Fueron muchos años de dedicación a la parroquia San Juan Bautista de La
Villa de Arriba de La Orotava. Allí crecí y eso, quieras o no quieras, te
marca. Como dice el tópico, en el fondo uno es de donde ha crecido y ha vivido.
De todas formas, tengo la sensación de que mi deuda con el templo del Barrio de
Farrobo y con su historia se solventó en parte en 2008, cuando tuve la
oportunidad de publicar un pequeño librito sobre su acontecer histórico y
patrimonial (El legado del Farrobo). Aún así, todavía queda mucho por escribir
al respecto y poner al día el conocimiento sobre el pasado de las iglesias y
devociones locales. No creo en los bandos ni en los clanes. Uno es de todos
sitios y de todas partes. La Historia del Arte no entiende de regiones,
localidades y edificios en concreto. Es necesario contextualizar bien en el
espacio y el tiempo cualquier fenómeno histórico-artístico.
Lo esencial es que, a mi juicio, no se han perdido dos cualidades
esenciales. Por un lado, el apego de la población por las imágenes y los
cultos. Afortunadamente no somos una Semana Santa espectáculo. La gente que participa
de ella la vive intensamente, participa en las cofradías, se involucra mucho en
la vida de los templos y tiene devoción por las esculturas que acompaña por
calles en pendiente con redoma o con vela en las manos. Y por otro, yo diría
que fundamental, es que se sigue conservando la costumbre de portar los tronos
a hombros (por la orografía villera la rueda resulta imposible) y la costumbre
de ataviar a los cofrades con traje negro salvo contadas excepciones muy bien
justificadas y nada estridentes. Tampoco se ha perdido por suerte la costumbre
de los Monumentos ni el esmero en la liturgia, de modo que la Semana Santa se
vive por igual en la calle y en los templos. Eso es para felicitarnos, ya que
sólo basta con echar un vistazo a lo sucedido para fuera para comprender el
beneficio de tal circunstancia.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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