En el terreno donde actualmente está ubicada la "Casa Brier", en
la orotavense calle “La Carrera”, existían antes la orden de los Jesuitas, que
se habían establecidos en La Orotava en el año 1600, empezaron a construir la
casa en el año 1696, lo que más tarde sería "El Colegio de los
Jesuitas". La obra era un proyecto bastante sencillo aunque, la construcción
de la iglesia en el interior de la casa causó diversos problemas por querer
situarla por donde pasaba la canal del molino de arriba. Al final tuvieron que
modificar la situación inicial de la iglesia. Evidentemente nos cuenta el
erudito realejero José Viera y Clavijo; a morir en Canarias el padre Luís de
Anchieta, -natural de La Laguna y sobrino remoto, del otro venerable apóstol
del Brasil,- y que fue sepultado en el monasterio de San Idelfonso de las
monjas de San Bernardo, sus compañeros de la orden jesuitas se volvieron a la
península, quedando en La Orotava el padre Araujo con el hermano Cuéllar,
quienes al cabo de cinco años de residencia consiguieron, a instancias del
obispo y del general, que se celebrase cabildo en La Laguna para admitir, o no,
la nueva fundación del colegio, en que hubo, como siempre, protestas y
contradicciones. Sin embargo, en 1690 llegó a Tenerife la licencia de Carlos
II, no sin público regocijos de aquellos vecindarios, especialmente de las dos
parroquiales de la Laguna, que hicieron, coadyuvante, una fiesta de acción de
gracias a San Ignacio, en la iglesia de los Remedios, en la que predicó el
maestro fraile Andrés García, ex provincial agustino. Pero antes de empezases
la obra del colegio de La Orotava, pasaron de la península a la fundación en el
año 1694, el padre Tiburcio de Baeza, rector, el padre José de Andrade,
portugués, y el padre Juan de Medina, natural de Granada. Hospedándose en las
casas del fundador, junto al convento de dominicos; pero, deseando otro sitio más
oportuno, lo eligieron a la entrada de la calle de San Francisco, en una huerta
entre dos molinos, tomando al mismo tiempo al frente de ella, en 1696, una casa
pequeña, donde acomodaron su oratorio, dándole desde luego el nombre de colegio
de San Luís Gonzaga, patrono titular que les había salido por suertes. La
aplicación de estos padres a predicar y enseñar las primeras letras movió los
caballeros de La Orotava a hacerles algunos donativos para aumento del
edificio, que se iba levantando con solidez y ardor. En el año 1700 se tomaron
las medidas para un cañón de iglesia, por más dificultades que se encontraban
en el terreno, y el mismo obispo Zuazo puso la primera piedra del edificio,
notándose que se mostraba triste con el presentimiento de que aquel templo no
se había de concluir jamás. En 1707 llegó en calidad de visitador el padre
Pedro de Angulo, quien dio prisa para que se empezarse a habitar el nuevo
colegio, poniendo entretanto el oratorio en el entresuelo de la casa. Viéndose
así en 1709, día 9 de marzo, en que se hizo una solemne procesión con el
Santísimo y asistencia del clero, comunidades religiosas, nobleza y vecindarios
del contorno. La construcción finalizaría en el año 1709, con el posterior
traslado de los Jesuitas, que en ese momento tenían su orden situada en una
casa de la calle “La Carrera”. A partir de ese momento se empieza a impartir
las clases hasta que dos años más tarde, año 1711, se vieron obligados a cerrar
el colegio por no tener fondos para mantenerlo, quedando a su cuidado dos
hermanos de la orden. Lo cual quiere decir, que entonces solo habían dos
jesuitas; y habiendo fallecido en agosto de 1716 el mismo padre Angulo, que se
enterró en la parroquia de La Concepción, quedó reducido todo el colegio al
coadjutor Andrés Tabares, por lo que de orden del cabildo eclesiástico, sede
vacante, pasó el vicario de La Orotava al oratorio y consumió las especies
sacramentales que en él había. Un año se pasó, antes que la provincia proveyese
aquel rectorado vacante en el padre Pedro Dávila, en cuyo tiempo aconteció el
famoso asalto de las monjas de Santa Catalina, cuando, viéndose con su
monasterio incendiado, ocuparon el colegio y echaron de él a los jesuitas. Pero
esto trajo las ventajas de que se volviese a colocar el Santísimo en aquel
oratorio, donde dos años antes se habían consumido las especies. Mientras
residieron allí las monjas, estuvieron los padres en un entresuelo de la casa
del coronel Don Francisco Tomás de Alfaro; pero restituidos un año después a la
suya propia, se aumentó la comunidad en 1718 con tres individuos más; se
ensanchó el colegio con una rectoral dos años después, y se abrieron escuelas
de primeras letras y de gramáticas, la cual contó hasta setenta discípulos. A
principios de diciembre de 1727 se celebró la canonización de San Luís Gonzaga
con funciones plausibles. En 1731, día veinte y uno de junio, fiesta del mismo
santo, siendo rector el padre Matías Sánchez, abandonados los primeros
cimientos para la iglesia, en atención de las dificultades del sitio, se echaron
otros nuevos un poco más arriba, en el solar y casas que les donó generosamente
Don Esteban Polier, caballero del orden de San Lázaro y Monte Carmelo, cónsul
de Francia en nuestra isla de Tenerife. Esta obra, se empezó con fervor por el
padre Sánchez y bajo los más felices auspicios, se prosiguió con lentitud por
el padre Nieto, y por falta de buena dirección nunca pudo acabarse. Su fachada
era de orden corintio, con estatuas y adornos, bien que sus columnas fueron
bárbaramente salomónicas y las puertas de los costados dóricas.
Los Jesuitas fueron expulsados en 1767 pasando posteriormente la casa de
“Brier” a manos del obispado, engrosando el patrimonio eclesiástico. Expulsión
que se produjo en España, mucho antes de que el Rey Carlos llegase a ser tercero
de España, ostentando todavía el título de gran duque de Toscana, y
principalmente desde los primeros años de su reinado en Nápoles, sentía una
oculta aversión contra la influencia y poderío del clero, y especialmente de
algunas órdenes religiosas, sobre las cuales realizó obra de saneamiento,
principalmente en la de los jesuitas. A estos religiosos alejó desde un
principio de la Casa Real, prohibiendo incluso fueran confesores de sus hijos.
A si pues a tomar posesión del trono de España, y ante la preponderancia de la
citada Orden en su país.
La primera medida que tomó contra ellos fue el cortar los privilegios de
los Colegios Mayores, que, apartándose de su fin benéfico y caído bajo la
omnipotencia jesuítica, constituían un plantel de cancilleres, consejeros y
altos dignatarios de la iglesia al servicio general y secreto de la Compañía.
Nos cuenta el catedrático Martínez Sánchez, que en la fecha del 6 de Mayo de
1767, el coronel Gabriel Román Manrique de Lara, que fue patrono principal de
la instalación de los Jesuitas en La Orotava, el cual había pedido al Cabildo
de La Laguna, que en el testamento del Capitán Llarena se indica, que con sus
bienes se funde el Colegio de Jesuitas en la Villa, con la condición que los
religiosos enseñaran; Primeras Letras, Gramáticas, Arte, y Teología. Y que como
habían sido expulsados suplicaba que nombrarse a un maestro competente de Leer
y Escribir y otro de Gramática y Latinidad, para que la enseñanza progresara en
La Orotava. El citado Coronel propuso para tal cometido a Don Bartolomé de
Cames (primer maestro seglar de La Orotava, 1767) y a Don Domingo Sanaria como
maestro y preceptor de Gramáticas respectivamente..... Más tarde la casa
pasa a ser propiedad del estado, que la utiliza como ayuntamiento hasta 1841 y
que a consecuencia de un incendio queda prácticamente destruida quedando
solamente las paredes por ser de piedra y barro. En el incendio se perdieron
gran parte de los archivos históricos de La Orotava, salvándose únicamente los
pertenecientes al Siglo XIX.
Después de su reconstrucción la casa es comprada en 1858 por un
terrateniente de Güimar, llamado Gonzalo Díaz Flores, arrendándola, una década
después para la instalación de un hotel. Primero fue una Fonda española y a
finales de la década de los setenta pasó hacer una Fonda inglesa que se llamó
“Hotel Hespérides” teniendo en esa época gran importancia como centro
turístico, alojándose en él varias personalidades de ese momento como Francis
Richard Burton, conocido aventurero, escritor y filólogo inglés, uno de los
grandes exploradores del siglo XIX por su energía, actividad incasable,
prodigiosa erudición, facilidad para aprender todas las lenguas y para
adaptarse a todo género de vida. La Real Sociedad Geográfica de Londres y la de
París le concedieron la medalla de oro, en premio a sus descubrimientos, además
como orientalista merece citarse la traducción que hizo de “Las mil y una
noche”. Además de Burton se hospedó en el laureado Hotel Hespéride, la
prestigiosa pintora inglesa Marian North, nacida en Hastings y muerta en
Gloucestershire(1830-1890), pintora que sobresalió en la pintura de flores,
siendo en este género una de las mejores artistas que ha existido. Sus flores
están ejecutadas con tal perfección, que ha prestado gran utilidad en el
estudio de la botánica. Marian North viajó mucho por regiones tropicales en
busca de flores propias de estos climas, lo cual minó su salud. Su
autobiografía “Recollections of a Happy Life (dos volúmenes)”, fue editada por
su hermana Symondes, la cual, también en 1883, publicó “Further Recollections
of a Happy Life”, obra compuesta con trozos escogidos del diario de su hermana
Marian. Como dato decir que en estos años el valor de la casa “Brier” era de
unas 30.000 pesetas.
El hotel se cerró en 1901 y dos años después (1903) la compra Don José
Brier, abuelo del actual dueño de la casa. Claro está que basándose en este
noble apellido, los orotavenses la conocen por la “Casa de Brier”. Desde
entonces hasta la actualidad la casa ha sido utilizada como residencia
familiar. En la década de los años ochenta, su heredero Don José Brier y Bravo
de Laguna, presenta un escrito al Ayuntamiento de La Orotava, por el que se
interesaba conocer las afecciones que el Planeamiento Urbanístico estableció
para la edificación y terrenos sitos en la calle Colegio, Nº. 1; adjuntando
plano de situación. La oficina técnica municipal del Ayuntamiento de La
Orotava, le comunica a través de una cédula de notificación, salida en fecha
veinte y uno de Septiembre de 1983: que el edificio en cuestión se encuentra
calificado como suelo urbano según el Plan Especial del Casco Urbano, dentro de
la Zona-Residencial, en edificación cerrada, en el área de interés histórico -
artístico, según las Ordenanzas Reguladoras del Plan Especial, la edificación
se incluye dentro de la categoría segunda, de edificio a conservar por su valor
ambiental. Según dicha Normativa sólo se admiten las siguientes actuaciones
dentro del edificio mencionado. Como adaptación, mejora y acondicionamiento del
edificio existente. Conservación de fachadas, balcones y elementos externos del
edificio y reconstrucción del interior. En caso debidamente justificado de un
edificio que se encuentre en mal estado y con la autorización previa de la
Comisión de Protección del Patrimonio Histórico - Artístico, podrá admitirse la
demolición del edificio, siempre que el nuevo Proyecto conserve el valor del
existente. Los terrenos situados hacía el Norte, y hasta el fondo del edificio
referido, se encuentran clasificados como zona residencial cerrada en el área
de interés histórico - artístico, admitiéndose una parcela mínima e edificable
de cien metros cuadrados, con ancho mínimo de seis metros y fondo mínimo de
ocho metros altura máxima de plantas y siete metros, debiendo ajustarse a la
altura media de los edificios de interés ambiental en el tramo de calle y a las
perspectivas interesantes y visuales sobre puntos singulares, debiendo constar
en todo caso con la aprobación de la referida Comisión Provincial del
Patrimonio Histórico - Artístico. El resto de los terrenos situados al
Sur y al Oeste se encuentran clasificados como zona verde de uso público,
dentro de la subzona de paseos y jardines, admitiéndose, además del uso propio
de las áreas verdes, construcciones ligeras de explotación privada, tales como
kioscos para periódicos, estancos, casetas de flores, bebidas, etc., de tal
forma que nunca se sobrepase de una ocupación máxima de 0,05 por cien de la
superficie total de subzona y con el límite máximo de veinte metros cuadrados.
Por otro lado, es de significar que el conjunto se encuentra afectado por la
incidencia de la calle, declarada de especial interés, y por la proximidad de
los molinos y su acueducto, declarados a conservar. Esta es la historia de la
casa de “Brier”, extraña y aristocrática, considerada como la artífice del más
limpio castellano de los tiempos. Yo me he quedado silencioso pensando en la
quimera de la casa, y me he dicho que todo es posible en esta vida, y que quizá
un día sepamos su verdadera leyenda, quizá más inverosímil, así mismo
encantadoras y misteriosas.
El amigo CAMILO JOAQUÍN BARROCAL DÍAZ FLORES, remitió entonces (25/02/2013)
estas notas: “... Antonio Díaz-Flores Cartaya en 1850 concluye la
construcción de la llamada casa DÍAZ-FLORES con amplios jardines, situada en la
calle Colegio, 1 en la Orotava regido por los cánones del clasicismo romántico
del siglo XIX” En 1862 la alquila a José Govea Arbelo para reconvertirse en una
especie de hotel, La Govea, muy visitada por el incipiente turismo ingles de
lujo de esa época. En 1867 se alojó el General laureado Serrano en su destierro
en Canarias. Se alojó también pintora Marianne North durante su estancia en La
Orotava, en enero de 1875, probablemente en la misma habitación que lo hicieron
los Burton que fue un aventurero que participó en el descubrimiento del
nacimiento del Nilo. Más tarde en 1888, se llamaría Hotel Hespérides,
administrado durante un año por el francés Paul Michael y luego por el inglés
Charles Metson, que lo transformaría en un autentico english hotel,
introduciendo las mejoras pertinentes. Allí se alojó entre otros George
Graham-Tolder. El hotel se cerró en 1901 y dos años después 1903, lo vende la
familia Díaz-Flores y la compra José Brier...”.
“... En la década de 1850 Antonio Díaz-Flores
Cartaya comienza la construcción de su casa residencial que llama “Las
Magnolias” y que estará concluida en 1858 y que es una reconstrucción del
antiguo Ayuntamiento, que a consecuencia de un incendio quedó prácticamente
destruido, quedando solamente las paredes por ser de piedra y barro.
Gonzalo Díaz-Flores de Vera, nacido en 1855 y
fallecido en 1937 es el hijo de Antonio Díaz-Flores Cartaya y de Antonia de
Vera Espinosa. En 1878 fallece su padre que hizo testamento en La Laguna el 28
mayo 1868 ante Juan Navarrete que derogó por otro en S/C Tenerife el 9 mayo
1872 ante Francisco Prada, donde reconoce sus tres hijos legítimos. Hace dos
libros con todas sus pertenencias que hoy han desaparecido. En un libro estaban
las propiedades que compró y en el otro las modificaciones que realizó, así como
de los bienes traídos por su esposa para ayudar a las cargas del matrimonio. El
29 diciembre 1881 se procedió a la partición de bienes ante el notario Nicolás
Hernández Escobar de la Orotava, donde se le asigna a Gonzalo Díaz Flores, la
casa de Colegio, 1 en la Orotava...”.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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