El amigo de la
infancia de la Villa de la Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN, “ESPECTADOR”, remitió
entonces (14/04/2014) estas notas
que tituló “SEMANA SANTA IRREVERENTE”: “…La Semana Santa sirve, también y por desgracia, para
cometer el pecado de irreverencia. Para más INRI, acabo de ver anoche en TV la
película La mujer Papa (una coproducción de Alemania, Reino Unido, Italia,
España, dirigida por el alemán Sonke Wortmann, en 2009). Trata de la historia
(¿novela, realidad?) de la Papisa Juana, acaecida en el siglo IX, que pone en
solfa los tejemanejes intramuros de la Iglesia, la Curia Romana y la Santa
Sede. Por aquellos tiempos, era frecuente acudir al amparo del mensaje divino,
para justificación algunas veces de intereses espurios de los mandamases
de Roma, hasta llegar al olvido de las necesidades más perentorias del pueblo
llano cristiano, que moría de hambre en las callejuelas y aledaños de la Ciudad
Eterna.
Después de
este preámbulo, paso a relatar, igual que hice años atrás, algunas
travesuras de chicos, como aquella de 1955—año en el que mi pandilla andaba
entre los 15 y 19 años de edad—cuando nos tentó por un buen rato esa risa tonta
y absurda, imposible de controlar, en plena procesión del Silencio del
Viernes Santo por la noche en La Orotava. Asistía tal cantidad de mujeres de
luto y vela que, cuando estaba saliendo la Virgen en Soledad de la Parroquia
Mayor, las dos filas de mujeres ya estaban entrando, después de un recorrido de
casi un kilómetro por las calles de La Villa.
A mediados de
la década de los cincuenta, siglo XX, recuerdo de un integrante de mi grupo de
amigos, de iniciales FBV, dos anécdotas, no precisamente santificadoras. Una de
ellas, fue cuando uno de los tambores de gran fondo de la banda lo tocaba un
fulano mal encarado. Llegado un momento, mi mentado amigo se puso a su lado
imitando sus movimientos, con gestos miméticos, un poco riéndose de él.
Entonces, el mal encarado, en uno de sus golpes de tamborilero pertinaz,
primero percatado y luego cabreado por la bromita, cogió el palitroque tamboril
de cabeza gruesa, y, en un tris tras, casi le pega un tremendo golpetazo
en la cabeza de mi estimado amigo.
Otro ‘gorrpe’
de pícaro, fue el mismo año en la iglesia de San Juan, llena a rebosar en la
ceremonia del Descendimiento, que cada lustro, en año múltiplo de cinco, se
celebraba (actualmente desconozco si continúa esa periodicidad) la tarde del
Viernes Santo. Entramos en dicha iglesia y, al avanzar hacia el centro de
la forma geométrica de cruz latina que tiene el viejo templo, una joven fémina,
debido a la total aglomeración de fieles, coincidió sin remedio y
por lazos del demonio muy cerca de mi amiguete, el cual, al sentir el contacto
corporal con la bella muchacha, se hizo el tonto y siguió andando un buen
trecho, mirando para los altares…
In illo
tempore hubo en muchos de nuestros pueblos, un típico vejete solterón, muy
famoso por ser un ‘rabino’ auténtico; en cada esquina y donde más
aglomeración femenina había, allí estaba aquel viejo verde, impasible el
ademán, en la zona de atrás… Pero eso lo contaré con más detalle el año que
viene. Si Dios quiere….”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario