viernes, 30 de marzo de 2018

LA PROCEDENCIA DE LA URNA DEL SANTO ENTIERRO DE LA VILLA DE LA OROTAVA, OBRA DEL INSIGNE ORFEBRE LAGUNERO PEDRO MERINO DE CAIRÓS


El Amigo de la Villa de La Orotava; MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ , remitió entonces (14/04/2014) estas notas que tituló; “LA PROCEDENCIA DE LA URNA DEL SANTO ENTIERRO DE LA VILLA DE LA OROTAVA, OBRA DEL INSIGNE ORFEBRE LAGUNERO PEDRO MERINO DE CAIRÓS”: “…Hasta la fecha se desconocía por completo la autoría de la obra de la hermosa urna del Cristo Difunto que, procedente del convento de San Francisco de La Orotava, como todo su paso procesional, había sido cedida después de la desamortización a la parroquia de San Juan Bautista de La Orotava. También eran bien escasos los datos existentes sobre su autor, limitados a la ejecución de un extraordinario tabernáculo de plata en el convento de Santo Domingo de La Laguna.
En nuestras investigaciones en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife entre los deteriorados legajos de protocolos orotavenses de principios del siglo XVIII nos encontramos con el contrato firmado el 5 de mayo de 1722 por Pedro Merino de Cairós por el que se comprometía con la Marquesa de Villafuerte a la fabricación de una urna de plata para la función del entierro de Cristo que se celebra en la iglesia del convento de San Francisco los viernes santos.  La donante en cuestión era Doña Francisca de Molina y del Hoyo, II Marquesa de Villafuerte e hija del primero de ese título, en cuya capilla particular se daba culto al Calvario hoy conservado en la parroquia de San Juan, enterrándose bajo sus pies en su sepulcro los miembros de su linaje. Mayorazga de su casa, al ser la hija mayor de una unión con sólo descendencia femenina, contrajo dos nupcias aunque no tuvo sucesión, por lo que heredó el título su hermana Isabel Juana. Había nacido en La Orotava el 13 de octubre de 1653, falleciendo en su localidad natal el 27 de mayo de 1728, siendo enterrada en el altar del Calvario del convento de San Lorenzo, donde yacían sus padres y abuelos.
Con anterioridad había firmado otro convenio el año anterior que dio lugar a una urna de plata que salió por primera vez en el viernes santo de 1722. Pero como quiera que la Marquesa la quería mucho más suntuosa y de filigrana, como se había comprometido su autor, procedió a la firma de un nuevo convenio en 1722 que redundó finalmente en la obra que ha llegado hasta nosotros. Para su comienzo la Marquesa le proporcionó 8 libras y media de plata. La obra debía de ser clavada en su marco de madera por el mes de septiembre y en ella colocadas todas las piezas de plata incluidos sus pilares. En el contrato se señala que si no era del gusto de la donante se rescindiría el contrato y podría sustituirlo por otro. Lo total fabricado en dicha urna pesaba 14 libras y media de plata por lo que recibiría 1.792 reales de plata. Para responder de su culminación él y su mujer María Machado Brito y Vera  se hipotecaron con una casa alta con su sitio en La Laguna y con una suerte de viña en Geneto. Por la finalización de la obra, descontado lo empleado en plata por el orfebre, ganó la suma de 783 reales.
Sin duda alguna la urna de plata del Santo Entierro orotavense es una de las obras maestras de la orfebrería canaria, mostrando las extraordinarias dotes artísticas de su autor. Es una delicada labor de platería constituida por una basamento dividido por estípites en cuya cabecera van repujadas las armas de la donante. Los Molina, Llarena, y Lugo entre otros, con dos dragones enfrentados de sinople lenguados de gules, corona de Marqués y en su fondo las armas de Lugo con la M que corresponde al nombra de Milia, supuesta infanta inglesa que ya hace figurar en su blasón el III Adelantado.
Sobre la trascendencia de la obra y de su autor debemos reseñar, como recoge el profesor Jesús Hernández Perera en su monumental Orfebrería de Canarias que del hermoso templete de planta trapeizodal convertido en manifestador del sagrario del convento dominico lagunero, creado en 1715 por Pedro Merino derivan sin grandes modificaciones todos los tabernáculos tinerfeños de plata repujada. La urna, realizada poco después, en plena madurez, demuestra la trascendencia y proyección de su arte en la orfebrería canaria.
Pedro Merino falleció en La Laguna el 12 de septiembre de 1734, siendo enterrado con el hábito de San Francisco en la capilla mayor de la iglesia de los Remedios, actual Catedral, en el sepulcro de sus padres. Era hermano del Cristo de los Remedios por lo que se hizo oficio el 15 de septiembre. Casado con Josefa María Machado había tenido tres hijos que llegaron a la edad adulta Machado. Dada su situación social modesta sólo pudo dar como dote a su hija María Antonia diferente cajas y algo de dinero. Su mujer había recibido en herencia una suerte de tierra y viña llegada por su tía María Estévez. Sus trabajos fueron frecuentemente encomendados, como era de suponer, por miembros de la oligarquía tinerfeña. Tuvo cuentas con el capitán Luis de Quesada y Molina, con Luis Benítez y con el Marqués de Villafuerte. La casa en que vivía en La Laguna la había heredado de sus padres. Durante su matrimonio había adquirido una viña con casa terrera aneja en Geneto y 9 fanegadas de tierra en la costa, 2 montuosas y 7 labradas. Deja mejorada a su hija con la viña de Geneto, una docena de taburetes, 4 cuadros grandes con guarniciones y un “bufete que dicen una mesa grande con sus pies tallados”, un catre de barbuzano y un arca grande de cedro. Dejó como albaceas a su tío Diego Estévez, a su mujer, a su cuñado Domingo Machado y al clérigo de menores Juan Guerra de Quintana.  Era una muestra de la modestia en que vivían estos artesanos, a pesar de que Merino alcanzó gran reputación como maestro de filigrana y sus obras fueron consideradas como piezas de obra maestra de la orfebrería isleña.
Con la urna del Santo Entierro, el lagunero Pedro Merino de Cairós en la madurez de su arte dejó a La Orotava una de sus obras maestras que sigue procesionándose como antaño por las empinadas calles de la villa todos los Viernes Santos…” 
                                             
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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