jueves, 25 de enero de 2018

UNA POLÉMICA EN LA OROTAVA A FINALES DEL SIGLO XIX



Fotografía anónima del año 1900, referente a la antigua Ermita de estilo canario del Calvario de la Villa de La Orotava, desaparecida al principio del siglo XX, por la construcción de la carretera El Pinito, que enlazaba la Villa con Vilaflor a través de Las Cañadas.
Tenía dos puertas en la fachada principal de arco de medio punto que daban para una terraza, separada de una cruz que se conserva en la trasera de la nueva Ermita.
Situada al final de la histórica Calle El Calvario, donde en la actualidad se encuentra la fuente y plaza de la Paz.

El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna, remitió entonces (29/01/17) estas notas que tituló; “UNA POLÉMICA EN LA OROTAVA A FINALES DEL SIGLO XIX”.
Publicadas el día 28 de enero de 2017 en LA OPINIÓN DE TENERIFE: “…El periódico El Valle de Orotava, en su edición del 11 de octubre de 1890, disponible para su consulta en el portal Jable de la ULPGC, nos sitúa ante un interesante artículo bajo el título “El Calvario” redactado por una persona que firma como “un cura rural”. Su autor, tras anotar algunas palabras del Evangelio de San Juan respecto a la Cruz y el lugar donde crucificaron a Jesús, procede a explicar el significado de los espacios que desde entonces se han creado en múltiples territorios con la finalidad de recordar “donde exhaló Jesús su último suspiro, pendiente del entonces ignominioso madero”. Esa pequeña descripción le sirve al autor para apuntar que el respeto debería ser siempre un recuerdo a ese acontecimiento. Sin embargo, se encontraría con una realidad totalmente diferente, distinguiendo para su objetivo entre dos clases de hombres: cristianos o incrédulos. Anota que para el creyente “no puede haber un sitio más sagrado que el Calvario” y que su significado “perpetúa la memoria de un sacrificio llevado a cabo por un gran filósofo, superior a Sócrates y a Platón; de un filósofo que además de predicar la unidad de Dios, estableció la igualdad entre todos los hombres”.  Toda una serie de palabras que se redactan con la finalidad de manifestar la consideración que merece una zona que recuerda el último momento de Jesús, reflexionando el cura que cuando se transita por esos espacios cualquier persona debería guardar un respeto mediante la retirada de su sombrero. Sus palabras obedecen a una crítica contra un artículo de Manuel Linares en el periódico El Memorándum, pues, al parecer, el mencionado Linares emprendió toda una serie de ataques contra “la piadosa costumbre de quitarse el sombrero de los que pasan por el Calvario de La Orotava”,  justificando su decisión para lograr  “que se modifiquen añejas, inútiles y perjudiciales costumbres, para conseguir que los extraños no nos claven el diente de la crítica y las garras de la difamación, creyéndonos social y geográficamente, verdaderos africanos”. No duda el párroco en considerar que la opinión expuesta por Linares no tendría ningún sentido y que los habitantes de La Orotava no tomarían en consideración tales sugerencias, descubriendo siempre sus cabezas por el Calvario, “caldeadas muchas veces por las luchas y los sinsabores de la triste vida”. Sin embargo, ahí no queda todo. Linares también mostraría su malestar contra la costumbre de algunas personas por depositar una moneda en el cepillo. Para el párroco, esa acción respondía al mismo hecho que otros “tienen para llenar, no de cobre, sino de oro, las huchas de los agentes revolucionarios; o bien en las que alegan éstos para sostener sociedad librepensadoras e irreligiosas”.  De esa forma, no duda en remitir a Linares dos razones que justifican la necesidad de continuar con la misma tradición en el lugar. Expone que cada uno puede obrar en libertad siempre y cuando no traspase la esfera de la moral y el derecho, así como que cada uno puede gastar el dinero en lo que crea conveniente, sin interferencias de ningún tipo “siempre que no perjudiquen al prójimo”. 
En definitiva, nos encontramos ante un artículo que nos sitúa en el contexto de una curiosa polémica que se generó en la Villa a finales del siglo XIX, lamentando su autor que otros sacerdotes no elevaran sus opiniones por escrito para actuar contra los ataques a la religión…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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