lunes, 13 de noviembre de 2017

PACO UN BUEN AMIGO EN EL RECUERDO



Aniversario de su fallecimiento. Como siempre revisando los correos del día aparece uno del amigo y compañero de docencia del IES La Orotava Manuel González Pérez, Domingo González Hernández. El cual me pone los pelos en punta; Paco Hernández acaba de fallecer (13 de noviembre del 2011), la verdad que para mí es lamentable perder un amigo que nos criamos toda una vida juntos, en los mismos círculos sociales del entorno de la plaza de Franchi Alfaro de La Villa de La Orotava. Le respondí a mi amigo Dominguito González, que en la vida no somos nadie, ni matizamos nada.
Francisco Hernández Álvarez se nos fue para siempre al infinito, Paco, no sé dónde queda eso, no lo sé, quizá te reencontrarse con los amigos Chucho Dorta y Domingo Domínguez bañándose en la eterna y recordada piscina de La Orotava, que nosotros conocíamos por “El Estanque del Peluja”. Quizá sea un lugar de un reencuentro surrealista con muchos de nuestros amigos.
Una vez me dijiste en el Suizo que el trío formado por Paco, Pico y Toño García  era esencial en la supuración, quizá en la quimera.
Recuerda cuando estudiábamos el parvulito en el colegio de la Milagrosa con Sor Dolores, hicimos la primera comunión junto en Santo Domingo de Guzmán, nos fuimos juntos al colegio de San Isidro de los Salesianos, precisamente a la clase conocida por “La Chica”, estudiamos juntos a hasta sexto de bachiller. Tú hiciste los pinitos de la música en la rondalla del Colegio bajo las órdenes del recordado salesiano don Manuel Roja y el músico don Paco Dorta Hernández, después coincidimos en los bailes en la Agrupación Infantil de tu convecino don Gustavo Dorta Hernández.
Te fuiste a estudiar Técnico de Turismo a Santa Cruz, yo realicé el curso de Preu Universitario en el Instituto de Cabrera Pinto de la Laguna, estudié comercio en las Escuelas Superiores de Santa Cruz de Tenerife, en el neoclásico edificio que donó Imeldo Serís a la ciudad. Nos graduamos casi al mismo tiempo, tu como Técnico en Turismo y yo como Profesor Mercantil. Ambos emprendimos la profesión por separado, tú en el turismo, concretamente en el Hotel Girasol del Puerto de la Cruz, conjuntamente con Segismundo Rodríguez y Carmelo Mesa, donde estuviste toda tu vida y yo primero como jefe de la administración en la Cooperativa Agrícola Bananera de Tenerife en la misma ciudad portuense y posteriormente por oposición en la enseñanza de Formación Profesional en los institutos de Minas de Rio Tinto Huelva y San Antonio de La Orotava.
En el año 1964, me llevaste a ensayar con la agrupación juvenil Teide, actuamos con ella en varias ocasiones. En el deporte, jugamos juntos al fútbol en el Infantil Plus Ultras, en el Oratorio Festivo, en la Cancha de la Plaza de Franchi Alfaro. En el baloncesto en septiembre del año 1967 fundamos el Club Baloncesto AA.AA. Salesianos actual CB. San Isidro donde jugamos juntos dos temporadas en el juvenil.
Todo una vida yuxtapuestos, ahora me viene a mi memoria aquellos bailes que organizamos en nuestra juventud muy de cachondeo en casa de Marisol Cabrera, Nena Martín, Mari Luz Hernández, Felipe Hernández, Toño Martín, Alfonso Ramos, Juanito Delgado, Carlos Saro Calamita, Francisco Valero, Pedro Hernández, en tu casa de la calle de Juan Padrón, en la mía en la calle El Calvario, en la que apareciste con luces de colores y un altavoz de alta eficacia que no funcionó nunca.
Organizamos un grupo para participar en la Romería de San Isidro en las fiestas mayores de la Villa con nuestra pandilla, y en muchas ocasiones nos contrataban de la Romería de San Benito de la Laguna, en la que nos pagaban siete mil pesetas, aparte del transporte en guagua, que invertíamos en una cena baile en Casa de Onelia en la Villa Arriba y en Casa de Alejandro en Los Pinos, en este último lugar a la salida apareciste acostado en el centro de la carretera. Nena Martín gritaba, levántelo, levántelo que viene un coche, fuerte susto nos diste.
Los veranos lo pasábamos en la playa de Martiánez, al ritmo de la melodía de los Rayos Verdes que actuaban en las del recordado e inolvidable Cintra Pirata del Puerto de la Cruz.
Paco todo una vida juntos, hasta que cada uno cogimos los destinos hogareños,  y cada cual siempre por sendas opuestas, que nos unían en vez en cuando para recordar la vida de la juventud que fue preciosa y que siempre fue mejor, quizá a partir de ahora sea mucho mejor, tampoco lo sé.
Cuando teníamos siete u ocho años. En el curso 1957 -  1958, estudiábamos párvulo en el  “Colegio La Milagrosa” de las hermanas de La Caridad de San Vicente Paul de La Villa de La Orotava, curso tutelado por la hermana oriunda de San Juan de la Rambla Sor Dolores. Éramos un grupo numeroso compuesto por los entonces niños villeros: Antonio Pizarro Hernández (Tonchu), Juan de la Guardia Romero, Alfonso Ramos, PACO HERNÁNDEZ Álvarez, Juan José del Rosario, Feliciano González (La Perdoma), Cabrera Oramas, un servidor, José Juan (Babán) Hernández Herreros, José María Hernández, Sebastián Arencibia, Pedro Martín Salamos, Francis Luis Valencia y algunos más que me perdonen que no recuerdo sus nombres.
En ese curso hicimos la primera comunión en Santo Domingo, y al curso siguiente nos fuimos al colegio de San Isidro de los padres salesianos, buenos recuerdos de esta etapa colegial amigo Paco, donde disfrutábamos de excursiones a la Florida y de muchos cuadros artísticos que las hermanas preparaban en el salón de acto del colegio.
El amigo desde la infancia en la calle El Calvario; ISIDORO SÁNCHEZ GARCÍA  remitió entonces (13/11/2013) estas notas: “...Conocí a Paco hace muchos años, décadas incluso. Era hijo de Pedro Hernández, el dueño y gerente del Polvorín y antes copropietario del bar Almeida. Ambos restaurantes en el entorno familiar de la calle Calvario de La Orotava. Su abuelo don Antonio Álvarez vivía cerca de la casa familiar. Cortaba el pelo y vendía lotería. Le gustaba la música y por ello el tío Pepe salió un buen organista.
Paco formaba parte de una familia muy popular de la Villa y después de su hermano Pedro, que también nos dejó, se convirtió en un referente del grupo de amigos que le sirvió de marco vital. Su matrimonio con Carmita le hizo feliz, así como su trabajo en el sector del turismo. Viajó a Inglaterra con mi hermano Nani y la policía tuvo que buscarlos ya que se habían perdido en la pérfida Albión. Se asoció con un colectivo de amigos para participar en el desarrollo turístico del Puerto de la Cruz y se apuntó a la operación del Edificio de Apartamento Girasol junto con Segismundo, Carmelo, Rosendo y otros socios. Entonces pudo conocer buenos años del turismo portuense e incluso llegó a coparticipar en un premio de las quinielas que le hizo cambiar un poco la vida. Ya antes viajado con el equipo de jugadores veteranos a la Europa comunitaria y viajamos a Austria donde conocimos a Pepe, el vienés, quien presume de que "no pasa nada" También disfrutó de la música cuando acompañaba al amigo Ricardo Tavío en su excursiones artísticas portuenses.
Ya alejado del mundanal ruido Paco se ve inmerso en la senda de las enfermedades como todos los humanos y curiosamente cuando subía a La Orotava para asistir a la Feria de la Ciencia mi primo Chicho me avisa de la marcha de Paco a los cielos del Valle. En la plaza de la Constitución se conoció la triste noticia. Habrá que mirar por un "cañón" telescópico hacia las estrellas parar saludar de nuevo a Paco. Gracias por tu amistad querido Paco...”.
El amigo de la infancia de La Villa de La Orotava; Ángel García González remitió entonces (13/11/2013) estas notas: “...Mi amistad con PACO viene heredada de una generación anterior. Nuestros padres fueron compañeros de trabajo en la dilatada construcción de la casona de Don Andrés Arroyo en la hacienda de Aguamansa, a cargo de la empresa de Don Diego Álvarez Casanova. De las relaciones con sus compañeros de trabajo, entre los que se encontraba el cantador Venancio Suárez, de sus escapadas a Arafo con sus bailes y amoríos y de las comelonas que organizaba el propio Don Andrés, por entonces Diputado a Cortes, habría mucho que contar. Pero hablamos de que la mistad entre ellos, trascendió de padres a hijos, andando el tiempo.
Así en 1960, Don Pedro, que regentaba la tasca "El Polvorín", dio muestras de su gran aprecio, sacándome de un tremendo apuro. Estudiaba el curso preuniversitario en el Instituto de La Laguna y nos visitó un grupo de "setimanistas" de Funchal (así se denominaba nuestro curso equivalente en Portugal). A mí me tocó acompañarles una tarde para que conocieran La Orotava. Hacía bastante fresco, y según se bajaron de la guagua, con sus vistosas capas y boinas negras, unos veinte entre chicas y chicos de 16 y 17 años, los subí por la calle de Los Tostones, para conocer la Villa Arriba, y los bajé por la calle Los Molinos, para conocer la parte más señorial de la Villa. Al atardecer les entró hambre y me preguntaron donde tomar un bocata. Yo los llevé al "Polvorín" y le conté el caso a Don Pedro. No te preocupes, mira a ver cuánto tienen que ya nos arreglamos. En una boina reunimos todo lo que llevaban encima, separamos el billete de la guagua, y entregamos el resto. A la mesa vino de todo: jarras de vino, dos bimbas de gofio amasado, mojo de dos clases, poco pan ("el pan es lo que sube la cuenta"), papas recién guisadas, un platito de pescado a la plancha ("el pescado es sólo para condutar") y plátanos de postre. Después vinieron los cantos, en los que participó el mesonero de la "fortalezza" y casi perdemos la última guagua.
A su vez, PACO, cuando se mudó a vivir a la Urbanización Monturrio, visitaba a mi padre todas las mañanas de domingo, para mandarse el aperitivo con vino de cosecha propia. El ritual siempre era el mismo. Mi padre era el encargado de la comida dominical: dos platos y postre casero. Para distraerse, ponía en un antiguo aparato automático, una colección de pasodobles que guardaba como oro en paño.
Por la ventana de la cocina se oía la música y cuando pasaba PACO le preguntaba que estaba preparando para hoy. ¿Y usted sabe hacer eso? No, estaba esperando a alguien que me enseñase. Y entonces entraba PACO para dentro y muy serio empezaba a ponerle faltas a la comida, a cual más disparatada: a eso le falta azafrán, hay que echarle una lata de sardinas para que le dé sabor, etc... Lo cierto, que entre coñas y veras, desaparecía la garrafita de dos litros.
Yo conocí a PACO, muy en serio, cuando se presentó para salir de princesa en la parodia "El partido cochino" en los carnavales de 1.976: "Quiero el puesto, porque a mis 25 años aún soy virgen, y entre tantos cochinos y cochineros, puede que surja algo". Consultada la reina (rol de Juan Jesús Delgado) y con la aquiescencia del carnicerito presidente (rol de Tono Arencibia) fue admitido a regañadientes, por el posible mal uso de las armas de fuego, estando como estábamos en fiestas, pero la falta de personal que teníamos por las bajas ocasionadas el año anterior con "La Guillotina" y la recomendación expresa de Gabriel de que una novilla de vez en cuando mejoraba el triste destino del cochino, dieron el sí. Y se acertó de lleno. Porque mira que nos reíamos cuando se escarranchaba para lucir su lencería ó cuando metía sus "morcillas" en el guión establecido.
En 1980 me pegó un susto del carajo. Había dejado mi coche abierto por fuera del Bar Suizo y cuando voy a entrar para ir a almorzar, tocan mis pies con un bulto. Era un paquete bien amarrado, de unos 40 centímetros y una nota "Frágil: objeto de artillería". Alarmado entré al bar y lo comenté con algunos conocidos, que al ver mi nerviosismo, me recomendaron que llamara de allí mismo a la Policía Municipal.
Vinieron dos guardias, desembalaron cuidadosamente el numeroso envoltorio y vieron una botella de whisky. Sospecharon aún más y preguntaron a comisaría por un perito. Al rato aparece Juan José, el padre de Pedro Eustaquio, que le pide a los guardias que separen a todos los curiosos que se habían ido acercando. Después de observarla detenidamente, incluso con otra botella de la misma marca que le facilitó el bar, procede a abrirla y prueba un trago. Asunto finiquitado: se trata de una broma, broma pesada por los atentados que se daban por esa fecha en la Península. Cuando me voy con el coche y paso por delante del Colegio Salesiano, me sale PACO todo alborotado preguntándome que había pasado en el Suizo, porque habían llamado al Colegio para que desalojaran los niños por peligro de bomba. A pesar del hambre que ya tenía, no me lo comí...
Pasaron siete años y cuando se inauguró en la Urbanización San Miguel una cancha de futbol siete, invitamos al equipo del Monturrio a la inauguración, en el que venía jugando PACO. Después del partido estuvimos en un guachinche un poco más arriba hasta las tantas. Fuimos los dos últimos en salir y me ofrecí a acompañarlo hasta su casa porque era peligroso cruzar el canal sobre el barranquillo de La Cancela. Cuando llegamos a su casa me invitó por el gesto, y abrió un Faustino de reserva que lo terminamos del todo. Como me vio algo perjudicado, se ofreció a llevarme a mi casa, por el peligro de cruzar el barranco. En mi casa me acordé de una botella de whisky que ya debía estar ferrugienta de los años que tenía. Le dije a PACO que estaba ya abierta pero que sólo le faltaba el trago que se había gastado en el peritaje de una supuesta bomba. Entonces me confesó la autoría y empezamos a beber para brindar por dos razones: él porque yo le había perdonado y yo por haber resultado ileso. Cuando se terminó la botella, se repitió la historia: yo tenía que acompañarlo. Pero en lo que tardamos en subir la cuesta hasta el canal, se hizo de día y entonces PACO me dijo muy serio: ahora sí que veo porque las veces anteriores pasé con los ojos cerrados. Así que cada uno para su casa, coño, que ya son horas. Mira a ver cuando hay otro partido. Y me dejó preocupado...
Ahora PACO ha cruzado el puente definitivo hacia el otro lado. Lo he sentido mucho, porque se ha ido muy joven. Todavía faltaba mucho que reírse con él. Pero lo ha hecho adrede, para tener tiempo para prepararnos una de las suyas para el reencuentro...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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