Fotografía
de un grabado correspondiente al año 1820 del Puerto de la Cruz, tomada por un
anónimo ingles. San Telmo y como fondo la Fuente de Martiánez.
El
amigo de la Villa de la Orotava; JAVIER
LIMA ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universidad de la Laguna, remitió
entonces (día 10 de Abril 2016) estas notas que tituló; “FRAY ANTONIO EL
GOMERO”.
Publicadas en La Opinión de Tenerife el sábado 9 de
abril de 2016: “…El título de nuestro artículo corresponde a
un personaje que fue objeto de análisis del notable político e investigador
portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883). De su obra, custodiada
actualmente en la Universidad de La Laguna, extraemos algunos apuntes sobre la
vida y obra de fray Antonio el Gomero. Álvarez Rixo inicia la descripción sobre
tal persona a partir de la situación experimentada por unos tinerfeños en la
isla de Fuerteventura, concretamente en la plaza parroquial de La Oliva, en el
marco de un día festivo de la primavera del año 1822. Tras finalizar la
ceremonia religiosa, el sacerdote del lugar, llamado Antonio Estévez, se
dirigió a saludar a los allí presentes, mostrando un gran interés por la
presencia de «unos segadores y traficantes babilones, que así llaman en el
lugar a los naturales de Tenerife», según anota Álvarez Rixo. El párroco preguntó
a cada uno de ellos por su pueblo de origen hasta llegar a un hombre que dijo
ser del Valle de La Orotava, concretamente del núcleo de la Montaña. El anciano
sacerdote mostró un gran interés por el estado de la construcción realizada
allí por fray Antonio el Gomero. Al parecer, su fama se había creado a partir
del gran trabajo realizado por el fraile dominico para la recaudación de
limosnas destinadas a la construcción de una ermita en el lugar, apuntando el
sacerdote de La Oliva los innumerables esfuerzos del lego dominico por realizar
tal obra en una montaña formada por «arena, cascajo y piedra muerta, todo muy
deleznable, por lo que fue preciso profundizar y anchar mucho los cimientos».
La curiosidad del anciano párroco se
explicaba porque que en su juventud había marchado a Tenerife junto a otros
compañeros huyendo de la compleja situación que se desarrollaba en
Fuerteventura, trabajando durante algún tiempo en el oficio de pedrero. Desde aquel
momento entabló amistad con fray Antonio el Gomero, recordando los admirables
esfuerzos del fraile por recoger las limosnas destinadas a la construcción de
una ermita en tal espacio. Además, el anciano párroco no podía olvidar que el
fraile se desplazaba a lomos de un mulo, acompañado por un criado en otro mulo,
cargando a ambos lados del animal diversos barriles. La finalidad de esos
barriles era rellenarlos de vino, pues se desplazaban a recoger limosnas a lo
largo de diversos lagares y eras, llegando incluso a visitar toda una serie de
rincones del sur de la isla con la finalidad de llenar la bodega del fraile de
buenos vinos que posteriormente vendía a un buen precio a dos feligreses de su total
confianza vecinos de Los Realejos. A su vez, éstos llevaban tal producto hasta
la isla de Lanzarote y a su regreso pagaban al fraile con el dinero de tal
actividad, transportando el dinero en cestas que aparentaban contener tomates y
otras verduras para los religiosos de Candelaria. La muerte de fray Antonio el
Gomero fue muy sentida por la población, acudiendo miembros de la comunidad de
los dominicos de Candelaria hasta el Valle de La Orotava para llevar su cadáver
a una sepultura en el convento dominico de La Orotava, «porque todavía no había
allí cementerio», tal y como recuerda Álvarez Rixo.
Tras su muerte, el espacio sería adquirido
por Luis Rodríguez, vecino del Puerto de la Cruz y sobrino de otro lego
dominico llamado fray Matías Gutiérrez.
Desgraciadamente, el aluvión de 1826 causó
muchos estragos sobre la construcción realizada con tanto esmero y trabajo por
el fraile dominico. Por entonces era su propietario José González Romero, quien
junto a su esposa, Gabriela Hernández, y su sobrino, acogieron benignamente en
su espacio a todas aquellos vecinos atemorizados por lo que ocurría, apuntando
Álvarez Rixo que gracias a la labor del fraile se salvaron muchas personas,
legando una gran obra que la posteridad «podrá continuar beneficiándose,
gracias al ingenioso lego dominicano fray Antonio el Gomero»…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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