Este mensaje es un homenaje
personal a sus hijos, amigos desde la infancia y la juventud, a todos ellos los
quiero de todo corazón: Maximino, Orlando, Juan de Dios, Amparo Álvarez Padrón.
Aniversario de su defunción. El
fallecimiento de una persona amada es un acontecimiento realmente muy triste.
Quienes se van dejan un gran vacío en sus familiares y amigos. Los deudos
sienten que el dolor es tan grande que jamás van a poder recuperarse pues la
muerte es una de las situaciones más difíciles de enfrentar.
Sin embargo sabemos que ese
proceso demora algún tiempo para que lo podamos superarlo. Cuando se vive un
episodio tan triste como éste es necesario el consuelo y soporte que le brinden
las personas más cercanas a los deudos.
Amparo Padrón, fue una diva
dama que un día se vino de Santa Cruz de Tenerife a la Villa de La Orotava a
vivir con unos parientes. Casó en primera nupcial con el orotavense Tomás
Méndez Dorta, entonces administrador y propietario de los jardines del
Marquesado de la Quinta Roja, conocidos entonces por los jardines Victoria. El
matrimonio duró poco, quedándose viuda con una gran riqueza patrimonial.
Al poco tiempo conoció el que
iba a ser compañero de su vida, Maximino Álvarez Árbelo, contrajo matrimonio en
segunda nupcias con él, en su propio domicilio de la Calle de San Agustín
orotavense, del matrimonio tuvo cuatro hijos, cuatro amigo desde mi infancia y
mi primera juventud; Maxi, Nito, Juande y Ampa. Así le conocíamos, pero sus
nombres fueron; Maximino, Orlando, Juan de Dios y Amparo Álvarez Padrón.
En el mundo artístico local,
Amparo Padrón destacó con su impresionante voz de diva en las veladas que se
celebraban en las salas cinematográficas de La Orotava y en la Sociedad de
Liceo Taoro, en muchas ocasiones protagonizaba conjuntamente con el villero
Nicandro González, magníficos dúos de voces del género chico español (la
Zarzuela).
Su marido Maximino, formó
juntamente con Norberto Morales dúos de mascaras mas carismáticas que ha tenido
La Orotava y Tenerife entero, su vestuario y su presencia en carnavales
prohibidos y en el principio de las fiestas de inviernos era evidente.
A Amparo y a su esposo Maximino,
le tenía un gran aprecio, le quería como a unos padres, en muchas ocasiones me
invitaron a comer en su casa de la calle de San Agustín, momentos de alegrías y
sosiegos lo pasé con ellos, e incluso en los partidos de fútbol del Unión
Deportivo Orotava. Siempre que llegaba a su histórica mansión, Maximino se
encontraba poniendo las letras de las cintas de las coronas de flores (su
industria) y Amparo siempre en la cocina, en su larga y amena cocina preparando
exquisitos platos para su marido e hijos. Por las tardes siempre la veía en la
ventana que daba al largo patio de entrada y a su vez a la plaza de La Alameda
o de La Constitución, preguntándole las lecciones y corrigiéndole las tareas a
su hija Amparito (Ampa).
Su últimos años al igual que su
querido marido lo pasó en una residencia para mayores, mucho sufrieron, después
de larga vida, de la alegría y la concordia, ahora se reencontraran otra vez,
pero esta vez en el paraíso de la
tranquilidad, de la esperanza, del recuerdo y de la misericordia.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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