Artículo
publicado por un servidor en el Diario de Avisos, el 21 de Marzo
del año 2006, para el amigo y convecino de la calle El Calvario de la Villa de
La Orotava, Tino Santos por su fallecimiento.
Fotografía de
la izquierda Agustín Santos Cruz, cariñosamente conocido por todos por “Tino
Santos”, con 22 años de edad, el día de la boda de su hermano Antonio, el 28 de
Agosto del año 1965.
Siempre vestía
de smoking, sea a una boda, o bailar al Liceo Taoro, que yo recuerdo siempre
iba vestido de este estilo típico elegante anglosajón.
La fotografía
de la derecha, es la foto de la felicidad, Tino – Pino, Pino – Tino, compañeros
de la vida del amor y de la felicidad, y lo sigue siendo en este mundo
desconocido de la concordia, de la tranquilidad, de la esperanza y de la paz.
Aniversario de
su fallecimiento. Parece que esto de la vida es una aventura que nadie sabe a
dónde vamos y por donde nos manifestamos. Simplemente, al salir de casa en
busca del pan cotidiano como es de costumbre después de la tormenta
carnavalera, en otra mañana espléndida, soleada, me encuentro con el amigo
profesor de Historia de Arte de la Universidad de Las Palmas, Chano Hernández
Gutiérrez, y por sorpresa le pregunto qué hay de nuevo. Chano, con una mirada
recóndita, parecía que había revelado algo nuevo en la historia de la Villa,
con ese mirar furtivo. Inmediatamente, me contesta que Tino Santos nos ha
desistido para siempre.
En seguida
llega en mí el recuerdo de un convecino, más que un hermano, de la laureada
calle El Calvario, en aquella infancia y adolescencia insignificante, donde nos
relacionábamos los unos con los otros como si viviéramos en un mismo palacio.
Los jardines eran la plaza de Franchi Alfaro y las torres los tejados de
nuestras casas.
Ahora que
estamos celebrando todos juntos los cien año de nuestra querida madre de la
calle doña Águeda, nos deja impasible, tras escribir en la prensa unas glosas
sobre quien ha sido juez de la calle durante casi cincuenta y tantos años, que
con la infancia y adolescencia de muchos ha tenido que ver, porque en la azotea
de su casa se apiñaban jóvenes a “defaginar” el millo: Carmita Trujillo, Carmen
Lola Galoway, María y Cita, Maruchi, y María Candelaria Hernández García
(Castro), Carmen y Josefina Álvarez Abréu, sus hijas Ana, Ninina y Chicha.
Acompañándoles unos muchachos algo traviesos; Francisco Hernández
García (Castro), Juan Carlos Arencibia, Tito Galoway, Tino y Pepe Santos, su
primo Vicentito, y su hijo Pepito. Recuerdo cuando empezaste tu andadura en el
mundo empresarial, alquilaste el dormitorio de doña Lola y don Vicente Lucas,
para montar allí un puesto que sufrió en poco tiempo una metamorfosis; primero,
frutas y verduras, después pollería y finalmente, bazar, juguetería,
apareciendo la personalidad de Eduardo el relojero y su padre
proyetador en el Cine Orotava. Deseo recordar que en mi tiempo de
vacaciones escolares por Navidad te ayudaba a vender juguetes.
Tino, recuerda
las tertulias que hacíamos cuando nos tropezábamos por las calles de La
Orotava, con los temas de actualidad. Parecía que era un cuento de hadas, lo
que más me impresionaba era el relato de la ruindad, pero dinámica ruindad, que
conjuntamente con el convecino Francisquito “Castro” realizaste a doña Cocleta,
ciudadana inglesa. Eso si era vida, claro que sí.
Tu ilusión por
tu gemelitas y queridísimas nietas, ¡ay Dios mío!, te hacían disfrutar. Pino,
tu inseparable Pino y tus hijas; Dácil y Yaiza, quizá estén algún día
venerándote tanto como te hemos estimados; Antonio, Pepe y Miguelito tus
hermanos y nosotros, convecinos de la Calle El Calvario. Tino, lleva contigo la
reminiscencia de todos. Un abrazo y hasta siempre.
Su querida
hija; Dácil Santos Pérez remitió entonces (21/03/2006) estas notas:“… Bruno,
gracias porque siempre tienes muy bonitas palabras hacia mis padres. Sé del
cariño y aprecio que tenías hacia los dos; lo mismo que ellos a ti. Un fuerte
abrazo…”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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