En
acecinamiento a la Semana Mayor de La Orotava, me dispongo a pesquisar la
hemeroteca capitalina, en busca de datos sobre la Pasión de Cristo, y su
celebración en la Villa norteña. Son muchos los datos sustraídos de revistas y
periódicos de la isla, sin embargo me llama la atención un artículo firmado por
V. Cabrera sobre la muerte de Cristo, - la más excelsa figura del linaje humano
-, concretamente en la lejana revista "Gente Nueva" del mes de Abril
de 1.900. Un contenido de científicos del preámbulo del siglo XX y final del
XIX, que muestran sus teorías fascinantes sobre el perecimiento de Cristo.
Jorge Gottlob Bichtér(de Gotinga) afirma que la muerte de Cristo fue producida
por el retorno anormal de la sangre al corazón, efecto de la posición violenta
en la cruz, de la presión de las vísceras ventrales y por las congestiones
compensadoras. Simpson, cirujano de Edimburgo, la atribuye a la rotura del
corazón; dice, para probar su teoría, que la muerte de Cristo no fue producida
por los fenómenos propios de la crucifixión, pues no hubo tiempo para ello, y
que no murió como los crucifixos por inanición, toda vez que habló en alta voz
y que los síntomas eran de una parálisis del corazón o de su ruptura; agrega
que la lanzada del soldado romano fue como una autopsia, pues de la herida
salió sangre y agua; "el suero de la que se extravasó en el tórax con la
rotura del centro circulatorio". El ilustre experimentado medico madrileño
Amalio Jimeno, dice que examinando la admirable relación de los Evangelios,
dedúcese que la muerte de Cristo fue producida por un abatimiento rápido y
general de las fuerza de la vida. Cristo, a pesar de hallarse en la flor de su
edad, era de complexión delicada. Su organismo estaba muy debilitado con los
sufrimientos de la Pasión; prueba de esta astenia es que en el camino del
Calvario no pudo sufrir el peso de la cruz, y hubo de buscarse a un hombre de
Cirene para que la llevase: síntoma también de debilidad es el copioso sudor de
su rostro, que enjugó, según la hermosa tradición cristiana, la Verónica. En la
Villa de La Orotava, contemplando documentos trascendentales, escojo el
condicional de una imagen de Cristo que desde mi infancia me llamaba el interés
de ella, una imagen evocadora, reflectora de la figura de Cristo, El Señor de
la Cañita de San Juan. Una imagen conocida en la Pasión de Cristo, y en muchos
pasos procesionales donde hace su presencia, por el Señor de la Sangre,
indudablemente en su historia es más conocido por ECCE HOMO. Claro está que;
Ecce Homo son palabras latinas, que significan " aquí tenéis al
hombre", término que Pilato dirigió a los judíos mostrándoles
a Jesús, después de azotado, llevando la corona de espinas en la cabeza y un
manto de púrpura sobre los hombros. El Ecce Homo es la representación de la
imagen de Jesucristo, sumamente pálido y flaco, de lastimoso aspecto, mal vestido
o con el traje hecho jirones. En La Orotava se presenta en una efigie, moradora
de la Villa Arriba, llamada devotamente Señor de la Cañita. Pertenece a
la parroquia de San Juan Bautista del peculiar contorno del Farrobo. Los
historiadores Alloza Moreno y Rodríguez Mesa, la describen; como una imagen
sedente, de las denominadas de vestir, de 112 cms de alto. Tiene tallados y
policromados solamente la cabeza, parte del pecho, manos y pies, quedando lo
demás cubierto por las vestiduras de telas naturales. Procede de la iglesia del
convento agustino de Nuestra Señora de Gracia, donde recibió culto hasta su
cierre, por la exclaustración de las órdenes religiosas. Conserva aún la
antigua túnica de terciopelo roja bordada en oro. También el solio de madera dorada
en forma de rayos, que luce en el retablo, así como la caña de madera tallada y
dorada, que originalmente era plateada. En La Orotava se tuvo relación entre
los conventos existentes, que fueron numerosos, por lo tanto El Eccehomo
aparece en un lienzo maravilloso en San Francisco de una medida de 97 por 131,
que el ensayista Alfonso Trujillo Rodríguez dice; que pertenecía al ex-convento
de franciscanos de La Orotava, denominado por Viera el “Escorial de Canaria”.
Trujillo Rodríguez lo expone de forma espléndida: En primer plano, el
rabino, de espaldas, también, parece gritar, con ese gesto de las manos ante el
rostro: "Quítalo de delante. No tenemos más Rey que a César". Tiene
cuerpo de gigante y la musculatura se intuye, tensa, bajo la bien trazada vestimenta,
en la que el muy delineado cíngulo determina los pliegues que suben o bajan
desde la cintura. El personaje que, entre el rabino del turbante y el soldado,
al otro extremo, cubre con púrpura a Cristo, se muestra ceñudo y burlón. Han
puesto por cetro una caña al Galileo. Y al fondo, un edificio de tipo
renacentista, como renacentistas son las vestiduras, tocados y el armamento y
pica del soldado. El mismo lienzo lo presenta el Catedrático de la Complutense
madrileña, académico correspondiente de la real de la Historia y de Bella Artes
de San Fernando asimismo de Madrid, ex-rector de la Universidad de La Laguna y
académico de Honor de Bella Artes de Santa Cruz de Tenerife, el villero Don
Jesús Hernández Perera como: Cristo es presentado al pueblo por Pilato en lo
alto de una terraza del pretorio, custodiado por tres soldados. En primer
término, en ambos extremos del lienzo y a mayor escala por más próximos al
espectador, dos parejas de fariseos, uno de perfil, otro de espaldas, con
acusada influencia miguelangelesca; tras éstos, en un plano inferior y mirando
hacia el podio, otros siete judíos - uno de ellos con sombrero y bordón de
peregrino - de espaldas, vociferando.
Esta
procesión del Lunes Santo es una de la más impresionante de la Semana Mayor
Villera, desfila por las calles de: San Juan, San Zacaría, León, Cantillo,
Nueva, San Francisco, Marqués y de nuevo San Juan. Procesión estimada por los
habitantes de la Villa Arriba, incluso por los de la Villa Abajo que se
desplazan por la calle de los Tostones hacía arriba para ver salir de su templo
este prodigioso paso. Los niños son los protagonistas de la procesión, le
acompañan las hermandades de su parroquia. El historiador Miguel Tarquis en su
Semana Santa de Tenerife, se expresa: A las ocho de la noche después del
sermón, sale de la iglesia parroquial de San Juan del Farrobo la procesión
conocida con el nombre de Señor de la Cañita. Este paso pertenecía al
extinguido convento de San Agustín de donde salía al final del siglo XVII. La
imagen es de vestir; su cabeza y manos son de las mejores tallas de la Villa.
Parece obra del escultor Francisco Alonso de la Raya o de alguno de sus
continuadores. Se puede fechar hacía 1.680. Francisco Alonso de la Raya, nació
en la Gomera en 1.619 y murió en Garachico 1.690, fue discípulo del notable
escultor Martín Andújar, maestro que también tuvo en su taller a Blas García
Ravelo y otros imagineros. Según el boceto de la Semana Santa de 1.985, de la
parroquia de San Juan Bautista: El Señor de la Cañita se encuentra en muy buen
estado de conservación, el escultor Don José María Perdigón le restauró las
piernas, con madera preparada por el ebanista Don Domingo Delgado (Don Domingo
Febles, destacado músico compositor y alumno predilecto del inolvidable maestro
Calamita, tiene varias composiciones en su haber entre ellas varias marchas
procesionales). En 1.983 el imaginero Don Ezequiel de León Domínguez, con la
ayuda de su hijo Ezequiel León y Cruz, reconstruyó parte de las mismas, así
como los brazos con articulaciones en los codos y espigones en las manos para
unirlas a las muñecas, retocando su deteriorada policromía. El arreglo, lo
sufragó el villero Don Juan Antonio Suárez Bautista y Familia.
Evidentemente a Don Juan Antonio Suárez Bautista y familia, hay que agradecerle
la labor totalmente desinteresada y piadosa. Por su retribución sincera y
solidaria el mitológico Señor de la Cañita continua con su cita anual del Lunes
Santo en la tradicional fiesta de la pasión de Cristo orotavense y sobre todo a
la abuela Rosario Bautista (Masallo para todos), que fue camarera muchísimos
años. En el mismo boceto, se dice que los lunes de Cuaresma se colocaba al
Señor de la Cañita, en un trono junto al altar mayor, en el lado del evangelio.
Allí se cantaba en su honor el nombre del Señor; costumbre que se mantuvo más
tarde, pero ya en su retablo, perdurando mientras fue párroco Don Domingo
Hernández González. El Beneficiado Don Rafael Cabrera González, entre los años
1.927-1.930 oficiaba la misa de los lunes en el altar de su retablo según
testimonio de Don Anastasio Hernández Jorge. Don Antonio González León,
párroco de San Juan, compañero en la docencia, una vez más me ofrece unos
términos solemne, está vez lo hace sobre esta imagen encantadora de su
parroquia: La Imagen del Señor de la Cañita, expresa maravillosamente la
actitud de atención profunda a su misión de Hijo fiel de Dios y servidor de los
hombres; es el siervo de Javeh. En su cabeza real, coronada y divina se enseñan
los mejores pensamientos y los más hermosos proyectos para la nueva humanidad.
Estaba llamada a ser cabeza de esta nueva humanidad. En sus ojos se reflejan
toda la inteligencia y toda la bondad de su alma. En su rostro resplandece la
hermosura y la gloria del mismo Dios. Es un gesto de amor, de amor enteramente
entregado. Ahí está, rendido para nosotros. Se ha dejado vencer, pero no tanto
por la violencia de sus enemigos, sino por la violencia de su amor. Recibió,
si, los golpes de los soldados y verdugos, pero él los perdonaba. Sufrió las
puntadas de las espinas, pero para manifestar que su amor era más intenso. Ha
querido así redimir nuestros orgullos, nuestras impaciencias y nuestras
violencias. Ha querido enseñarnos hasta que límite hay que perdonar y
comprender y aguantar. Y hasta qué punto hay que saber callar y esperar y dejar
que sea Dios nuestra defensa y nuestra victoria....
Efectivamente
Antonio, compañero, tus palabras siempre son maravillosas, impresionantes.
Palabras que hacen amor, amistad, y compresión. Todo este trabajo es para ti,
ocupación de muchísimas horas de sueños, pero no te preocupe porque lo
importante para mí es tener informado metódicamente a nuestra juventud villera.
Evidentemente este año ha sido invitado a pronunciar el pregón de la Semana
Mayor orotavense, nuestro ilustre paisano Don Juan del Castillo y León, un
pregón que organiza la parroquia de San Juan Bautista, un pregón para relatar
lo prolegómenos de lo que va a ser la fiesta anual de la Pasión de Cristo en la
Noble y Leal Villa de La Orotava, sus pasos, su arte, su tradición y sobre todo
sus cultos en los templos verdaderas joyas del pasado. Don Juan sobre esta
magnífica imagen manifiesta; lunes Santo, con el Ecce Homo, que como en La
Laguna, también aquí llamamos cariñosamente el Señor de la Cañita. Con la
Parroquia de San Juan, en el entrañable Farrobo, que celebró su III centenario.
Ayer
templo pobre. Hoy, con un tesoro único fruto de los exvotos de sus indianos, los
sacrificios de sus feligreses, como el conocido Mateo González Grillo; y el
celo de sus pastores, con el villero Don Domingo al frente.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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