Foto tomada por un servidor, con la cámara digital, a la entrada al templo
de San Francisco del Paso de la Oración en el Huerto, el domingo de Ramos en la
Semana Santa del año 2009.
En el libro del historiador e investigador amigo y convecino de la Villa de
La Orotava Manuel Rodríguez Mesa, ex archivero de la Real Sociedad Económica de
amigos del país de Tenerife. Indicando que esta tesis referente a los
orígenes del paso de la Oración en el Huerto, no sólo contribuye a esclarecer
documentalmente la procedencia y antigüedad del grupo escultórico, sino que
aporta numerosos datos inéditos relacionados con las obras artístico –
religiosas que en las pasadas centurias atesoraba el convento franciscano de
San Lorenzo. Tales como la compresión de las actitudes y motivaciones de la
sociedad jerarquizada del siglo XVII, periodo en el cual los compromisos
religiosos y familiares solían influir decisivamente, e incluso originaban
conflictos interclesiales. Previamente la atribución del autor de la obra, para
el historiador Miguel Tarquis se le atribuye a Francisco Alonso de la Raya.
Alfonso Trujillo Rodríguez, examina la obra y, basándose en el texto
- “Esta Anatomía se hizo el año de 1775, por el escultor don Pedro
Murga”, - escrito sobre un papel adherido a la parte superior de la
sección terminal de la pierna derecha de la imagen de Jesús, decide
atribuírsela a citado artista. Sin embargo, reconoce su arcaísmo y comenta las
lógicas dudas que le plantea una información del profesor de dibujo José María
Perdigón, quien, según el propio Trujillo, había oído decir a su padre
(artífice de la restauración de 1880), que los pies del Señor no eran del mismo
autor que el busto y las manos. Pero por el hecho de haber agregado que su
autoría correspondía al escultor Blas García Ravelo de 1667, y no observar en
sus rostros semejanzas que delataran una misma mano, termina considerándola
desprovista de base. La escritura otorgada el 17 de abril de 1639 por Baltasar
Molina y los hermanos terceros ante Juan González de Franqui, hace referencia a
Jerónimo de Sandoval como donante y a la procedencia de la obra (quizá
exportada).
Un interesante compendio para conmemorar los doscientos años del pavoroso y
triste incendio que en la madrugada del 20 de abril de 1801 destruyó el
convento de San Lorenzo(según Viera, El Escorial de Canarias) y su nueva
iglesia, inaugurada el 24 de abril de 1783, en el que se salvó, entre otras
obras, el grupo de la Oración en el Huerto, que en la reedificación se
encontraban en la capilla mortuoria del Hospital de la Santísima Trinidad, esto
no agradó a las religiosas del monasterio clariso de San José, motivo por el
que su abadesa, sor Manuela de Santa Clara Rosales, solicita el 24 de enero de
1864 su traslado al mismo.
En octubre de 1868, las efigies del Señor y el ángel continúan entronizados
en uno de los retablos de la iglesia de las claras, entonces amenazada de
derribo por decisión de la mayoría de regidores municipales. Luego, quedarían a
cargo del responsable del templo matriz, retornando más tarde a la iglesia de
San Francisco, aun desempeñando funciones de capilla mortuoria y del Hospital.
Me sorprende el trabajo del amigo y convecino Víctor Mesa Escobar y su
equipo directivo de la hermandad de la Oración del Huerto, todos unidos a pesar
de la realización de este libro, acometen un prominente y digno trabajo
material dentro del contexto religioso, enorgulleciendo una Semana Santa mejor
participativa. Conservando, restaurando y adquiriendo nuevo material fructuoso,
sobre todo el bibliográfico para enriquecer aun más la propia hermandad.
Según el Amigo de la Villa de La Orotava: MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ: “…Es en el siglo XVII
donde se desarrollan y consolidan las devociones y fiestas franciscanas, con el
impulso ejercido por su orden tercera, las cofradías y las inversiones
nobiliarias. Es en él donde la Semana Santa adquiere sus rasgos más
característicos. En la centuria anterior sólo se le daba culto al Cristo de la
Misericordia de la parroquia con su hermandad restringida. El catolicismo de la
Contrarreforma alcanza su cenit en las Islas a través de las comunidades
religiosas. En apenas unas pocas décadas se formulan en el convento de San
Lorenzo sus fiestas y procesiones más significativas. La orden tercera impulsó
la creación a la entrada de la localidad, en terrenos pertenecientes a su
dehesa, de un calvario. En 1669 Fray Francisco Luis en calidad de de su fundador los solicitó
para ampliarlo. Era un personaje clave en el desarrollo de la religiosidad
barroca de La Orotava. Estrechamente relacionado con Fray Andrés de Abreu, era
comisario de los santos lugares de Jerusalén en las islas. Había procedido
desde la fundación de los terceros a la de ese calvario. Había “puesto en él
muchas reliquias de la tierra santa y en particular la original del calvario de
Cristo nuestro Señor, todas con vidrieras en la cruz del medio”. En esa obra se
había gastado más de 600 ducados. Alrededor de las cruces había plantado
árboles “como son palmas, olivas, cipreses y cedros”. Deseaba ampliar su
espacio cuarenta pies sobre una pedrera de risco que limitaba con la pared de
la dehesa, que se hallaba frontera al calvario. Era su objetivo colocar en ella
una casa para que viviese en ella un vigilante que se encargase de repararlo y
encalarlo y de regar los árboles. Los regidores de la isla Lorenzo Pereira de
Lugo y Mateo Viña de Vergara, vecinos de La Orotava, se personaron en el
lugar y midieron un sitio de 40 pies en cuadra que el cabildo le había cedido a
la orden para tal finalidad, libre de toda carga. El ayuntamiento insular
precisa que la puerta debía de hacerse “a la faz del camino real y teniendo su
servicio por él sin que pueda tener ni abrir puerta para la parte de dicha
dehesa”.
Su recinto era
de forma rectangular, rodeado por una tapia. Se accedía a él a través de una
recia puerta de tea con celosía en su último tercio. Su patio en su parte
central se hallaba embaldosado. Dos hileras de bellos álamos plateados daban en
el siglo XIX sombra a las tres cruces del calvario que estaban orientadas hacia
el norte y que tenían como base una pequeña escalinata. Hacia él se desarrolló
con notable fervor entre la población los vías crucis desde el cenobio, cuyas
cruces estacionales han llegado hasta nosotros. En 1705, con motivo de los
terremotos que presagiaron la erupción volcánica de Garachico del año siguiente
y que resquebrajaron el templo parroquial de la Concepción, cobraron un nuevo
impulso con las promesas contraídas por sus vecinos en sus súplicas a la
Divinidad. Por tal motivo salían todos los años hacia él la tarde del día
de inocentes. Fue una costumbre que se mantuvo hasta 1829. En ese año en el que
el beneficiado de la parroquia matriz villera Buenaventura Padilla “introdujo
la novedad de rezar la mayor parte de las estaciones dentro de la parroquia, y
luego a salir al calvario a rezar las dos últimas, dejando de hacerlo por las
calles en las partes acostumbradas”. El otro párroco, Domingo Curras,
consideraba la supresión del vía crucis exterior en detrimento de la fe
popular. Padilla, sin embargo, argumentaba que la razón de restringirlo a la
parroquia es la humedad de las calles para arrodillarse a cada estación, la
distancia y el bullicio de los carruajes que las transitaban.
La otra devoción que extendió la orden tercera fue la
del paso de la Oración del Huerto, que ya salía en procesión desde 1640 el
lunes santo desde San Lorenzo hasta el calvario. En ese primer año se evidenció
una vez los conflictos con los párrocos de la Concepción. La presencia del
beneficiado semanero con sobrepelliz fue contestada por los religiosos, que se
negaban a que la llevara. Sobre ello “hubo muchos alborotos y palabras,
insistiendo sobre que habían de ir los sobrepellices en la procesión y presidir
en ella a los religiosos y hermanos”. La pugna fue de tales dimensiones que “a
no entrar algunas personas del lugar a quitarlos, fuera mayor el ruido y
alboroto y se dejaba de hacer la dicha procesión, en todo lo cual han cometido
delito de punición a castigo”. Las imágenes del Señor y el Ángel, que fueron
las primeras en darse culto dentro del paso fueron adquiridas en la Península
por 1.500 reales. Habían sido donados en 1634 en su testamento por el
Gobernador de Tenerife Jerónimo de Rojas y Sandoval, que dejó una manda para
sufragar los gastos de cera, limosna de los beneficiados, sermón y demás
necesario para la realización de la procesión. Los apóstoles son obra canaria
posterior, del siglo XVIII, atribuidos a Sebastián Fernández.
Por esas mismas fechas se celebraba en el convento la
procesión de la Virgen de la Soledad. Tenemos constancia que, por lo menos
desde 1633, salía el Viernes de Dolores. Los gastos de su culto corrían a cargo
de su Hermandad. Como la de la Misericordia tenía un carácter restringido en la
composición de sus miembros, frente a su cofradía, en la que podían integrarse
miembros de las clases populares. El 2 de diciembre de 1664 su prioste y
patrono Francisco de Molina dio poder a su hermano el religiosos agustino Fray
Baltasar de Molina para solicitar al Papa “las gracias y preeminencias y demás
cosas que tengo encargada a la cofradía y confraternidad”. Otra procesión que
se celebraba en el convento en la Semana Santa era la del Cristo Redentor, de
la que hay constancia desde al menos 1665. Con anterioridad a esas fechas tenía
lugar el Viernes Santo entre el convento y el clariso de San José el paso del
Santo Entierro…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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