En el
mes de septiembre del año 1969, acabé de superar con notables, en la
convocatoria de junio, las pruebas y el pase del Preuniversitario
en el Instituto de San Agustín de Canarias (actual Cabrera Pinto) de La Laguna.
Tras superar las pruebas preuniversitaria, estuve pensándome que carrera
estudiar, en principio opté por Ciencias Económicas y como tenía que ir a la
península (Madrid), y mis posibilidades económicas eran escasas, sin pensádmelo
me matriculé en la Escuela de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, con la
intensión de estudiar el Profesorado Mercantil y posterior enlazar con las
Ciencias Económicas a través del grado de Intendente.
En el
viaje por Alemania, verano del 2010, observé que la titulación de Profesor
Mercantil es la más importante para la investigación científica de la
contabilidad y de las finanzas, de hecho varios profesores mercantiles de la
universidad central de Berlín fueron Premio Nobel. Sin embargo en la actualidad
según el plan Bolonia, la nueva graduación de estudios empresariales y
mercantiles “CONTABILIDAD Y FINANZAS”, está mucho más cerca de la histórica
titulación de estudios mercantiles de antaño.
Precisamente
en el curso 1970 – 1971 realicé los estudios de peritaje mercantil, que con la
titulación del preuniversitario, solo me quedaban dieciséis asignaturas, las
que superé a lo largo de ese solo curso, a caballo entre la Academia Mercantil
Atlántida de la Orotava, ubicada entonces en la calle de La Iglesia (Inocencio
García Feo) y clases como alumno oyente en la Escuela de Comercio de Santa Cruz
de Tenerife.
Allí conocí
por primera vez al ilustre profesor Don Arístides Ferrer García, que ante su
asombro me preguntó de dónde procedía, respondiéndole, que era de la Villa
de La Orotava, pero no de su Villa arafera, sino de la otra Villa Noble Leal
situada al otro lado de la cordillera dorsal, a donde los araferos iban a
estudiar música, caminando por esas maravillosas veredas de las cumbres prodigiosas.
Don Arístides me contesta de inmediato, - que donde estaba la guitarra de San
Isidro-, porque de La Orotava apreciaba la romería de Isidro, santo y
patrón de los madrileños, y concretamente en la Villa norteña
disfrutó su juventud, en muchísimas ocasiones disgustando el buen vino y las
papas bonitas arrugadas de la circunscripción.
Allí en el
anexo de la plaza de Los Patos, aprendí a contabilizar por partida doble bajo
el atisbo de Don Arístides, que con sus carismáticos enfados, -orígenes
de muchísimas anécdotas, que interpretaba solemnemente-. Nos hacía pensar en
las cosas buenas, y bien hechas, nos explicabas con punzón jovial, haciéndonos
presente en esos maravillosos parajes de donde emerge la economía en el mundo.
Sin embargo su pedagogía no era tan especificativa, pero si fructuosa, porque
su silueta de instruir era merecedora de nuestro aprendizaje, adiestrándonos en
las maravillosas experiencias mercantilistas que en breve íbamos a
deslumbrar.
En el
curso 1971 - 1972, emprendí la carrera del Profesorado Mercantil en la
desaparecida Escuela de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, empezamos el curso
con solo nueve compañeros oficiales y nos graduamos en el Profesorado Mercantil
en el curso 1972 – 1973, doces compañeros, puesto que se juntaron algún que
otro repetidor, como un compañero precedente del país Vasco, que tenía un
apellido muy largo, que el catedrático de Derecho don Lucio Rodríguez López, en
los exámenes orales, no le entendía el apellido y puso la calificación con el
apelativo el del apellido largo.
A título
anecdótico, referente al catedrático de Alemán entonces director de la Escuela
de Comercio tinerfeña Don Luís
Wildpret Álvarez, para mí, era el catedrático de la fortificación, del
bienestar, y de la intensificación, De Don Luís, jamás he visto en mi vida
estudiantil y profesional el esbozo, y el prototipo de este hombre.
Pertenezco a
una promoción de profesores mercantiles (1972 - 1973), considerada la
penúltima, -no lo recuerdo exactamente-, que salió de nuestra antigua y inestimable
Escuela de Comercio, porque años después, los estudios de Comercio se
reconvertían en estudios de Ciencias de la Empresa. Una promoción tan
ingenua, que cuando comenzamos a estudiar el profesorado, recibimos las
primeras instrucciones disciplinarias, del gran catedrático del mercantilismo
tinerfeño, y digo el gran catedrático, porque ha sido el preceptor que le ha
faltado a muchas posteriores promociones, estudiosas de las ciencias contables.
Evidentemente
en el seminario de Alemán de aquellos años, en el que Don Luís era el
bastoncillo supérstite, jamás se oían las moscas, se hablaba el Alemán desde
las cuatros esquinas neoclásicas, e incluso el conserje de turno que entraba a
comunicarle algún que otro mensaje, lo hacía !casi....!, en el mismo idioma,
por sobrecogimiento y honestidad al gran personaje, claro que en esto, deseo
reconstruir a la madre de nuestra vetusta Escuela Mercantil “Doña Carmen”,
Carmita para los privilegiados.... El silencio se rompía con los motores de los
reactores que iban aterrizar en Los Rodeos. Estoy seguro que muchos profesores
mercantiles salidos de nuestra Escuela tinerfeña están considerados de una
grande y legítima instrucción, gracias a este seminario de lingüística alemana,
pues indudablemente son unos grandes caballeros de la contabilidad, de la
financiación y del desarrollo empresarial en nuestra provincia e incluso en el
archipiélago afortunado.
Estas
fotografías que he recuperado en mis archivos familiares, pertenecen al último
curso de la carrera (3º de Profesorado Mercantil), en una visita que realizamos
en la primavera del año 1973, a la Escuela de Náutica de Santa Cruz de
Tenerife, conjuntamente con los compañeros de la promoción de la Escuela de
Comercio de Bilbao.
Primera
foto a la izquierda; Barroso, Cruz, Oropesa, un servidor, Pepe y Juan Guardia
(agachado). Primera a la derecha; Miguel Ángel, don José Rodríguez Ferrer
(profesor adjunto de contabilidad), y Jaguar. Tercera foto a la izquierda;
Cruz, Barroso, Oropesa y Sofía (Única fémina de la promoción). Cuarta a la derecha; Barroso, Cruz, Juan,
Oropesa, Sofía y Pepe.
Detrás
de las fotos inferiores, vemos el Seat Seiscientos (color café con leche)
propiedad del compañero Juan Guardia Romero, con el que nos desplazábamos a
diario desde La Orotava a Santa Cruz a clases.
En el teníamos muchas anécdotas, recuerdo cuando presenciamos el automóvil destrozado en la carretera de San
Luis de Santa Úrsula donde falleció trágicamente el amigo orotavense Luis
Hernández. El fallecimiento del futbolero internacional de la UD. Las Palmas
Juanito Güedes. La
erupción volcánica de Teneguía de la Palma. Cuando íbamos y regresábamos oíamos por la
radio del automóvil, un extraño acontecimiento de unos ruidos en el famoso
barranco de Godínez de Los Realejos. Se hablaba de un bicho que andaba por ese
barranco. El reventón de la cubierta trasera derecha en el baldosado de
la rotonda de las Asuncionistas en la Rambla de Santa Cruz etc…
Nos
reencontramos en el año 1998, celebrando las Bodas de Plata de la Profesión
(1972 – 1973), que coincidió con el 90 aniversario (1908 – 1998) del Ilustre
Colegio Oficial de Titulados Mercantiles y Empresariales de Santa Cruz de
Tenerife. Celebrando “Día del Titulado Mercantil y Empresarial” en los clásicos
y nobles salones comedores del Hotel Mencey de Santa Cruz de Tenerife.
Mis
estudios profesionales e universitarios en la vieja Escuela de Comercio de
Santa Cruz de Tenerife, me deja unos recuerdos de profesores y catedráticos
magníficos y extraordinarios: Don Arístides Ferrer García, Don Luís Wildpret
Álvarez y su acompañante Señora Mary, Don Antonio Vives Coll, Don Norberto
Cejas Zaldívar y su hijo Tony Cejas, Don Lucio Rodríguez López, Don José
Herreras Hernández, Don Pedro García Prieto, Don José Rodríguez Ferrer, Don
Quiterio Baucells Santos, Don Bienvenido Martín Camacho, los hermanos Don
Ricardo y Don Jorge Hodgson Lecuona. Un recuerdo especial para “Paco el del
Carrito” en Los Patos, sus bocadillos amortiguaban los estómagos hambrientos de
las medias mañanas. Carmita, Doña Carmen, siempre llamando a las puertas de las
clases. Y porque no, a Leo, la secretaria ejemplar, chillona por eminencia,
siempre sacaba su mano por aquella ventanilla, para poner orden sobre el mármol
de las matriculaciones.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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