Fotografía correspondiente a la presentación del libro del amigo
de la infancia de la Villa de La Orotava; ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ en la
primavera del año 2011 por su sobrina; CRISTINA TAVÍO ASCANIO, en el patio de
la Real Sociedad Económica Amigos del país de la Laguna.
Libro
del amigo de la infancia de la Villa de La Orotava ANTONIO LUQUE HERNÁNDEZ,
donde se producen las anotaciones históricas, presentación y comentarios al
caso de cinco legajos pertenecientes a las escribanías de los Realejos.
Desde
la toma y colonización de Tenerife, pasando por la fundación, síntesis, primer
poblamiento, y finalizar con el catalogo de los primeros vecinos de los
Realejos: “… La
conquista de la isla fue larga y cruel. Los guanches de los nueve menceyatos o
distritos autónomos en que se repartía Tenerife se disgregaron en dos grupos:
el bando «de paz», aliado de los castellanos, constituido por los dominios de
Anaga, Güímar, Abona y Adeje, cuyos naturales debían permanecer libres; y el
«de guerra», formado por los de Taoro, Daute, Icod, Tacoronte y Tegueste. Esos
últimos, liderados por el Mencey de Taoro, afrontaron la defensa de la isla
frente al invasor. Los naturales eran muy superiores en número, pero combatían
a un ejército mejor equipado y de soldados profesionales. La resistencia
aborigen se hundió en los feroces combates de La Laguna, que seguramente se
libraron el 14 de noviembre 1495. En esa famosa jornada lucharon a muerte
españoles y canarios al mando de Alonso de Lugo contra los nativos, al frente
del valiente Benitomo de Taoro, llamado el gran rey, que pereció en la lucha.
La batalla - dice Rumeu de Armas, reafirmando al cronista Espinosa, que la
conoció por tradición oral - fue cruenta y difícil, duró muchas horas con
incierta fortuna, porque ambos contendientes peleaban con valentía y furor; a
los españoles les iba en ello la honra y la riqueza, y a los guanches, la
libertad", El propio Lugo “aseguraba que jamás vio a sus tropas pelear con
más valor, ni a los guanches batirse con mayor resistencia”. La victoria fue
trascendental, aunque el ejército castellano quedó muy malparado. Tras ese
triunfo, el 20 de diciembre se reanudó la ofensiva militar contra los guanches
aún insumisos. En aquel tiempo, los habitantes de los menceyatos de Tegueste y
Tacoronte sucumbían a las enfermedades y al terror, y apenas ofrecían
resistencia, así que el gobernador decidió -dice Espinosa- avanzar hacia el
reino de Taoro. Entonces, alarmados los menceyes de Taoro, Tegueste, Icod y
Daute, se aprestaron con lo que restaba de sus fuerzas al definitivo encuentro,
que tuvo lugar en Acentejo el 25 de diciembre de 1495; la lucha fue porfiada y
sangrienta, y el éxito favoreció otra vez a los conquistadores'…”
Rendición
definitiva y fundación del lugar de los realejos: “…EL bautismo de los menceyes de
Anaga, Tegueste y Tacoronte tuvo lugar en el campamento del Realejo Viejo de
Arriba el 25 de julio de 1496 -día en que se junta la festividad del Apóstol
con la conmemoración litúrgica de San Cristóbal-, en presencia de Alonso de
Lugo, a quien acompañaba su estado mayor y el grueso del ejército castellano.
Esa memorable jornada puede considerarse como la fundacional del lugar. Dos
meses se aplazó el bautismo de los menceyes -asevera Antonio de Viana-, el
tiempo preciso para ser instruidos en la doctrina y misterios del cristianismo.
Núñez de la Peña ratifica esa fecha y sitúa el recinto en el solar luego
ocupado por el templo parroquial de Santiago. Días después compareció el
monarca de Güímar para bautizarse y hacer reconocimiento formal de la autoridad
de los Reyes Católicos, y el 29 del inmediato mes de septiembre se cristianaron
los menceyes de Icod, Daute, Adeje y Abona…”
Síntesis
histórica de la villa de los realejos: “…El municipio está situado en la vertiente norte
de Tenerife, al poniente del famoso Valle de La Orotava, y abarca una
superficie de 57,5 Kilómetros cuadrados, en un territorio formado por una
accidentada rampa que desde las faldas de las Cañadas del Teide desciende hasta
el nivel del mar. Posee cinco espacios naturales protegidos y una costa en la
que abundan tranquilas playas de arenas negras. Limita al norte con el Océano
Atlántico; al sur, con La Orotava y Puerto de La Cruz; al este, con La Orotava
y Puerto de la Cruz; y, al oeste, con San Juan de la Rambla.
Los
Realejos entraron por la puerta grande en nuestra historia aquel 25 de julio de
1496, como el lugar testigo de la solemne rendición de los guanches y, con
ello, de la definitiva incorporación de Tenerife y de las Islas Canarias a la
Corona de Castilla, e iniciaron en esa famosa jornada una brillante vida
pública. Alonso Fernández de Lugo pasa largas temporadas en el lugar, incluso
en las casas de su hacienda llega a reunir en Cabildo a los regidores de la
isla. E18 de octubre de 1530, en tiempos del segundo Adelantado, Pedro
Fernández de Lugo, el jurado Juan de Berrera presenta una petición ante el
Cabildo" en la que se afirma: «La Orotava y El Realejo se han poblado y en
la primera se había puesto un escribano para dar fe civil y criminal, por haber
alcalde y alguacil de causa». En esa última fecha con un censo de 200 vecinos
dispersos por su territorio, la población dispone de alcalde, alguacil y
beneficio parroquial. Dista más de una legua de La Orotava, donde reside el
fedatario, por lo que los vecinos consideran conveniente y solicitan de la
autoridad se nombre un escribano que pueda atender las necesidades de los
moradores del lugar. En 1512, por lo quebrado del terreno, la feligresía de la
parroquia matriz de Santiago Apóstol fue dividida con la creación de la nueva
parroquia de Nuestra Señora de la Concepción. Dos jurisdicciones eclesiásticas
condujeron a la formación de dos vecindades y, con la instauración del Régimen
Constitucional, a la creación de dos municipios independientes llamados:
Realejo Alto y Realejo Bajo, que también podrían haberse llamado Realejo del
Este y Realejo del Oeste, ya que las lindes de ambos iban de mar a cumbre. Los
dos ayuntamientos coexistieron por separado más de cien años, así hasta el 18
de marzo de 1952, día en que ambas corporaciones acordaron iniciar un
expediente de fusión y elevaron la correspondiente propuesta al Consejo de
Ministros, que fue resuelta afirmativamente. El 6 de enero de 1955 vio la luz,
en el Boletín Oficial del Estado, el decreto por el que los ayuntamientos de
los Realejos -Alto y Bajo- se fundían en uno solo…”
Poblamiento:
“…Ciento un años después de
verificada la lista (1528) para repartir armas, su vecindario se había
cuadruplicado. De las primeras ciento diecisiete se había pasado a
cuatrocientas familias, pese a la sangría que representó la emigración a
América. En las “Constituciones Sinodales del obispado de la Gran
Canaria", que realizó, en 1629, el obispo Cristóbal de la Cámara, se dice
que ambos Realejos son «lugares de doscientos vecinos», tienen muchas y buenas
viñas, con buenas iglesias, curas beneficiados, alcaldes y escribanos de
número. El Realejo de Arriba tenía un convento franciscano; y en el de Abajo,
«como a dos tiros de piedra», hay alguna gente rica y un convento de la orden
agustina. Las Constituciones y Nuevas Adiciones" del obispo Pedro Manuel
Dávila y Cárdenas de 1737 recogen que el Realejo Bajo tiene dos beneficios,
provisión de Su Majestad, muy buena iglesia, cinco ermitas, que son la de
Nuestra Señora del Buen Viaje, San Vicente, San Pedro, San Antonio, y otra de
San Antonio en El Cuchillo, un convento agustino, con unos 20 religiosos, y
otro de agustinas recoletas. Tiene 397 vecinos, y de estos 117 en Icod el Alto,
48 en Tigaiga, en La Azadilla 7, 8 en La Hoya, 19 en La Rambla, y el resto
(194) en el pueblo. El Realejo de Arriba, más poblado, tenía igualmente dos
beneficios, provisión de Su Majestad, muy buena iglesia y cinco ermitas, que
son San Benito, Santa Cruz (Cruz Santa), San Agueda en La Gorborana, San José,
y Nuestra Señora de la Caridad; un convento franciscano, con unos 20 religiosos
y unos 500 vecinos, de ellos 63 en el barrio de San Agustín, 80 en Cruz Santa,
11 en Las Rosas, 13 en El Mocán, 75 en las casas de las diversas haciendas y el
resto en el pueblo…”
Prólogo
de José Luis Sampedro Escolar. Numerario de la real academia matritense de
heráldica y genealogía. “…
Quien estas líneas firma tiene el raro honor de contar con la amistad de un
personaje como Antonio Luque Hernández al que, al margen de sus cualidades
humanas, adorna el don de la inquietud investigadora, que suele centrar en el
campo de la Historia y, concretamente, en el de la Genealogía. Su nombre, como
genealogista, puede sumarse a los de Alejandro Cioranescu, José Peraza de
Ayala, Guillermo Camacho y Juan Régulo.
Entrar
en el despacho de su casa familiar bicentenario en la calle de Tomás Zerolo, de
La Orotova, es acceder a una especie de templo donde se efectúa cotidianamente
una singular liturgia de culto a los antepasados, cuyos retratos mantienen vivo
el recuerdo de seres como el benemérito médico don Emilio Luque Moreno, padre
del autor que hoy nos ocupa, pero no nos engañemos pensando que Antonio Luque
practica la hagiografía genealógica falsificadora de la realidad histórica. Nos
consta su rigor metodológico y su honestidad investigadora, acreditados por los
estudios cursados entre 1986 y 1989 en el Instituto Luis de Salazar y Castro,
de Madrid, donde alcanzó la diplomatura en Genealogía, Heráldica y Derecho
Nobiliario, lo que garantiza la fiabilidad del resultado de sus datos, por lo
menos hasta el punto que resulten fiables las fuentes usadas.
No es
esta obra primeriza, puesto que ya Antonio Luque ha dado a la imprenta
previamente numerosos trabajos, sean libros o artículos, en los que ha ido
dejándonos memoria de personajes y hechos pasados, memoria que completa no sólo
el conocimiento de asuntos estrictamente canarios, sino de otras facetas. Sus
diferentes trabajos en este campo conforman ya un corpus variado, interesante y
ameno, pues van desde su estudio acerca de la figura de Viera y Clavijo a las
familias Chaves y Montañés de Tenerife, admirable estudio genealógico, impreso
en 1989, hasta el que dedicara, en 2002, al Casino de La Orotava, De casino a
biblioteca, Anales de la vida social orotavense, pasando por «El Niño Jesús de
Praga y su donante Polixena de Lobkowicz- (publicado en la revista Hidalguía,
en 2008), a su La Orotava, corazón de Tenerife, sin olvidar una obra colectiva,
Luque de una y otra orilla, de la que fue coordinador y en la que me cupo la
satisfacción de colaborar, en 2006. Añade ahora esta obra que llega a las manos
del lector, referente a los orígenes de los Realejos de Tenerife.
La
filiación de los conquistadores y pobladores dé las islas ha sido permanente
preocupación de los historiadores de Canarias y este trabajo se inscribe de
lleno en esa línea de estudio. Tras describir de forma inteligible y breve los
acontecimientos decisivos de la conquista de Tenerife, el autor se detiene en
reseñar los orígenes de la Villa de Los Realejos. Enumera e identifica a los
fundadores del lugar, indicando los documentos de que se ha servido para ello,
en un alto porcentaje escrituras notariales, que dotan de un interés añadido al
libro por la gran cantidad de fuentes inéditas manejadas.
Luque,
además, añade las semblanzas de los autores de los manuscritos originales y
desarrolla las genealogías de sus respectivas familias, biografiando así a un
sin número de personas, lo que constituye un valioso conjunto de datos, fechas
y acontecimientos históricos. Luego reproduce y esclarece, con exactitud, los
índices de los documentos de carácter genealógico existentes en escribanías de
Los Realejos, desde su fundación hasta el siglo XVIII. Responde de ese modo a
las posibles exigencias de los investigadores de esa disciplina científica -en
la que Luque es sobresaliente especialista- para que los estudiosos del pasado
puedan disponer puntual y fácilmente del contenido de estos importantes
catálogos.
Otros
hacen cumplido elogio del estilo ameno de la producción de Luque, por lo que
sólo lo mencionaré para reiterar tal juicio. Comenzaba estas palabras haciendo
pública profesión de amistad con Antonio Luque, pero creo necesario aclarar que
no es este noble sentimiento el que motiva los elogios que subscribo a su labor
investigadora en esta obra y en las otras antes citadas. Quiero, finalmente,
agradecerle el honor que me hace al permitirme estampar mi firma junta a la
suya en este libro, al que auguro el éxito que merece como futura obra de
consulta para los historiadores interesados en el conocimiento social de la
localidad tinerfeña de Los Realejos….”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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