemente la falta de recursos económicos de gran número de familia,
debido a la enorme crisis de aquellos momentos. En la habitación de las
mujeres, se observaban varios pequeñuelos ocupando parte de departamento, unos
acompañados de sus madres, los más graves, otros incorporados en sus lindos
lechos, sonriendo y en sus caritas un tanto demacradas por la enfermedad, se
observaba un acentuado resurgir de vitalidad que la dolencia amenazaba
destruir. Todos, todos estaban fuera de peligro decía el director a la prensa,
al mismo tiempo que le dedicaba bromas y cariños. Esta ultima habitación,
también se utilizaba para otros fines, según las contingencias del servicio,
pues debían contar con las máximas comodidades para que cada departamento, cada
servicio, cumplieran estrictamente un fin determinado. A pesar de que el
Hospital estaba muy bien dotado y reunía estupendas condiciones de amplitud, en
ciertas ocasiones se notaban algunas deficiencias. Se dio el caso de que la
ultima sala estaba ocupada por una enferma grave que no le correspondía el
sitio. Pero hubo de colocarse allí por no haber camas desocupadas en otro
lugar. Existía otro inconveniente para que el establecimiento fuera lo que
constituye el anhelo y lo que debía de ser por la importancia de La Orotava.
Faltaba por restaurar una parte del patio interior, para ello hicieron
desaparecer una escalinata de piedra y un muro que daba una desagradable
impresión de humedad y en su lugar se construyó una galería circular, perdiendo
así el edificio todo vestigio defectuoso para ser una cosa perfectamente
acabada. Se había ampliado la sala de operaciones dotándola con todos los
medios necesarios, a excepción de una lámpara tipo “Panthotos” de
imprescindible necesidad para las intervenciones quirúrgicas realizadas de
noche en los casos urgentes. Había otra salita dedicada a servicios múltiples
como consultas, curas de menor importancia, y en la cual se hallan instaladas
las vitrinas con el instrumental de operaciones, etc... Las aspiraciones
máximas del Doctor Jerez, era la consecución de un buen aparato de Rayos X para
los servicios del Hospital, aspiraciones que se realizaron, pues se consiguió
un gabinete completo de Rayos X, considerado entonces el más perfecto que
funcionaba en Canarias, de los mejores de España y aun de Europa. Aparato que
costó 18.000 pesetas y era la ultima palabra de las técnicas. Fue un
Clinoscopio Siemens modelo 1.933, con transformador tipo ultra heliodor, donde
se podían hacer toda clase de radioscopias, radiografías y terapia superficial.
Su rendimiento equivalía a de 750 ampéres y 110 kilovoltios de extensión.
Estaba dotado de un tubo de Rayos X, tipo Multix, de doble foco, que permitía
una explanación radioscópica de tiempo indefinido. Entre los accesorios de más
moderna factura figuraba un dispositivo llamado ortodiagrama que permitía
determinar de una manera exacta los diámetros del corazón. Otro dispositivo
para realizar las llamadas radiografías en serie y otro que permitía hacer
radiografías a dos metros de distancias. Disponían además de otro servicio
laboratorio fotográfico complementario anexo al gabinete de Rayos X, el cual se
completaba con un pequeño laboratorio químico-bacteriológico para los casos de
urgencia. Asimismo se pidió al Cabildo Insular la adquisición de un Pantostato
y una Diatermia, que juntamente con la lámpara de cuarzo que poseían,
constituía un completo gabinete electromédico. El Doctor Jerez, tuvo confianza
en el Cabildo Insular, y en la persona de su Presidente Sr. Don Maximino Acea.
Puesto que el Presidente Sanitario del Cabildo estaba tan compenetrado de la
cuestión sanitaria de aquellos tiempos, y además estaba interesado en cubrir en
la medida que las posibilidades económicas de aquella entidad lo permitiese,
así como de las necesidades higiénica de la isla, entusiasta y meritísima eran
las obras realizadas en este sentido, permitiendo asegurar que fueran
atendida las solicitudes de sus hospitales. También estaba a punto de
terminarse una habitación para los aseos con todos los accesorios completos
para el servicio higiénico de la sala de hombres número uno, cuyos ocupantes
tenían que descender a la planta baja ocasionándole muchas molestias. El
entonces administrador Don Juan Padrón Betancourt se sentía satisfecho con la
institución benéfica, la notable transformación del edificio que apenas
guardaba un pequeño parecido con lo que era; las nuevas mejoras introducidas en
algunos departamentos, esa gran adquisición que lo fue del aparato de Rayos X,
la Villa por entonces contaba con un Hospital de primera fila entre sus
similares de la Provincia. Satisfacción compartida por todo el personal del
establecimiento y trascendió al pueblo del cual se recibieron múltiples
pruebas de este sentir general. En el buen cuidado de los enfermos rivalizaron
todas las hermanas, quienes prestaban inapreciable servicio, tanto en este sentido
como en otros. En lo tocante a limpieza, Sor Leonor, Superiora del Hospital,
que a pesar de la dulzura de su carácter, fue de una valentía sin par, declaró
una guerra feroz contra todo lo que significaba suciedad. No permitió que en
los pisos ni en las paredes se vieran la más leve señal de descuido y siempre
andaba, brocha en ristre, repasando los enlucidos. El numero de ingresados en
el año de 1.933 fue de 605, los gastos anuales oscilaba en un promedio de 55 a
60 mil pesetas, además se gastaban otras sumas en reparaciones, construcciones
y reformas. Entre otras obras del mencionado año, se citan; la colocación de
cristales en la planta baja para el cierre de las galerías, cuyo coste unido al
de la habitación para la instalación de los Rayos X y su cámara oscura
complementaria, fue de 5.000 pesetas, cantidad que se invirtió totalmente. En
febrero del año 1.954, se celebró un acto intimo de sana y sencilla emoción, al
serle rendido por los orotavenses, un homenaje de admiración y cariño a la
Hermana de la Caridad Sor Manuela Gómez Seoane. Se cumplían cincuenta años de
que dicha religiosa se entregara por entero al ejercicio de su función
cristiana y humanitaria. El día 14 de enero de 1.904, hizo sus votos de
pobreza, castidad y obediencia a la Orden a la que perteneció, y desde el 25 de
Enero del año 1.909 prestaba constantes y misericordioso servicios en el
Hospital de La Orotava, con entrega total a las prácticas sublimes de la
caridad. De ahí se le tributo un íntimo homenaje de amor y de reconocimiento de
la Villa de La Orotava, con motivo de la celebración de sus bodas de Oro, con
ese puro ejercicio de su vocación religiosa que la llevó a consagrarse de
manera ejemplar a atender a los enfermos. Y por las pruebas de afecto y de
admiración que le prodigaron las autoridades locales, médicas del Hospital,
consejeros del Cabildo Insular, incluso los que desempeñaron en otros tiempos
los servicios de inspección del mencionado benéfico centro, y el personal del
mismo. El homenaje consistió en una solemne misa cantada por un coro de
señoritas de la localidad. Todos fueron obsequiados con un vino de honor.
Interviniendo también en el acto, la Agrupación Musical “Eslava”, dirigida por
Don Francisco Dorta Hernández, que interpretó variadas piezas de su repertorio.
Sor Manuela Gómez Seoane, la servicial, la siempre atenta y caritativa
hermanita, que nunca defraudó a nadie, cuando se trataba de hacer el bien
siguió en ese momento recibiendo felicitaciones y muestras de afectos de toda
La Villa de La Orotava, en reconocimiento a su abierta bondad y a la eficacia
de sus diligentes y caritativas acciones. En Abril del año 1.955, en una mañana
dominguera, octava de Pascua, salió de la parroquia de la Concepción el
Santísimo Sacramento, acompañado de numerosos fieles, al objeto de dar la
sagrada Comunión a los enfermos del Hospital. Por la tarde la Banda de Música
de la Agrupación Musical Orotava, bajo la dirección de Don Ernesto Correa
Negrín, dio un concierto de obras selectas en el patio principal de dicho
establecimiento, cumpliéndose con ello los detalles de un acto que ya venía
siendo tradicional, de gran arraigo en La Orotava. Aquel día se dio cita en las
espléndidas y acogedoras salas del Hospital, un risueño público, amable,
cariñoso, dispuesto en todo momento a contagiar con su serena alegría a
los enfermos, una alegría que fue estímulo de esperanza y optimismo. El pueblo
orotavese se ofrecía al centro benéfico, porque tener un Hospital, con su
blanqueo casi inmaculado, su amplitud, sus patios, llenos de flores y de luz daba
la sensación de un recinto deseado de grato descanso. El Hospital corroboraba a
su pueblo, con la impresión de que el sufrimiento se escapaba, se diluía y se
perdía en su arquitectura de sabor conventual, en su calma de cenobita entre
perfume de flores. Fue una jornada de hermandad entre el hombre de la calle y
el que realmente lo habitaba. Un día de recuerdo para el Doctor Don Miguel
Rodríguez Vivas, para el Doctor Jefe Clínico, Don Máximo Martín y Martín, para
el administrador Don Manuel Morales Pestano, para su capellán y para los
señores practicantes. En ellos se reflejaba la satisfacción, la complacencia
ante aquella multitud.
Animar esta
confianza y la cortés indulgencia de vosotras mismas, para cumplir la
obligación que nuestro cargo de Secretarias nos impone; dando cuenta en
los modestos términos que están a nuestro alcance, de los trabajos practicados
por esta asociación durante el séptimo año de su provechosa existencia. En
verdad puede llamarse útil. Llena un espacio aunque microscópico, del gran
vacío que se observa en el Mundo, contrario al parecer a su
admirable concierto, con la tristísima situación de varios seres desgraciados
respecto de otros más felices. Quizá menos dichosos sean quienes en medio de la
opulencia - excepción por cierto en este decaído país - carecen de la
tranquilidad que constituye el mejor bien: y más infelices aún los que luchan
con las necesidades que su anterior posición les impusiera con dificultad para
cubrirlas - situación por desgracia la más general en las clases que
aparentemente figura como acomodadas. - De mayor felicidad relativa disfrutan
sin duda los que faltos de bienes de fortuna poseen el tesoro de su brazo para
procurarse alimentos, que saborean sin ningún acíbar que se los amargue. Pero
cuando es el hambre el que siembra la desolación en la humilde cabaña, antes
feliz y alegre, y la pérdida de la salud o la escasez de trabajo la causa de
tamaña desgracia, nada hay que con la misma pueda compararse. Casos de tal
naturaleza jamás debieran darse si los poderes públicos, a la vez que
extinguieran la vagancia, procurasen que nunca faltase ocupación a los brazos
excelentes, ni los recursos necesarios a los que por vejez o enfermedad se
inutilicen, - jubilación tan merecida para el que ha sido útil con su honrado
trabajo material, como la concedida al empleado público. Cuando los pueblos
puedan cambiar las armas por instrumentos de labor y convertir las fortalezas
en palacios donde alojar a los inválidos del trabajo; nada tendrá que hacer la
caridad particular para hacer menos aflictiva la suerte del proletario que es
víctima del hambre; pero mientras tanto no llegue ese día profetizado por
cierto en nuestra religión, es de necesidad que existan asociaciones como esta
a que nos honramos de pertenecer. No es soberbio egoísmo el que la mueve por la
orgullosa satisfacción de la limosna como merced a semejantes que se postran.
No; es el noble impulso del cumplimiento del deber de hacerles participes de lo
que la Providencia ha suministrado para todos, aunque sin ser posible estricta
igualdad en su posesión. Guiando ciertamente estos móviles en todos sus actos,
según se desprende de la reseña que de los mismos pasamos a insertar. Tres son,
pues sus principales objetos; el asilo de los inválidos del trabajo, la atención
de los enfermos del hospital acogiendo por su cuenta a los que le es posible de
los rechazados por falta de camas del presupuesto oficial, y el cuidado de los
niños expósitos. Para realizar estos santos fines ha celebrado su junta
directiva en el año de que se trata, trece sesiones, tomando en ellas entre
otros acuerdos, los siguientes: facultar a la señora Presidenta para admitir en
dicho asilo de inválidos del trabajo mayor número del que existía, teniendo en
cuenta para ello el estado de los fondos y las circunstancias de los que lo
soliciten; dotar al mismo asilo de una sirvienta que auxilie a las Hijas de la
Caridad en el ímprobo trabajo que les proporciona, por el estado de decrepitud
y postración en que se hallan muchos de los acogidos; contestar una
comunicación del entonces Sr. Alcalde de la Villa de La Orotava manifestándole
quedar admitida en el Hospital por cuenta de esta Sociedad la enferma Emilia
Expósito, cuyo ingreso solicitó dicha Alcaldía; quedar enterada de la renuncia
presentada por la digna socia representante en el pueblo de Buenavista, Srta.
Dª. Guadalupe del Hoyo y Nieves por su traslación de domicilio y nombrar en su
lugar a la señora Dª. Guadalupe Rodríguez de Cejas. Admitir como asilada a la
pobre del Puerto de la Cruz Josefa Mª. Cabrera, en atención a la generosidad
con que contribuye dicho pueblo y no obstante haber estado más que cubierto por
entonces, según lo estaba el número de los mismos acogidos; y además otros
varios acuerdos que no fueron necesarios detallar por referirse a asuntos
corrientes, como por ejemplo los libramientos de fondos para las distintas
atenciones de la Sociedad “La Caridad”. Quince eran los pobres inválidos
albergados por entonces en el Hospital, y a pesar del gasto que su
alimentación, medicinas y vestidos ocasionaban, la Sra. Presidenta que no
perdonaba medio para ver de conseguir la extinción de la mendicidad pública en
La Orotava, ensayó el sistema de comidas para los mendigos en el Hospital, a
fin de invitar a las casas que sostienen la misma mendicidad con la limosna
colectiva y periódica, a que contribuyesen a este efecto, librando al pueblo
orotavense de tan denigrante espectáculo; para todo ha sido en vano, no
obstante el buen resultado que las mismas comidas ofrecieron; pues las
expresadas casas siguen reuniendo a los indicados mendigos frente a sus puertas
en determinados días de la semana, formando haraposo ejercito que da lugar a
escenas impropias de todo pueblo civilizado.
El número de
enfermos sostenido ese año de 1.890 en el Hospital por cuenta de la citada
sociedad, por haber estado cubiertas todas las camas de presupuesto con los
admitidos por el actual celoso Director, ascendió a 14 que causaron 357
estancias. Veinte fueron los niños expósitos de que ha cuidado esta Sociedad,
habiendo ingresado durante el año 1.890 seis y fallecido solo uno. Fueron
imprescindibles los servicios de las Hijas de La Caridad en todos los ramos que
se relacionan en la institución benéfica; distinguiéndose especialmente la
superiora Sor Concepción Alegría, que sufrió en unión de sus compañeras con una
resignación que pudiera calificarse de santidad, el enorme trabajo que pesó
sobre ellas, y las privaciones hasta del alimento necesario, que fueron
consiguientes al abandono en que por los fondos provinciales se tuvo a
este hospital, hasta el extremo de no haber podido librárseles en ese
año(1.890) económico más que dos meses de su haber, aparte de adeudárseles años
enteros por atrasos. Digno de mención fue también el proceder del facultativo
Don Tomás Zerolo que, sin embargo de no percibir casi sueldo alguno, atendió
con la asiduidad y esmero que les son propios, no solo a los enfermos del
Hospital, sino también a los asilados sin pretender retribución de ningún
género. Y aunque la Sociedad no intervino absolutamente con sus fondos, en lo
que respeta al culto, era ingratas si no hicieran mérito de los valiosos
servicios y generoso desprendimiento del digno Capellán Sr. Don Santiago
Benítez de Lugo, que auxiliado por algunas personas mejoró notablemente el
culto y ornato de la Capilla Franciscana. La filantrópica Junta Administrativa
del Hospital, de la que fueron Director, Administrador y Secretario
respectivamente sin sueldo ni emolumento de ninguna clase, los Sres. Don Luís
Monteverde, Don Ignacio Llarena y Monteverde y Don Lorenzo Machado y Benítez de
Lugo, favoreció eficazmente los propósitos de la mencionada asociación de La
Caridad, auxiliándola en sus justas pretensiones sobre albergue de enfermos y
asilados. Las socias representantes en otros pueblos se distinguieron por sus
meritorios servicios, siendo notable el exquisito celo con que desempeñaron su
cometido. Varias fueron las caritativas personas que contribuyeron con sus
donativos en el año 1.890. Los Sres. Conde del Valle de Salazar, Don Alonso
Méndez y de León, Don Domingo de León y Don Fulgencio Melo y Urtusáustegui, con
20, 15,18 y 15 pesetas respectivamente que les correspondieron como jurados y
cedieron con la filantropía que les distinguieron. El caballero inglés Mr. W.
Long Bereham, Mrs Dalmey y Mr. Toller con 50, 25, y 5 pesetas también
respectivamente, que enviaron por conducto de Don Tomás Zerolo para gastos
extraordinarios de los enfermos. La distinguida señora de nacionalidad
inglesa Dª. Julia Beanes con 100 pesetas por mediación de Don Antonio Mª.
Casañas para ropas de cama de los enfermos. Y finalmente la piadosa señora Dª.
Concepción Darmauin de Renshaw donó al Hospital una cocina económica por valor
de más de 300 pesetas.
Resumen de los
ingresos y gastos detallados por la Sociedad “La Caridad” de La Villa de La
Orotava durante el año 1889 a 1890: Ingresos = 7.738,26. Gastos = 4.324,10.
Saldo en Caja = 3.369,16. La Orotava a 13 de Abril de 1.890. Las Secretarias;
Dª. Beatriz Cólogan y Dª. Josefa Betancourt.
Al comienzo
del siglo XX, concretamente al inicio de la década de los años treinta, El
Hospital de la Santísima Trinidad de La Orotava, experimenta una ventajosa
transformación. La prensa de esa época decía que al penetrar en el Hospital se
observaba el efecto de buen aspecto que ofrecían todas sus dependencias, la
claridad de sus espaciosa galerías exornadas con hermosas plantas decorativas,
que le prestan una grata semejanza a hotel o particular mansión de época; la
limpidez de sus blancas paredes lustrosas y el sosiego y la paz que en todo él
se disfruta, nuestra mente da un salto retrospectivo en el tiempo y el
recuerdo de aquel otro deficiente hospital pugna inútilmente por querer
borrar esta grata visión del tiempo. Pero ya hemos dicho que en vano; porque
instantáneamente nos recobramos, durando el recuerdo solamente lo
imprescindible para hacernos la reflexión de que aquel cascarón decrépito
fue el principio para que pudiera lograrse este gran Hospital de entonces,
pleno de técnica científica y de idóneos servicios.
BRUNO JUAN
ALVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
Gracias por documentarnos la historia de Tenerife
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