Míster Félix (como todos le llamábamos) era de los pocos profesores
tan sencillo, que hacía amistad, arte, literatura, solidaridad, sosiego y
alegría. Se había licenciado en Derecho, en leyes, carrera que había hecho a
base de grandes sacrificios económicos en la Universidad de La
Laguna. Sacrificios que él mismo intentaba superar, gracias a sus
cualidades intelectuales, a su facilidad en el arte de la compresión, a su
esfuerzo en el orden, en la disciplina, en la responsabilidad y sobre todo en
el quehacer. Carrera que culminó con brillantes calificaciones, obteniendo el
premio de honor universitario, pero nunca ejerció como tal, porque su cariño
por la docencia, sobre todo por los idiomas, le inspiraba en su propia alma, en
su propio corazón. Tanto fue así, que un confitero alemán exiliado y afincado
en la Villa, Don Egon Alfred Wende Bard (tío político suyo),
le facilitó el conocimiento del lenguaje teutón con agrado y con simpatía.
Gracias a ese idioma norte europeo don Félix Calzadilla Rocío pudo perfeccionar
otras lenguas: la inglesa y la francesa.
Don Félix, además de la habilidad por la lengua moderna, poseía una memoria
fiel y constante, era la sencilla persona que trasmitía simplemente la
literatura errante y la poesía a través de su vivo quehacer, de su vivo
diccionario y de su vivo conocimientos.
Le conocí como profesor de Inglés, en la Academia Mercantil y
Atlántida, que poseía en sociedad civil con su gran amigo Don José Dorta, su
enseñanza era sencilla, alegre, cordial y sobre todo natural, en muchas
ocasiones con ingenio, posteriormente recibí su sabiduría de la lengua
anglosajona en los salesianos villeros, en el bachiller y en la preparación de
las reválidas.
En las aulas del edificio neoclásico que donó a La Orotava su
hijo ilustre Don Nicandro González Borges, conviví con Don Félix jornadas
inolvidables, compartimos gratos recuerdos a pesar de la exigencia en clase,
puesto que siempre mantuvimos la disciplina rigurosa y caballerosa que nos
imponían los padres salesianos.
Años más tarde, acabada mi carrera universitaria, compartimos trabajo,
alegrías y no alegrías como docentes en el Instituto de Formación Profesional
del barrio de San Antonio, hoy IES La Orotava Manuel González Pérez,
allí Míster Félix realizó una gran labor como fundador y promotor del centro,
desempeñó el cargo de subdirector con Don José Dorta, con Don Guillermo Grahan
y con Don Juan Francisco Reyes, pero desgraciadamente no quiso opositar a la
función pública. Debido a esto fue destinado forzosamente como funcionario
interino al centro politécnico de Ofra en Santa Cruz de Tenerife, hoy IES Cesar
Manrique, donde al cumplir su edad reglamentaria se jubiló.
Se casó con mi vecina de la calle El Calvario, Angelita Hernández García,
una pregonera de la calle, la dama que hacia vivir a sus vecinos con sus voces
galanas, con su humor cotidiano y con sana alegría. De su matrimonio nacieron
cincos hijas, cincos damas de capacidad lustrosa como lo era su padre, todas
con brillantes carreras y luchando como él quería que lo hiciesen: con rigor,
con dulzura, con complacencia y sobre todo con mucho trabajo.
Adiós Míster; ya no volveremos a hablar: de Valle Inclán, de Benavente, de
Azorín, de Pío Baroja, de Unamuno, de Gerardo Diego, de Juan Ramón Jiménez, de
García Lorca, de Rafael Alberti, de Esproceda, de Benito Pérez Galdós etc. Como
Usted lo prefería, pero no olvide decirle a Don José Dorta, primer director del
Instituto de San Antonio, lo bonito que vivió nuestra villa de La Orotava,
el año de su despedida, la conmemoración de los 150 años de las alfombras de
flores. Infórmele a que todo transcurrió en espléndido orden artístico, floral
y campestre como él simplemente quería que lo fuese. Evidentemente así lo
sentenciaba en el año 1955 Santos Beguiristain, canónigo de Pamplona: "Un
bellísimo sueño, es la visión maravillosa del valle, Las Cañadas y de las
fiestas, mucho me encantó la procesión eucarística; pero más, mucho más -en su
propio orden- la Romería de San Isidro... "
Don Félix, siga siendo feliz en su vida eterna, con su campechanísimo
rutinario de siempre.
Encontré en el archivo municipal en la calle de San Sebastián, con el
teatro Atlante por los suelos sus actas de notas estudiantiles correspondiente
al bachiller en el colegio desaparecido de Don Manuel Farraís González, son
calificaciones sorprendentes para muchos de vosotros, un diez en todas las
materias, incluso en la Religión Católica a pesar que siempre se
consideró un agnóstico, en esto tengo una anécdota que sucedió un viernes Santos
en la Orotava, subía un servidor por la calle el Calvario hacía la plaza
de la Alameda, a llegar a la altura de la avenida de José Antonio, frente
donde estaba entonces la venta comestible Hernández, al lado del buzón del
correo, estaba don Félix gentilmente de vestuario negro absoluto, incluso sus
gafas de sol eran negras, le preguntamos don Félix, los curas nos dicen que el
viernes Santos no se come carne, tras un paréntesis pensativo, nos responde,
dígale a los curas si tienen mil pesetas que yo estoy dispuesto a comerme un
gran solomillo con salsa de champiñones.
Don Félix, siga demostrando a todos aquellos que fueron sus amigos docentes
y juristas que están con usted en ese desconocido paraíso, y celebre desde
arriba el veinticinco aniversario del Instituto de Formación Profesional del
barrio de San Antonio, actual flamante I.E.S. La Orotava-Manuel
González Pérez. Muchas gracias y hasta pronto.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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