viernes, 30 de marzo de 2018

SEMANA SANTA IRREVERENTE


El amigo de la infancia de la Villa de la Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN, “ESPECTADOR”, remitió entonces (14/04/2014) estas notas que tituló “SEMANA SANTA IRREVERENTE”:  “…La Semana Santa sirve, también y por desgracia, para cometer el pecado de irreverencia. Para más INRI, acabo de ver anoche en TV la película La mujer Papa (una coproducción de Alemania, Reino Unido, Italia, España, dirigida por el alemán Sonke Wortmann, en 2009). Trata de la historia (¿novela, realidad?) de la Papisa Juana, acaecida en el siglo IX, que pone en solfa los tejemanejes intramuros de la Iglesia, la Curia Romana y la Santa Sede. Por aquellos tiempos, era frecuente acudir al amparo del mensaje divino, para  justificación algunas veces de intereses espurios de los mandamases de Roma, hasta llegar al olvido de las necesidades más perentorias del pueblo llano cristiano, que moría de hambre en las callejuelas y aledaños de la Ciudad Eterna.
Después de este preámbulo, paso a relatar, igual que hice  años atrás, algunas travesuras de chicos, como aquella de 1955—año en el que mi pandilla andaba entre los 15 y 19 años de edad—cuando nos tentó por un buen rato esa risa tonta y absurda, imposible de controlar, en plena procesión del Silencio del  Viernes Santo por la noche en La Orotava. Asistía tal cantidad de mujeres de luto y vela que, cuando estaba saliendo la Virgen en Soledad de la Parroquia Mayor, las dos filas de mujeres ya estaban entrando, después de un recorrido de casi un kilómetro por las calles de La Villa.
A mediados de la década de los cincuenta, siglo XX, recuerdo de un integrante de mi grupo de amigos, de iniciales FBV, dos anécdotas, no precisamente santificadoras. Una de ellas, fue cuando uno de los tambores de gran fondo de la banda lo tocaba un fulano mal encarado. Llegado un momento, mi mentado amigo se puso a su lado imitando sus movimientos,  con gestos miméticos, un poco riéndose de él. Entonces, el mal encarado, en uno de sus golpes de tamborilero pertinaz, primero percatado y luego cabreado por la bromita, cogió el palitroque tamboril de cabeza gruesa, y, en un tris tras, casi  le pega un tremendo golpetazo en la cabeza de mi estimado amigo.
Otro ‘gorrpe’ de pícaro, fue el mismo año en la iglesia de San Juan, llena a rebosar en la ceremonia del Descendimiento, que cada lustro, en año múltiplo de cinco, se celebraba (actualmente desconozco si continúa esa periodicidad) la tarde del Viernes Santo. Entramos en  dicha iglesia y, al avanzar hacia el centro de la forma geométrica de cruz latina que tiene el viejo templo, una joven fémina, debido a la total aglomeración de  fieles,  coincidió sin remedio y por lazos del demonio muy cerca de mi amiguete, el cual, al sentir el contacto corporal con la bella muchacha,  se hizo el tonto y siguió andando un buen trecho, mirando para los altares…
 In illo tempore hubo en muchos de nuestros pueblos, un típico vejete solterón, muy famoso por ser un ‘rabino’ auténtico; en cada esquina y  donde más aglomeración femenina había, allí estaba aquel viejo verde, impasible el ademán, en la zona de atrás… Pero eso lo contaré con más detalle el año que viene. Si Dios quiere….”      
                                             
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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