Decía el
literato Antonio Machado 1875-1939, Todo pasa y todo queda, pero o nuestro es
pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.
Miraba yo las
casas viejas de la Villa de La Orotava, tienen sobre sus postales grabados sus
escudos nobiliarios, y ante aquellos blasones polvorientos y abandonados, una
ola de ideas sentimentales acudían a mi cerebro, Blasones viejos, escudos
polvorientos y abandonados; ante ellos me he detenido yo siempre con respecto y
curiosidad, porque ellos representan, el alma entera del pasado. Aquellos
escudos están en La Orotava, sobre los anchos postales, ostentando las empresas
y divisas de otras gentes, de otros siglos extraños; los blasones permanecen
fijos e indemnes, pero el espíritu que los creó se ha desvanecido; ellos hablan
todavía de gloria, y de orgullo, y de nobleza; pero los hombres que los
sustentaron se fueron, ya no volverán más. Mirando todo esto en la Villa me
quedo indemne observando la casa donde vivió un ilustre alcalde, una casa
tapizada de cerámica y decorada con un maravilloso balcón canario y un patio
interior botánico repleto de diversas flores.
Don Agustín
Hernández y Hernández nació en La Orotava el 31 de enero de 1880, en una casa
de la calle de la Centella. Recibió las aguas bautismales en la parroquia de
San Juan Bautista. Estudió el bachillerato en el Instituto de la ciudad de La
Laguna y la licenciatura de Derecho en las Universidades de Madrid y Salamanca.
Siendo diputado a Cortes el ilustre orotavense Don Félix Benítez de Lugo, Don
Agustín que tenía entonces 24 años, fue nombrado Alcalde de su pueblo natal(La
Orotava), cargo que desempeñó durante largo tiempo con el general aplauso de
sus convecinos. Vilaflor le nombró hijo adoptivo, cuando dicha localidad
dependía del partido judicial de la Villa de La Orotava, regalándole un bastón
de mando, como tal Alcalde, por su labor política y al allí llevó La Banda
Municipal de La Orotava dirigida por el Vallisoletano don Tomás Calamita y
Manteca, en mulas por los caminos de Chasna en el año 1909, la cual fue
recibida apoteósicamente con ramas. La Orotava, le debe a él, la construcción
de la plaza de San Juan de la Villa Arriba y la solución en gran parte del
problema difícil de las aguas para el abasto público. Estudió con gran acierto
el complicado asunto de la mancomunidad de los pueblos del Valle, y otros más,
aunque no todos llegaron a su completa madurez y solución como ocurrió con el
de la unión de aquellos pueblos. La primera lápida que figura sobre la fachada
de la casa donde nació el artista orotavense Fernando Estévez del Sacramento
como honra a su memoria fue colocada en 1922, siendo aun Alcalde Don Agustín.
En estas efemérides estaban presente junto a Don Agustín; Don José Silverio y
Silverio; Don Antonio Herreros González; Don Antonio Lugo Massieu; Don Fernando
Salazar; y el prestigioso Don Vicente Áfonso Camejo, de extenso barba y no
menos larga historia con sus acusados perfiles anecdóticos. Don Agustín
Hernández y Hernández falleció el día 13 de Mayo del año 1953, en la casa
número seis de la calle Nicandro González Borges, víctima de penosa enfermedad
sobrellevada con ejemplar resignación cristiana.
La Primitiva
Academia Municipal de Dibujo de La Villa de La Orotava, se fundado en el año
1923, y en el mes de Julio, fue creada siendo Alcalde de La Villa de Agustín
Hernández y Hernández, nombrándose profesor de la misma, al Sr. Don José María
Perdigón, cargo que desempeñó con la suficiente eficacia, con voluntad y
entusiasmo de su gran afición al dibujo, y su deseo de servir en lo que él pudo
al pueblo orotavense, precisamente hasta su muerte, acaecida en la Orotava en
la década de los años sesenta. Por gentileza de Don Agustín Hernández y
Hernández, cuando ocupaba la cátedra como hermano mayor de la esclavitud del
Cristo de La Columna de la parroquia de San Juan Bautista obra del imaginero
sevillano Pedro Roldan, conocido por todos los villeros por “El Diamante”, pasó
por primera y única vez por la Calle de Don Nicandro García Borges (calle
Verde), calle donde Don Agustín tenía su habitual residencia.
El ex - cronista oficial de La Villa Don Benjamín Áfonso Padrón, conoció a
Don Agustín Hernández y Hernández pocos años antes de su muerte, decía de él:
Que era un hombre de carácter afable y sencillo; por su sinceridad desnuda de
toda afectación. Su manera de ser le acarreó algún que otro sinsabor en este
mundo donde no todo es moneda de buena ley. Sincero era hasta consigo mismo;
rara cualidad esta, que constituía el más alto exponente de su recia formación
espiritual. Como hombre de letras, sus aficiones a la buena literatura, a las
viejas crónicas de su pueblo y a recoger de boca de los más ancianos, el rico
venero de la tradición, le habían hecho cada vez más un contertuliano gratísimo
a cuantos deseábamos recoger de viva voz todo lo que conservaba su fiel
memoria. Amigo de Don Benito Pérez Armas y de los amigos de éste, conocía
a la perfección una interesante etapa de la vida política tinerfeña; etapa en
la que Don Agustín supo encauzar algo de aquel momento político hacia la
Orotava. En la época del general Primo de Rivera, visitó a Don José Calvo
Sotelo, entonces ministro de Hacienda. La idea que sustentaba de unir
administrativamente los pueblos del Valle, motivó su acercamiento a esta figura
española. Su sencillez y conversación amena le ganaron la simpatía de
Calvo Sotelo, quien estrechó efusivamente la mano del canario que le exponía el
gran problema de mancomunar unos pueblos que se mostraban temerosos ante los
vaivenes de la riqueza platanera. La unión no fue posible y aquellos deseos se
borraron a la manera que el Sol hace invisible la luz de las estrellas. Todo
esto y muchas más cosas relataron de Don Agustín. Calvo Sotelo había nacido en
Túy en 1893 y muerto en Madrid en 1936, hizo los estudios de Bachillerato en
los Institutos de Coruña y Lugo, y luego los de Derecho en Zaragoza. En Madrid
se doctoró en Derecho Civil y canónico y alcanzó el premio extraordinario, a
los veinte años obtuvo el número uno en las oposiciones a plazas de abogados
del estado; a los veinticuatro era profesor auxiliar de la Universidad
madrileña por nombramiento del claustro; a lo veintiséis, diputado a Cortes; a
los veintiocho, gobernador civil de Valencia, y a los treinta y dos, Ministro
de Hacienda. Cuatro años estuvo al frente de dicho departamento, y durante ellos
hizo entre otras muchas cosas, lo siguiente; persiguió la ocultación de la
riqueza, realizó varias conversaciones de Deuda, inició la reforma tributaria y
estableció el Monopolio de Petróleo, que tantos beneficios habían de traer al
Tesoro nacional.
Quería a mi abuelo Bruno Abreu Rodríguez, músico zapatero, debido a
su capacidad intelectual, en muchas ocasiones formaban una tertulia en la
zapatería, primero en La Estopa y después en el callejón de los Cuartos,
en mi biblioteca guardo un ejemplar de la constitución de la UGT en el año 1934
que don Agustín le dedico a mi abuelo. Fenece todo en este mundo, y la vida del
hombre marcha rauda hacia el ocaso buscando el alma su supremo fin. Un día las
campanas de las iglesias de Nuestra Señora de La Concepción y San Juan Bautista
tocaron a muerto; lloraban el final de una existencia cristiana: Don
Agustín Hernández y Hernández había exhalado el postre suspiro rodeado de su
director espiritual, de sus hijos y de su esposa, Doñas María del Carmen Acosta
y Martín Neda, sobrina del célebre erudito tinerfeño del siglo XIX, Rafael
Fernández y Neda. Y delante de un portalón, mientras unos obreros pintan
la paredes del frontil, yo me paré a mirar un emblema que consistía en una
columna esbelta rematada por un casco con la visera cerrada: el casco, como
avergonzado o como iracundo, daba la cara al mundo de ahora, en que todo va
revuelto, lo noble y lo plebeyo, semejante aun río turbio y desbordado.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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