martes, 23 de enero de 2018

LA VILLA DE LA OROTAVA Y DON BOSCO

Fotografías tomadas por mi cámara digital en el polideportivo del colegio de San Isidro de La Villa de La Orotava.
Las dos de la izquierdas pertenecen a la urna de cristal de la réplica de don Bosco y la derecha, jóvenes villeros seguidores del evento, los dos son alumnos de un servido, en el Ciclo Superior de Administración y Finanzas en el IES La Orotava Manuel González Pérez en el Barrio de San Antonio.

El sábado seis de octubre del año 2012, festividad de San Bruno, fundador de las Cartujas, día de mi onomástica, visitaba La Villa de La Orotava, gracias a las gestiones del amigo salesiano FELIPE ACOSTA, en una urna de cristal réplica exacta del cuerpo extinto de don Bosco que se halla en la Basílica de María Auxiliadora en Turín (Italia). Miles de personas recibieron al maestro de la Formación Profesional, luchador de los jóvenes en defensa de la revolución industrial del final del siglo XIX en la plaza del Ayuntamiento de la Villa, que ha dado la vuelta al mundo por los 200 años (1815 – 2015)  de su nacimiento. En la mencionada replica, en el interior de la figura (foto) del respetable, en una caja lacrada, al nivel de su pecho, se guarda una de sus manos como reliquia.
Don Bosco era hijo de Francisco Luís Bosco (1780 – 1817)) y Margarita Occhiena (1788 – 1856)), campesinos de Castelnuovo (Piamonte)) que tenían una casa en I Becchi, una vereda a 32 kilómetros de Turín.
Francisco Luis había sido viudo y tenía un hijo, Antonio Bosco, antes de su segundo matrimonio con Margarita. Una hija de su primer matrimonio, Teresa, había muerto en su infancia. Margarita Occhiena tuvo dos hijos con Francisco: el primero fue José (1813 – 1862) y el segundo Juan Melchor. En la casa vivía también la madre de Francisco Luis cuyo nombre era también Margarita.
Los Bosco de I Becchi eran en realidad una familia del campo que sobrevivía como peones de los Biglione. El 11 de mayo de 1817, cuando Juan tenía 21 meses de edad, Francisco falleció a causa de una pulmonía. La responsabilidad de la familia quedó en manos de su madre, Margarita.
Una vez ordenado sacerdote, empleó todas sus energías en la educación de los jóvenes. Sus grandes amores que fundamentan su espiritualidad: La Eucaristía, la Virgen María, la Iglesia, la fidelidad al Santo Padre, la juventud.
Fundador de la Congregación de los Salesianos, comunidad religiosa con rama masculina y femenina, dedicados a la educación de los jóvenes, en especial los pobres. Les enseñaba la vida cristiana y diversos oficios. Atrajo y sigue atrayendo a multitudes de jóvenes a Cristo. La Congregación toma su nombre de San Francisco de Sales.
El amigo de infancia de la Villa de La Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN “ESPECTADOR”, remitió entonces (06/10/2012) estas notas: “…Reliquias salesianas. En tiempos de Don Bosco—según la opinión de algunos ex alumnos que luego se separaron de la doctrina salesiana-- la crueldad y el sadomasoquismo fueron frecuentes. En las homilías, pláticas o sermones cotidianos Don Bosco les contaba a los niños, por poner un ejemplo, que uno de ellos– exactamente uno, que Don Bosco sabia, pero que no iba a decir— moriría cuando pasase un tiempo determinado. Mas este relato seguramente lo tomaba la mayoría de los niños superficialmente, quizá un poco a guasa. Pero habría algún santurrón, tipo Domingo Savio, que se lo asumiría muy en serio, y sufriría y se contendría para estar en gracia de Dios todo el tiempo, por si acaso fuere él el designado.
Si damos un salto hacia nuestro tiempo,  fijémonos en el aún reciente paseo de la urna y la reliquia de Don Bosco por las calles principales de La Orotava. Y como contrapunto pongámonos en el lugar de aquellos Antiguos Alumnos Salesianos de la Villa, que ahora andan por este mundo tibios de corazón, ateos o agnósticos perdidos; en fin, unas auténticas —por usar el argot bíblico—ovejas descarriadas. Que no quepa duda: estos también fueron niños sujetos del comecocos de los sermones sobre los peligros de la muerte y el infierno, en la  sufrida tanda anual de ejercicios espirituales por la Cuaresma. Pero la mayoría de los niños ‘pasábamos’ bastante de aquellos sermones, alegatos ‘per se’ tan inmisericordes como apabullantes que olvidábamos al poco tiempo. Muy pocos de este grupo de disidentes y pasotas, presenció la procesión de la reliquia por La Villa…”
El amigo de la infancia de la Villa de La Orotava, compañero de docencia; MIGUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, remitió entonces (06/10/2012) estas notas que tituló “DON BOSCO EN LA OROTAVA: OLVIDAR LA HISTORIA ES CONDENARSE A REPETIRLA”: “…La Familia Salesiana orotavense se apresta a recibir gozosa los restos del Santo Fundador de la Orden.
En lo que probablemente será una nutrida multitud de loas y recuerdos dulcificados –la nostalgia tiene escasa y selectiva memoria– quisiera incluir aquí, a modo de contrapunto y acudiendo a las fuentes, una edificante historia.
El que sigue, el Sueño de las 22 lunas, es uno de los varios relatos en los que D. Bosco anunciaba muertes y así se cuenta en el libro que recoge los hechos del Santo: “Me encontraba en medio de vosotros en el patio y me alegraba en mi corazón al veros tan vivarachos, alegres y contentos. Quiénes saltaban, quiénes gritaban, otros corrían. De pronto veo que uno de vosotros salió por una puerta de la casa y comenzó a pasear entre los compañeros con una especie de chistera o turbante en la cabeza. Era el tal turbante transparente, estando iluminado por dentro, ostentando en el centro una hermosa luna en la que aparecía grabada la cifra 22. Yo, admirado, procuré inmediatamente acercarme al joven en cuestión para decirle que dejase aquel disfraz carnavalesco; pero he aquí que, entre tanto, el ambiente comenzó a oscurecerse y como a toque de campana el patio quedó desierto, yendo todos los jóvenes a reunirse en fila debajo de los pórticos. Todos reflejaban en sus rostros un gran temor y diez o doce tenían la cara cubierta de mortal palidez. Yo pasé por delante de todos para examinarlos y entre los tales descubrí al que llevaba la luna sobre la cabeza, el cual estaba más pálido que los demás; de sus hombros pendía un manto fúnebre.
Me dirijo a él para preguntarle el significado de todo aquello, cuando una mano me detiene y veo a un desconocido de aspecto grave y noble continente, que me dice: Antes de acercarte a él, escúchame; todavía tiene 22 lunas de tiempo; antes de que hayan pasado, este joven morirá. No le pierdas de vista y prepáralo.
Yo quise pedir a aquel personaje alguna otra explicación sobre lo que me acababa de decir y sobre su repentina aparición, pero no logré verle más.
El joven en cuestión, mis queridos hijos, me es conocido y está en medio de vosotros.
Los comentaristas anotan… Un vivo terror se apoderó de los oyentes, tanto más siendo la primera vez que San Juan Bosco anunciaba en público y con cierta solemnidad la muerte de uno de los de casa.
El buen padre no pudo por menos de notarlo y prosiguió: Yo conozco al de las lunas, está en medio de vosotros. Pero no quiero que os asustéis. Como os he dicho, se trata de un sueño y sabéis que no siempre se debe prestar fe a los sueños. De todas maneras, sea como fuere, lo cierto es que debemos estar siempre preparados como nos lo recomienda el Divino Salvador en el Evangelio y no cometer pecados; entonces la muerte no nos causará espanto. Sed todos buenos, no ofendan al Señor y yo entre tanto estaré alerta y no perderé de vista al del número 22, el de las 22 lunas o 22 meses, que eso quiere decir, y espero que tendrá una buena muerte.
Esta noticia, si bien asustó mucho al principio a los jóvenes, hizo inmediatamente un grandísimo bien entre ellos, pues todos procuraban mantenerse en gracia de Dios, con el pensamiento de la muerte, mientras contaban las lunas que se iban sucediendo.
San Juan Bosco, de vez en cuando, les preguntaba:¿Cuántas lunas faltan aún?
Y los jóvenes respondían: Veinte, dieciocho, quince, etc.
A veces, algunos que no perdían una sola de sus palabras, se le acercaban para decirle el número de lunas que habían pasado e intentaban hacer pronósticos, adivinar... pero Don Bosco guardaba silencio”.
En este tono prosigue el relato…
La insensibilidad de la que hace gala el relator ante la crueldad con la que el Santo juega con el terror de sus alumnos permite entender la turbia atmósfera de sadomasoquismo que permeó nuestra vida colegial durante los negros años del Franquismo.
Esto es también parte de nuestra historia ¿o no?...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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