viernes, 26 de enero de 2018

GONZÁLO GONZÁLEZ.



En el diario tinerfeño La Opinión del 22 de septiembre del 2008, Mayte Méndez, realiza una semblanza sobre el artista cruzantero Gonzalo González: “…Hablar del arte, de sus múltiples e infinitos discursos, de los lenguajes a lo que parece tener derecho la cultura y la ironía de las esculturas totémicas que habitan en muchas ciudades y regresar a las ideas que nacieron en el periodo de las vanguardias son algunas de las reflexiones que habitan en la Flora urbana del artista tinerfeño Gonzalo González, un paraíso vegetal de madera y acero que se puede ver hasta finales de octubre en la galería madrileña Arnés y Röpke, que este verano llevó las creaciones de González hasta la Feria de Arte de Chicago.
Estructurada en tres bloques claramente definidos, esta individual se compone de una veintena de dibujos, una obra unitaria de madera titulada Bosque urbano (compuesto a su vez por otras 60 pequeñas piezas) y una quincena de esculturas en bronce de gran tamaño. Respecto a Bosque urbano, el propio artista reconoce que hay en este trabajo una cierta carga de "sarcasmo".
Humor e ironía. Se trata, según Gonzalo González, de "una escultura que parte de la naturaleza para hablar del arte". "La naturaleza es solo una excusa para hacer una incursión, una revisión de las esculturas de las vanguardias históricas", aclara el escultor que reconoce que ha bañado estas obras de una dosis de humor con la intención de "desdramatizar un poco este asunto, esa idea de trascendencia sublime que tenía el proceso de investigación de las vanguardias". "Éste es un bosque de conceptos que alude a las vanguardias", explica Gonzalo González que adelanta que su próxima parada será en la Feria de Arte de Miami en el mes de diciembre.
Pero no solo es la suya una mirada a ese pasado cercano sino que también hay en sus creaciones "una referencia a la realidad, una crítica" a su entorno más inmediato. No obstante, Gonzalo González aclara que pese a que la naturaleza es a primera vista la gran protagonista de sus obras él no ha tenido ninguna intención de hacer "ninguna denuncia ecologista". "Me interesa la naturaleza como excusa para hablar del arte y del lenguaje", reitera este creador natural de Los Realejos.
Sobre los dibujos que también cuelgan en este espacio madrileño, González señala que éstos son simples bocetos de los que nacen sus esculturas sino que son obras independientes, con entidad por sí mismas aunque "de forma colateral la obra escultórica sí se ve afectada en cierto modo por el desarrollo del dibujo". "Mis dibujos no son bocetos, son obras definitivas que ayudan a comprender, a leer correctamente el discurso de las esculturas y de ellos mismos", añade.
Sobre si la crisis afecta o no al mundo del arte, Gonzalo González no duda en afirmar que en tiempos de incertidumbre lo que más se resiente en la obra de los pequeños o medianos artistas pero que, por el contrario "es en estos tiempos donde los grandes coleccionistas se ponen las botas". Así, respecto a los precios casi imposibles alcanzados en las subastas de Damien Hirst, González considera que esto tiene mucho que ver "con el desembarco de los nuevos capitalistas, los nuevos coleccionistas rusos, chinos o árabes que han decidido comprar arte". "Esto es un disparate estratosférico que nada tiene que ver con el mundo real del arte", señala mientras aplaude la osadía y los significados que se ocultan detrás de las obras de Hirst que pone en cuestión el arte en sí…”
Podemos llamar universo apasionado al vuelo del hombre sobre la ampli­tud, dominios estos del espíritu, y, por añadidura, de la subjetividad. Pode­mos llamar amor al deseo que se desata en el interior de nuestras pasiones y nos aborda con sentimientos enfrentados contradictoriamente, permitiéndolas dibujar el mapa de nuestras emociones, las lindes de la luz y de las sombras, el pasadizo que lleva de la tristeza a la alegría... todo ello como for­mas de subjetividad. Ella, la subjetividad se despliega en nuestra anchura, se extiende en nuestra longitud, unida a las partes de nuestros cuerpos, dan­do latidos a nuestro corazón, pulso a nuestras arterias y luchando con noso­tros frente al mundo y junto a él... Es la pasión del cuerpo. Y donde este acaba, se halla el horizonte, donde viven los otros, quizá en lo adverso, tal vez en la querencia...; es la pasión del mundo que pisa nuestra sombra, nuestro es­pacio extracorpóreo: gestos, sentimientos y deseos que proyectan su silueta sobre la extensión. Abatidos por el soplo de la vida, nuestros cuerpos y el mundo se cobijan juntos en el tiempo. Estos infinitos e intensos dominios de deseo, dolor y pasión serán el motivo de una indagación convertida en her­mosa aventura que Gonzalo González ilustra, alumbrando el milagroso equi­librio del ser en un mundo en devenir.
Este equilibrio cambia continuamente, en cada momento, en constante advertencia. La estabilidad entre lo real u objetivo y lo irreal o subjetivo no permanece inmóvil, y las diferentes culturas que ha desarrollado la humanidad demuestran el vínculo, implacable y metamórfico, del mundo con el indivi­duo. Esta continuidad siempre cambiante involucra como un tejido, pasado, presente y futuro. Algo nos empuja a proseguir en una relación tensa y perpe­tua entre el ser y el no ser, entre la vida y el vacío, entre lo que somos y lo que no somos. En la actualidad sigue viva la necesidad que ha recorrido los tiempos: atravesar el abismo que aísla la realidad interna y la realidad exter­na, tras haber pasado miles de ciclos de experiencia de irrealidades de las que teníamos que adueñarnos y que, sin embargo, no hemos encontrado nun­ca. Hallar lo imperecedero de nuestra naturaleza nos remite al problema del arte, que como un profundo pozo de vivencias humanas.
Gonzalo González, nacido en un pueblo norteño de la isla de Tenerife, La Cruz Santa, en el año 1950, en el seno de un hogar rural, comprueba desde su infancia cómo el mundo y su cuerpo se confabulan para hacerlo sufrir: cómo, mediante algunas fibras nerviosas arañadas bajo la piel y en el interior de los tejidos se alerta al hombre/cuerpo de su lesión. La poliomielitis encie­rra su tiempo en hospitales y postra su cuerpo en las camas por algunos años; pero su mente y su ánimo experimentan el estímulo que un vacío abre. Sus sentidos se despiertan a lo sensible y a la experiencia del sufrimiento. La aten­ción espiritual se detiene en los argumentos artísticos. Son los años 60. Su inflamado espíritu cultural tropieza con el influjo de dos personalidades que dibujaron un trazo vital en el nacimiento de su vocación artística y de las que extraerá, por un lado, una formación clásica ilustrada en la antigüedad greco­latina, en el renacimiento, el barroco, etc., que le brinda la amistad de un amigo de la familia; y por otro, el golpe de pasión que recibe de su amigo Domingo Cruz Barroso, fraile y pintor, que vive y muere bajo el signo de la pasión y la locura.
«El encuentro con Domingo Cruz es, más que un encuentro con el arte, el conocimiento de la pasión», escribía Carlos E. Pinto acerca de este encuentro. En 1969 la voluntad artística se impone en la decisión de dedicarse a la pintura y comienza el sinuoso y reflexivo trazado de una obra que se irá reve­lando progresivamente en su soporte para más tarde quedarse a solas con él.
Carlos E. Pinto comenta, refiriéndose a su dedicación exclusiva al arte: «En esta elección, es, al margen de la actividad creadora donde reside buena parte del sentido de un proceso que poco irá cobrando vida propia hasta su emancipación, cuando la voluntad sea la de la obra y ella la que elija las claves que la cifren.
Los primeros años son de especial interés para González. Y esa capacidad para convertir en pintura los sentimientos, o la facilidad para evocar senti­mientos a partir de las imágenes, lo asocian desde un primer momento a una posición romántica, si entendemos la expresión del sufrimiento como una ac­titud en este sentido.
Es una época en que aún late la huella surreal y la abstracción disuasoria de lo real, y procederá desde ello para acometer su propuesta plástica indivi­dual y característica, resumiendo también los últimos vanguardismos.
No debemos olvidar que Gonzalo González se inscribe en la designada Generación de los Setenta, denominación que reunía a varios artistas canarios, en la certeza de su singularidad más que en las posibles afinidades. La misma designación de generación es un indicativo del manifiesto deseo de unos jóve­nes artistas de establecer relaciones a nivel artístico e intelectual que surge paralelo al desenvolvimiento de la actividad galerística en Canarias. En este contexto, en 1972 tienen lugar sus primeras muestras colectivas con artistas que siguen una trayectoria paralela a la suya, como Luís Carlos Espinosa, Ber­nardino Hernández, Nicolás Calvo, etc.
Por aquel entonces, la figura de Pedro González irradia hacia estos nuevos artistas la particularidad de su expresión plástica. El influjo de Pedro Gonzá­lez le llega a Gonzalo desde el poderoso sentido espacial de aquel, surcado por el elemento que lo articula y lo interpreta: el silencio. Los estigmas abs­tractos que mancharon el cosmos (Cosmoarte) de Pedro González contenían to­da la expresión figurativa y toda la tensión abstracción-figuración necesaria para pensar un espacio pictórico. Esto, junto con otras formulaciones que Pe­dro González incluyó en los años 70 sobre los temores humanos implicados en el cosmos que inquieren al hombre sobre su propia esperanza, suponen un estímulo para Gonzalo González. La desazón de sus signos provocan la reflexión poética que Gonzalo recoge también en ese doliente sentir de valor universal y trascendente, inherente al tiempo cíclico, pero, a la vez, desarrolla­do en un tiempo histórico en que el abandono, la incomunicación y la tristeza han tomado cuerpo en nuestro pensamiento y el raciocinio queda remitido a un acto individual.
En estas primeras obras, El Terror se hace tinta en unos pequeños y ma­yores dibujos. Ellos expresan, desde el ángulo que nos da la distancia actual de los comienzos de su obra, el profundo y apasionado abrazo al ser humano aún desde la impotencia, como es el caso de esta primera obra, en la que atmósferas y densidades tiznan de vacío el espacio que circunda al hombre. Testimonio de soledades, crónica de frustraciones, todo ello evocando una at­mósfera cósmica que enmarca al hombre, o bien se refiere a él.
En los años siguientes desarrolla dibujos en los que el temor marcado por lo cósmico se desvanece para habitar la figura humana con precisión urgente y veloz, en un pánico ahora interior. Estos trabajos se recogerán en su primera muestra individual en la galería Yles.
Pero, en cualquier caso, estas desesperaciones son ejecutadas con fines superiores: manifestar su visión del mundo. No debemos dudar de que no se trata de un testimonio autobiográfico - aunque el tono conlesfonal (esta primera obra puede tener relación con este accidente imprevisto, la poliomie­litis) que, quizá, da curso al hilo de sus ideas - sino de una expresión en la que G. González se aproxima a la locura con la voluntad de hallar en la psi­que perturbada y el cuerpo dañado una salida irracional a lo que la razón deja inexplicado. Situados en el infierno de Strindberg sus personajes anóni­mos inician un relato paradójicamente lúcido, que define a un hombre en crisis persecutoria. González retrata el mundo en su crueldad y brutalidad y al­ hombre en su culpa e impotencia.
«Suframos, pues, hermanos míos, sin esperar de la vida una sola alegría verdadera, puesto que estamos en el infierno».
La soledad existencial, la crítica de la sociedad, el ensimismamiento del individuo ante la agresión, la muerte como límite y, a la vez, como sentido de la vida, son otros tantos temas modulares que vertebran y conducen esta primera parte de su obra.
En realidad, la interpretación de la vida y de la muerte adherida al cosmos, será, aunque con expresiones diferentes, una constante en su obra.
La atracción por el abismo que experimenta Gonzalo González tomará di­ferentes formas bajo el estímulo que suponen los años 70 en los intereses ar­tísticos de Canarias, al tiempo que tiene la posibilidad de apreciar la obra de Miró, Tapies, Millares, Saura... y es inevitable, en este contexto, continuar hablando de esta generación, tras haberlo hecho el crítico Fernando Castro, para descifrar aquel depósito de osadas ambiciones que sostuvieron los ánimos y las ideologías de un gru­po de jóvenes artistas canarios, aventureros entre la niebla, que por estos primeros años de la década buscaban atrapar la modernidad para sus poéticas respectivas. Ante ellos, la atrofia secular, la inercia frustrante, la miseria y la crisis en Canarias.
La sombra de la penuria política y social en que se oscurecía la realidad española también se proyectaba sobre Canarias. El grupo, en el que se encon­traba Gonzalo González, deseaba el advenimiento de la modernidad estética, y, por supuesto, de la libertad individual. De esta manera, la investigación polifacética se convirtió en una necesidad. Fue un grupo aglutinado por el deseo, sin establecer una poética común, ni corpus teórico que sostuviera tantos anhelos individuales.
Intimar con el espíritu de la modernidad como ruptura con un presente muerto, fue una enseñanza aprendida de la evolución del arte contemporá­neo, y desde esa altura intentaron abrazar su renovadora propuesta para, en palabras de Orlando Franco, lograr «la conciliación de la dicotomía entre el arte y vida».
Con su labor se produjo un estímulo inusitado en el panorama plástico de las islas. Estos mismos artistas, a la postre conocidos como Generación de los 70, dictaron la “normalización de este mundo artístico y estimularon" en gran medida la aparición de galeritas y críticos, contribuyendo a hacer en la sociedad canaria se apreciase el papel del artista.
Partiendo de aspi­raciones similares a las de otros de su generación, Gonzalo González asume la intención transfiguradota del grupo bajo un escéptico sentimiento existencial que le aleja del tono de denuncia directa, aunque se sitúa a su lado en la expresión del daño infligido por la sociedad burguesa, predisposición común en el arte español en la segunda mitad de la década.
En el año 1950, nace en un pueblo del norte de Tenerife, la Cruz Santa, el 2 de diciembre, en el seno de un hogar rural. Desde su infancia, la polio­mielitis le obliga a pasar largos períodos en hospitales. Sus sentidos se desarrollan hacia mas artísticos estimulados por la experiencia del sufrimiento. Desde la edad infantil demuestra una gran inclinación hacia el arte. En el año 1960, tiene lugar el encuentro con dos personalidades que significaron una influencia importante en su vocación artística. Por un lado, un amigo de la familia, que le brinda extensa información sobre la antigüedad grecolatina, ­renacimiento, barroco, etc., y por otro su amigo, el fraile y pintor Domingo Cruz Barroso­, del que recibe una visión apasionada de hecho artístico. Aproximadamente desde 1967 comienza a realizar sus primeras obras. En el año 1969, Decide dedicarse con exclusividad a la pintura decisión que le lleva a ingresar en la Es­cuela Superior de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, gracias a la obtención de una beca. E el año 1972, tiene lugar sus primeras muestras colectivas junto a otros artistas de su misma generación. Participa en la muestra colectiva Dibujos en el Colegio Mayor de San Fernando, en la Laguna, Tenerife, junto a Santiago Alemán, Ber­nardino Hernández, Rafael Monagas y Nicolás Calvo. Son dibujos en tinta, cuyo tema es la expresión del abandono, la incomunicación y la tristeza; todo ello, emplazado en un tras­fondo cósmico. Colectiva en el Ateneo de La Laguna y en la galería Gaudí.
Se traslada a Madrid, donde continúa sus es­tudios en la Escuela Superior de San Fernan­do. Le seguirán años de intensa formación y estímulos.
En el año 1974, Finaliza sus estudios y se traslada de nuevo a Tenerife. En el año 1975, desarrolla dibujos en los que el miedo es aho­ra interno. Las figuras, descritas con una pin­celada expresionista rápida y apresurada, siguen componiendo un drama existencia. La ausencia de color es un ingrediente más de este testimonio de marginación. Con esta obra tiene lugar su primera exposi­ción individual en la galería Yles, de Las Pal­mas de Gran Canaria. Participa en la exposición colectiva Arte y Cul­tura en San Mateo, Gran Canaria.
En este año viaja a París, y allí se produce un hecho estimulante: el encuentro con la pin­tura de vanguardia, concretamente con la nor­teamericana.
En el año 1976, reanudando el desvelamiento del rostro de la marginación, exhibe la serie El Hospital y marginados, en la Casa-Museo de Colón de Las Pal­mas de Gran Canaria. Son óleos de gran for­mato (Exposición individual en la sala Gioconda de Las Palmas de Gran Canaria). Mural Botticelli, experiencia colectiva organizada por el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife y el Ateneo de La Laguna. En el año 1977, participa en la colectiva Guadalimar: Arte Ca­nario en la Casa-Museo de Colón y galería Ba­los, Las Palmas de Gran Canaria. Destaca una .serie de dibujos que revelan un conocimiento de la obra de Francis Bacon, como sugieren las masas viscerales que se de­senvuelven sobre un fondo negro. También hay unos dibujos borrados, que representan imágenes femeninas enmarcadas por rasgos que semejan vísceras y animales. Esta muestra colectiva generó un clima expectante en relación al futuro desenvolvimiento del arte en Canarias. Ella posibilitó el esti­mulante encuentro de diversos artistas cana­rios y galeristas de las islas. De esta manera entró en contacto Gonzalo González con el galerista Gonzalo Díaz y con la sala Conca, iniciándose así una etapa importante en la trayectoria de nuestro pintor. La sala Conca concentró una importante actividad artística en Canarias; ubicada en La Laguna y fundada por Gonzalo Díaz, conduc­tor y dueño de la misma. Exposición colectiva en la sala Conca, La Laguna, Tenerife. Reunión con motivo de la exposición Visiones atlánticas González inaugura su relación con la sala Conca, emprendiendo una actividad regular de trabajo junto a este galerista, y aliado de otros artistas que trabajaban con exclusividad para la citada galería, como Juan Hernández, Juan Gopar y Cándido Camacho. Se abre así, un esperanzador porvenir para la consecución de sus planteamientos estéticos, al tiempo que toma cuerpo la idea de una generación que renovaría el panorama estético de las islas: Somos una generación con una gran influen­cia europea y americana, pero sin perder la identidad, decía Gonzalo González. Este período se inicia con la exposición de una serie de óleos El Desencanto, de gran for­mato, y los dibujos de la serie Ana. En el De­sencanto, prolongación de su homenaje a Bacon, continúa desarrollando esas figuracio­nes viscerales que, según el profesor y crítico Fernando Castro, lo asocian a una letanía del surrealismo bajo la denominación de realismo fantástico.
Sin embargo, para el también crítico Díaz-Bertrana, el giro de estas series plantean la necesidad de huir de la ofuscación de las primeras obras. La generación de los 70. Tesina de licenciatura 1-X-80. Esta obra expuesta en la sala Conca significa un breve período de transición que terminará, con el vacío como protagonista, en la exposición de la galería Botticelli en el año 1979.
Participa en muestra colectiva colectivas Arte actual Canarias, Liceo Taoro, La Orotava, Tenerife. Tenerife XX, Casona Gourié, Arucas, Gran Canaria Centro de Arte y Cultura, Convento de San Francisco, Garachico, Tenerife. 1ª semana cultural Canaria, Cruz Santa, Tenerife. 5 artistas canarios, Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. En este año viaja a Londres.
En el año 1979. A partir de esta fecha su producción plástica se articula en torno al paisaje como funda­mento creador dé formas desconocidas. Ex­posición individual en la galería Borricelli, Las Palmas de Gran Canaria. Muestra colectiva Tocador de Arte en el Cole­gio Oficial de Arquitectos de Santa Cruz de Tenerife, organizada por la revista Papeles in­vertidos. Participa en 3 artistas en la sala Conca, La Laguna, Tenerife, junto a los pintores Juan Hernández y Cándido Camacho. En ella de­sarrolla los aspectos que anticipaba en las an­teriores muestras de este año. Aspectos que inciden en la soledad y el silencio, en los que el espacio es el protagonista. Colectiva aniversario en el ateneo, La Laguna, Tenerife.
En el año 1980, solo se me ocurre proponer un acercamiento a la obra, sin discurso literario, sin la desgraciada traba de las inútiles justificaciones de los intermediarios literarios. Estas palabras de Gonzalo González suponen la declaración de principios por la que el pintor abandona toda intención de mediar entre la obra y el espectador. Habrá que adentrarse en ella y recorrerla. Trato de justificar la obra por sí mis­ma (...). Hoy tenemos otros caminos más analíticos, trabajo de laboratorio, donde el cuadro puede convertirse en objeto sólido sin connotación literaria: el cuadro, aunque sea más oscuro, se da más posibilidades a sí mis­mo. Así el criterio plástico es más amplio», dice G.G.
Expone en la galería Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria la serie Paisajes. Muestra individual en la sala Conca, La La­guna, Tenerife. Colectiva organizada por Amnesty International en el Colegio de Arquitectos de Santa Cruz de Tenerife.
Últimas tendencias del arte en Canarias, C. A.N.T.V., Caracas, Venezuela. Homenaje a Brunelleschi en la galería Fúcares, Almagro, Ciudad Real. Generación 70, X aniversario de la sala Con­ca, La Laguna, Tenerife.
En el año 1981. Arte actual, Casa-Museo de Colón, Las Palmas de Gran Canaria.
Obra sobre papel, sala de Arte y Cultura de la Caja General de Ahorros de Canarias, La La­guna, Tenerife. Colectiva Patio de los Naranjos, Las Palmas de Gran Canaria. XII Pintores, Círculo de Amistad XII de Ene­ro, Santa Cruz de Tenerife. Homenaje al P.E.R.l., Parque Cultural Viera y Clavijo, Santa Cruz de Tenerife. Boabab, Colegio Oficial de Arquitectos de Ca­narias, Santa Cruz de Tenerife.
En el año 1982. La propuesta pictórica de González ya cami­na despegada totalmente del antagonismo figuración-abstracción, para sumergirse definitivamente en la propia pintura. Artejoven Canario, organizada por A.C.A.A.C. en la sala de exposiciones Los Lavaderos, San­ta Cruz de Tenerife.
En el año 1983. En este año tiene lugar la ruptura de la rela­ción con el galerista Gonzalo Díaz y el fin de su trabajo con la sala Conca. Esta ruptura no es individual, en realidad hay cuatro artistas que deciden inaugurar una nueva etapa jun­to a la galerista Magda Lázaro en su recién abierta galería en Santa Cruz. Estos artistas, pintores destacados de la generación de los 70, son Gonzalo González, Cándido Cama­cho, Juan Hernández y Juan Gopar. Exposiciones colectivas 5, itinerante por Te­nerife. Organizada por la Caja General de Ahorros de Canarias. Arte Canario, Centro de Arte Ossuna, La Laguna, Tenerife. Itinerante por el País Vasco. Pintura y Escultura canaria, Instituto de Estu­dios Hispánicos, Puerto de la Cruz, Tenerife. 4 pintores canarios, Fundación Valdecilla, Ma­drid. Estos cuatro pintores exponen bajo el título 4 Pintores Canarios. Gonzalo González / Cándido Camacho / Juan Hernández / Juan Go­par, formando parte de un programa de acti­vidades del Aula de Artes Plásticas de La Universidad Complutense de Madrid, desde el 25 de octubre al 17 de noviembre. Homenaje a Eduardo Westerdah!, Los Lavaderos, Santa Cruz de Tenerife.
En el año 1984. Incorpora nuevos procedimientos técnicos ba­sados en la decalcomanía de Óscar Domínguez. Exposiciones individuales en la sala de Arte y Cultura de la Caja General de Ahorros de Canarias, Puerto de la Cruz, Tenerife. Galería Magda Lázaro, Santa Cruz de Te­nerife. Canarias 84, The Art Gallery at the Spanish Tourist Office y en Teacher College, Universidad de Columbia, Nueva York. Nueve ar­tistas son seleccionados por el crítico Carlos Díaz-Bertrana: Gonzalo González, Juan José Gil, Ernesto Valcárcel, Fernando Alamo, Jo­sé Dámaso, Julio Cruz Prendes, Juan García Álvarez, Leopoldo Emperador y Antonio Zaya.
Díaz-Bertrana enuncia en un bello texto los motivos y criterios para reunir esta exposición a unos artistas: "... amalgama de elementos versátiles y rotundos, por ironía de una implicación que asume el desencanto y la perplejidad como elementos creativos, los artistas de Canarias 84 saquea la historia del arte alejados de la dialéctico abstracción-figuración y de los servilismo s de estilo, e imprimen a sus obras un funesto deseo de luz, de sensualidad tropical..."
Canarias 84 se realizó, con dudoso éxito, en medio de una cierta polémica que recoge la prensa del momento. Estos artistas se plan­tean formalizar el grupo imbuidos de una conciencia que les sugiere que éste es el úni­co modo de continuar, el único que promete una alternativa. Y desde esta propuesta pre­tenden observar lo que sucede en el exterior con la fuerza que les da la unión y el alcance que adquiere la difusión de un hecho cultu­ral de estas características.
La exposición significó un acontecimiento im­portante para el arte en Canarias, por las ex­pectativas que con él se abrían. Al respecto de la proyección de la muestra, escribía José Luís Gallardo: La ruptura no se produce en nosotros sino cuando sufrimos el desgarro en nuestro propio cuerpo social. El arte que se llama así mismo vanguardia, pero que no lo­gra este impacto, no consigue politizarse, ese arte no es nada, no es mucho más que un ju­guete..., porque el auténtico se rige por la os­cura ley del acontecer histórico, anuncia cam­bios radicales, rupturas, conquistas...». Y lo compara, quizá con excesivo optimismo, a otros momentos de decisiva importancia: «el movimiento surrealista en Tenerife, el indi­genista en Las Palmas o las individualidades de Néstor, Millares, Chirino, Manrique, Ga­llardo, Abad y algunos más»" a los que aña­dimos a Pedro González.
La realidad es que pese a esta conciencia mo­mentánea de grupo, el estado de estos pinto­res continúa siendo tan diferente como lo era previamente a su existencia.
En el año 1985. Exposición individual en la galería Radach Novaro, Maspalomas, Gran Canaria (24 acrílicosinta sobre papel y 4 óleos sobre lienzo). Fondo de Arte, Sala de Arte y Cultura de la Caja General de Ahorros de Canarias, La Laguna, Tenerife. Visiones Atlánticas, Instituto Español de Cul­tura en Viena.
Esta muestra fue organizada por el Aula de Cultura del Cabildo Insular de Tenerife. La iniciativa del crítico Fernando Castro reúne a diez artistas canarios con el objetivo de pre­sentar en Centroeuropea una propuesta artís­tica que alcance un mayor grado de profun­didad que la de «una imagen de cliché turístico»", precisamente por «hacerla con una imagen diferente y basada en la cultura ac­tual de nuestras islas»". Los artistas son: Juan Hernández, Juan Gopar, Fernando Álamo, José Herrera, Luís Palmero, Cristóbal Guerra, Carlos Matallana y Gonzalo González.
La alusión a la Generación de los 70 en el catalogo de estas exposiciones era inevitable, ya que la mayoría de estos artistas pertenecían a este acontecimiento que determinó, de forma inequívoca, la trayectoria posterior de la plástica en las islas: la aparición de un gru­po de jóvenes artistas que se planteaban la necesidad de incorporar en sus respectivas poéticas la perspectiva de la modernidad...», según escribía Orlando Franco en su texto del catálogo «Ficciones y Visiones».
En realidad, durante los años 80 sigue en pie la «conclusión de que somos un grupo de gen­te haciendo arte en Canarias, y por ello ne­cesitamos estar unidos... La crisis ha actuado como criba. Ha pasado el tiempo, ya no so­mos jóvenes pintores ni jóvenes promesas..., sin embargo, afirma            , ahora es el mo­mento de sedimentación y confirmación; aho­ra es cuando ha de construirse esa infraestructura cultural que en Canarias nunca ha existido.
En este año 85 participa en la feria interna­cional de arte de Madrid, Arco 85. Lleva a cabo la pintura-mural Claro de luna en la calle de Heraclio Sánchez de La Laguna, Tenerife. Con motivo de un proyecto de remodelación de la calle de Heraclio Sánchez le fue encargado un mural de grandes dimen­siones, instalado frente a otro mural de Juan Hernández; para cuya realización la Conse­jería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias en colaboración con el Ayuntamien­to de La Laguna concedió becas a ambos pin­tores. Estos murales fueron instalados el 20 de junio de 1986, uno enfrente del otro. Este intento de modificar el aspecto estético de la calle se realizó a raíz de una propuesta de Juan Carlos Lázaro.
El tema es una cascada de agua que cae, mien­tras las nubes, la luna, establecen ahora un diálogo naturalista. Su poesía se despliega en un ámbito cerca de lo imposible: un muro rodeado de todo tipo de problemas e interro­gaciones en el marco de la ciudad. Nos sigue proponiendo la misma idea siempre lejos de la demostración empírica. El juego, en fin, es­tá a nuestro alcance para recordarnos que se puede definir el alma humana desde esta ven­tana abierta en plena calle como una suerte de casualidades que son lo que comúnmente denominamos vida.
Las claves de este mural están en la confluen­cia de lo lúdico y lo inútil, el valor del goce y el deseo, frente a la frustración que genera el valor utilitario con que se nos suele pre­sentar la calle. Tinta sobre papel de mediano formato y en la galería Magda Lázaro, Santa Cruz de Tenerife. Realiza la pintura-mural una visión de la Atlántida para el centro cultural Caja Canarias, San­ta Cruz de Tenerife. Participa en ARCO 86 con la galería Magda Lázaro. Litoral, Museo de Arte Contemporáneo, La Coruña.
En el año 1987. Expone la serie Monolitos y chimeneas en la sa­la de Arte y Cultura de la Caja General de Ahorros de Canarias, La Laguna, Tenerife. Participa en ARCO 87, Madrid, con la gale­ría Magda Lázaro. Expone la serie Laberintos en la galería Els Gats, Palma de Mallorca. Exposición Paisajes quemados en la sala Paraninfo en la Universidad de La Laguna, Te­nerife. Expone Árticos sobre papel en el ateneo, La Laguna, Tenerife. El desnudo. Artistas canarios del siglo XX, Museo Néstor, Las Palmas de Gran Canaria. Colegio Oficial de Arquitectos, San­ta Cruz de Tenerife. Después del 70, Hospital Real de Granada.
En el año 1988. Exposición colectiva en la galería El Aljibe, Arrecife de Lanzarote.
Participa en ARCO 88, Madrid, con la gale­ría Radach Novaro y la galería El Aljibe. Ga­lería Radach Novaro, Maspalomas, Gran Canaria. Fondo de arte Caja Canarias, Museo Internacio­nal de Arte Contemporáneo, Castillo de San José, Arrecife, Lanzarote. En el  1989. Exposición individual en la galería Saro León, Las Palmas de Gran Canaria. La arquitectura en la pintura canaria del siglo XX, Museo Néstor, galería de Arte Contem­poráneo, Las Palmas de Gran Canaria. Es propuesto como miembro numerario de la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel. En el año 1991. Exposición individual en la galería de arte La­piz Lázuli, Puerto del Carmen, Lanzarote. Artistas plásticos de la Academia de Canarias, Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. Norte, Sur, Este, Oeste, Ermita de San Miguel, La Laguna, Tenerife. El museo imaginado. Arte canario 1930-1990, C.A.A.M., Las Palmas de Gran Canaria. En el año 1992. Exposición individual Pinturas, en la galería Saro León, Las Palmas de Gran Canaria. Exposición individual Nuevos territorios, Artizar, La Laguna, Tenerife. Dicilabo, Sala de Arte Los Lavaderos, Santa Cruz de Tenerife. Realiza el cartel para el XI Festival de Cine Ecológico y de la Naturaleza de Canarias, Puerto de la Cruz, Tenerife.
En el año 1993. Desde el volcán. Artistas canarios del siglo XX en el Spanish Institute de Nueva York. Exposición en la sala del Centro Cultural del Banco Interamericano de Desarrollo en Was­hington.
Participó en la feria de Chicago Art 2008. La presencia de González en el evento, principal punto de encuentro del sector en los Estados Unidos, contó con el apoyo de Canarias Crea, el programa de fomento de la cultura canaria en el exterior del Gobierno Autónomo.
El encuentro Art Chicago es una feria anual de arte contemporáneo y moderno que en la edición 2008 ha contado con la presencia de más de 140 de las principales galerías del mundo. Durante sus cuatro días de celebración ha funcionado como una auténtica exposición internacional de arte moderno y contemporáneo, atrayendo a coleccionistas, conservadores y entusiastas del arte de todo el mundo.
Con el objetivo de proporcionar una visión completa del arte del siglo XXI, las obras exhibidas han abarcado una amplia variedad, desde vanguardistas hasta maestros modernos, desde pintura hasta nuevos medios. Art Chicago 2008 fue el evento principal de Artrópolis, una celebración de arte, antigüedades y cultura que se desarrolló por toda la ciudad.
El pintor y escultor Gonzalo González (Los Realejos, Cruz Santa, Tenerife, 1950, compañero de un servidor de pupitre en el colegio de San Isidro de La Orotava) es uno de los más reconocidos artistas canarios de su generación, a la altura de otros creadores como Jorge Oramas, Óscar Domínguez, Manolo Millares y Cesar Manrique. González es licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Miguel Arcángel. Una vez finalizados sus estudios se dedicó a la enseñanza, actividad que abandonó para dedicarse exclusivamente a la creación, fundamentalmente centrada en la relación dramática del hombre con su territorio y el naufragio como aventura plástica.
 A pesar de sus más de treinta años de creación y medio centenar de exposiciones individuales, buena parte de la obra de Gonzalo González sigue siendo desconocida para el público. Se trata de un artista maduro, cuyo trabajo, según la crítica, se configura como un racimo heterogéneo de discursos y de objetos, ante los que una observación centrada resulta insuficiente. Vista en su conjunto, la obra de González teje una densa trama de senderos cruzados. Su trabajo es poliédrico, denso, atravesado de tensiones.
Quizá la fuerza de la naturaleza del norte de Tenerife hizo de Gonzalo González un pintor. La humedad, la bruma, la vegetación, puede que estas cosas hayan conformado un escenario para un pintor...; pero la sola observa­ción del paisaje le oprime el corazón necesitando la expresión de las experien­cias. El eco del paisaje se podrá rastrear a lo largo de su obra como una exquisitez trascendental. La belleza, que en la niñez sus ojos asocian a las mon­tañas, alcanzará en su obra la solemnidad de las emociones, elevadas a catego­rías del pensamiento.
A pesar de sus más de treinta años de creación y medio centenar de exposiciones individuales, buena parte de la obra de Gonzalo González sigue siendo desconocida para el público. Por eso lo traemos aquí a Esencias de villeros nobles, para que todos, los norteños y sobre todo los realejeros le conozcan de cerca. Pues Gonzalo fue compañero de un servidor en las aulas del Colegio de San Isidro – Salesianos de la Orotava, muy amigo mío, en una ocasión casi me atraviesa con su bastón, pero eran tiempos de la niñez y la juventud, eran otros tiempos, colegiales por supuesto.
Se trata de un artista maduro, cuyo trabajo, según la crítica, se configura como un racimo heterogéneo de discursos y de objetos, ante los que una observación centrada resulta insuficiente. Vista en su conjunto, la obra de González teje una densa trama de senderos cruzados. Su trabajo es poliédrico, denso, atravesado de tensiones.
El dominio de la naturaleza sobre su entorno se refleja en los trabajos de Gonzalo González uniendo elementos realistas y místicos en grandes escenarios. Las fuerzas de la naturaleza se abren paso; las pinturas no dan la impresión de una existencia estática, sino de estar en constante movimiento. El paisaje inhóspito está iluminado por el fuego y destruido por una tormenta. Cierto drama es generado por una extraña mezcla entre melancolía y caos que puede despertar asociaciones sobre la desaparición de la civilización.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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