El amigo
del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (2016) estas
notas, que tituló “LUBARY, EL ÚLTIMO CAMARADA”: “…Hasta el final de sus días se mantuvo
fiel a su ideario falangista. El corazón de José Antonio Lubary Curbelo dejó de
latir -sus restos recibirán hoy cristiana sepultura- un caluroso mediodía de
agosto pero el término 'camarada' seguirá sonando coloquialmente afectuoso en
cada conversación que sea recordado. Por algo lo había introducido entre sus
amigos y allegados, hasta convertirlo en un apelativo para identificarle. Fue
la expresión de esa fidelidad: de los pocos -si no el único- que la empleaba
para requerir a alguien, saludar o iniciar una charla sin más.
Lubary resistió los embates de la vida, de modo que cada revés
representó otra prueba para seguir adelante. Respetuoso. Imperturbable.
Como lo fue su amor, su lucha por todo lo portuense. El
engrandecimiento de su pueblo fue el principal móvil de su existencia, el compromiso
al que dedicó afanes especialmente en el
régimen anterior. Lo prolongó luego en la democracia pero ya no fue igual, es
como si en ella nunca hubiera encontrado su sitio. No resultó elegido en una
candidatura independiente (AIP) en las municipales de 1979 y tampoco obtuvo
acta en las de 1999, cuando optó a la alcaldía. Aún así, cuando se solicitaba
su concurrencia para alguna iniciativa, siempre aparecía predispuesto, dando
atrás a la máquina del tiempo para evocar gestiones, viajes y episodios en los
que dejó su sello, aún no queriéndolo.
En la esfera pública, fue concejal portuense durante el
franquismo. Terminó siendo víctima de las intrigas y de las divergencias entre
las familias y prebostes del régimen pero prestó servicios interesantes cuando el
Puerto se abría al turismo y había que tener las puertas abiertas allí donde se
tomaban importantes decisiones. Lubary estuvo vinculado al Frente de Juventudes
y a Falange Española, fue también Guardia de Franco. Lucía camisa azul y
chaquetón blanco en las solemnidades de entonces. Siempre se refirió a Franco
como caudillo. Presumía con razón de contactos y amistades con ministros
franquistas, aunque a veces exagerase en los apasionados relatos que hacía.
Pero se le estimaba igual. Por la forma en que contaba, le poníamos atención.
Llegó a ser jefe provincial del denominado Movimiento. La nostalgia le hizo
promotor de las misas y modestas celebraciones del 20-N.
El Festival Internacional de la Canción del Atlántico y el
Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) conocieron de su celo, como también los
carnavales, las Fiestas de Julio y, ya en democracia, muchos años después, el
Festival Internacional de Aeronáutica 'Ciudad Puerto de la Cruz' y la Semana
Bávara. Durante un tiempo presidió la Asociación Local de Comerciantes e
Industriales (ALCIPC).
En el ámbito privado fue un emprendedor. Tuvo a su cargo
negocios tan dispares como un supermercado, una agencia de coches de alquiler y
otra de cambio de divisas. Con su padre, don Bernardo, en plena transición
política, mantuvimos frecuentes conversaciones en las que las discrepancias
siempre fluyeron de forma muy respetable.
Generoso y desprendido, le encantaba un vaso de vino. Durante
años, fue cliente asiduo de Genaro, un comerciante de Santa Úrsula al que
visitaba acompañado de familiares y amigos y que le reservaba los mejores
caldos. Le gustaba organizar comilonas en ocasiones señaladas, como la apertura
de las bodegas, en la víspera de San Andrés. En las visitas que hacía a casas
particulares -las de Justo y Eladio, en La Victoria- se las ingeniaba para que
los asistentes cantaran, sin distinción ideológica, el 'Cara al Sol' o 'La
Internacional'.
Podía presumir de estrecha amistad con socialistas destacados
como Eligio Hernández (con quien compartió la emoción el día que le nombraron
Legionario de Honor), Julio Pérez y José Segura, que llegó a destacar su
presencia en un mitin electoral en el parque San Francisco.
Pero Lubary, con su inconfundible veguero, jamás renunció a su
identificación militarista y a sus convicciones falangistas. Un personaje
popular, un portuense animoso y entusiasta, tolerante y enamorado de su pueblo.
Será recordado: acaso fue el último 'camarada'…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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